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- Gracias por responder mi llamada. – La sonrisa en la cara de Pedro hablaba por sí sola, albergaba esperanzas de que pudiera pasar ese algo entre nosotros.

Contesté a su llamada poco rato después de que mi madre me colgara. Justo cuando Carla se iba sin dirigirme la palabra.

Quedé con él en vernos el viernes siguiente. Cuando Marco se iba con la abuela que tanto le echaba de menos y que tan enfadada seguía conmigo por el tema de Madrid.

Bruno también me echó una buena reprimenda. Pero con él no me contuve, al igual que con Carla. No tenía edad para que nadie me echara broncas por hacer lo que quiero con mi vida e ir a donde se me antoje. Que no respondiera al teléfono ya es otro tema por el que se pueden molestar, y fue por causas mayores, pero que me regañaran por irme a Madrid a que mi hijo conociera a la otra parte de su familia, la paterna, me tocó muchísimo las narices.

Le dije cuatro cosas y me quedé más pancha que ancha.

- Estás preciosa esta noche – Pedro y sus halagos, le sonreí cortésmente mientras retiraba mi silla para que pudiera sentarme. Era todo un caballero. - ¿Qué tal estás? Hace tiempo que no hablamos.

Y era cierto, le tenía abandonado, desde que me propuso matrimonio me dio mi espacio para que pudiera pensar y sopesar las posibilidades. Y necesitaba ese tiempo, porque todos los acontecimientos me tenían muy estresada. Se me caía el pelo y perdí todo el apetito.

- Todo bien – omití el tema de Madrid – ya sabes, pronto se acerca el fin de curso y estamos preparando la fiesta y esas cosas.

Esa era mi mayor distracción, la fiesta de fin de curso. Este año Marco, al ser el primero del bicho en el colegio estaba de lo más entusiasmado porque el baile que estaba preparando su seño era de lo más guay y se tenía que disfrazar de la patrulla canina.

El simple recuerdo del entusiasmo de Marco cuando me contaba que se tenía que disfrazar de uno de los perritos me dibujó una sonrisa en los labios.

- Me encanta cuando sonríes – me sacó de mi ensimismamiento – estás preciosa.

- Gracias. ¿Qué tal tú?

- Genial, ahora que te tengo delante – alargó su mano hasta que tocó la mía sobre la mesa.

De nuevo, insistió en que cenáramos en un restaurante italiano del centro. Uno de mis favoritos, a decir verdad. Se mostraba más atento que nunca y eso cada vez me incomodaba más.

Me contó varias cosas, casos de sus pacientes de los que jamás mencionaba el nombre y me llamó mucho la atención de que no hacía más que hablar de una enfermera que, por lo visto, era su adjunta y no paraba de insinuarle que quizás sería buena idea el ir a cenar juntos.

- Ella sabe que yo tengo a otra persona en mente ¿te lo puedes creer?

Ay Diosito. Si él supiera...

En ese momento no me di cuenta de que su intención era ponerme un poco celosa. Algo que, por otra parte, es casi imposible, ya que los celos no son mi debilidad.

- ¿Qué hiciste el fin de semana pasado? Estuviste desaparecida – comentó medio en broma, medio en serio. Quería sacarme información y le vi venir de lejos.

- Estuve con Marco en Madrid.

Levantó la vista, sorprendido y fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que se había esmerado para estar guapo esa noche. Estaba recién afeitado, con su pelo castaño peinado hacia un lado. Se había afeitado y olía a una colonia que desconocía pero que me gustaba. Sus bonitos ojos azules relampagueaban con cualquier atención mía y eso me hacía sentir un gusano.

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora