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Volver a casa fue más complicado de lo que pensaba.

Marco estaba como loco por volver a clases y contarle a todos sus amigos que, por fin, había conocido a su padre y que, además, tenía un montón de primos y su favorito era Carlos, el hijo de la tía Elena.

Para mí fue todo un suplicio.

Dormir con Javi fue... bueno... casi como volver atrás en el tiempo, sin preocupaciones, responsabilidades. Sólo él y yo, solo nosotros siendo uno, disfrutando el uno del otro. Aunque solo fuera durante una noche. Me sentí de nuevo como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

Javi nos dejó en la estación, con la promesa de que vendría a ver a Marco para que le enseñara fotos de cuando era pequeño y de cuando estaba en mi barriga. Se dieron un abrazo que derrochaba ternura por todas partes, yo aparté la mirada por tal de no sentirme la mala perra que era por no facilitar las cosas y que se vieran más.

A mí me dio un abrazo y me susurró un te quiero que hizo que todos los vellos de mi espalda se erizaran.

Al llegar a casa, dos horas y pico más tarde, entré en mi casa, donde parecía que un tornado había arrasado con todo y Carla yacía en el sofá viendo una película romántica.

- ¿Dónde has estado? Joder – se levantó de un salto cuando nos escuchó entrar.

- Te tengo dicho que no digas palabrotas delante de Marco – le regañé bajito, para que ella sola me escuchara.

- Tengo todo el derecho a decir lo que quiera, ¿sabes? Me has tenido preocupadísima. Apenas has contestado a nada de lo que te he escrito, mamá me ha llamado a la casa mil veces preguntándome por vosotros y yo no sabía qué contestarle. Bruno iba a llamar a la policía. ¿Entiendes la que has liado?

Cuando frenó su discurso, Marco volvía de su habitación tras dejar allí su pequeña maleta de Marvel. Sonreía tan arrebatadoramente que, si levantara más de cuatro palmos del suelo, sería más clavado a su padre si es que eso era posible.

- Tía Carla, hemos estado con papi este fin de semana en su casa. Es súper grande y tengo un cuarto entero para mí con juguetes de los vengadores, cars y está lleno de libros súper chulos que me leeré cuando aprenda. Quiero ser listo como mamá y guay como papá.

Sus palabras sonaron atropelladas por el entusiasmo con el que las decía, pero eso no hizo que Carla dejara de mirarme como si me hubieran salido antenas.

- ¿Has estado con Javi este fin de semana?

Asentí sin mucho más que decir y me alejé a la cocina. Intentando evadir las explicaciones que estaban por llegar. Desde donde pude escuchar pequeños atisbos de la conversación que mantenían Carla y el niño. Cogí mi taza favorita, esa que me personalizaron con una caricatura mía bebiendo café, eché leche y Cola Cao y después repetí el proceso con la taza de Marco. Necesitábamos algo calentito que echar al cuerpo después del viaje. Presté atención al diálogo que tenía lugar en el salón.

- Sí, tita. Conseguí que mamá y papá durmieran juntos ¿a que es guay? Papá la mira como si fuera un diamante.

- Y ¿anoche también dormiste con los dos? – estaba claro que iba a aprovecharse de la inocencia del niño para sacarle toda la información posible. Perra...

- Anoche yo me quedé con mi primo Carlos, ellos se fueron solitos a casa de papá.

- Y esta mañana, ¿se han despedido?

- Ajá – me imaginé su gesto afirmativo mientras decía eso, sacando morros igual que su tía – papá le ha dado un abrazo y le ha dicho que la quiere.

- ¿Qué ha hecho ella?

- Le ha dado el abrazo, no he escuchado nada.

Interrumpí a esos dos cotillas con las tazas en la mano. Las coloqué en la mesita del sofá y esperé a que siguieran su conversación delante mía. Pero claro, son tal para cual y se sintieron incómodos, algo que Marco solucionó alegando que si dejaba sus juguetes mucho rato más en la maleta se iban a asfixiar y se fue a ponerlos en su sitio.

- Con que... un fin de semana en familia en Madrid... interesante.

- No ha sido lo que se dice bonito.

- Ilumíname – hizo un gesto de superioridad que desató mis ganas de abofetearle la cara.

- Hemos ido para que la abuela de Javi, Marinés, conociera a Marco antes de morir. Y llegamos justo a tiempo. Porque hasta hemos estado en su entierro. El lote completo.

Conseguí justo lo que quería, dejarle sin palabras y que se tuviera que tragar sus burlas y las preguntas que le quedaban por formular. En mi fuero interno sabía que no estaba bien hacerlo de esa manera, a bocajarro. Sin embargo, su actitud me crispaba y no quería que tuviera ningún motivo por el que burlarse más de mí.

- Joder, lo siento. Tendré que darle el pésame.

- Sí, ya que sois tan cercanos creo que deberías hacerlo. – No fue mi intención, pero disparé con tanto veneno que hasta a mí me dolió.

- ¿Celosa? – estaba claro que, en esa guerra verbal, ambas queríamos ganar.

- En absoluto.

Y su teléfono sonó evitando que la sangre llegara al rio.

- ¿Sí? – descolgó sin mirar, algo que hizo que, esa contestación tan impersonal no le sentara nada bien a nuestra querida madre. Podía escucharla sin siquiera tener puesto el manos libres.

- ¿Qué sabes de tu hermana? Sigue con el teléfono apagado – sonaba brusca y preocupada. Pobre madre la mía.

- Está aquí en su casa – me pasó el teléfono y se fue a la habitación con Marco, menos mal, porque me estaba crispando demasiado esa actitud tan prepotente que se traía.

- Hola mamá.

- ¿Se puede saber por qué no contestas a tu madre? Me has tenido preocupadísima todo el fin de semana.

- Lo sé, mamá. He estado en Madrid.

- ¿Con Javi? – estaba tan sorprendida como Carla. Tanto que se le puso una voz de pito muy molesta.

- Sí, mamá, con Javi y su familia. Marco ha conocido a la familia de su padre, ya sabe también quién es Javi y está encantado. Pronto vendrá otra vez para estar con él.

- Ay, hija mía. ¿En qué berenjenal te estás metiendo?

Y llevaba razón. Las madres son sabias.

Posiblemente esta nueva y extraña relación que tenia con el padre de mi hijo me iba a traer problemas. Con el tiempo, las visitas esporádicas que yo tenía pensadas iban a pasar a ser un habitual y cada vez querría más. Hasta que algún día no fuera suficiente y me pida la custodia compartida o, como ya me amenazó Doña Inés, la custodia completa.

Por una parte, me convenía llevarme bien con él. Para que no se le pasaran esas ideas por la cabeza. Pero por otra, temía que esa debilidad por mi parte le diera pie a pensar que podríamos tener algo más. Ser algo más que dos cordiales personas que se tratan con respeto por el bien de su hijo.

Mi madre me colgó dejándome la cabeza hecha un bombo por la reprimenda. Decía de mi que no podía largarme sin más y llevarme a su, por ahora, único nieto y no decirle nada. Me sentí de nuevo una niña de quince años que traía malas notas a casa.

Y, lo peor de todo, es que al revisar mis llamadas perdidas me encontré con varias de Pedro. Ocho mensajes y dos más de voz. 

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PERDÓOOOON! soy una tardona y lo sé T-T

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora