Capitulo 3

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—Hey hola, no sabia que estabas aqui —Saludo su madre desde la puerta, la miro de reojo, viendo como se acercaba dejando un beso en su cabellera —¿Como te fue en la Universidad hoy? —Pregunto sentándose junto a ella, rosando con su mano un mechón de cabello que se había escapado de la coleta de su hija. La joven sonrío débil ante su gesto.
—Estuvo bien —Respondió, centrada en el libro que sostenía en sus manos.
—¿Esta todo bien? —Pregunto al notar como la voz de ese ser que habia llevado dentro por meses se apagaba con cada palabra, de hecho sus ojos claros habian quedado sin lectura. Asintio ignorando todo intento que hacia su madre por conectar sus ojos.
—Lola no puedes mentirle a tu madre —Animo aprentando ligeramente su hombro. Pero suave se deshizo de su agarre.
—Mamá, estoy bien, y en dado caso de que no lo estuviera no quiero hablar del tema —La seriedad con que lo dijo, la dejo perpleja, su madre con los ojos como platos intento buscar una explicación
—Lola si estas molesta conmigo hija yo...
—Que no estoy molesta lo he dicho ya —Se levanto de la cama en dirección a su armario.
—¿Q-que haces? —Pregunto nerviosa al ver como sacaba un abrigo de este —¿Saldrás? —Pronuncio lo obvio al no obtener respuesta.
—Si, necesito estar sola un rato —Susurro saliendo de su habitación bajando veloz por las escaleras.
—Lola hija, espera —Trato de detenerla, consiguiendo que esta se detuviera en seco.
—Quiero estar sola —Sin mas salio de la casa, corriendo a su auto donde la brisa golpeo su rostro que rápido se congelo entro rápido.
Se aferro fuerte al volante, viendo como sus nudillos se volvían blancos debido a la fuerza que proporcionaban sus dedos que ya no eran tan débiles, atrapo su labio inferior entre sus dientes tratando de liberar la presión que ejercía su cabeza, pronto las inevitables lágrimas salieron de sus ojos una tras otra, bajando por sus mejillas, los quejidos de su alma rota eran acallados por ese automóvil ventanas arriba.
—¿Lola? ¡¿Lola?! —La voz de su madre se escuchaba lejos, muy profundo en la oscuridad donde parecia estar sumergida, por minutos que tal vez fueron horas esa voz no fue una alerta en su sistema. —¡Lola abre la puerta! —Grito la mujer desesperada una y otra vez, dando golpes al vidrio petrificada en miedo.
—Lola, no estas sola, por favor abre la puerta y habla conmigo yo te ayudare, perdóname —Susurro su madre contra el vidrio, esta fue la señal de alarma que hizo que saliera de su trance, volteo rápido viendo como su madre permanecía pegada al vidrio con los ojos mojados. Abrió la puerta lento, con el corazon acelerado, el frío no tardo en entrar haciendo que sus bellos se erizaran, salio del auto y sin esperar mucho su madre la atrajo en un abrazo, era fuerte, maternal, lleno de miedo y nostalgia.
—Pense que te irias de nuevo —Sollozó sobre su hombro nerviosa, el temblar de sus dedos hacían que la culpabilidad la llenara. —Vamos dentro antes de que los vecinos hablen —Río débil, tratando de ocultar el miedo que aun pasaba por ella.

Sus manos sostenían una tasa amarilla, su favorita desde hace años, el humo que salia de esta dejaba en evidencia que café se encontraba dentro, su mirada se fue hacia la ventana, la tarde ya caía y la noche no tardaría en unirse para finalizar el día, sus cuerpo se encontraba en un estado de calma, como cuando se esta agotado de hecho sentía que pronto estaría dormida.
—Aqui tienes —Su madre dejo una servilleta en sus manos, sentándose junto a ella, ambas estaban en la sala de estar que tanto conocía.
—Gracias —Musito bajito, aun sentia que sus cuerdas vocales permanecia duras ante la idea de pronunciar palabra. Unos segundos pasaron en silencio, donde ella fijo su mirada en el humo que salia de la tasa, viendo la similitud de su vida con esa ligera neblina que salia del recipiente, era tan vaga, tan clara, tan débil, que con solo una brisa mas fuerte podría desaparecer, donde el frío era su peor enemigo, porque el frio fue hecho con el único propósito de buscar calor, y aveces el calor que se necesita queremos obtenerlo de las personas equivocadas.
—Me enamore de Rick —Soltó con la voz rota, mientras su voz soltaba un quejido y de nuevo las lágrimas salían de sus ojos, abrazo sus rodillas tal vez intentado ocultarse de todo, pero era imposible, porque esta era su realidad, su agarre así misma se hizo mas fuerte, dolor alivia dolor quiso creer.
—Oh linda —Su madre la atrajo hacia ella, acunandola entre sus brazos, dejándola llorar, se aferro a la blusa azul que llevaba su madre ese día importándole poco que esta quedara mojada por sus lágrimas.
—Mamá me enamore de el sabiendo que el nunca estara conmigo de la forma que yo quiero, y eso duele aquí —Señalo su corazon, su voz poco a poco se iba quedando sin aire, el dolor en su voz era casi palpable. La mujer la apretó entre sus brazos, en ese instinto protector de quitar de su ser humano favorito todo el dolor que afligía.
El timbre sonó de esa forma tan típica que ambas conocían, sus ojos se abrieron mas de lo acostumbrado y el corazon se paralizo por un momento.
—Mamá, dile que no me siento bien o algo, no dejes que entre y me busque, inventa algo y por favor no le digas nada —Mascullo bajito, corriendo escaleras arriba.
—Richard, hola —Saludo al joven en la puerta.
—Hola Mary, ¿esta Lola? —Pregunto. —Y por favor ya sabes que no me gusta que me llamen Richard, dime Rick.
—Claro, claro lo siento, Lola no esta, de hecho fue a ver a su tía Sol a las afueras de la ciudad, se fue hace unos minutos volverá tarde supongo.
—¿En serio? Pensé que estaría el día contigo hoy.
—Bueno, yo le cancele porque...—Su mirada se desvio buscando una excusa creíble. —Saldré con unas amigas hoy. Cuando llegue Lola le diré que estuviste aquí y que te llame.
—Bien gracias, nos vemos entonces —Se despidió
Ella permaneció allí tapando su boca con ambas manos, sentada en la escalera.
—Lola —Llamo su madre bajito, mas lo único que escucho fue el estruendo de una puerta cerrarse.

Un amor en septiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora