Capitulo 21

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—Déjame ayudarte con eso —Hablo a su lado mientras aun luchaba con el sujetador de su vestido. Movió su cabello mientras dejaba que sus manos soltaran el pequeño broche que rodeaba su cuello.
—Gracias —Musito mientras sostenía el vestido contra su cuerpo.
Una mirada lujuriosa de parte de esos ojos azules se visualizaron en un instante, esos ojos que por tantos años había querido, ahora recorrían los rincones de su piel, no era la primera vez que lo hacia, de hecho ya no tenia cuenta de cuantas veces había llegado a estudiarla, tanto que podía asegurar que incluso tenia los lunares de su cuerpo contados. Pero aquella noche era diferente, una singular entre las anteriores, pues repulsión sintió al momento, el frío de la noche solo la mantenía como tal, como una fría mujer que ya no era capaz de sentir calor por ese cuerpo frente a ella. Bajo la mirada mientras se dirigía al baño antes de acabar haciendo algo que no querría.
—Hey —Tomo su mano, pegándola a su cuerpo, con velocidad beso su cuello con demencia, apretó su cintura fuerte entre sus mano produciendo dolor.
—¡Para! —Grito mientras trataba de deshacerse de su agarre, que escocia entre sus costillas. Sintió como este de pronto invadió su boca con demasiada brusquedad, apretó sus labios entre sus dientes haciéndola chillar, el alcohol se sentía en su aliento —Detente Mateo estas demasiado tomado, ¡Me lastimas! —Exclamo en un intento doloroso de ser liberada de aquellas mano que la incomodaba.
—¡¿Que, no me quieres?! —Pregunto mientras arrastraba las palabras, sus manos fueron alzadas al cielo, asustándola, haciendo que la pared fuera su destino, su corazon latía rápido mientras que sus labios palpitaban en dolor. Se acerco a ella tomando con fuerza su barbilla entre sus manos —¡Tu me amas Lorelay! —Exclamo —¡Dilo! —Pidió haciendo que su fuerza se incrementara alrededor de su mandíbula. Asintió repetidas veces mientras sentía las lágrimas llenar sus ojos delicados. Pronto el la libero dejando que la joven se encerrara en ese gran cuarto de baño. Lágrimas silenciosas bajaron por sus mejillas ahora demasiado rojas, toco sus labios mientras sentía la sangre en estos, chillo rabiosa ¿Cuando había caído en esto? ¿Cuando se había dejado llevar? ¿Cuando habían cambiado las cosas?
—Saldré un rato —Musito mientras salia de la habitación, antes de escuchar algún reclamo, alguna molestia de parte de su acompañante.
Salio de la habitación del hotel donde se hospedaban esa noche, la fiesta había sido todo un éxito para muchos, pero se encontraba agotada, necesitaba de ese bien preciado que solo brindaba el invierno, salio a las afueras del lugar encontrándose en la entrada de ese hermoso hotel en el centro de la ciudad.
El frío golpeo su rostro mientras la calle a sus pies era helada, demasiado, pasaban de la 1:00am y enero ya hacia su entrada en un año nuevo, las afueras del lugar eran coloridas, personas iban y venían, autos corrían veloces como si quisieran atrapar el año anterior, mujeres hermosas que parecían estar pasadas de copas y familias sonrientes que disfrutaban de un nuevo comienzo. Una sonrisa bobalicona salio de sus labios mientras miraba a las personas caminar, mientras ella solo estaba allí con un gran abrigo con la nariz rosada y los labios congelados.
—¿Puedes dejar de estar en la entrada? Se que estas desesperada por verme pero lo que haces podría ser considerado acoso —Su voz la hizo girar, se encontraba con esa sonrisa ladeada, y esos ojos vibrantes que tanto recodaba.
—¿Que? —Pregunto confundida.
—Eso, estas aquí esperando que salga para verme —Río señalándola
—Y-yo...no —Quiso defenderse pero su voz no era participe de sus pensamientos, haciéndola tartamudear.
—Solo bromeo Lola —Musito acercándose a su oído. La chica vacilo en medio de una sonrisa bobalicona que parecía triste, incluso distraída.
—Lo siento, debo volver —Señalo la entrada del lugar mientras se encaminaba. Pero un fuerte apretón en su mano hizo que se detuviera en seco, sintió como su mano vibro y el miedo de nuevo corría en su venas. Soltó un respingón mientras un grito ahogado se alojo en sus cuerdas débiles, el se percato de pronto del moretón que empezaba a forjarse en su labios, y el terror alojado en sus ojos que eran tan débiles que pudo incluso jurar que se derramarían en cualquier instante. Se acerco sin permiso alguno y acuno su mejilla, estudian sus facciones, ella intento alejarse pero el se lo impidió, estaba lastimada, y aunque solo había un pequeño rasguño en sus labios, sus ojos solo gritaban una verdad lastimosa, quejosa de un alma rota.
—¿Podemos caminar? La calle esta hermosa, no es bueno estar encerrados ahora —Pidió mientras esos ojos claros la estudiaban. —Por favor —Suplico. Haciendo que su mirada se fuera instintivamente a ese cuarto de habitación donde su novio y futuro esposo tal vez yacía sobre la cama en su espera.
—No pienses en el ahora, solo iremos a caminar —Aseguro, atrayéndola hasta su cuerpo.
—Esta bien —Acepto, porque si bien sabia que no estaba bien estar allí con el, necesitaba eso, lo extrañaba tanto, que decirle que no, era algo imposible, algo ilógico, quería verlo sonreír, quería sentir su perfume cerquita, necesitaba con ansias ese calor humano que solo podía darle el, en esa noche. Ese calor que se le había sido arrebatado por mucho tiempo, por el miedo, el dolor en los espasmos de un corazon que latía débil.

Un amor en septiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora