Capítulo Ocho: Tiempo para pensar.

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-¡Claro que lo escuché, pero yo no me puedo dar el lujo de no trabajar, yo no tengo el dinero que tú tienes, yo tengo que trabajar para ayudar a mi familia!
Nunca había gritado tanto en un día y menos a alguien que no conozco y delante de su papá, me doy cuenta que estoy llorando pero es de la cólera que tengo, cada vez detesto más a este hombre.
-¡Gracias Mishca, me tengo que ir, fue un gusto conocerlo! Le digo extendiendo mi mano.

Salgo a cómo puedo de esa casa y no he terminado de llegar a la calle cuando estoy llorando más, nunca me habían hecho sentir tan mal, este hombre tiene el poder de hacerme sentir en el cielo con sus hermosos ojos y a la vez en el infierno, no sé por qué me afectaron tanto sus palabras, es un odioso, arrogante, insoportable, lo detesto.
Llego a un muro y me recuesto en él, me pongo a llorar de una forma como nunca lo he hecho, me abrazo a mí misma y sigo llorando como loca, siento una brisa fría en mi rostro, tiemblo por la caricia del viento en mi cara y continúo llorando, por dicha no hay nadie en la calle porque me sentiría peor que me vean llorar de esta forma, no sé por cuanto tiempo lo he hecho, pero me duele mucho la cabeza y los ojos, por lo que me imagino que los tengo rojos, vuelvo a sentir la brisa fría en mis brazos y en mi rostro y vuelvo a temblar.

Cuando llego a mi casa subo a mi cuarto y al fin en mi habitación, me echo a llorar en mi cama de nuevo, hago sonidos que ni siquiera sabía que podía, me duelen tanto las palabras de Stephan que al recordarlo inconscientemente me rompo en llanto, me quedo dormida y me despierto porque tengo frío, la ventana nuevamente está abierta.
-¡Estoy de acuerdo contigo Stephan, soy tan tonta, creí que sentías algo por mí, es por eso que me dolieron tanto tus palabras! Le hablo a la nada en mi habitación.
Me levanto para buscar dos pastillas para el dolor de cabeza que me está matando y los ojos no los aguanto.

Llego a la cocina para coger agua y veo una nota de mi mamá: "Hija, tus hermanos y yo nos fuimos donde tu tía Esmeralda a pasar el fin de semana, estas invitada a la fiesta de los gemelos, no te esperamos porque no sabía a qué hora regresarías y no quería manejar de noche, sabes que no me gusta. Te Quiero Mucho, te esperamos. Mamá"
Tomo un vaso con agua y regreso a mi cuarto, no quiero ir a la fiesta de mis primos, los amo pero no me siento bien, quiero estar sola en casa, un poco de paz es lo que necesito. Me siento en mi cama, me tomo las pastillas y miro hacia mi ventana aún abierta, está haciendo una tarde hermosa, de esas en las que uno desea estar en la playa, hace tanto que no voy y tanto que me gusta, me levanto, me lavo los dientes, me pongo mi pijama, me acuesto, no tengo sueño, pero cierro mis ojos para ver si así disminuye un poco el dolor.

Me quedo dormida, me despierta el hambre que tengo, no he comido nada, sólo el desayuno y las galletas que comí donde Stephan, al recordarlo hago una mueca y siento escalofríos, de seguro es que me voy a resfriar, porque desde hace días estoy así, en ese momento siento la brisa en mi piel y tiemblo. Llego a la cocina y me preparo unos emparedados de jamón y queso, por supuesto cualquiera diría que es para tres personas por el montón que preparé, pero todos son para mí, miro el reloj y son las doce media noche, dormí siete horas, ya la cabeza no me duele tanto, por lo que voy de vuelta a mi cuarto y enciendo la televisión, están dando una película de comedia que me encantan, a las cuatro de la mañana vuelvo a tener sueño, me lavo los dientes, cierro la ventana, me acuesto y me quedo dormida.

Siento una brisa fría en mi rostro, en mi cuello y aún más frío en mis labios, abro mis ojos como si me hubieran punzado con una aguja y ¡mierda! De nuevo la ventana abierta, pero si la acabo de cerrar, ahora llamo a alguien para que la arreglen ¡Ya me tiene harta! Y de nuevo siento como la brisa acaricia mi piel, me provoca escalofríos, el frío no me gusta prefiero el calor, pero esto se siente bien, no sé por qué, pero me gusta, dejo la ventana abierta y me levanto, pero para coger una colcha más gruesa, me acurruco en el espacio en el que estaba volviendo a quedar dormida casi al instante.

Mi teléfono me despierta a las siete de la mañana, es mi madre.
-¡Hola mamá! Le digo con la voz de recién despierta y con demasiado sueño.
-¡Buenos días hija, levántate!
-¿Qué? -¿Por qué?
-¡Hija, ya es tarde son las siete de la mañana! Me dice mi mamá un poco molesta.
-¡Mamá, pero estoy sola y aparte ayer me dormí muy tarde, no podía dormir! Le digo para que me entienda que hoy quiero levantarme tarde ¡QUIERO SEGUIR DURMIENDO!
-¡Stephanie, te levantas ya! Me ordena mi mamá.
-¡Mamá, te llamo luego, está bien! Le digo para que cuelgue.
-¡Stephanie!
-¡Mamá te amo, pero en verdad te tengo que colgar! Le digo con voz de disculpa.
-¡Hasta luego Stephie, te quiero hija, vuelve a dormir entonces! Me dice mi mamá y sé que está sonriendo.
-¡Hasta luego mami! Le digo y ella cuelga. Siempre me hace lo mismo, me llama temprano para despertarme cuando ella no está en casa, sólo para molestarme.

Atracción Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora