Capítulo Veintidós: ¡Adiós Stephan!

7 0 0
                                    

Al llegar la noche, él la llevó a un hermoso restaurante de comida italiana que acababan de abrir en la ciudad, ya que ambos aman la comida de este país.
-¿Cómo te sientes? Le preguntó él, al verla un poco distraída.
-¡Bien, este restaurante es muy bonito, gracias!
-¿Segura?
-¡Sí, sólo que no sé qué pedir! Le respondió ella, evitando su mirada.
-¡Steph! La llamó él.
-¡Dime! Le respondió ella, sin verlo.
-¡Me estas mintiendo! Le dijo él un poco enojado.
-¿Qué? Le preguntó ella, levantando la mirada, más que todo por el tono de voz de Stephan.
-¡Dime!
-¿Qué es lo que te pasa?
-¡Sé que quedamos...! Stephanie no pudo terminar de hablar porque en ese preciso momento llegó el mesero. -¡Buenas tardes! Les dijo el mesero.

-¡Buenas tardes! Respondieron los dos al mismo tiempo.
-¿Quieren ordenar ya o necesitan más tiempo?
-¡Nosotros te llamamos! Respondió Stephan.
-¡Sí! Dijo al mismo tiempo Stephanie. Stephan volvió a ver a Stephanie de una forma que ella no supo interpretar y el mesero sólo volvía a ver del uno al otro como si viera un partido de tenis.

-¡Yo vuelvo dentro de un momento! Dijo él, al ver la tensión entre los comensales.
-¡Gracias! Le contestó Stephan, sin apartar la mirada de Stephanie.
-¿Qué? Preguntó ella, al ver la manera en que él la estaba viendo.
-¿Qué era lo que me ibas a decir?
-¿Cómo? Le preguntó ella, un poco confundida.
-¡Tú, me estabas diciendo algo y no lo terminaste porque llegó el mesero! -¡Cierto! Respondió ella, bajando la mirada.

-¡Estoy escuchando! Le dijo él, bajando el menú y prestándole atención.
-¿Prefieres comer antes? Le consulto ella para tener un poco más de tiempo y esperando que él lo olvidara.
-¡No, prefiero saber qué era lo que me ibas a decir! Contestó Stephan suavizando un poco su tono, al ver que ella estaba un poco nerviosa y porque ya él sabía qué era el tema que Stephanie iba a tratar

. -¡Stephan, me encanta estar contigo, me gustas mucho, estoy cómoda a tu lado, pero, no puedo hacerme de la vista gorda, sé que quedamos en que tú me dirías las cosas a tu tiempo, pero yo no sé, si pueda! Por fin ella habló lo que más le molestaba, pero al terminar de decirlo se sintió un poco mal, al temer que con esto estuviera alejando a Stephan de su lado, al no tener la paciencia de esperar el momento en que fuera él quien lo hablara.

-¿Eso es lo que te está molestando? Le preguntó él con la voz un poco tensa.
-¡Sí! Respondió ella con la miraba hacia abajo y jugando con sus dedos como reflejo de sus nervios.
-¡Te pedí tiempo, Stephanie! Dijo Stephan mirándola, pero ella no lo hacía.
-¡Lo sé, pero yo no puedo esperar! Contestó Stephanie levantando la mirada.
-...

-¡Dijiste que no querías secretos, Stephan, así que no los tengas conmigo, no me gustan los secretos, no en estas circunstancias! Le dijo ella con los ojos llenos de lágrimas, porque sabía que lo estaba presionando y que él la podía dejar.
-¡Sé lo que dije! Contestó él con los dientes apretados.
-¡No me lo tienes que recordar cada cinco minutos!
-¡Stephan! Dijo su nombre con la esperanza de que él se calmara un poco.
-¿De qué circunstancias estabas hablando? Le preguntó él.

-¡No me quiero enamorar más de ti, no me quiero encariñar más de lo que estoy, para que al final me salgas con algo que me haga mucho daño! Al terminar de decir estas palabras ella no aguantó más y se le salieron las lágrimas.
-¿Te quieres ir? Le preguntó él.
-¡Sí! Respondió ella con la misma frialdad que usó él.
-¡De acuerdo! Diciendo esto Stephan se puso de pie, fue donde ella y le corrió la silla para que hiciera lo mismo, cuando ambos estaban listos salieron del restaurante en silencio, llegaron al carro de él, abrió la puerta de ella como siempre lo hacía, dio la vuelta y se sentó en su lugar, metió la llave en el contacto y manejó.

Stephanie al ver que él no decía nada ella no lo hizo, sólo miraba por la ventana, se secaba las lágrimas que rodeaban por su rostro, recordando cada uno de los momentos junto a él, Stephan por su lado apretaba la mandíbula tan fuerte que ya le dolían los dientes, apretaba tanto el volante que los dedos los llevaba blancos, pero no era por la desconfianza de ella por lo que iba tan enojado, sino con él mismo por no ser capaz de decirle la verdad, por cobarde, al no querer perderla cuando se lo dijera y a la vez dándose cuenta que de todas formas eso es lo que estaba haciendo.
Cuando Stephanie vio que estaba casi al frente de su casa se sintió mal, al ver que por más que tuviera la esperanza de que él no la fuera a dejar, lo hizo, demostrándole que lo que sea que hayan tenido estos días ya había acabado, por un secreto que él no quería compartir al menos por el momento y ella por desconfiada.
-¡Gracias por todo, Stephan! Le dijo ella con un nudo en la garganta.
-¡Con gusto! Fue lo único que le respondió él, sin mirarla y con la voz tensa.
-¡Adiós! Le dijo ella con las lágrimas corriendo por sus mejillas.
-¡Adiós! Contestó él, mirando hacia el frente.

Stephanie se bajó del carro, casi corriendo hacia su casa, le costó abrir la puerta ya que las lágrimas le nublaban la visión, cuando logró hacerlo se dirigió a su habitación, cuando llegó, tiró el bolso a un lado, se lanzó boca abajo a su cama, dejó salir todas las lágrimas que estaba conteniendo, gritó contra el colchón que le tapaba la boca y así lo hizo hasta que se quedó dormida.
Después de dejar a Stephanie en su casa condujo por hora y media, sólo para pensar las cosas, hasta que llegó a su casa, se quitó los zapatos y se acostó en el sofá mirando el techo, después de estar así por mucho rato, hizo lo que siempre hacía desde que conoció a Stephanie.
Cuando regresó a su casa, se sintió tan mal por la forma en que la había tratado, al fin y al cabo el único culpable era él, estaba tan enojado consigo mismo que fue directamente al bar, sacó varias botellas de whisky llevándoselas para la sala, a pesar que no era un hombre al que le gustara beber hasta tal grado, estando ahí empezó abrir una por una hasta terminárselas, cuando ya se había tomado las que sacó primero fue por más, mientras se las tomaba lloraba como un niño pequeño por la cólera que tenía, cuando estaba en estado de embriaguez empezó a tirar las botellas por todo lado , sin importar que los adornos se quebraran o que el piso quedara llenos de vidrios.

Atracción Perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora