Capítulo Deciocho: Afrodisíaco de cualquier mujer.

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-¡Hola! Dice Stephan, acercándose a ella.
-¡Hola! Contestó ella de forma tímida.
-¡Hueles muy bien! Dice él con una sonrisa en los labios.
-¡Gracias y lo siento pero quería oler tus colonias!
-¡No tienes porqué ponerte roja o sentirte mal!
-¡Lo siento de verdad! Le dijo ella con las mejillas sonrojadas.
-¡Al menos tienes buen gusto para las colonias! Dijo él con una hermosa sonrisa.
-¡Ja, ja, ja! Rio ella, tanto de los nervios como de lo que provocaba él en ella.
-¡En verdad, tienes muy buen gusto, en todo!
-¿Así? Preguntó ella riendo.
-¡Claro, tienes buen gusto en casas, comida, ropa y en hombres! Le comentó él moviendo las cejas.

-¡Estoy de acuerdo contigo en todo menos en lo de los hombres!
-¿En verdad? Le consultó él.
-¡Claro, estoy segura! Le dijo ella acercándose más a él.
-¿Segura? Le volvió a preguntar.
-¡Sí, sí estoy segura! Le dijo ella acercándose más quedando a unos cuantos centímetros de la cara de él, Stephan la agarró y la acostó en la cama haciéndole cosquillas.

-¡No! Gritaba ella con todas sus fuerzas.
-¡Este es tu castigo, guapa! Le respondió él mientras cambiaba la zona del cuerpo de ella dónde le estaba haciendo cosquillas.
-¡Ste...! Ella había reído tanto que ya no tenía aire.
-¡Creo que ya entendiste tu castigo! Le dijo él riendo, a lo que ella contestó con un movimiento de cabeza.
Cuando ya no la iba a torturar más él la sentó bien sobre sus rodillas, en el momento en que la miró se puso a reír por cómo estaba ella, con la cara roja, despeinada y con la respiración irregular por tanto reír.
-¿Estás bien? Le preguntó Stephan cuando vio que ella era capaz de hablar y que su respiración se iba volviendo regular.
-¡Estás loco, casi me matas! Le dijo ella dándole un golpe en el hombro por lo que le había hecho.
-¡Te lo merecías preciosa! Le explicó él, dándole un pequeño beso en los labios.

-¿En verdad? Le consultó ella, haciendo pucheros.
-¡No vas hacer que me arrepienta del castigo que te di, me dijiste feo! Le explicó él exponiendo el porqué de lo que le hizo.
-¡Yo no te dije feo, sólo dije que tenía buenos gustos para las colonias pero no para los hombres!
-¿Quieres más cosquillas?

-¡No, por favor! Gritó ella, tapándose la cara con una almohada que estaba cerca de ella.
-¡Taparte la cara con eso no te va a salvar! Le dijo él con la sonrisa sexy la cual a ella le encantaba pero no la pudo ver.
-¡Por favor, ya no más, no me hagas más cosquillas! Le dijo soltando la almohada y juntando sus manos como si estuviera rezando.
-¡No será fácil que te deje de hacer cosquillas, pero bueno puedes pagar un precio por tu perdón!
-¿Qué tengo que hacer? Le preguntó ella con un poco de desconfianza.
-¡Tienes que darme un beso! Le dijo él guiñándole un ojo, haciéndolo ver de lo más sexy, tanto que hasta podría ser un modelo de Calvin Klein.

-¡Mmm, no sé, si prefiero las cosquillas que besarte! Le dijo ella riendo.
-¿En verdad? Le preguntó él serio. Pero en el momento en que él terminaba su pregunta, ella se sentó, le agarró el rostro y lo besó, él al principio no respondió al beso ya que lo tomó por sorpresa, pero después la empezó a besar, al principio al ritmo de ella, pero después las cosas empezaron a subir de temperatura, al comienzo fue él, el que cambió el ritmo del beso, pero luego fue Stephanie la que empezó a acelerar las cosas, por lo que Stephan se tuvo que contener y pausar los sucesos.

-¡Steph! Le dijo él, aún con los labios de ella en los suyos.
-¡Mmm! Fue lo único que ella respondió, sin querer apartarse de él. -¡Steph, guapa, tenemos que detenernos! Le dijo él, tratando de enfriar las cosas. Cuando ella se dio cuenta lo que estaba pasando y entendió lo que él le quería decir se apartó de golpe de Stephan, con la cara roja como ya era normal cuando estaba con él, ella se quitó de las piernas de él.

-¡Lo siento Stephan, no sé qué me pasó, perdón! Le dijo ella desde el otro lado de la habitación casi en la puerta del closet.
-¡Steph, no hay problema, créeme, sólo que no quería que te arrepintieras de algo más adelante, eso es todo!
-¡Stephan, creo que! Ella no pudo terminar de hablar porque él la estaba besando nuevamente, sin darse cuenta ella en que momento llegó hasta ahí sin darse cuenta, en un momento ella parpadeo y al siguiente él estaba besándola.
-¡No lo digas! Le dijo él, con un tono de voz como si estuviera hablando con un niño pequeño.

-¡Ok! Dijo ella.
-¿Tienes sueño? Le preguntó Stephan.
-¡Un poco la verdad!
-¿Tienes por casualidad un cepillo de dientes nuevo que me puedas regalar, por favor?
-¡Claro, ven conmigo! Le dijo él tomando su mano.

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