Capítulo 9: CARRERAS ILEGALES

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Cuando llegó la hora cerramos el bar y me despedí de mi jefe. Me dirigí a mi moto. Hoy había salido antes de trabajar así que podría dar una vuelta. Me vibró el móvil y vi que tenía un mensaje de un número privado: "Seguro que tienes muchas preguntas con respecto a Pablo. Esta noche en el antiguo Estadio." No sabía quién era pero iba a conseguir resolver toda la verdad sobre Pablo, y averiguaría que clase de persona es. Arranqué la moto y me fui al antiguo Estadio del Real Murcia. Estaba abandonado y me tenía que andar con ojo.

Aparqué la moto y me colgué la mochila que llevé hoy. Saqué el iPhone y encendí la linterna. Me acerqué a la valla que había y vi que en el candado que la cerraba había un mensaje. Enfoqué el candado y leí: "Salta y sigue avanzando." Agarré el iPhone y me enganché a la valla. La trepé con bastante agilidad. Salté y vi todo reducido a escombros. El estadio se había quedado sin una cuarta parte por lo menos. Enfoqué el suelo para no caerme. Subí por los escombros hasta la zona que me daría acceso al interior del Estadio. Terminé de trepar y me metí en unos pasillos que daban a las gradas. Oí ruidos de motor y música. 

A medida que avanzaba el sonido era más elevado. Cuando llegué a las gradas vi que lo que había sido un campo de fútbol ahora era un campo de tierra, las porterías estaban graffiteadas y a cada lateral había dos chicas aguantando un pañuelo, cada una de distinto color. Iban vestidas con zapatillas deportivas negras, pantalones vaqueros lo suficientemente cortos para que las nalgas del culo quedaran a la vista y unos tops negros que parecían sujetadores. En la otra portería vi cuatro motos, una roja; gris; verde y mi mirada se paró en la última moto, una exactamente idéntica a la mía, de color negro. No tenían conductor pero sabía a quién le pertenecía esa moto. La música disminuyó y una chica con la misma vestimenta que las que aguantaban los pañuelos se puso enfrente de las motos y habló por un micrófono:

-Esta competición se ha creado con la finalidad de que los cuatro semifinalistas compitan por pasar a la final. Dos de ellos serán eliminados. Los otros dos, ¡serán los finalistas y competirán entre ellos en nuestra casa!- Un montón de aplausos sonaron por todo el Estadio.

-¡Conductores, a vuestras motos!- Hizo una Pausa. Cada uno de los corredores dejaba el casco a uno de sus amigos y se subían a la moto. Por último subió quién yo sabía que estaría nada más ver la moto, Pablo. Le dio una palmadita en el hombro al chico que le sujetaba el casco. Lo poco que pude apreciar era que era moreno y tenía pinta de ser latino. Las motos arrancaron. Pablo miró con rivalidad a los otros tres corredores.-Los dos más rápidos serán los finalistas. Buena suerte.- La chica llevaba una bocina de aire comprimido y apretó el botón, lo que dio a entender el comienzo de la carrera, Pablo se encabezó. Hizo un giro sosteniéndose sobre una sola rueda mientras la moto giraba y él cogía el pañuelo de color azul. Volvió a la meta y detrás de él llegó la moto roja con un pañuelo a juego.

-¡Los finalistas son Pablo y Salva!- No podía creérmelo... Pablo participaba en carreras ilegales. No sabía quién me había enviado ese mensaje, pero si algún día lo encontraba, le daría las gracias por hacerme ver qué clase de persona era Pablo. Miré a Pablo con odio, observé como se quitaba la camiseta negra que llevaba y se la echaba al hombro. Se despidió del chico latino y la multitud que había se dispersó dejando al descubierto un agujero que daba a los pasillos para salir por la puerta. Me giré y salí por donde había llegado. Salté la valla y cuando estaba fuera vi como la moto de Pablo salía de un agujero en la pared justo en frente mía. Frenó y me miró asombrado. Salí corriendo hacía mi moto, Pablo llegó antes que yo, pero no iba a permitir que me impidiese tocar mi moto. Me monté y arranqué la moto.

-Alex, espera, déjame que te lo explique.- Su voz parecía apenada.

-No hay nada que explicar.- Se había bajado de la moto y estaba enfrente de mí. Seguía sin camiseta, lo que me permitió ver como sus abdominales de mancaban a cada respiración que daba.

-Apártate, o te llevaré por delante.- Lo miré desafiante.

-No serás capaz, los dos lo sabemos.- Le di al acelerador varías veces girando la muñeca.

-¡Quítate!- Pablo negó con la cabeza.- Tú lo has querido.- Aceleré y se apartó a un lado para que no le diera. El trayecto a casa sin casco me ayudó a no asfixiarme. Cuando llegué seguí mi rutina y me metí en la cama.

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