Capítulo 24: EL ADIÓS

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Cuando llegamos llamé a mi madre explicándole que estaba en el hospital porque mi jefe estaba a punto de dejarnos. Mi madre comprendió que le tuviera cariño y que estuviera allí con él junto con su familia. Era un gran hombre.

-Hola, ¿cómo estás?- Pablo fue directo a la cama donde descansaba su tío.

-He estado mejor.- Tomás estaba algo pálido y sus ojos tenían una expresión triste.

-Saldrás de esta.- Pablo le agarró la mano.

-No lo haré, Pablo.- Me miró y sonrió débilmente.-Quiero que durante mi ausencia ayudes a tu tía a cuidar del bar y de los niños.-Pablo asintió.- También quiero que la cuides a ella.- Me señaló con un dedo.- No seas tonto. Es una gran chica y es la única que va a soportarte.- Se río junto con Pablo. Vi como a Pablo se le humedecían los ojos. Tomás me miró y me hizo un gesto para que me acercara a él.

-Quiero que tú sigas igual de preciosa y trabajadora. No te estreses con detalles insignificantes. Vales mucho. Desde el momento que comenzaste a trabajar en el bar, una explosión de alegría y vitalidad irrumpió en él.- Se me humedecieron los ojos y varias lagrimas rodaron por mis mejillas.- Haz que el bar siga así y cuida a Pablo, ya sabes que es un desastre.- Le sonreí débilmente. Me puse al lado de Pablo, cediéndole a Marina mi sitio para poder estar con su marido.

-Marina...- Tomás sonrió antes de pronunciar las palabras.- Te amo.- Marina le dio un beso y le respondió:

-Y yo te amo a ti, hasta los confines de la tierra.- Tomás sonrió mirándola a los ojos y una lagrima cayó rodando por su mejilla, después de eso, una de las máquinas conectadas a él emitió un sonido agudo y largo. Un sonido que indicaba que Tomás se había ido. Un sonido que decía: adiós.

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