Capítulo 25: UNIVERSO CRUEL

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Hoy era el funeral de Tomás.

Me miré en el espejo. No me reconocía. Llevaba el pelo suelto y un vestido hasta las rodillas de color negro. Me puse los tacones negros y me maquillé. No podía creer que esto estuviera pasando. ¿Por qué el universo era tan cruel? Tomás no merecía morir. Era una bellísima persona. Sus hijos crecerían sin un padre... No era justo. Cogí mi bolso negro y esperé a que Pablo llegara.

El timbre sonó. Abrí la puerta y vi a Pablo. Le invité a pasar tras verle la mala cara que tenía. Cerré la puerta y me abrazó.

-Te has pasado toda la noche llorando.- Deslicé mi mano por su mejilla. Todavía tenía los ojos un poco hinchados y enrojecidos.

-Le voy a echar mucho de menos.-

-Todos lo haremos.- Entrelacé mis dedos con los suyos para mostrarle mi apoyo.- Debemos irnos.- Pablo asintió.

Nos montamos en la moto y aparcamos en el cementerio donde Valerie estaba enterrada. Caminamos hasta la puerta, donde paré a Pablo para colocarle bien la corbata de color negro a juego con el traje. Le dediqué una sonrisa y avanzamos hacía la tumba que iba a pertenecer a su tío. Había bastante gente. Se notaba que Tomás era querido por muchos. Dí mi pésame a la familia y esperé junto con Pablo a que empezase la santa misa.

-Estamos aquí reunidos para despedirnos de Tomás García Montilla...- Pablo no derramó ni una sola lágrima. Se mantuvo con la mirada clavada en el ataúd de color caoba donde se encontraba su tío.

Tras la misa los familiares y amigos se fueron despidiendo de Marina y sus hijos. Pablo estaba enfrente de la tumba de su tío. Me paré al lado suya, justo enfrente de la tumba de Valerie.

-Pablo, todo saldrá bien.- Pablo sonrió sin mirarme.

-Quiero creer que sí.- Nos mantuvimos en silencio hasta que una mujer se acercó:

-Pablo, hijo, te estamos esperando.- Miré a la mujer. Se parecía a Valerie.

-Lo sé, mamá.- La miró y me cogió de la mano.- Pero me gustaría estar a solas con ella.-La mujer me analizó de arriba abajo.

-Hola, querida.- Me tendió la mano y le devolví el saludo.

-Buenos días. Usted debe de ser la madre de Pablo. Un placer.- Le dediqué mi mejor sonrisa a pesar de que hoy era un día demasiado triste para permitírmelo.

-Me llamo Nora.-

-Yo soy Alexis.-

-Es todo un placer.- Volví a sonreír todo lo mejor que pude. Notaba como Pablo me apretaba la mano.

-Mamá, iremos con vosotros en otro momento. No me gustaría ser borde.- Pablo fulminó con la mirada a su madre.

-De acuerdo, tranquilo. Estaremos en casa de tu tía Marina.-

-Vale.- Nora dió media vuelta y volvió con la multitud para salir del cementerio. Lo cierto es que había tanta gente que no me había percatado de la presencia de los padres de Pablo.

-Siento que hayas tenido que conocerla así.-

-No te preocupes...Intenta no apretarme la mano tan fuerte la próxima vez.-Le sonreí mientras me tocaba la mano. Todos los anillos me habían dejado una marca rojiza sobre los dedos.

-Perdona, es que a veces mi madre escoge momentos inadecuados y me molesta muchísimo.- Cogió mi mano y la besó.

-Tranquilo. Vamos a cambiarnos, tenemos que ir a casa de tu tía.-

-Vale. Vamos primero a tu casa.- Deslicé mi mano por encima del ataúd y me despedí de Tomás junto con Pablo, después de eso, nos fuimos a mi casa.

***

-Mamá, ya estoy en casa.- Nadie respondió. Era lunes lo que implicaba que mi hermana estaba en el instituto y mi padre trabajando. Lo que me resultó raro fue que mi madre estuviera fuera.

Bajé a mi habitación con Pablo detrás. Abrí el armario y saqué un jersey negro y unos leggins del mismo color del cajón. Pablo negó con la cabeza.

-Ponte algo más colorido, por favor.-

-Está bien.- Cambié el jersey negro por uno de color azul turquesa. Cerré el armario y le pedí a Pablo que me bajara la cremallera del vestido.

Noté sus cálidos dedos rozando mi piel mientras bajaba la cremallera, lo que me provocó un escalofrió. Pablo soltó una risita. Me di la vuelta y le besé:

-Gracias.-

-De nada.- Se sentó en la cama mientras yo me iba a la habitación de mis padres para cambiarme. Dejé el vestido tendido en la cama para que mi madre lo guardase, ya que era suyo. Me puse los leggins y el jersey. Salí del cuarto de mis padres y me dirigí al mío. Saqué unos calcetines y me los coloqué en mis fríos pies. Guardé los tacones y me senté en la silla para calzarme las botas grises.

-Así estas mucho mejor.- Sonreí al ver a Pablo satisfecho.

- Eso espero. Ahora te toca a ti.-

-Cierto. Venga vamos.-

***

-Buenos días, Edgar.- Edgar era el portero del edificio de Pablo.

-Buenos días, Pablo.- Subimos a su ático y entramos en su habitación.

Pablo se desprendió de la corbata y de la chaqueta antes de abrir su armario.

-¡No dejes así la chaqueta que se arruga!- Cogí una percha, coloqué la chaqueta y dejé la corbata en la silla de su escritorio. Me giré para ver a Pablo y vi que me miraba con una expresión divertida.- ¿Qué? Eres un desastre.-

-Pero me quieres.- Vino hacia mí y me levantó dándome un beso.

-Te quiero, ahí llevas razón.- Me bajó y me senté en la cama. Mientras miraba el móvil y le contestaba a Alejandro y a Michelle los ciento un mensajes que me habían mandado, vi como Pablo se desabrochaba la camisa. Intentaba concentrarme en responderle a los que me habían escrito, pero era sumamente difícil con Pablo desprendiéndose de la ropa justo delante de mis narices. Oí como soltaba la hebilla del cinturón. Era demasiada presión para mí.

-Oye, te espero en el salón.- Pablo me miró.

-Casi he acabado, además no me avergüenza que me veas.- Noté como se me encendían las mejillas. La camisa de Pablo dejaba ver su perfecto cuerpo. Oía mis propios latidos, lo que sentía en aquel momento era un deseo irrefrenable hacia Pablo.

-Em... Date prisa.- Me di la vuelta para intentar no mirarlo. Se quitó los pantalones y sacó una camiseta básica, unos pitillo y una sudadera.

Se colocó los pantalones y pregunté si me podía girar.

-Adelante.- Cuando me di la vuelta vi como Pablo se abrochaba los pantalones.- Me perdí en cada movimiento, en cada músculo...

-Pensé que ya te habías vestido.-

-Lo sé. Pero me encanta provocar este tipo de reacciones en ti.- Notaba como me volvía a ruborizar. Pablo se rió y alcanzó la camiseta.

Me abracé para intentar calmar el frío que tenía. Antes de que Pablo se pusiera la camiseta se percató de mi reacción.

-¿Tienes frío?-

-Un poco.- No me di cuenta de que tenía la ventana abierta pero aun así me tendió una de sus sudaderas.- Gracias.- Me sonrió y se puso la camiseta junto con la sudadera.

-Podemos irnos.- Sonreí y me dirigí hacia la puerta.


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