19. Asfixia

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Taylor seguía observando como aquel niño se acercaba rápidamente hacia él, con la mirada cargada de odio y los dientes apretados. No conocía de nada a aquel chaval, pero sin embargo parecía que matar a Taylor fuera su mayor deseo.

Cinco batallas, cinco victorias y Taylor sería libre. El único modo de ver a sus hijas y a su mujer era lograndolo. Era uno de aquellos momentos en los que las circunstancias te superan y debes hacer lo que se te ponga por delante.

El joven kharriano llegó a la altura de Taylor y comenzó a lanzar codazos y puñetazos hacia su rostro, pero Taylor esquivaba o bloqueaba cada uno de los golpes.

Todos los soldados allí presentes gritaban enérgicamente y saltaban sobre la arena, provocando una sensación de agobio sobre Taylor. Miles de personas esperaban que muriera aquella noche.

El chico cargaba contra Taylor con energía y con rabia,  alimentando por el deseo de impresionar a la tribu y de hacerse un hueco en ella. Él no era un monstruo, había crecido en un entorno salvaje, sin ninguna moral. Como muchos mas niños, habia sido obligado a luchar contra su hermano, contra sangre de su sagre, para poder tener un hueco en Kharr.

Era un niño que solo había visto muerte e injusticias, un niño cuya infancia habia sido sustituida por un período de alistamiento. En vez de crecer entre juguetes y parques, había crecido entre hachas y coliseos, y eso le partía el alma a Taylor.

Su estrategia era bloquear y esquivar al kharriano, dejar pasar el tiempo sin atacar. ¿Para cansarle y atacar cuando apenas tuviera aliento? De eso trataba de convencerse Taylor. La realidad era que no tenía el suficiente valor como para golpear a alguien de esas características, su conciencia le mantenía la guardia baja, aguantando las oleadas furiosas de aquel niño.

Taylor estaba metido de lleno en el mundo de las artes marciales. Era cinturón negro de taekwondo, había sido contratado multiples veces para encargarse de la seguridad de algún que otro famoso y impartía clases de defensa personal a gente remunerada. Era un profesional reconocido entre los guardaespaldas, de ahí a que Kenneth Brody se hiciera con sus servicios.

En uno de los bloqueos, Taylor golpeo con la palma de la mano la frente del kharriano, dejándolo desubicado durante unos segundos, para justo después realizarle un barrido y hacerle tocar la arena con la espalda.

Como si hubiera sido impulsado por un muelle, el joven se levanto de inmediato y volvió a arremeter contra Taylor, el cual se hizo a un lado esquivandole para golpearle en el vientre con un duro rodillazo.

El kharriano quedo paralizado, con las manos en su vientre fruto del tremendo dolor que recorría en ese momento su abdomen.

Taylor se aproximó a él y le golpeo con dureza la sien con la planta del pie.

Una vez el kharriano cayó al suelo, Taylor enroscó sus piernas alrededor de su cuello, mientras estiraba uno de sus brazos con sus manos. Una llave simple de estrangulamiento, lo tenía a su merced, en apenas medio minuto habría acabado fácilmente con su primer oponente.

Taylor apretaba duramente la garganta del niño con su tibia, mientras que su victima agarraba la tierra con desesperación y agitaba las piernas inutilmente.

La culpa y la tristeza inundaron la mente de Taylor mientras seguía estrangulando al kharriano. Una lágrima recorrió su mejilla, una lágrima de humanidad, carente en aquella demoniaca isla. Lo estaba haciendo por su familia, requería hacerlo, si no le mataba, él le mataría a él.

Taylor apretó y apretó hasta que la agonía del joven se detuvo. Su cuerpo dejo de moverse violentamente y sus ojos llenos de venas quedaron abiertos, mirando hacia arriba sin un ápice de vida en ellos.

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