42.CAPÍTULO FINAL - La Serpiente de Tres Cabezas.

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- ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer?

- No lo sé, Shooter. No lo sé.- contestó Magnus mientras contemplaba desencajado como sus barcos ardían.

- ¿Pueden venir a por nosotros el resto?

- El resto está en Moscú. Y aquí no hay nada de cobertura, cero. No podemos hacer nada.

- Tiene que haber algo que podamos hacer. Alguna cosa.

- ¿Sí? Dimela.

Shooter se quedó callada mirando a Magnus, que se encontraba de espaldas a ella. Nada surgía en su cabeza, ninguna idea que aportar sobre cómo afrontar la situación.

- Lo único que nos queda es que el resto se preocupen por nuestra tardanza y decidan venir. Y no estoy seguro de que eso ocurra.- dijo Magnus.

- ¿Y qué hacemos mientras en esta puta isla?

- Sobrevivir.

- Son solo un par de indígenas con lanzas. Podremos con ellos... ¿verdad?

- Claro que sí. Los aplastaremos.

Justo en ese momento, apareció Joseph Loeb. Andaba apresurado, con su frente surcada de sudor. Gestos nerviosos y de temor florecían en su cuerpo.

- ¿Te das cuenta de lo que has provocado?- preguntó Loeb lleno de cólera.

Magnus evitó la conversación y comenzó a andar hacia su cuartel.

El pequeño empresario daba pasos agigantados para tratar de alcanzar el paso del líder miliciano.

- ¡Estamos pérdidos! ¡Pérdidos!- gritaba Loeb justo en el momento en el que Magnus entraba en el cuartel.

- Sacaremos esto adelante. Relájate.- dijo Magnus mientras andaba hacia su despacho.

- ¿Qué me relaje? ¡Estamos atrapados en esta isla! ¡No tenemos forma de escapar!

- El resto de mis hombres llegará antes o después. Se darán cuenta de mi retraso y vendrán. Solo hay que aguantar hasta ese momento.

- ¡Todo esto se podría haber evitado!

Magnus y Loeb se encontraban en el despacho del primero.

Magnus estaba apoyado con ambas manos sobre una mesa circular, mientras Loeb se encontraba a su espalda, gritando mientrad gesticulaba.

- Te he dicho que no me chilles.- dijo Magnus respirando profundo.

- ¿Cómo se te ocurre dejar vacía la costa? ¡Deberías haber dejado a algunos hombres vigilando los barcos!

- ¿Cómo coño iba a saber que esto iba a ocurrir? Era impensable que esos salvajes fueran capaces de tendernos una trampa y luego incendiarnos los barcos.

- ¡Pues lo han hecho!

- No me grites.- dijo Magnus, el cual seguía tratando de mantenerse calmado, pero cada vez su sangre hervía más.

- ¡Lo han hecho y ahora estamos jodidos! ¡Estamos jodidos porque eres un inútil!

Los ojos de Magnus se abrieron como platos, encendidos en una profunda rabia.

Instantes después de soltar esa frase, Joseph Loeb se dió cuenta del terrible error que acababa de cometer.

Magnus se giró y miró fijamente a los ojos a Loeb. Se encontraba en un estado de gran rabia. Sus venas estaban marcadas y sus ojos parecían estar a punto de saltar de sus cuencas. Magnus comenzó a andar hacia Loeb.

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