27. Llamas

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Joseph Loeb caminaba por las sucias y malolientes calles de un barrio jamaicano. A sus espaldas, cinco guardaespaldas, uno de ellos Steven, vigilaban que no hubiera ningún altercado. También iba acompañado de Aston Smith, otro de los cuatro principales ejecutivos de Brody's Life, que también estaba metido en el ajo.  A esas horas de la noche, el barrio se había convertido en un hervidero de droga y armas. Caminar por allí sin seguridad era sinónimo de peligro.

Por alguna razón el contacto miliciano de Loeb le había citado allí, en un bar pequeño y sucio, que se encontraba en una mugrienta esquina.

Joseph Loeb era un hombre alto, delgado y de mediana edad. Pocas semanas antes había cumplido los cincuenta y cuatro años. Siempre iba vestido por un caro y pomposo traje de tirantes. Una barba canosa y amarillenta, a causa del tabaco y los puros, ocupaba su rostro.

Sus ojos, negros como el carbón, carecían de ningún tipo de expresividad, siempre andaba serio y arrogante. A causa del constante estrés y agobio que su negocio millonario de neumáticos y accesorios para coches le provocaba, su piel era pálida y seca, y sus manos y párpados siempre estaban en continuo movimiento por culpa de un tic.

Era un hombre egoísta y deshonrado, que escondía su cobardía y falta de autoridad detrás de un ejercito de abogados y guardaespaldas, a parte de mucho, mucho dinero. El dinero le daba poder, el cual usaba con fines lucrativos y ilegales.

Su siguiente objetivo era ocupar y dominar la isla de Kharr mediante una rígida milicia jamaicana, para establecer allí fábricas y infraestructuras donde la mano de obra sería paupérrima. También pretendía desvalijar para luego vender y tasar todas las riquezas que la isla pudiera tener, ya que se creía que la isla contenía en diversos templos y monumentos altas cantidades de oro y materiales preciosos, robados de los navíos europeos que fracasaron en su misión de conquista.

Por su parte, Aston Smith era un hombre afroamericano de más o menos la misma edad que Loeb, ya que tenía cincuenta y siete años. 

Pero ambos coincidían en lo mismo... eran dos ratas de negocios sucios e inmorales. Aston Smith dirigía un potente y influyente banco en Nueva Orleans,  el cual había estado varias veces en los focos policiales por supuestas estafas y blanqueo, pero la falta de pruebas y los carísimos abogados habían librado al banquero de ingresar en prisión. Su salud había peligrado en ocasiones por su adicción al alcohol, pero en esos momentos se encontraba estable y en proceso de desintoxicación.

Aston Smith tenía un oscuro y rizado pelo negro, que habitualmente era tapado por un sombrero de ala también negro. Solía vestir con formales y discretos esmóquines grises o blancos. Al igual que Loeb, él también era un cobarde protegido por el dinero, una escoria con patas.

Ambos caminaban por las apestosas calles del barrio, pisando con cuidado con tal de no ensuciarse las botas. Al final llegaron a la dirección otorgada por su contacto, " 13 Rue SAN FRANCISCO, nº23" y allí estaban, frente a aquel bar. 

Por orden de su contacto, los guardaespaldas, Steven y Aston tuvieron que quedarse fuera, solo podía acudir a la reunión Loeb.

Loeb se paró en la puerta del bar y estiró sus brazos horizontalmente. Uno de los guardaespaldas retiró el abrigo de Loeb y retrocedió para situarse junto al resto.  Tras crujir su cuello y nudillos, Loeb abrió la puerta del bar y entró en el.

Dentro del bar se respiraba una atmósfera de tabaco y alcohol pestilente, que hacia difícil respirar con comodidad.

Loeb se acercó hasta la barra del bar y sacó su teléfono para leer el último mensaje que su contacto le había enviado. En el ponía " Cerveza blanca con toque de Baileys". Tras leerlo,  Loeb se dispuso a hablarle al hombre que estaba detrás de la barra.

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