❝Early disasters.❞

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  —  Lauren, arriba. Vamos, apúrate. —  

La voz de Camila, y las sacudidas que esta le daba para despertarla, apartaron a Lauren de los brazos de Morfeo. Abrió sus ojos con lentitud, tratando de que éstos se adaptaran a la iluminación que producía la pequeña lamparilla que se balanceaba en el techo del garaje. 

— ¿Que hora es? —  Suponía que era temprano, pero sólo quería saber que tanto lamentarse por las horas de sueño que seguramente perdería. 

— Temprano. Anda, tienes que salir de aquí antes de que venga mi papá. — Las ojeras de Camila eran muy notorias, y no pudo pasarlas por alto. Se veía exhausta. ¿Había salido por la noche?. 

La tomó por debajo de los brazos, obligándola a ponerse de pie. Una adormilada Lauren trató de mantenerse por si misma, pero las patadas de Lydia aún le dolían, y necesitó sostenerse del coche de Alejandro para que sus piernas no la traicionaran, y la devolvieran al suelo. La otra adolescente comenzó a enrollar el pequeño colchón, cargándolo bajo el brazo. Tuvo que hacer un esfuerzo para seguirle el paso, y acompañarla hasta la salida del garaje. Estaba realmente débil, y odiaba sentirse así, pero no había nada que pudiera hacer al respecto más que esperar, y buscar alternativas para no regresar a su casa pronto. 

Se guiaba en la oscuridad siguiendo la poco perceptible figura de Camila, mientras subía las escaleras en completo silencio. Veía la necesidad de subir sujeta al barandal, por el miedo a perder el equilibrio, y hacer más daño. O despertar a los dueños de la casa, quienes evidentemente no estaban enterados de su presencia en la misma. Sentía que estaba dentro de una película de espías, a decir verdad. El sigilo que debía tener para que ninguno de los escalones crujiera, y la adrenalina de estar pendiente a que no las atraparan debido a que no tenía idea de las consecuencias que esto podría tener, la dejaban inmersa en una atmósfera similar a la propia de un filme con la temática antes mencionada. Cuando lograron volver a la habitación de la mayor de las Cabello, pudo dejar escapar un breve suspiro de alivio. 

  — ¿Por qué no puede verme? —  Susurró, sin comprender la razón de tanto cuidado con no ser descubierta por él. Le generaba una verdadera curiosidad, y era en lo que se había quedado pensando antes de dormirse. El fugaz recuerdo de Camila en ese vestido blanco también cruzó su mente, pero asumió que era por que la prenda le gustaba, y no por que admitiera que le sentaba bien a quién lo llevaba puesto. La contraria guardó el colchón bajo la cama, cómo si estuviera pensando en una buena respuesta que darle.

 — No le gusta que traiga amigas a casa. Sólo es eso. —  Mantuvo el bajo tono de voz, para que Alejandro no pasara por allí y la escuchara hablando con alguien a esas horas. Teniendo en cuenta las muestras de autoridad y rebeldía por parte de esa chica en la escuela, le sorprendía que siguiera tan a rajatabla las reglas en casa. De las pocas veces que había visto a su madre, no parecía ser tan respetuosa con ella, o con su hermana pequeña. Era su padre ante quién bajaba la cabeza. Quizás fuera un hombre demasiado estricto, a diferencia del de Lauren, quién se caracterizaba por su buen ánimo y su flexibilidad a la hora de ponerles normas a sus tres hijos. 

Tomó asiento en la cama, enfocando sus ojos verdes en lo poco de la habitación que podía ver entre la penumbra. En un rincón, junto a la ventana, se hallaba un gran armario con una puerta de celosía. Le recordaba mucho al que tenía en su propio cuarto, y en cierto modo, la hacía sentir un poco más en casa en un sitio tan extraño para ella. Aún no podía asimilar todo lo ocurrido en los últimos días. El hecho de que Camila Cabello hubiese recurrido a ella para desahogarse, luego de haberla molestado durante años, que Lydia le hubiese dado una paliza frente a sus amigos matones, que estuviera quedándose en casa de una chica así para no tener que volver a la suya... Debía admitir que estaba llevando la semana más interesante de su vida. Para cuando esta acabara, y ya no se viera obligada a involucrarse con nada relacionado a Camila, podría volver a la rutina de todos los días, sin que nada fuera de lo común tuviera lugar de nuevo. La susodicha se sentó a su lado, ubicando los codos sobre las rodillas, y escondiendo su rostro entre las manos. 

  —  ¿Pasa algo? —  No daba la impresión de que hubiera tenido una buena noche de descanso, pese a que hubiera dormido en una cama cómoda y no en un sótano frío. Al contrario, la veía más cansada de lo que estaba el día anterior. 

 — No dormí bien. —  Era evidente que no, pero acababa de darle una confirmación a sus pensamientos. 

— ¿Por qué no? — Ahora, era Lauren quién se sentía en deuda. Significaba un sacrificio para ella el dejarla quedarse en la casa, y desobedecer a su padre, y lo menos que podía hacer era tratar de darle algo de conforte. 

— No interesa. — Respondió, descubriendo su rostro, sólo para observarla con cierta frialdad.

 — Camila, sólo quiero ayudarte. — Esa chica era impredecible. Todo parecía estar bien unos minutos atrás, y de repente, comenzaba a sonar enfadada. Jamás había obtenido reacciones así por parte de Ally o Normani. 

 — Pues detente. Para eso están mis amigas. — Suponía que Dinah se encargaría de averiguar que sucedía con el sueño irregular de la castaña, pero le apenaba no poder darle cómo mínimo algo de ayuda en pago a que la hubiera salvado de volver a casa en las condiciones en las que estaba. 

— ¿No somos amigas? — Inquirió, con toda la inocencia del mundo. La contraria respondió con un gesto de confusión, que pronto se transformó en irritación. 

— ¿Amigas? ¿Que te hace pensar eso? —  Elevaba un poco su voz, la cual delataba que no se encontraba nada a gusto con la idea de que una amistad existiera entre ellas dos. No le dio tiempo a responder.  

 — Escúchame, Jauregui. Si llegas a decirle a alguien que tú y yo somos amigas, despídete del ojo sano. No quiero tener nada que ver contigo, ni con tus amigas lesbianas. Sólo estás aquí por que me das pena, no hay ninguna otra razón.  — Lauren se limitó a observarla, sin palabras, aunque tuviera bastante para decir.  —  Y por favor, deja de actuar cómo si realmente te preocuparas por mi. Detesto a la gente hipócrita. — Perdió todo interés por brindarle cualquier tipo de ayuda, ante esa última oración, y permaneció dubitativa unos segundos, evaluando si era mejor responder a eso o guardar silencio y dejar que pasara.

 — ¿A que te refieres con amigas lesbianas? —  Explicarle por qué no era una hipócrita, y por que estaba interesada en tenderle una mano amiga de forma desinteresada, sólo traería más respuestas iracundas, así que decidió ir por lo sencillo. Sabía que corrían algunos rumores acerca de ellas por la escuela, pero al parecer, acababa de descubrir uno nuevo. 

— Oh, vamos. Todos sabemos que tú y esas dos son unas bolleras, no te hagas la estúpida. —  Tanto su forma de decirlo cómo el término que utilizó, no la dejaban nada cómoda. 

— No, no lo somos, pero... ¿Por qué les tienes tanto odio a las lesbianas? — No era capaz de encontrar las raíces de esa inexplicable manía hacia la comunidad homosexual que tenía su acompañante. En cualquier oportunidad, dejaba en claro el asco que sentía hacia ese colectivo en particular, pero jamás había dado una razón concreta a por qué le provocaban tal disgusto. 

— ¿Por qué tendría que darte explicaciones? —  Camila, por su parte, se sentía parte de un interrogatorio. Lauren no hacía más que preguntar, y preguntar, y querer saber más y más sobre todo. 

— Porque si me gustaran las mujeres, me sentiría ofendida. Además, a veces pareciera que las odias tanto por que te aterra volverte una de ellas. — No meditó sus palabras antes de permitirles salir de su garganta a modo de una frase, y tras escucharse a si misma, supo que tipo de reacción esperarse.  

Se quedó en silencio, clavando sus ojos en los de ella, cómo si Lauren acabara de desafiarla. Estaba insegura de si quería responderle, o ser directa y propinarle un puñetazo.  — ¿Estás poniendo en duda mi sexualidad?  — Le bastaba con que Lydia lo hubiese hecho ya, lo que menos quería era recibir un comentario así de nuevo. 

— No. Estoy buscándole un lado racional a tu caso de homofobia.  Tienes que tener alguna razón para odiarlas con esa intensidad. — Quiso indagar, y seguir en la misión de recibir una respuesta que aclarara sus dudas, pero Camila se levantó de la cama sin darle ninguna información útil. 

— Mira, ya me hartaste. Descansa un rato ahí, y que tus amiguitas pasen a buscarte para la escuela. Me largo. — Y sin más, la dejó sola allí, en su propia habitación. La oyó ir escaleras abajo, pero dejó de saber de ella al cabo de unos minutos.

 No podía evitar pensar que ese tema había tocado una fibra sensible en la contraria, una que iba por debajo de esa coraza de chica ruda y carente de sentimientos. Y desde luego que quería llegar al fondo del asunto.

She keeps me Warm ;; CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora