No se cuanto tiempo estuve tirada encima de mi cama hasta que tocaron la puerta. Tenía dos vagas sospechas de quién podría ser, o bien podía ser Hanna, lo cual es poco probable ya que si fuera ella podría abrir la puerta con su llave, o es Jorge y ese imbecil quiere hablar. Volvieron a golpear la puerta.
-Itzel, ¿estás ahí?- definitivamente no era Jorge. Esta voz era dulce y no tenía en nada la arrogancia de el en ella.
Con mucho esfuerzo me levanté y fui hacia la puerta pero antes de llegar me vi en el espejo. Era un completo desastre. Tenía el rímel corrido, el labial esparcido por mi boca y mi barbilla y mi cabello parecía un nido de pájaros.
Abrí la puerta sin darle mucha importancia ya a mi aspecto y en cuanto vi a quien estaba al otro lado se me encogió el estomago. En verdad no quería hablar con él en ese instante.
-Oh! ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo?- me preguntó Diego al verme en este estado. Mi única respuesta fue mostrar una tímida sonrisa y hacerme a un lado para que pasara.
-La verdad solo venía a ver qué tal te había ido en las vacaciones y darte las gracias por el regalo de Sara, pero creo que eso puede esperar.- dijo tímidamente, caminó hacia mí mientras miraba mi habitación.
-Estoy bien.-mentí y me senté en el borde de mi cama.
Diego se acercó y se sentó a lado dejando un espacio entre nosotros.
-Se que no lo estas, pero no te voy a forzar a hablar si no lo deseas, solo... Dime si puedo ayudar en algo.-Dijo.
-Estaré bien, enserio. No tienes por qué preocuparte, pero gracias de todas formas.- dije casi en un susurro. No podía hablar, las lágrimas se encontraban al borde de mis ojos.
Diego me miró fijamente y después me abrazó, yo puse mi cabeza entre su cuello y su hombro, después de unos segundos empezó a alejarse pero yo no lo dejé, y mis lagrimas vencieron.
Nos quedamos ahí hasta que me calmé, respire y me hice a un lado.
-Venga, vamos por un helado, todavía hay luz, y un poco de aire fresco té hará bien.- dijo Diego y me tomó por los hombros, me recordó a Charlie cuando yo estaba triste e intentaba animarme, eso me hizo sonreír por primera vez desde que salí de Filadelfia.
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Han pasado cuatro semanas desde que volvimos de vacaciones. La parte buena es que ya no me importa en absoluto lo que haga el idiota de Jorge, pero la parte mala es que apenas empezamos y ya tenemos una montaña interminable deberes así que voy hacia la biblioteca acompañada por Hanna que va a reunirse para trabajar con Aaron. Hanna me ofreció que me sentara con ellos pero creí que sería algo raro así que decliné y fui a una mesa que se encontraba en un rincón apartado, me senté y abrí mis libros para iniciar con estos espantosos trabajos.
-En serio no veo el sentido de los deberes. Para trabajar están las clases, tenemos una vida, cosas que hacer en las tardes...-pensé en voz alta mientras intentaba concentrarme en un trabajo de historia.
-Estoy totalmente de acuerdo contigo.-me quedo totalmente paralizada. No, no, no.
Lo llevaba tan bien. Cuando regrese a mi dormitorio en la noche después de ir por un helado con Diego le conté a Hanna lo que había ocurrido, ella hacía todo lo posible por qué no me cruzara con el, y en clase de educación física cuando me tocaba trabajar con el ponía la excusa más estupida que se me ocurriera para que él entrenador no me permitiera trabajar, como "lo siento, me torcí la muñeca y no puedo lanzar" o "es que... Son esos días del mes" lo que fuera por no estar cerca de Jorge. A veces lograba salir de esa clase, pero a veces no resultaba así que solo lo ignoraba. Pero al parecer fui demasiado estupida al creer que el es la clase de personas que no conocen una biblioteca.