Capítulo 4

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Para Franco era sábado por la mañana, el reloj marcaba exactamente las 7:15 a.m. y él se encontraba famélico después de regresar del gimnasio, por lo cual se daría una rápida ducha para luego ir por algo de desayunar.

-Buenos días Franco- escuchó la voz de su madre, cuando entraba a la casa.

-Buenos días madre- la saludó tajante.

-Que grosero te comportaste ayer.

-Madre no empieces, por favor- suplicó, poniendo los ojos en blanco.

-¿Cómo te atreviste a tratar de esa forma a Allison?

-¿Cómo quieres que la trate después de lo que me hizo?- contraatacó con otra pregunta.

-Ella te pidió perdón y sabes que cualquier mujer puede tener un tropezón, sobre todo si no le cumples como hombre, cariño. Así que tiene derecho a otra oportunidad.

-Tropezón, madre, ¿es en serio? Esa mujer no tiene derecho a nada que tenga que ver conmigo. Yo le fui fiel, ella sabía que yo la amaba y aun así me decepcionó, por eso no pienso darle otra oportunidad- afirmó dirigiéndose a la cocina por algo de beber.

-Hijo, ella es la mujer indicada para ti. Además su familia te adora y son de nuestra misma clase social.

-No puedo creer todo lo que estás diciendo- negó con la cabeza y abrió el refrigerador para sacar el jugo de naranja.

-Entiende hijo. Ya estás en la edad de casarte y yo quiero ver a mis nietos- refirió a sus espaldas.

-Madre- él volteó a mirarla- ¡NO ME VOY A CASAR!- exclamó mientras se servía el jugo.

-¡No puedes hacerlo!- lo miró retadoramente.

-Lo haré. No me casaré porque ya no estoy para esas cursilerías del amor- la miró enojado.

-¡Te prohíbo que lo hagas!- subió el tono de su voz.

-No puedes prohibirme nada. Es mi vida y yo decido que hacer con ella- afirmó, dejando escapar una carcajada.

-Pero eres mi hijo y harás lo que yo diga.

-Madre ya no soy un niño de 8 años. Tengo 28, ¿lo recuerdas? Ya no puedes darme órdenes como lo hacías con mi padre. Ahora entiendo por qué te dejó, porque eres igual que Allison y con justa razón se entienden tan bien que...- Franco no pudo terminar de hablar porque su madre le pegó tremenda bofetada en la mejilla izquierda. Él la fulminó con la mirada cargada de furia.

-No me vuelvas a hablar así, soy tu madre y me respetas- exigió.

-Entonces tú respeta mi vida y no te metas en mis asuntos- advirtió exasperado.

-Yo sólo quiero lo mejor para ti, hijo.

-Pues no parece, madre. Ya no quiero discutir contigo, subiré a darme una ducha- indicó dirigiéndose hacia las escaleras.

-¡Pero aún no terminamos de hablar!- ella exclamó detrás de él.

-Para mí esta conversación ya terminó... contigo es imposible hablar.

Franco se encerró en su habitación, estaba furioso por culpa de su madre. Sin embargo, trató de apaciguar su ira para que esa estúpida conversación no arruinara su día. Velozmente entró al baño para darse una ducha rápida y, en menos de 25 minutos ya se encontraba dentro de su Camaro, yendo directo a su cafetería favorita. Al llegar, entró al lugar, tomó asiento y, la mesera, Amy le tomó la orden. Los sábados acostumbraba desayunar en aquel lugar porque le agradaba la comida, las personas y el ambiente.

El Chico De NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora