Capítulo 17

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Jade no lograba comprender lo que había sucedido, pero tampoco se animó a preguntar nada al respecto hasta que estuviesen fuera de aquel lugar. Franco la tomó por la cintura y un respingo involuntario sacudió su ser.

-No pasa nada- señaló el empresario retirando la mano del cuerpo de la chica.

-Discúlpame, es que aún no entiendo lo que sucede.

-No te preocupes, salgamos de aquí y hablemos, ¿te parece bien?

-Está bien- afirmó la chica, sin evitar quedar pasmada al ver la inmensa cochera y 4 autos lujosos.

«¡Santo cielo! Quizá uno de sus autos valga más que mi casa», pensó con turbación.

-Ven, iremos en éste- refirió Franco, señalando un Camaro rojo.

Jade sólo asintió con la cabeza, siguiéndolo hasta el automóvil. El castaño le abrió la puerta, le indicó subir y que no olvidara colocarse el cinturón de seguridad. Para cuando él subió al auto, la dueña de los ojos azules se arriesgo a iniciar con su interrogatorio.

-Podría saber... ¿Qué fue todo eso que acaba de suceder y desde cuando tú y yo somos novios?- preguntó, mirándolo lo más seria posible.

-Lamento que vieras esa estúpida escena y discúlpame por mi atrevimiento, pero esa era la única forma de salir vivos de ahí- sonrió negando con la cabeza-. Prometo que te lo explicaré todo, pero no hoy, simplemente ruego que me perdones por hacerte pasar un mal rato. Ahora permíteme llevarte a otro lugar, para compensarte.

-No necesitas compensar nada, ¿a dónde iríamos?- preguntó, sorprendida por la afirmación de Franco-. Además yo ni siquiera estoy vestida adecuadamente para ir a algún lugar ostentoso como los que seguramente frecuentas- declaró señalando el atuendo que portaba; una blusa rosa con el nombre de su pastelería, unos jeans y unas zapatillas deportivas.

-¿Qué te hace creer que frecuento lugares lujosos? Sí lo dices por los autos, la casa o mi forma de vestir, estás equivocada- afirmó en un tono serio.

-No era mi intención que te enojaras, es que...

-No me enojé, pero creo que no deberías de juzgar a las personas por su outfit.

-La vida me ha enseñado lo contrario, aunque Ámbar me regañaría si escuchara nuestra conversación porque siempre decíamos que no debemos juzgar a un libro por su portada.

-Lo ves, no tienes por qué preocuparte, no soy un narcotraficante o algo por el estilo.

-Yo no dije que lo fueras- ella se defendió por aquel comentario.

-Pero quizá lo imaginaste- él replicó.

-Bueno, no hagamos insinuaciones, pero ¿a dónde me llevarías vestida así?- se señaló apenada.

-Ya no te preocupes por eso- sonrió-. Te ves hermosa.

Aquella afirmación la debilitó como un gancho al hígado. Era normal que Henry le dijera hermosa, pero escuchar ese adjetivo calificativo de los labios de otro hombre implicaba remover escombros de su doloroso pasado junto al que un día fue su prometido: Erik.

-Creo que será mejor que me lleves a casa- puntualizó tajantemente.

-Pero... quisiera pasar un tiempo contigo- expresó Franco, con la frente arrugada.

-¿Conmigo, por qué? Dudo que sea buena idea, tú ni siquiera me caes bien- mintió a pesar de que su corazón proclamaba lo contrario-. Además, aunque no queramos, es evidente que somos de clases sociales diferentes, tu novia o... lo que fuera lo dejó muy claro. Yo soy una simple pastelera, ¿tú por qué querrías estar con alguien como yo?- cuestionó evitando el contacto visual.

-¿Por qué te expresas de esa manera? ¿Tan poco valor tienes por ti misma? ¿Y yo en serio te resulto desagradable?- preguntó sorprendido, mientras orillaba el auto.

-Tus interrogantes no responden a la mía y, ¿por qué detienes el auto?- ella lo miró expectante y con la inquietud invadiendo su ser.

-Aclaremos las cosas, Jade.

«¡Maldición! Esto no pinta nada bien, sabía que debí de huir cuando tuve oportunidad, ahora es demasiado tarde» reflexionó sin poder exhalar el aire acumulado en sus pulmones.

-Entre nosotros no hay nada que aclarar- aseguró, desviando la mirada.

-Claro que tenemos mucho que aclarar y lo primero es que a mi no me importan las clases sociales... es cierto que una vez me comporte como un estúpido contigo, pero sólo fue por diversión, créeme- suplicó-. Déjame enseñarte quién soy en verdad o, ¿a caso me temes?- preguntó cogiendo la mano de la castaña.

-No tengo miedo de ti, aunque esa mirada que cargas cuando estas enojado si cause temor- aludió con una tímida sonrisa.

-Entonces si no me detestas, no me odias o no te causo miedo, dime cuál es el problema para poder arreglarlo.

-¡El problema soy yo, Franco!- exclamó soltándose del agarre del empresario, ahogando la agonía que luchaba por liberarse de aquel corazón que la reprimía.

La aflicción se instaló en sus ojos, reflejando el dolor que le provocaba el recuerdo de haber perdido a su primer amor. 

-Oye, tranquila- él volvió a tomar su mano con dulzura y la acarició con sutileza-, Mírame, Jade- ordenó dejando escapar un suspiro-. Yo no te haré daño y te seré sincero... me siento atraído por ti, eres una mujer simpática, atractiva y realmente me gustas, ni siquiera he podido olvidar el beso que...

-Detente, ya no sigas. Será mejor que me lleves a casa, por favor- imploró.

-Jade mírame a los ojos y dime que me odias con toda tu alma, sólo así te dejaré en paz- demandó tomando su rostro entre sus manos.

-No puedo...

-Vamos, di que me odias.

-Yo no te odio- susurró.

-¿Entonces? 

-No puedo olvidarte desde el primer día que te vi.

-Me alegra escuchar eso.

-A mí no.

-¿Por qué eres tan severa contigo?

-Tengo que ser dura para que la vida no me duela tanto.

-Mira no sé quién o qué que te ha hecho sufrir, pero te prometo que conmigo no será igual. Sólo abre tu corazón y disfruta la vida, que es demasiado corta para no deleitarse con ella.

-Me pides algo muy difícil, Franco. Sé que si abro mi corazón  me enamoraré de ti y... perderte... sería algo desgarrador que difícilmente podría superar- expresó con una lágrima perdiéndose por su mejilla.

-No llores Jade, yo nunca te haré daño y si no cumplo mi palabra, tu misma puedes matarme- limpió aquella lágrima con su pulgar.

-Estás mal de la cabeza- ella esbozó una media sonrisa.

-Lo sé, ahora puedo culparte por ello- él sonrió ampliamente.

-Ya basta, Franco- se sonrojó, negando con la cabeza.

-Está bien, muero de hambre, ¿quieres ir por algo de cenar?- preguntó entusiasmado.

-Sí, vamos por algo de comer- respondió tímidamente.

El Chico De NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora