Capítulo 27

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Para cuando Jade y Franco llegaron a su destino, la chica ya tenía el estomago hecho un huracán, su garganta de pronto quedó seca y los nervios le comenzaron a invadir. Aún sentía que su cuerpo colapsaba al tener a su lado a aquel hombre intimidante y, ahora, ¿dormiría en su casa?

«Tranquila, relájate, dormirás en su casa, no en su cama», se animó a sí misma intentando controlar sus emociones.

-¿Te sientes bien cariño?- preguntó Franco al notar la mirada perdida de la chica, al bajar del auto.

-Yo sí, es sólo que... extrañaré mi vida en este lugar-respondió con cierta nostalgia, omitiendo la verdadera razón de su incomodidad.

-Ven entremos- indicó el empresario pasando su brazo izquierdo sobre los hombros de la castaña.

-Buenas noches señor- una joven señora, no mayor de 40 años los recibió.

-Buenas noches Lulú.

-Buenas noches señor- refirió la mujer con una linda sonrisa.

-Ella es Jade y se quedará hoy con nosotros porque mañana emprenderemos nuestro viaje muy temprano. Acompáñala hasta mi habitación para que se instale.

-No te molestes Franco yo puedo dormir en otra habitación- refirió con los nervios a flor de piel.

-No cariño y no la escuches Lulú, ella dormirá en mi habitación y claro yo dormiré en la habitación para huéspedes- declaró mirando a la castaña con su encantadora sonrisa.

-No te preocupes Franco, quédate en tu habitación y yo dormiré en la otra.

-Claro que no. Quiero que estés a gusto esta noche, además mi cama es más cómoda y yo deseo que duermas en ella.

-Pero...

-Pero nada, así que, Lulú por favor acompáñala hasta mi alcoba.

-Como usted ordene señor- asintió Lulú, indicándole a Jade que la siguiera.

Cuando la chica entró a la habitación de Franco, le resultó inevitable inhalar el penetrante aroma que ahí se resguardaba.

«Sin duda, este lugar lleva impregnada su esencia», pensó dejándose embriagar por aquel sutil aroma. 

-El baño esta de aquel lado- la interrumpió Lulú señalando el lugar- y si necesita algo no dude en pedírmelo, ¿de acuerdo?

-Sí, gracias, pero tenga por seguro que no la molestaré- la castaña le sonrió.

-No se preocupe, se nota que el señor Franco la quiere demasiado y para mí es un placer servirles- indicó la joven mujer, antes de salir de la habitación.

La chica contempló la extensa y blanca cama, se sentó en ella y sintió lo suave que era. Franco tenía razón, la cama era bastante cómoda. Aquel pensamiento le hizo imaginar a Franco de una forma poco decente. Ella no solía dejarse arrebatar por esos pensamientos pero era imposible no fantasear con un hombre como él. La piel se le erizó; debía sentirse avergonzada por concebir aquellos pensamientos.

«Franco...», suspiró con pesadez, su mente le estaba haciendo una mala jugada y otra idea torpe le nubló el juicio. «Lulú dijo hace un momento que él me quiere demasiado, pero... ni siquiera somos novios, ¿y sí se sólo me protege por obligación? ¿y sí en verdad no me ama? ¿y sí sólo me hago ilusiones con algo que nunca podrá ser?»

Tres leves golpes en la puerta la hicieron sobresaltar.

-Adelante- indicó.

-Buenas noches, cariño- el empresario entró a la habitación- sólo vine por unos shorts.

El Chico De NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora