Capítulo 5

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-Es muy amable de tu parte, pero ya pedimos nuestro desayuno, de todas formas gracias- refirió Jade, con el semblante serio.

-De acuerdo, no hay problema- el castaño la miró con la frente arrugada, pero le restó importancia a la indiferencia ficticia que la chica mostró de repente.

La castaña se removía incomoda en su siento, la presencia de Franco la estaba haciendo vulnerable; sus nervios comenzaban a aflorar en la boca de su estomago, pero no dejaría que aquel hombre le arruinara el desayuno. Ámbar y Franco iniciaron una charla amena, lo que ocasionó que Jade se empezara a sentir como una intrusa dentro de ese trío; las ganas de levantarse y marcharse se paseaban por su mente, pero pensó:  «quien debe irse es él, no yo.»

-Si me disculpan, en un momento regreso- indicó Ámbar levantándose de su asiento e interrumpiendo el debate de la conciencia de Jade.

-Pero...- su amiga se asió de su mano, tratando de evitar que se fuera.

-Ya no me aguanto, necesito ir al tocador. No tardaré- aseguró la rubia antes de marcharse y Jade bufó, sin tener mas opción que permanecer sentada en compañía de Franco 

«Lo que menos quería», pensó con resignación.

-Aquí tienes, Franco- refirió la mesera con una sonrisa coqueta, poniendo el desayuno sobre la mesa.

-Se nota que vienes mucho a este lugar- Jade lo miró con menosprecio, elevando una ceja. 

«Yo sabía que era el típico mujeriego- dijo para sí-. No entiendo por qué sigue sentado en nuestra mesa, si piensa que conseguirá algo con eso, no lo logrará.»

-Sólo vengo los sábados- respondió sin importancia.

-Pues, al parecer... te conocen muy bien- afirmó dirigiendo la mirada hacia la sonriente mesera de cabellera negra.

-¿Celosa cariño?- preguntó con un tono de voz seductor-. Deberías aprender algo de ella y sonreír más.

-¿Celosa... por ti? Ja...más- aseguró con cierto tartamudeo -. Estas loco, yo no voy a andar de arrastrada, coqueteándole a los hombre y menos mostrando los pechos como ella. Debería de ser más de decente y cubrirse un poco- un rubor tiñó sus mejillas y se sintió apenada por hacer referencia al atuendo un tanto provocativo de la chica, pero no podía retractarse de lo que había dicho.

-Bueno sé que estoy loco, pero también soy encantador- refirió con esa sonrisa perfecta.

«¡Maldición!, verdaderamente su sonrisa es demasiado encantadora», afirmó mentalmente, sin poder contraatacar ante tal argumento.

A Franco le pareció interesante y tierno contemplar las reacciones descifrables de Jade; dejaba más que claro que su presencia le incomodaba y comenzaba a enfadarla, pero en sus ojos se notaban el encanto y la benevolencia que trataba de ocultar.

-Tu silencio, lo dice todo. Te dije que soy encantador- aseguró, probando la paciencia de la chica. En realidad él no se comportaba de esa forma, pero ella estaba logrando que su lado sarcástico saliera a flote.

-Tal vez seas encantador, pero eso no funcionará conmigo- ella afirmó, cruzándose de brazos.

-Entonces dime, hermosa, ¿qué funcionaría contigo?- se acercó a ella, mirándola fijamente para esperar por su respuesta.

Un gran desasosiego arremetió contra el cuerpo de Jade; ver los ojos cautivadores de Franco la dejaron perpleja. 

-Sabes, yo... ya no puedo con esto, me voy de aquí- sus piernas tambaleaban y como pudo se levantó de la silla para huir en ese instante. Franco había sobrepasado el limite de tolerancia de Jade.

-¡No te vayas!- él exclamó sorprendido. Su sarcasmo le iba a pasar factura. 

-Ámbar discúlpame, lo siento tanto pero ya no puedo estar ni un segundo aquí- se disculpó con su amiga que apenas estaba regresando del tocador-. Si puedes, pide mi desayuno para llevar. Yo te regreso el dinero.

-Pero ¿qué sucedió?- preguntó la rubia asombrada-. Solo me fui por unos minutos.

-No te vayas, discúlpame sólo estaba jugando contigo- Franco se levantó rápidamente y cogió del  brazo a la castaña porque sinceramente no deseaba que se marchara. Ella se sorprendió ante aquella reacción y se limitó a mirarlo con asombro.

-¿Qué haces? No me toques- se soltó bruscamente, sentenciándolo con sus hermosos ojos azules-. Me voy- aseguró, dirigiéndose a la salida velozmente.

«Parece una chica difícil- pensó-. Pero yo parezco un idiota por tratarla mal.»

-Lo siento, de verdad- él se disculpó a sus espaldas- perdona mi comportamiento- refrió con sinceridad, colocando una mano en la puerta para no dejar que ella escapara.

-Déjame ir- exigió, volteando su rostro hacia el castaño.

-Te ofrezco una sincera disculpa- se acercó a su rostro y cogió su barbilla con su mano izquierda.

-¿Qué crees que haces?- preguntó con nerviosismo, pero sin apartar la vista del chico.

Los ojos de la chica eran tan cautivantes, su encanto hicieron que en ese instante perdiera la razón y, sin pensarlo, se acercó sigilosamente a sus labios y la besó. Ella al principio no se opuso y con leve inseguridad aceptó el beso. La ternura y calidez envolvieron sus labios, pero en segundos todo cambió brutalmente.

-¿Qué te sucede? ¡Estás demente!- ella se apartó con pavor.

-Yo...- él no supo que responder. 

-Me voy- Jade no esperó más, así que rápidamente salió huyendo del lugar.

Franco se quedó plasmado en la puerta de la cafetería, sin tener idea de lo que había sucedido, «¡Maldición! ¿qué fue lo que sucedió?».

-¿Qué fue eso, Franco?- cuestionó Ámbar con los ojos completamente abiertos-. Estoy sorprendida, yo no sabía que tú y Jade se llevaban así... lo tenían bien escondido.

-La verdad es que... apenas la conozco, Ámbar.

-Hum, no me engañas, es evidente que te gusta- afirmó arqueando una ceja.

-Es atractiva, pero no es mi tipo- aseguró, tratando de engañar a su corazón, el cual ya había sido entregado con un beso.

-Entonces, ¿por qué la besaste?- la rubia se cruzó de brazos.

-Mis impulsos me ganaron... eso es todo.

-¿Ah, sí? No te creo.

-Cambiemos de tema y sentémonos a terminar de desayunar, ¿sí?

-No puedo dejar que mi amiga se vaya así, ¿puedes pedir nuestro desayuno para llevar? Ten, aquí tienes el dinero- la chica asentó el efectivo en la mesa pero Franco se lo devolvió-. Yo pagaré- afirmó el castaño- es lo menos que puedo hacer por la estupidez que hice.





El Chico De NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora