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CAPÍTULO 11

BRITTANY

Salgo apresurada de casa.

Jerry siempre ha sido muy suyo, pero nunca en todos estos años, me ha llamado llorando.

Arranco el coche y conduzco hacia su apartamento.

Llego en menos de veinte minutos.

Llamo repetidamente al timbre pero no responde.

Por una vez, agradezco llevar sus llaves junto a las mías, a pesar de lo aparatoso que es.

Abro la puerta y mi alma cae al suelo.

La mayoría de objetos que había en los estantes han sido volcados.

Las almohadas del sofá están en el suelo.

Camino con cuidado tratando de no pisar los cristales de la lamparita que hasta no hace mucho estaba junto al teléfono, el cual, por cierto, tampoco está en su sitio.

Paso por la cocina y encuentro el frigorífico abierto de par en par, pero como en el salón, Jerry no está allí.

Lo llamo, temiendo lo que pueda encontrar.

Mi corazón va a mil.

¿Qué demonios sucedió para que se encuentre todo en este estado?

Entro en el dormitorio y automáticamente mi manos van a mi boca.

Mis ojos se llenan de lágrimas y a pesar de que trato, un grito escapa de mis labios.

Cojo aire con fuerza y miro las llaves en mi mano.

Hacía mucho tiempo que no me ocurría esto.

Lo cierto es que no suele ocurrirme.

Las manos me tiemblan.

Pongo la llave en la cerradura y abro deseando que la visión que acabo de tener no se cumpla.

Nunca le he dado mucha importancia a este don.

Las mujeres de mi familia somos conocidas por tener algunas habilidades.

No es algo que gritemos a los cuatro vientos pero las personas que nos rodean, los más allegados, lo saben.

Mi corazón se hunde al ver el salón exactamente igual que en mi visión.

Camino atemorizada hasta su habitación.

Está en la cama, completamente a oscuras, en posición fetal.

—Jerry… Estoy aquí. Dime que te pasó.

—Estoy solo. Le conté a mi padre la verdad y…—su voz se rompe y me apresuro a ponerme a su lado para abrazarle.

—Nunca, jamás, estarás solo. No tenemos la misma sangre pero eres como un hermano para mí.

—Un hermano con el que casi te acuestas.

—¡¿Qué?! —me apartó de golpe y le obligo a mirarme.

¿Es que acaso eso no fue un sueño?

—Pensaste que no había ocurrido.

—Sí. Creí que lo soñé. ¿En que estábamos pensando?

—Posiblemente fue culpa del ponche de mi abuela.

—Entonces me alegro de que no vayamos a tomarlo más. Ve a darte una ducha. Recogeré el desastre que has creado en el salón y después nos iremos.

—¿A dónde?

—A mi casa. Vas a quedarte conmigo.

—No hace falta.

—No era una sugerencia.

Le vi esbozar una sonrisa antes de levantarse y meterse en el cuarto de baño.

Suspiré aliviada al ver que aun podía hacer algo.

Aun estaba a tiempo de salvar a mi mejor amigo.

Patrick (Serie Love 02) (YA A LA VENTA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora