Decisiones llegan y se van. Algunas son volátiles, pero cuando se trata del Amor, las desiciones suelen ser la más crueles y hostiles.
Cuando Julia decide ser independiente, ella recibe los mejores consejos de sus seres que le aman. Buscar trabajo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El rostro de Julia enrojeció como un vivo tomate, no cabía duda que estaba incomoda; así que le tomé la mano.
—Vas a estar bien, eres tú quien te quedaras para echar a andar los proyectos, y quiero que te sientas cómoda —expliqué con sutileza, tratando de hacerla sentir a gusto. Pero parecía que no estaba funcionando.
Ella apartó su mano de la mía. —Yo no... no quiero causar molestias, mejor... —interrumpió a sí misma —. Dejemos las cosas como están.
Algo dolió dentro de mi, quizás su rechazo.
—Insisto. —la miré a los ojos, no nos estábamos retando, ni mucho menos intimidándonos. Más bien nos estábamos comprendiendo el uno al otro.
—¿Por qué haces esto? —preguntó intrigada.
—¿Por qué hago qué? —me hice el desentendido.
—Esto —levanto las manos para después dejarlas caer sobre sus muslos —. Apareces en mi vida, me invitas un trago y ahora quieres que vaya contigo a casa, ¡¿a caso me ves como una mujer de esas, que le haces un cumplido y ya está en tu cama?! —su desagrado era evidente.
—Te veo, pero no como una de esas que dices... —algo se está poniendo mal, no me agradaba que pensara que quería llevarla a la cama, en absoluto —. Además, tú eres la que apareció en mi vida, no viceversa —escupí, la bebida ya estaba manipulando mis palabras.
Ella se vio dolida. —Es cierto —dijo. Estaba enojada, apretaba los labios, lo cual provocaba que los quisiera probar —. Solo quiero irme.
Caminaba un poco tambaleante, así que la sostuve pasando mi brazo por espalda baja y cintura, ella se acomodó perfectamente, seguro veía el piso moverse.
—Nunca habías tomado ¿cierto?
Tardó un poco en responder. —No —soltó apenada.
—Lo supuse.
Caminamos de regreso, bajando unos escalones, ella bajaba a tropezones y yo la sostenía con precisión. La peor parte fue cuando le tocó el aire de afuera. Sus palabras ya no eran tan entendibles.
—¿Segura que quieres llegar así con tus amigos? —cuestioné —. Porque en casa podremos atenderte y estarás más a gusto.
Volvió a callar un momento. —No voy a dormir en tu cama —alegó.
—No lo harás —"no ahora" pensé — te tenemos un cuarto únicamente para ti.
—¿Qué pasa si no acepto?
—Am... déjame ver, tal vez mañana tu cuarto amanezca vomitado y tendrás que levantarte temprano a limpiarlo. En cambio aquí no tendrás que preocuparte de eso, además de que desayunaras un exquisito omelette.
Ella rió. Ya estábamos a tan solo uno metros de llegar a donde se estaba quedando.