Decisiones llegan y se van. Algunas son volátiles, pero cuando se trata del Amor, las desiciones suelen ser la más crueles y hostiles.
Cuando Julia decide ser independiente, ella recibe los mejores consejos de sus seres que le aman. Buscar trabajo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Y-yo... lo siento tanto —sus mejillas brillaban de un rojo intenso —Teah me dijo que tú tenías una maletita negra.
No estaba dándome mucha información, pero pude dar con lo que estaba buscando. Después de un momento me sentí mal por hacerla sentir de este modo; avergonzada de sí misma, no es como si en mi habitación ocultara mis más grandes secretos.
—Claro, te refieres al maletín de la cámara...
Ella asintió.
—Se la di a Carlo —respondí.
Sus mejillas volvieron a arder. En ese momento me di cuenta que era la sonrojes más hermosa e inocente que jamás había visto en mi vida.
—Oh, vaya... —jugaba con sus dedos, nerviosamente —creo que debí preguntarle a Carlo antes, cuanto lo siento en verdad. Debes estar odiándome —se equivocaba —, entrar así a tu cuarto... no te enfades, pensé que como estabas ocupado con tu problema...
¿Problema?
Levante mi mano para irrumpirla. —¿Carlo te habló de la demanda?
Una vez más sus mejillas tomaron color. Tapo su boca, dándose cuenta del siguiente error que cometió.
—Que estupida soy —rodó sus ojos —solo... olvidemos esto.
Con urgencia quería olvidar la vergüenza que estaba pasando, pero ahora que ya sabia del problema tendría que explicarle que nuestra agenda iba a tener suspensiones.
—Esta bien. Ahora podrás darte cuenta que vamos a tener que suspender por un momento el trabajo que tenemos agendado hasta que se resuelva esto.
—Claro —su rostro se tornó serio, como si fuera yo, la mayor autoridad —, si necesitas apoyo...
Sus palabras flotaron, no terminó la frase pero supuse que quería decir que contaba con ella, y pensándolo bien, iba a necesitarla, ya sea para no dejarla sin que hacer, como para que también no me sintiera miserable en medio del problema, y es que no podía engañarme, ella hacia la diferencia con solo estar cinco minutos a mi lado. Justo como en ese momento. Mi vida se estaba yendo por un desagüe, pero estar frente a ella —intercambiando las más simples palabras— me hacia querer tener más momentos de estos. Donde la calma perduraba, donde las penas se desvanecían, y solo ella existía.
—Te tomaré la palabra —dije al fin —necesito apoyo.
Ella rió nerviosa, dándose cuenta de su tercer error.