Los Espejos

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Mamá siempre hace pinturas de nuestra familia o paisajes. Mi casa está llena de pinturas hechas por toda mi familia, incluso aun se conservan pinturas de mis abuelos y bisabuelos, pero nunca que he visto una foto, algún video o espejo en las salas como muestran en televisión.

Mi cuarto es muy especial. ¿Sabes por que mi cuarto es muy especial? No, no lo sabes, pero yo si sé por que. En mi cuarto hay tres espejos, ¡Tres! Hay un espejo de cuerpo entero en la pared, otro en mi baño personal y el último que es parte del closet ¡Fabuloso! Mi habitación es la única que tiene espejos.

―¡Dainis, Dainis!

Escuché que la voz de Laru gritaba mi nombre mientras unos pasos rápidos y ruidosos subían la escalera hacia el tercer piso. Yo me encontraba en mi cuarto admirando mis espejos. Me levanté del suelo, me pasé una mano por mi cabello largo y me dirigí hacia la puerta de mi cuarto.

―¡Papá ya trajo nuestros regalos!

Volví a escuchar la voz de Laru, pero esta vez los pasos se volvieron más ligeros y suaves.

Abrí la puerta de mi cuarto y asomé la cabeza por el pasillo. Miré a la izquierda, nada. Crucé la puerta y me quedé parado en medio el pasillo. Miré a la derecha, peligro detectado.

Antes de que pudiera reaccionar o pensar algo, Laru se lanzó sobre mi como de costumbre y ambos caímos al suelo, pero Laru no era consciente de cuantos costalazos  había recibido yo por su culpa mientras él caía cómodamente sobre mi cuerpo. Idiota, ya teníamos 16 años.

―Mira Dainis~ Los regalos~

Dijo melodiosamente mi hermano, lo que significaba que el regalo debería ser algo genial y maravilloso, pero no quería ilusionarme mucho.

―Quítate de encima, idiota ―Reí ligeramente mientras nos ayudábamos mutuamente a pararnos―. No te creas liviano.

―¿Pero qué dices? ―Dijo indignado― Por si no lo sabias, bajé seis kilos hace dos meses.

―¡¿Que?!

―Lo que oíste.

¿Él? ¿bajar de peso? No, no, no ,no, no es cierto. ¿Era posible bajar de peso cada vez más? ¡Y ni se ve anoréxico!

―¡Pero pesas treinta kilos! ¿Cómo que bajar de peso? ¡Maldito alíen! ―Dije mientras lo sacudía hacia todos lados con mis manos en sus hombros.

―Pues ahora son veinte y cuatro, hermanito ―Posó sus manos sobre las mías y ejerció fuerza para que dejara de sacudirlo―-Y mira que no me veo anoréxico. Envidioso  ―Se río con burla―.

―¡Tu tienes que engordar! ¡Veinte y cuatro kilos! ¡Veinte y cuatro! ―Exclamé con un tono desesperado. ¡Laru es mucho más liviano que un niño de diez años! ¡Además parece más Jirafa que vampiro!

Y ahí se encontraba mi hermano muriendo de la risa en el suelo nuevamente mientras daba pequeños saltitos de como si estuviera convulsionando. Idiota sea él y su inmadurez. En eso vi dos objetos envueltos con papel de regalo de color blanco con amarillo, y azul con violeta.

Me acerqué hasta el de color violeta, lo tomé con mis manos y lo examine por todas partes. ¿Qué habrá adentro? Inconscientemente mis manos se dirigieron hasta las cintas y tomaron los extremos. Estaba a punto de tirar de ellas hasta que Laru me arrebató el objeto de las manos.

―¡Opa, opa, opa! Este regalo no es tuyo, nena ―Rió nuevamente Laru. ¿Nena, yo?―. Éste violeta es para Elizabeth, ¿O quieres un regalo para mujeres? ¿Eh? ―Dijo burlonamente mientras paseaba el regalo por alrededor de mi cabeza.

La Elegancia Al Caminar [YAOI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora