Capitulo 11. Desastres.

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Abro la boca y se me cae la mochila junto con los libros de la impresión, por lo que alguien me empezó a ayudar, pero debo ser rápida, el corazón se oprimía contra mi pecho y me resultaba más difícil de respirar.

—Llevas muchos libros —alzo y veo a Eliot mirando mis libros, los cuales tomo con rudeza y voy achocando en la mochila.

—Gracias, pero ya... me tengo que estar yendo —explique rápido y me voy volteando un par de veces hacia atrás y decido que no hay más que ver, tan solo que me ilusione, sin saber porque.

Respiro hondo antes de tener que encontrarme con los demás.


Me parecio buena idea salir del castillo y en especialmente ahorita. La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo mis pies cuando nos pusimos en camino hacia nuestra primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

Ron y Hermione no se dirigían la palabra. Harry y yo caminábamos en medio, en silencio, tan solo mirándonos mientras descendíamos por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido. Sólo cuando vi delante cinco espaldas que me resultaban muy familiares, me di cuenta de que debía de compartir aquellas clases con los de Slytherin. Draco decía algo animadamente a Crabbe y Goyle, que se reían a carcajadas.

Hagrid aguardaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar; cubierto con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.

—¡Vamos, daos prisa! —gritó a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, seguidme!

Durante un desagradable instante, pensé en lo que comentó el señor Weasley, pensando en que viera que no somos nosotros los que queremos entrar al bosque. He vivido en aquel lugar experiencias tan desagradables que nunca podría olvidarlas. Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después nos hallaron ante un prado donde no había nada.

—¡Acercaos todos a la cerca! —gritó—. Aseguraos de que tenéis buena visión. Lo primero que tenéis que hacer es abrir los libros...

—¿De qué modo? —dijo la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.

—¿Qué? —dijo Hagrid.

—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Draco. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Yo lo tenia muy apretado en la mochila.

—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado.

La clase entera negó con la cabeza.

—Tenéis que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mirad...

Cogió el ejemplar de Hermione y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

—¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Draco despectivamente—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

—Yo... yo pensé que os haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.

—¡Ah, qué gracia nos hace...! —dijo Draco—. ¡Realmente ingenioso, hacernos comprar libros que quieren comernos las manos!

—Cierra la boca, Malfoy —le dijo Harry en voz baja. Hagrid se había quedado algo triste.

Destiny y El Prisionero de Azkaban [DEH#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora