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   Libertad, igualdad, derechos

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   Libertad, igualdad, derechos...cosas que se perdieron con la llegada de aquellos seres los cuales se hacen llamar, Señores, Amos o cualquier otro apodo que les proporcione superioridad.

Mi abuela Elena todas las noches me contaba, de manera soñadora, lo que era vivir en aquellos buenos tiempos en los cuales los humanos lideraban las naciones. Me solía contar como su bisabuela era una importante abogada, sobre todos los casos que había ganado y su sabia manera de actuar. Me gustaba oírla, era como si ella viviera ese momento y era lo más importante, verla distraída y feliz por un instante. Cosa que muy pocas veces pasaba luego de mi madre, María. Lo poco que recuerdo de ella es que siempre llegaba a casa exhausta y demacrada, que el poco tiempo que tenía libre lo pasaba junto a nosotras. Mi abuela me contaba, además, que mi madre era la que sustentaba la casa. Pues solo éramos mamá, abuela y yo.

Ahora estoy aquí, en el pequeño jardín de mi casa frente a la que vendría siendo la tumba de mi abuela, que, precisamente esta junto a la de mi bisabuela.

Mientras me retuerzo emocionalmente en mis penas me doy cuenta que estoy completamente sola ahora.

Sola en este mundo donde solo soy una marioneta más. Una utilería o quizás, un almuerzo, desayuno, cena o merienda. No sé qué será de mi vida ahora o como sobreviviré. No sé nada más de lo que viví en esa pequeña casa de madera, no conozco a nadie más que mi abuela y ella ya no está.

Dejo la flor rosada sobre la pequeña montaña de tierra y giro sobre mis talones. Mi vida será un misterio de aquí en adelante.

Entro a la casa o lo que queda de ella, camino hasta la habitación y me recuesto en el colchón viejo y desgastado. Recuerdos vienen a mi mente y con ellos lágrimas llenas de emociones.

Recuerdo...

— Mami, mami — brinco entusiasmada sobre el colchón de algodón— esta genialísimo — me tiro sobre el y cierro mis ojos con una sonrisa. Era como estar en las nubes.

— Me alegro que te guste cariño — levanto mi cabeza y le muestro mi mejor sonrisa, se acerca y besa mi frente — todo mejorará mi niña, algún día — me sonríe y acaricia mi mejilla — descansa.

Descansa conmigo mami — le pido con añoro, más ella solo hace una pequeña mueca de tristeza.

— Tengo trabajo cariño, vendré a la noche y dormiremos las tres juntas ¿De acuerdo? — con inocencia creo sus palabras y asiento entusiasmada.

Me da una última mirada junto a su tranquilizadora sonrisa y se marcha.

Fin del recuerdo...

Esa fue la última vez que la ví. Después de esa mañana nunca volvió. A los meses sus pertenencias aparecieron frente a nuestra puerta. Esa era la señal, mi madre ya no volvería, jamás lo haría. Lloro al recordar su sonrisa, cálida, dulce y maternal. Seco con un suspiro entrecortado mis mejillas mojadas para luego tomar aire.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora