XV

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Narra Seung:

No podía creer que Stephan había caído tan bajo. No podía si quiera digerirlo. La había lastimado, y de la manera más vil posible. La furia corría por mis vena como agua de río, mi corazón latiendo desenfrenado. Mi cuerpo daba leves sacudidas, totalmente sediento.

Sediento de venganza y de sangre.

Quería cortarle las manos por tocarla, arrancar cada uno de sus dientes por morderla, pero sobre todo, quería matarlo lenta y dolorosamente, herirlo en lo más profundo.

Él no tenía derecho alguno para hacer algo como eso. Ella no se merecía aquello, ella no merecía nada de lo que le estaba pasando. Una mujer como ella, ¡demonios! Ella no nació para esto.

Haberla visto de esa manera fue la peor sensación que había vivido, de verdad lo era. Tan débil, pálida, ojos perdidos y llena de su propia sangre, era algo que daría mi vida por no verlo otra vez. Sabía que dejarla entrar a ese lugar era un error, pero no pensaba que él llegaría a tanto. ¿Morderla directamente en el cuello? ¿Porqué? Eso no era necesario, nunca lo ha sido, solo era un maldito mito infantil. Fué puro y asqueroso capricho. Un lugar tan delicado y suceptible como el cuello, directamente en la yugular, era casí la muerte asegurada. No sabía que habría pasado si Edward y Joel no hubieran estado allí. Posiblemente Lucia no estaría postrada en aquella cama descansando. Estaría muerta y yo, malditamente destruido.

Con delicadeza giré su cabeza y dejé su cuello al descubierto. Ya había limpiado y desinfectado, pero la herida seguiría allí, a menos que alguno de ellos decidiera ayudarle. Y aunque esa fuera la manera más fácil y segura para ella, a mi no me agradaba para nada que ellos le pusieran un solo dedo encima. Era egoísta, lo sabía y me despreciaba por ello, pero mis emociones en ocasiones podían llegar a ser más fuertes que yo. Aún sabiendo que yo no podría hacer más que cuidarla y evitar una infección, me costaba aceptar el método que ellos usarían para ayudarla.

- ¿Cómo está? - miro hacía la puerta de la habitación.

- Descansando- enfoco mi vistas en el rostro de la chica tendida en la cama.

- Lamento tanto lo que pasó- asiento. ¿Qué podría decirle? Las palabras no servían de nada en estos momentos- he venido a ofrecer mi ayuda- dice y como respuesta mis músculos se tensan y respiro con fuerza.

Me debato una y otra vez, entre sacarlo a golpes de la habitación o hacerme a un lado y dejarlo ayudar. Mi cariño por Lucia gana sobre el egoísmo y los celos. Me levanto y me voy a una de las esquina del lugar, dejándole espacio para que hiciera lo que tuviera que hacer.

Mis nervios se alborotan al verlo hacercarse peligrosamente hasta su cuello. El impulso de saltar hasta él y alejarlo que retengo a toda costa es tanto, que mis músculos se tensan al máximo y los espasmos se hacen presentes. Es tanta la ira que llevo dentro, tanta la decepción que he perdido el control.

Sé que el percibe mi estado y comprende. Se aleja y me da una mirada profunda, analizandome. Al final, asiente con entendimiento y se lleva el dedo indice a su boca. Al sacarlo pasa la saliva por la herida y deja sanar. Pero, su expresión adopta el asombro y luego pasa- por un milisegundo- a estar rodeada de sombras y ira. Una expresión sombría que nunca pensé que vería en él.

- ¿Qué pasa? - me acerco a paso rápido y me siento al otro extremo de la pequeña cama. Mi respiración se detiene y mi boca se abre ligeramente.- No pudo...

- La ha marcado- dos pequeños puntos negros se encuentran tallados sobre la suave piel de la joven. Aprieto los puños con fuerza y gruño, gruño como un animal rabioso. Una completa escoria, eso era él. No valía nada.- Seung, no hagas nada estúpido, por favor.

- ¿Qué no haga nada estúpido? - siseo mientras lo miro con frialdad. - el único hijo de puta que ha echo algo estúpido ha sido él - su expresion se endurece y me mira con reproche. Lo ignoro y salgo de la habitación con la cabeza latiendo a cada paso. Corro a toda velocidad hasta los aposentos del "Señor" de la casa. - ¡Eres un maldito abusador! ¡Hijo de puta! - grito a todo pulmón al verlo sobre su cama, acostado, como si nada hubiera ocurrido.

- Seung- me mira con tranquilidad y cruza sus brazos tras su cabeza.

- ¡Te dije que no la dañaras! ¡Maldita sea Stephan, te lo pedí! - cierro la puerta con un portazo, dejandonos solos en la gran habitación- ¡Lo habías prometido! - la rabia crece al verlo suspirar con pesadez y cerrar con calma los ojos.

- Fue su culpa- es lo único que sale de su boca.

- ¿Qué? - murmuro. - ¿¡Fue su culpa que un maldito imbécil se aprovechara de ella!? ¡Prometiste dejarla en paz, que no volverías a herirla!- le recuerdo dolido- Sin embargo, acabas de drenarla casí hasta la muerte. ¿¡Eso querías!? ¿¡Matarla!?

- Eso sería estúpido de mi parte, ¿Para que la mataría? Ella me sirve- se gira y me da la espalda, dando por terminada la conversación.

- ¡Eres un maldito insensible! - hago una pausa y trato de calmarme pero me es imposible- La marcaste, ¿Porqué? ¿¡Que puta necesidad tenías!?

- Me pertenece, tenía que dejartelo claro de algún modo, a ti y a los demás- se sienta y me mira intensamente- es mi esclava y no perderé una buena fuente de sangre por uno de sus estupidos caprichos. - habla con simpleza, como si no fuera de una persona de carne y hueso de la que hablara.

- Eres de lo peor- escupo con asco- ¿En esto te has convertido Stephan? Te admiraba, ¿sabes?- la decepción arraiga una vez más mi sistema. - alguna vez te ví como un ejemplo ¿Que pasó con aquel Stephan que daba todo por los que quería? El bondadoso, amigable y divertido ¿Tan difícil te es aceptar que ella está muerta?- había tocado un punto peligroso que claramente le afectó.

De pronto, me sentí poderoso y dejé que la ira tomara el lugar del razonamiento. Stephan se levantó a toda velocidad de la cama y me aprisionó contra la puerta, cortando mi respiración al apretar con fuerza mi cuello.

- No la menciones, tu no sabes nada- siseo a mi oído.

- Duele ¿no? - me burlo con crueldad- ¿Que la mujer que amas te sea arrebatada? - lo alejo de mi con brusquedad. Me mira serio, pero veo el remolino de emociones en sus ojos. Sé que sufre, que le duele y me gusta. Sonrio con sorna y suelto una risilla. - al final murió en tus brazos, al menos la tuviste al último momento- le ánimo con venenosa sorna, apretando cada vez más la herida que aún no ha sanado. Pero no me siento culpable, él merece lo que esta sintiendo. Merece eso y mucho más.

- ¿Porqué haces esto? ¿Cuando te volviste esto?- pregunta con un deje de dolor que es casi imperceptible.

- ¿Le sorprendí, Señor? - me acerco a él y lo empujo- aprendí del mejor, ¿No crees, Nano? - se queda callado y me sigue observando, entonces vuelvo a ser yo y decido tomarlo en serio- Quiero que entiendas que así como tu te sentiste al ver a Naara llena de sangre y muerta, de esa misma manera me sentí yo al ver a Lucía en tus sucios brazos. Espero, que como jefe de la casa sepas hacer lo correcto, que rectifiques tus acciones y salgas de esa maldita nube negra en la que estas atrapado. Y entiende, de una maldita vez que amo a Lucia y si tengo que dañarte para protegerla, no dudes que lo haré, acabas de tener la prueba. - esta vez, no es capaz de ocultar la sorpresa que causa mis palabras. - ella no es un objeto que te pertenece, es una mujer con sentimientos, unos muy puros que valen más de lo que tú lo has echo en toda tu miserable vida.

El silencio se prolonga en la habitación. Ninguno dice nada, yo lo miro retante y él sólo me observa y analiza cada una de mis palabras.

- ¿Sabes lo que estás diciendo Seung? ¿Me estas amenzando por ella?

- Sé muy bien lo que hago, hermano- me giro y salgo de la habitación, dejando a un Stephan rabioso y tenso.

^Editado^

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora