IX

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Narra Lucia:

Despierto débil y con dolor de cabeza. Sin abrir mis ojos me remuevo en la cama. No quiero despertar y ver mi muñeca ensangrentada. Doy un gemido lastimero y restriego mis párpados. Lo último que recuerdo fue haber caído al suelo, entonces, ¿como llegue a una superficie comoda y esponjosa?

Con precaución abrí mis ojos, chocando rápidamente con una mandibula definida y con una barba de algunos días. Mi corazón empezó a bombear con mas frecuencia. Con cuidado me alejo del sujeto y lo miro mejor. Edward, el hermano del monstruo. Con sigilo me voy bajando de la cama, sin despegar el ojo de él, con miedo a que se despierte.

— No tienes porque temerme— habla aún con los ojos cerrados—yo no te hare daño. —me detengo y veo como abre sus ojos oscuros y penetrantes, siento que puede leerme como si de un libro abierto me tratase.

— Y-yo..— me mira expectante, en espera de mi repuesta. Nerviosa y un poco temerosa desvío la mirada hacia la pared—¿Como llegué aquí? — miro a mi alrededor y veo que esta no es mi habitación. Ni siquiera se acerca, es mucho más grande y lujosa.

—Te encontré inconsciente en el pasillo, sería deshonrado de mi parte haberte dejado allí y en tu estado—explica. Asiento y me levanto por completo.

—Gracias— murmuro voltearme. Él mira mi trayecto de la cama a la puerta, estoy segura de ello. Su pesada mirada en mi espalda me lo confirma. Sin nada más que decir salgo de la estancia. Camino por los pasillos hasta mi habitación. Al entrar me sorprendo al ver a Seung sentado en mi cama con su cabeza entre sus manos, susurrando maldiciones por lo bajo. Sele notaba frustrado.

Al instatente en que dí un paso adentro él se levantó como resorte y corrió a abrazarme. Me quedé estatica, muda y un poco dislocada.

— Perdón —se separó apenado y agachó su cabeza— no aparecias desde ayer, pensé que no volverias.— ¿Desde ayer?

— ¿Que hora es?— pregunté sonando un poco brusca, aunque no quise sonar de aquella manera. No con él.

—Las 10:30 am— asiento y miro perdida la pared.— ¿Dónde estuviste? Te buscamos por toda la casa.

— Tuve un pequeño accidente— miro por inercia mi muñeca, me descolocó verla sin rasguño alguno. Seung sigue mi mirada y observa mi muñeca magicamente sana. ¿Fue todo un sueño?

—¿Qué pasó? —niego y agacho mi cabeza. Las imagenes de aquel hombre mordiendo mi muñeca y degustando mi sangre volvieron a mi cabeza, destrozandome. Como niña pequeña corro a sus brazos. El no se queja y me abraza de la misma manera en la que yo lo hago. — tranquila, estoy aquí para ti. —besa mi cabeza y no puedo evitar sollozar.

♠♣♠♣♠♣♠

Pasaron cinco días de aquello. Desde ese instante Seung y yo hemos formado una linda y fuerte amistad. Siempre nos reunimos por las noche–nuestro único tiempo libre–y charlamos. Cada segundo que pasaba a su lado lo disfrutaba como ningún otro. Era relajante y divertido oírlo hablar, bromear y opinar sobre cosas que pasaban en la casa. Estaba empezando a sentir cosas por aquel chico asiático de linda carita. Pasaba la mayor parte del tiempo embobada mirándole, ya varias veces me había cachado.

De el mounstro no se había vuelto a saber nada, según Malia el Señor se encontraba fuera de la casa. Era un alivio para mí no estar cerca de él, le temía, demasiado para mi propio bien.

En cambio sí había estado cerca de Edward. Intercambiamos una que otra palabra junto a una breve sonrisa, un "buenos días" o "buenas noches" era lo común. Más alla de formalidades no hemos pasado. Sin embargo, me parece un buena persona, amable y elegante. Le he visto merodear la casa o sentado leyendo libros, de vez en cuando me da una sonrisa cuando me atrapa mirándole.

Por otra parte, está la pequeña Lisbeth, la cual ha sido una grata distracción. Es una niña tan risueña y alegre que cambiá un día gris por uno arcoíris en segundos. Ya me ha mostrado su castillo, que, casualmente es su habitación. Me sorprendí al ver lo hermosa que era, rosa y violeta con temática de castillo, obviamente. Era pequeña pero para una niña, eso era un castillo gigante. Pasaba algunas tardes–cuando me escapa por un tiempo de la cocina– jugando con ella y ya oficialmente era aliada de su castillo.

Hoy estabamos de un lado a otro, puesto que según he escuchado, hoy llegan personas importantes. Yo estaba encargada de servir la mesa junto a Julia, una mujer seria y poco social. Solo hablaba lo necesario y acerca del trabajo. Había intentado varias veces ya establecer una conversación pero ella no cooperaba. Solo asentía o me ignoraba. Al final me di por vencida.

Terminé de colocar los utensilios en orden y las servilletas previamente dobladas sobre los blancos y brillantes platos. Miré orgullosa mi trabajo y me dispuse a ir por las copas. En el trayecto me topé con Seung y su uniforme de mesero. Le sonreí y me roburice levemente cuando me devolvió la sonrisa. Agaché mi mirada y seguí mi camino a la cocina, tomé la bandeja de copas y las llevé todas a la mesa, ordenandolas y dejándolas en sus posiciones.

Al minuto de haber echo aquello, Malia me jaló hacia la cocina donde la mayoría de los empleados se encontraban. Me indicó que tendría que llevar el postre junto al vino.

No viendo nada más que hacer, me senté a esperar mi turno. Miraba los empleados entrar y salir de la cocina. Pero en realidad, solo esperaba que Seung entrara para verle de nuevo. Estaba empezando a sentir necesidad de él, de verlo todos los días, saber cómo está. Amaba la manera en la que sus ojos ya rasgados se volvían una recta línea al sonreir. Su sonrisa era lo mas lindo que había visto, sin duda le quería. Inexplicablemente había desarrollado carino por él y su forma de ser.

Y como llevaba deseando tiempo antes, le ví entrar, cambiar la bandeja de aperitivos y volver a sonreírme, mariposas revolotean en mi estomago y mis mejillas se tiñeron de rosa. Salió de nuevo y un suspiro se escapó de mis labios.

— Estás coladita por Seung, pillina— doy un salto en mi lugar y miro a Malia. Tiene esa sonrisilla divertida típica suya. Me encojo ligeramente de hombros y agacho mi rostro avergonzada.—hacen una linda pareja, se complementan muy bien— me anima y yo bufo un poco, solo conseguía avergonzarme más— Ya paro— ríe con fuerza y luego se gira para tomar algo—bueno princesa Lucia, su bandeja la espera—rio y tomo la bandeja que me tiende. En ella hay al menos díez pedazos de pastel. Coloco la bandeja como Seung me mostró y camino a paso rápido. Salgo por las grandes puertas y me dirijo hacia el comedor con la cabeza gacha y el estómago algo revuelto. Estaba nerviosa.

Fuí dejando los platos con el pastel en cada lugar haciendo una reverencia a cada persona. Cuando por fin llegué al final mi corazón comenzo a latir deprisa. Aquél perfume lo reconocía, dejé el plato con algo de torpeza y me alejé lo más que pude con temor a que me volviera a hacer daño.

— Hermanito pareces no perder el tiempo— una voz desconocida y varonil sonó en toda la estancia. Luego de eso risas se hicieron presentes junto a indiscretas burlas hacia mi persona.

— Lucia— Edward–quien estaba en el asiento a mi mano derecha– me llamó con voz serena— ¿Puedes traerme otra copa de vino? —le agradecí mentalmente por su afortunada intervención a lavez que suspiraba aliviada.

—Sí Señor— me incline un poco y el dejó la copa sobre la bandeja. Hice una reverencia y me marché del salón con el cuerpo tembloroso y el miedo carcomiendome los huesos.

Él me estaba mirando, lo sentía y temía por ello. Nada bueno saldría de esto.

^Editado^

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora