XLIV

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Narra Lucia:

Me levanto sola en la gran cama donde he estado durmiendo los últimos días. Busco rastros de su presencia en la habitación pero no hallo ninguno. Mejor. Respiro con tranquilidad pero con un nudo en el pecho.

No podía mirarlo sin contener las ganas de gritarle cuando lo repudiaba. No lo recordaba bien, pero sabía lo que había pasado. Fragmentos del encuentro torturaban mi mente y no había manera de desaparecerlos.

'Le fallaste a Seung, otra vez'

¿Cómo pudo hacer eso? ¿Cómo pude yo, hacer eso?

Me levanto de la cama y me dirijo a paso lento hacia el baño. Me había echo daño, tanto mental como físico.

Me bañe y cambie con rapidez. Necesitaba volver al trabajo. Sin embargo, mi reflejo en el espejo llamó toda mi atención. Y por un segundo me permití analizarme y dejar que todos los sentimientos me abrumaran.

Me veía realmente mal. Mi cuello seguía con esos dos puntos permanentes, eso ya no me extrañaba. Ya me había acostumbrado a ellos, pero lo que captaba toda la atención no eran los puntos, sino las nuevas mordidas reclamaban mi piel. Su aspecto no era agradable.

Recorde todas la veces que me mordió. Sonrió en la mayoría. Como si fuera divertido.

— ¿Debería dañarme yo misma? Parece ser un buen pasatiempo— sonrío con tristeza a mi reflejo. — eres todo lo que Seung odiaria — cierro mis puños sobre el lavamanos y siento mis ojos arder— Seung me odia justo ahora, debe estar despreciandome— susurro dejando las lágrimas caer. ¿Por qué debía ser tan débil...tan inservible?

Estaba cansada de ser tan débil, de llorar tanto, de todo.

¿Qué estaba mal conmigo? ¿Acaso tenía una maldición? ¿Qué hice mal?

— Perdóname amor— mis ojos rojos son los que me reciben cuando levanto la mirada. Rio sin ganas— ¿podría? — niego con una sonrisa— ni siquiera yo puedo hacerlo. ¿Cómo lo hará él? — las lágrimas saladas pasan por mi boca a medida que mi sonrisa lastimera va cayendo.

Cierro mis ojos y muerdo mi labio con fuerza. Cuando los abro, mi corazón da un salto impresionante. Mi vista nublada se enfoca en la imagen que el espejo me brinda.

Es él.

Su sonrisa, su piel sonrojada. Sus ojos mirándome con tanto amor. Ese naranja único.

"Princesa"

Su voz. Era él, era mi Seung.

Me giro con rapidez, aun consternada y con el pulso a mil millas por hora.

Y entonces mi corazón vuelve a romperse otro poco. Pestañeo varias veces solo para darme cuenta que todo fue mi imaginación. Una ilusión demasiado buena pero dolorosa.

Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas y caigo al suelo. Allí me quedo con la mente en blanco. Bloqueando todo. Deshidratandome sin notarlo. Era como si no estuviera allí. Como si nada estuviera pasando. Se sentía tranquilo pero a la vez era un martirio.

— ¿Lucia? — me sobresalto al escuchar la voz en la habitación y limpio mis lágrimas.

— ¡Estoy en el baño! — semi grito mientras me levanto y seco con la toalla mi rostro.

Miro una última vez el espejo. Mi mente solo quizo jugarme una mala pasada.

Vaya que le resultó.

— ¿Vengo luego? — la voz inconfundible de Malia se escucha con más claridad tan pronto abro la puerta y la miro con una sonrisa.

— No, ya estoy lista— me mira en silencio por unos segundos y luego me sonríe.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora