XLVI

40.9K 3.3K 727
                                    

Narra Lucia:

¿Eh? ¿Por qué se siente tan cálido?

Abro con lentitud mis ojos, pero vuelvo a cerrarlos cuando una luz extremadamente brillante impacta mi pupila.

Llevo una mano a ni rostro y cubro parte de mis ojos, intentando de esa manera ver algo. Al final, luego de algunos segundos, mi vista logra acostumbrarse a la luz que me rodea. Parpadeo varias veces confundida mientras miro a mi alrededor. Todo es blanco y sino fuera por que mis pies tocan suelo, diría que no había. No podía diferenciar entre pared, techo o suelo.

Eso me tenía realmente consternada.

¿Dónde estoy?

¿Ya estoy muerta?

¿Esto es lo que hay luego de la muerte?

—Al menos es tranquilo y agradable— murmuro abrazándome a mi misma. — ¿Ahora qué?

— Mi niña—  me giro con lentitud y llevo mis manos a mi boca cuando la imágen de una mujer de mediana edad con cabello rubio y ojos cafés aparece ante mí.

— Mamá — susurro y corro hasta ella. La abrazo con fuerza y sonrío mientras lloro.

— Mi bebé—  me mira con ojos nublados por las lágrimas y me sonríe cálida— estás hermosa, cariño— susurra y me abraza con fuerza. Como sólo una madre podría.

— Te extrañe tanto— susurro ahogando un sollozo.— No sabes cuanto.

— Y yo a ti mi niña, nunca dejé de vigilarte— susurra y algo en mí se remueve. Un mal sabor de boca.

— Ya nadie se acuerda de esta pobre vieja— mi corazón se detiene por un segundo y miro sobre el hombro de mi mama.

— ¡Abuela! — me separo de mamá y brinco a sus brazos.

— Tranquila — dice entre risas mientras retorna mi abrazo.

— Estás aquí — susurro llorando de pura felicidad— estan aquí — me separo y las miro.

Estaban bien.

— Tú también, Lucia— miro a mamá y me confundo un poco al ver su sonrisa triste.

— Sí, con ustedes— les sonrío pero ellas no parecen felices.

— No debiste.

— ¿Qué? — miro a mamá en busca de respuestas.

— No era tu tiempo, cariño — responde con pesar y se acerca a mi, rozando mi mejilla con sus dedos— no es tu tiempo.— mis ojos se llenan de lágrimas dolidas y las palabras se atacan en mi garganta.

— Tu no deberías estar aquí, mi niña. Este no es el momento. Debes volver. — mi abuela se acerca también y habla en un tono suave y cariñoso.

¿Qué?

— No— susurro a punto de colapsar— ¡No! ¿¡No lo entienden!?  ¡No puedo! ¡Ya no lo soporto! ¡Sólo quiero paz!— cierro mis puños y las miro con súplica —¡Quiero quedarme con ustedes! — mi abuela sonríe levemente y acaricia mi mejilla humeda por las lágrimas.

— Siempre estaremos contigo— susurra y mi madre se coloca a su lado.

—  Volveremos a vernos mi pequeña, te lo prometo — las sonrisas en sus rostros me descolocan por completo.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora