XLIX

40.1K 3K 516
                                    

Narra Seung:

Por fin, luego de tantos días que se sintieron milenios, pude tenerla en mis brazos. Y por Dios que me sentía la mierda más grande que jamás haya pisado la tierra.

No pude creer lo que mis ojos vieron y lo que mis oídos oyeron. Su forma de verme, sus palabras. Nuestro hijo. Nuestro bebé no estaba, ya no existía. Fue...tan doloroso, nunca pensé que se sentiría tan mal. Sentí como si me hubieran arrebatado una parte de mí...de nosotros.

¿Cómo pasó esto? ¿Cómo la rompieron tanto?

Nunca me lo perdonaría, nunca superaría el hecho de no haber llegado antes.

Y quema.

Duele verla tan rota, vacía y perdida. Parecía una muñeca de cristal que en cualquier momento se caería a pedazos. 

Tenía miedo, estaba tremendamente asustado. No quería perderla a ella también.

La aprieto más a mí y sollozo. Esto era peor que verla al borde de la muerte. Ella estaba muerta en vida y yo no sabía que hacer. No sabía como actuar.

Pero algo era seguro, la sacaría de aquí costara lo que costara.

— Vamos princesa, tenemos que irnos— susurro y me levanto con ella en brazos.

— Eres tú — murmura mientras me mira como si fuera la última vez que lo hiciera.— realmente eres tú.

Se ve tan indefensa y frágil. Realmente está mal y yo pude evitarlo, tal vez si hubiera echo todo más rápido.

La culpa me carcome con fuerza. Ella estaba así por mi culpa. Mi pecho está oprimido mientras la siento aferrarse fuertemente a mí.

¿Por qué me tardé tanto? ¿Por qué demonios me fue tan difícil el lograr tomar control sobre mi lado licántropo?

— Sí, soy yo mi cielo. Soy yo. — beso su frente y me encamino a la ventana.

— Seung— se abraza a mi con fuerza y llora en mi pecho— estás muerto, tú no puedes... Es imposible. Yo vi, yo-

— Te lo explicaré todo cuando estés en un lugar seguro. — me aseguro que no hay nadie cerca y saltó.

Caigo de pie y sin dudarlo empiezo a correr. No miro hacia atrás y corro a toda velocidad hacía el bosque, esquivando ramas, saltando troncos y rocas.

Miro de vez en cuando a Lucia, estaba pálida y se le notaba que sufría, sus ojos estaban cerrados mientras se sostenía a mí. No estaba bien, para nada. Me detuve un segundo y toque su frente. Estaba ardiendo en fiebre.

— ¿Qué tienes? — susurre preocupado emprendiendo de nuevo la marcha. No podía darme el lujo de atrasarme, eso sólo le daría ventaja a Stephan.

— Frío — susurra con un hilo de voz, volví a mirarla. Estaba perdiendo la conciencia mientras sus ojos bailaban bajo sus párpados.

Trague saliva y traté de irradiar el mayor calor posible. Buscando algún alivio para Lucia, mi princesa.

¿Qué mierdas le hiciste Stephan?

— ¡LUCIA! — el grito se escucho por todo el bosque, las aves salieron de sus escondites y emprendieron vuelo asustadas.

Ya se había dado cuenta, demonios.

— Señor— frunci con fuerza el ceño y miré a la chica entre mis brazos. Aún deliraba pero seguía susurrando el nombre de Stephan.

Me molestaba y preocupaba al mismo tiempo.

— Mi-mi señor m-me llama— la sujete con fuerza cuando empezó a retorcerce.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora