XLI

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Narra Lucia:

Mi pecho subía y bajaba con rapidez a la vez que el dolor en el se extendía al resto de mi cuerpo. Sobretodo en mi cabeza. No tenía ganas de tan siquiera abrir los ojos. No quería.

Quería volver a dormí, volver a soñar con él. Quería volver al lago y abrazarlo con desespero. Decirle lo mucho que lo amaba no solo un 'te amo'. Quería gritarle que lo amaba más que a mi propia vida. Pero eso era imposible. Él estaba muerto.

Y yo sentía qué estaba muerta en vida. Sin él así era.

— Buenos días — escuché a mi lado. Abrí mis ojos y miré la pared sin el mínimo interes.

'Aún sigo aquí.'

— Buenos días — respondí monótona, sin si quiera mirarle, no tenía ganas tampoco. Sabía quién era y justo ahora no quería verlo.

Él era la causa de todos mis males. Y no lo quería cerca ni lejos. Lo quería muerto. Quería matarlo con mis propias manos y huir al fin del mundo.

Lástima que ya no tenía poder ni derecho sobre mi misma. Sólo era una marioneta que él controlaba a su gusto.

— Tuviste un buen sueño, ¿No es así? — su tono gélido no causó nada en mí. Ya no. Mi cuerpo fue girado con rapidez, obligándome a mirarle a los ojos.— no parabas de murmurar su maldito nombre. — sisea cerca de mi rostro.

— Lamento eso Señor, no tengo poder sobre mi subconsciente. — susurro sin ánimos. Me fulmina y toma un mechón de mi cabello, lo acaricia y luego lo suelta con brusquedad. Se sienta en el borde de la cama, dándome la espalda.

— Levántate— ordena con voz seria y un tanto seca. Hago lo que manda y con pasos lentos y vacios me paro frente a él. — quiero que sueñes conmigo — toma mi cintura y me sienta en sus piernas. Da un beso en mis labios y de allí va bajando hasta mi cuello — eres lo mejor que me ha pasado en los últimos años. — miro la pared sin tomar en cuenta sus palabras y acciones.

Me sentía tan vacía. Sin propósito.

— Me encargaré de ser el único que ocupe tu mente — murmura para luego clavar sus colmillos en mi piel. Cierro mis ojos y suelto un jadeo lastimero involuntario.

Duele, arde realmente pero no me molesta del todo. Tampoco puedo protestar, para esto existo. Y me lo merezco.

Los humanos son solo alimento, un desayuno, un almuerzo, una cena o una merienda. No somos nada.

Mi cuerpo pierde fuerza y sin quererlo me recuesto de él. Es ahí cuando el Señor se detiene y besa la mordida. Hago una pequeña mueca y abro un poco mis ojos cuando siento mi cuerpo moverse. Es cuando lo veo sobre mí. El impulso natural por separarlo pasa por mi mente con fuerza, pero aunque quiera, no tengo la capacidad –justo ahora– para hacerlo.

'Tampoco el derecho'

Yo acepté esto, yo fui quien me entregue a él en bandeja de plata. Debo cumplir con mi palabra.

Cierro mis ojos otra vez y trato de perderme entre mis pensamientos. Trato desesperadamente de salir de mi presente y esconderme en la parte más recóndita de mi cabeza. Si esto está destinado a pasar, no quiero notarlo, no quiero sentirlo.

— Mírame — lo hago y pongo todo mi esfuerzo en esconder mis emociones. Esas que sólo me hacen daño y que debería ignorar, pero en momentos como estos, me es imposible. — quiero que te des cuenta de quién es el que te está tocando. Soy yo, no él. ¿Está claro? — su voz suena baja pero gruesa y peligrosa a la vez. Seductiva de igual manera. Asiento y le miro, sitiendo toda la repulsión posible mas no demostrandola.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora