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Narra Stephan:

- Larguense- ordeno a los dos vampiros de clase baja sin despegar mi mirada de la rubia a mis pies.

Al instante que dejo de sentir sus presencias, me agacho y tomo el cuerpo inconsciente de la esclava con cierta rudeza. Estaba dolido, pero molesto sobretodo. Con prisa doy algunos pasos hacía la puerta pero me detengo, porque me es imposible irme sin mirarle una vez más. Giro mi rostro y veo a mi hermano menor. Lo observo en silencio. Estaba pálido y su piel empezaba a transparentarse, parecía mirarme, juzgarme. Pero sé que no lo hace, no puede porque está muerto. Lo había echo, lo había quitado de mi camino. Si tan solo me hubiera echi caso, quizas esto nunca hubiera pasado. Pero él se lo había buscado.

Nadie se metía con mis cosas y salía ileso.

"-Te quiero Nano, eres el mejor - dijo el pequeño niño riendo tiernamente mientras abrazaba la pierna de su hermano mayor."

Niego y le doy la espalda. Él ya no era mi hermano. Ya no era parte de la familia, había dejado de serlo cuando escapó con Lucía. Cuando me dio la me acuchilló por espalda por una humana.

Había caído tan bajo. ¿Enamorado? ¿Que mierdas era eso? El amor no existía en nuestro mundo. Era una completa mentira que destruía todo a su paso. El amor era el sinónimo de sufrimiento y no habia nada que cambiara mi opinión al respecto.

Salgo de la casa sin mirar atrás de nuevo. Doy un suspiro cansado y empiezo mi camino hacia la autopista más cercana, a treinta minutos del lugar. Había dejado el coche allá pues sabía bien que si me acercaba demasiado Seung lo notaría. Sus sentidos eran muy parecidos a los de un vampiro pura sangre, bastante sorprendente para un híbrido incompleto.

Abro la puerta de copiloto y dejo a la mujer en el asiento, abrocho su cinturón y cierro la puerta. Luego me subo al auto y emprendo marcha. Ya la tenía, por fin. Luego de tanto. Había vuelto a mí, donde siempre debió estar y siempre estará. Me encargaré de ello. Nadie me la arrebatara de nuevo, nadie. Aún si eso incluye mi familia.

La miro de reojo y tenso mi mandíbula. Su cabeza estaba apoyada en el cristal y su rostro estaba levemente rojo y humedo. Sus ojos cerrados estaban inchados y sus labios rosados ahora habían adquirido un tono rojizo. Todo eso era producto del llanto. Parecía ser la víctima, pero el único que sufrió por un año fui yo. Y ella lo pagaría. Pagaría caro el haberme dejado y por todo lo que su escape conllevo. La castigaría tan pronto ponga un pie en la casa. Me iba a vengar por todo lo que hizo y por lo que aún hace. Porqué aun desbastada como se encuentra, transmite esa paz que tanto detesto y que tanto me tranquiliza.

La odiaba, la odiaba como la odio a ella. La odiaba por hacer sentir tan idiota y vulnerable, la odiaba tanto por herirme; por abrir la herida que aún trataba de sanar.

- Maldita- siseo mientras miro el camino.

"¡Eres un maldito mounstro, te odio!"

- Eres igual que ella- acelero aun más. - Naara- susurro con rabia.

"Eres un monstruo, te odio Stephan, siempre lo he echo."

- Y yo tan imbécil que caí ante ti- cierro mis ojos por unos segundos y rio amargamente. Ella no merecía ocupar mis pensamientos. Ella nunca mereció nada de lo que le di. - no pienso caer ante ti también Lucia, no lo haré - la miro con rencor y vuelvo mi vista al camino- te mataré primero si es necesario.

Morirás como lo hizo ella.

Mansión Salvatore;
19 años atrás

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora