XXXIV

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Narra Lucia:

El aire fresco acariciaba mi rostro con suavidad y la vista era hermosa. No había cambiado nada. Las flores seguían igual de hermosas y coloridas. Como si Seung aún las cuidara. Me pregunto, ¿Quién se había encargado de ellas en su ausencia?

Camino con lentitud entre el jardín y rozó con mis dedos lo pétalos coloridos y delicados de las flores. Edward iba a mi lado en silencio, sólo haciendome compañía. Se lo agradecía infinitamente. Realmente no quería hablar, aún cuando tenía miles de cosas que sacar de mi cabeza.

Me detuve frente a la rosas blancas y no pude evitar recordarlo una vez más. En este mismo lugar fue donde me dio aquella hermosa rosa. Recordaba con claridad los colores de la misma y todo lo que me hizo sentir, fue algo muy especial. Atesoraria ese momento por el resto de mi vida. Atesoraria todos los momentos junto a él por siempre.

Muerdo mi labio inferior y miro a el cielo despejado. Ni siquiera tiene una tumba a la cuál llevarle flores y visitarlo. Él no merecía esto.

Era tan frustante.

Suspiro con pesadez y miro de reojo a Edward. Esta serio y mira un punto lejano. El no había cambiado tampoco. Al menos físicamente. No había hablado con él a fondo como para notar algún cambio.

Tampoco Joel, el parecía ser el mismo también. Aunque verlo llorar me había partido un poco más el alma. Era casi lo mismo que ver a un hermoso niño llorar desolado.

¿Todo sería así de oscuro y triste ahora?

Supongo que para mí sí.

Miro a mi derecha, rosas negras llaman completamente mi atención. Sin notarlo, empiezo a caminar hacía ellas. Las había visto antes, pero no recordaba con claridad el lugar exacto.

Sigo dando pasos hasta estar a una corta distancia. Entonces todo se aclara. La fuente del ángel con alas negras me refresca la mente. Mi cuerpo se relaja y de alguna manera mis pensamientos torturosos se marchan. Sólo quedo yo y ese hermoso lugar.

Era tan tranquilo. Tan hermoso que no parecía real.

Olvido que voy acompañada y me acerco a la rosa más cercana. Debía tocarla, quería tocarla.

Es como si ella suplicara porque lo hiciera.

— Lucia — ignoro el llamado del castaño y tomo la rosa entre mis manos.

Me quedo hipnotizada en ella. ¿Era posible tanta perfección? Ladeo un poco mi cabeza sin dejar de mirarla. Era distinta a las demás. Esta rosa no se veía débil pero seguía viendose delicada y hermosa.

Cuanto quisiera ser como ella en estos momentos.

Pero, de un segundo a otro la flor pierde todo signo de vida en mis manos. Sus pétalos se arrugan y caen al suelo con lentitud. La belleza que segundos atrás tenía desvaneciendose en el aire.

Naara..

¿Qué?

Retrocedo con temor cuando noto la oscuridad que reina el cielo. ¿No era mediodía hace unos segundos? Me abrazo a mi misma y trago saliva. Todo está tan horrorosamente silencioso. Hasta el viento parece haber desaparecido.

¿Que ha pasado?

Mi cuerpo se pone en alerta cuando una brisa fría acaricia mi mejilla. Giro mi rostro y no puedo evitar soltar un pequeño jadeo. Mi boca se abre levemente al ver a unos metros a una mujer de cabellos negros y ojos verdes. Iba en un vestido blanco hasta las rodillas y sobre suspies no había nada, estaba descalza pero no parecía afectarle.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora