XXXI

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Mansión Salvatore 17 años atrás

Y allí estaba ella de nuevo. Riendo junto a su hermana mientras limpiaba las librerias. La vida para ambas había mejorado mucho desde que aceptaron quedarse. Nunca hubieran imaginado lo divertido y tranquilo que podía llegar a ser trabajar para los Salvatore. No se arrepentian de haber aceptado la propuesta, para nada. Mucho menos la mayor.

— Te está mirando de nuevo— susurro Paula al oido de su hermana mayor con emoción.

— Ya, te puede escuchar — murmuro sonrojada la pelinegra mientras colocaba bien el libro.

— Le gustas— insistió la menor.

— Te he dicho que pares Paula— habló con vergüenza y le dio la espalda a su hermana.

— Pero-

— Naara, ¿Puedes venir un momento? —la voz del hombre erizo los vellos de la muchacha. Era mucho el efecto que tenía sobre ella.

— C-claro Señor— miró por última vez a su hermana y luego emprendió camino hacía el vampiro.

— Suerte— escuchó decir a la castaña, trato de no dar un grito frustrado. Podía llegar a molestarla enserio.

Al llegar junto a hombre de buen aspecto se detuvo con nerviosismo. El Salvatore la miro enternecido, era ciertamente adorable cuando se sonrojaba y evitaba mirarlo. Le sonrió a la castaña que los miraba sin disimulo y posó una mano en la espalda baja de la chica, instandola a caminar. La dirigió hasta su despacho y saludo a todos sus empleados de camino.

Era un buen hombre y amigable. Eso era lo que todos los sirvientes pensaban de él y era cierto. A Naara esas eran dos de la cualidades que más le gustaban de él.

Entraron a la habitación y el chico cerró la puerta con seguro. No quería interrupciones. Se giró hacía la chica y la vio suspirar nerviosa.

— Te extrañe. — susurro mientras abrazaba a la chica por la espalda. Está sonrio y besó su mejilla.

— Yo también cariño. — se giro y besó los labios de su enamorado. Él acepto gustoso y acarició la mejilla rosada de la contraría. Era un beso suave y sumamente tierno.

— Quiero que todos sepan que eres mía y que yo soy tuyo, amor. — acarició con delicadeza el rostro perfilado de su pareja. Estaba desesperado, no podía seguir fingiendo. Odiaba tratarla como una empleada más fuera de ese despacho. Ella no lo era, era su mujer y quería dejarlo claro.

— No creo que-

— Por favor, no puedo seguir así. — la muchacha miró los ojos del hombre de su vida. Sonrió y asintió. Haría todo por él.

4 años despues

Dos chicos caminaban junto a su hermanos mayor por los pasillos decorados de casa. Era un día especial, sus trajes elegantes lo decían.

— Ya, Nano, estás muy nervioso, pareces tú la novia— rio el asiático de 11 años mientras palmeaba la espalda de Stephan. Este lo miró mal y soltó una risilla nerviosa.

— Estaba a punto de decir lo mismo— concordo Joel mientras codeaba a su hermano mayor — Stephania Salvatore se llamara de hoy en adelante— todos rieron juntos, pero mucho más los dos menores.

— Me burlare yo de ustedes cuando sea su turno, enanos— despeino los cabellos de los dos chicos. Uno era mas alto que el otro, pero no más que él.

Esclava de su palabra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora