Capítulo 8

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“Eres esa tentación que nunca pude evitar, ese torbellino que me hipnotiza, me atrae y me enloquece.”


¿Cuánto puede durar un beso? Para los amantes prohibidos un segundo equivale a una eternidad. Bastaría tan sólo un corto tiempo para saciar el deseo de algo que se ha esperado por siglos.

Sin embargo, en esta ocasión el contacto entre los dos pecadores duró más de lo normal. No querían despegar sus bocas... en realidad no podían. Saborear los labios del otro estaba resultando exquisito, maravilloso. Sus lenguas danzaban a un ritmo lento y sensual proporcionándoles oleadas de placer por todo el cuerpo.

Las manos de Cesar se encontraban paseándose en la espalda de Victoria, la estrujaban con fuerza apretándola contra su cuerpo. Él le devoraba la boca y la abrazaba como si deseara hacerla parte de sí mismo. Victoria con los ojos cerrados disfrutaba de las sensaciones que estaba sintiendo, todo su cuerpo se sacudía de placer y deseo. Los labios masculinos sabían tan bien que ella hubiera podido quedarse allí besándolo por siempre, pero cuando Cesar bajó sus manos a su cintura para acariciarla con delicadeza, ella fue consiente de lo que estaban haciendo y separó su boca de la de él.

No rompieron el abrazo, Cesar la terminó de rodear por la cintura pegándola aun más a su cuerpo. Ya no se besaban, pero estaban muy cerca uno del otro, frente con frente, todavía con ojos cerrados, los labios hinchados por el largo beso y respirando el mismo aire.

—Me besaste… —dijo él en un susurro rozando sus labios con los de ella.

—No debí hacerlo. —Victoria era consiente de que ella había dado el primer paso pero apenas ahora se daba cuenta de la magnitud de lo que había hecho.

—Si tu no hubieras tomada la iniciativa, yo estoy seguro que yo lo hubiese hecho en cualquier momento. —abrió los ojos y la miró, ella hizo lo mismo, sus ojos gritaban tantas cosas que él sintió desfallecer. —Me moría por probar tus labios nuevamente sin cámaras, ni testigos Victoria.

—Yo también… pero esto está mal, no debemos —se separó de su cuerpo y caminó unos pasos alejándose de él.

Cesar la miró desde el otro extremo del camerino.

—No te entiendo Victoria. Vienes aquí, me confiesas que tú tampoco puedes dejar de pensar en mí, me besas y ahora me dices que está mal lo que hacemos…

—Porque lo está Cesar. —ella se pasó las manos por la cabeza frustrada y caminó de un lado a otro. —No debí decirte nada… no debí besarte.

—Me desconciertas. —su semblante era serio y cargado de tensión.

—Perdóname Cesar, lo que menos quiero es que tengamos problemas. No deseo que nos suceda lo mismo de años atrás.

Cesar se paseó por el corto tramo del lugar, se veia frustrado.

—Es muy tarde para decir eso Victoria. Si no deseabas que sucediera lo mismo, no debiste venir aquí y besarme o decirme nada.

—Fuiste tú el que me pidió ser una mujer adulta y aceptar lo que sentía. Pues ya te lo dije, no puedo dejar de pensar en ti, pero no quiero hacerlo.

Ella quiso acercarse a la puerta, era obvio que quería irse, salir huyendo como lo hacía siempre, pero él no se lo iba a permitir.

—No vas a huir como siempre Victoria. Escúchame… por favor. —la tomó por los brazos.

—Yo no tengo intención de tener una aventura ni de ser tu amante.

—No te estoy pidiendo eso.

—¿Y entonces?

—No lo sé… —la abrazó contra su cuerpo, ella enterró su cabeza en el pecho masculino y lo envolvió con sus brazos. —¿Tú crees que esto es fácil para mí? ¿Qué no me siento mal de estar pensando cada minuto del día en ti cuando tengo una esposa? ¿Qué no me aterra el hecho de que cada vez que te veo el corazón se me quiere salir del pecho?

—No sigas... —se le formaba un nudo en la garganta.

—Mírame. —la tomó de la barbilla e hizo que ella lo mirara a los ojos, éstos hablaron como tan bien sabían hacerlo. —¿Tú sientes lo mismo verdad?

—Sí, ya te dije que te pienso todo el tiempo, no puedo sacarte de mi cabeza. Y me siento muy mal porque tengo un esposo y una familia a los cuales les debo respeto.

—Pero no podemos luchar contra esto. Victoria me gustas tanto… —con el pulgar acarició el labio inferior femenino causándole a ella escalofríos por todo el cuerpo. —Esto no es de ahora, tú lo sabes, me gustaste desde que te conocí hace años, los dos nos sentíamos atraídos por el otro desde entonces. Yo no olvido los besos que nos dimos, esos momentos que aunque escasos fueron hermosos. 

—Yo tampoco… y hace una semana cuando nos pusieron a grabar la escena de beso yo sentí revivir todos aquellos momentos. —sus labios se rozaban, cerraron los ojos para sentir con mayor intensidad lo que sucedía.

—A mi me pasó igual, y ese día no fue Esteban quien besó a María, ese día fui yo quien te besó a ti Victoria.

—Yo tampoco era María.

Cesar tomó su labio inferior aprisionándolo con su boca y lo succionó un poco.

—Dios… ¿Por qué tienes que saber tan bien mujer?

—Tú también sabes muy bien. —ella repetía el acto de él succionando su labio. —Besarte es como sentir el contacto directo con el infierno... tengo miedo de quemarme.

—No pienses en nada Victoria, al menos no por ahora. Déjame saborearte un rato más.

Esa vez fue él quien tomó entera posesión de su boca y la beso con tanta pasión que Victoria se estremeció de pies a cabeza. Cesar la levantó un poco del suelo por la fuerza de su abrazo, ella se sintió en las nubes. Su cuerpo reaccionaba a ese beso tan fogoso, estaba temblando, y no era precisamente de frio. Cuando el beso estaba en su mejor momento, y sus lenguas simulaban hacer el amor, un estridente sonido en la puerta los obligó a separarse. Se alejaron un poco, no respiraban con normalidad y el corazón les latía más fuerte de lo usual, sus labios estaban rojos por la pasión compartida.

El golpeteó en la puerta no cesaba, Cesar cuestionó quien era, la voz de un asistente se escuchó, los esperaban para grabar una escena.

—Debo ir a que me retoquen el maquillaje y el peinado. —ella habló casi susurrando, lo miró y le dijo mucho más con los ojos que lo que le había dicho con la boca.


—Victoria… —la detuvo antes de que abriera la puerta. —Eres una tentación que no voy a poder resistir. Eres mucho más que una mujer hermosa, o una divertida compañera de trabajo... me encantas. —le acarició la mejilla.

—De verdad debo irme, tenemos que grabar. —su corazón estaba desbocado cual caballo de carrera.

—Allá te alcanzo. —antes de que ella saliera él le dio un pequeño beso, fue apenas un pico, pero sirvió para que todo el cuerpo de Victoria vibrara.

Ella salió de allí antes de que no pudiese controlarse más y se le lanzara encima para comérselo a besos. Esos condenados labios eran adictivos.

Cesar se recargó en la puerta luego de que ella salió, todavía sintiendo el sabor tan exquisito de Victoria en su boca.

—Que mujer Dios mío. ¿Qué voy a hacer con todo lo que me grita mi corazón y este deseo que estoy sintiendo? ¿Cómo podré sacármela de los pensamientos si todo de ella me enloquece?

SECRETO A VOCESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora