SAV: Desahogo

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Era tarde en la noche, una copa de vino era su única compañía; no solía tomar cuando estaba sola, pero esta vez decidió que prefería la soledad y el silencio de su pent-house, que una cena con sus amigas. Se sentía como el cielo nublado que miraba por la ventana. Así como las nubes amenazaban con dejar caer una intensa lluvia, sus ojos también parecían querer derramar unas cuantas lágrimas de frustración y dolor. Y sin embargo, sabía que eso no serviría de nada… si algo había aprendido en todos sus años de carrera, con todos sus personajes, era que llorar no solucionaba nada. Un suspiro se escapó de su garganta, necesitaba desahogarse, pero no había nadie que la escuchara, el departamento estaba tan vacío como su interior. Era irónico, en los pasados días se había sentido tan feliz, tan libre, y ahora todo había vuelto a ponerse gris. Mientras miraba la noche nublada se cuestionaba toda su vida, no era la primera vez que lo hacía, de vez en cuando volvía a replantearse toda su existencia y se preguntaba si valía la pena seguir luchando por algo que no parecía ser lo que el destino quería para ella… o para él. Pensó en llamarlo luego de escuchar la entrevista e insultarlo hasta cansarse y reclamarle lo que dijo, pero al final desistió de hacerlo. No valdría la pena, sería caer nuevamente en una discusión que nunca terminaba bien. Si tan solo hubiera alguien que la escuchara en medio de esa soledad. Aunque muy en el fondo no quería hablar con nadie, porque hablar siempre significaba admitir que estaba rota. Su orgullo no se lo iba a permitir, ¿y quién era ella para pelear con su propia soberbia?

Dejó la copa de vino sobre la mesita cerca del enorme ventanal de la sala y fue a buscar una libreta de notas y un bolígrafo que había dejado sobre la mesa del comedor. Escribir lo que sentía quizás la ayudaría. Cuando abrió la libreta y encontró una página en blanco se echó a reír porque recordó que hace poco había bromeado con escribir un libro llamado de la A a la Z.  Escribir no era precisamente lo suyo, la escritora de la familia era su hermana, ella se sentía ridícula haciéndolo, pero necesitaba desahogar su alma, era eso o gritar, y lo segundo no era una opción, no esa noche. Tomó la pluma y escribió, escribió lo que su alma tan celosamente guardaba y todo lo que su corazón secretamente callaba.


Quisiera decir que tus palabras no me hieren, que sé que las dices por conservar una pose ante el mundo. Quisiera decirte que no siento dolor cuando te escucho hablar de ella, de lo mucho que la amas. A veces dudo de todo, de ti, de mí, de nuestro amor, de esta vida teniéndote sin tenerte. No sé si creer que todo lo que dijiste es porque no tuviste más opción o si en realidad había un poco de verdad en tu mentira o algo de mentira en una verdad, que aunque me duela admitirlo, sé que es posible que sea cierta. Tantas veces hemos tenido pláticas respecto al tema, siempre me juras que todo lo que dices de ella en las entrevistas es porque tienes que hacerlo para no delatar lo que verdaderamente sientes, pero no sé si creerte, no sé si a la cara te has atrevido a mentirme. A veces he querido mandarte al demonio, por ejemplo ahora si te tuviera de frente lo haría sin pensarlo dos veces, pero luego de hacerlo te besaría, me lanzaría en tus brazos para que me abrazaras y me hicieras sentir en casa. Ese efecto causas tú en mí, eres un maldito vicio, peor que el cigarro que no logro dejar, no puedo dejarte a ti tampoco, no me siento capaz de romper con este amor tan tóxico a veces, y tan maravilloso otros días. En ocasiones te odio, como esta noche… te odio por hablar de ella, por presumir cuanto la amas, por decir maravillas del momento en que la conociste. ¿Y de mí… te acuerdas cuando me conociste a mí? ¿Recuerdas que nuestros ojos se buscaron sin planearlo y desde ese momento el mundo nos cambió? ¿Cómo te atreves a decir que no te hubieras casado conmigo si no estuvieras con ella…? Si tantas veces me dijiste que deseabas echar el tiempo hacia atrás para ser libre y poder hacer una vida a mi lado. ¿Con qué descaro mentiste en esa entrevista? O peor aún, ¿con qué descaro me has mentido a mí jurándome un amor que a veces dudo que exista? Odio a las niñas que te hicieron esa pregunta, las culpo a ellas por tu respuesta, te culpo a ti por atreverte a responder, y me culpo a mí por seguir escuchándote cuando sabía perfectamente lo que ibas a decir. Así soy, masoquista, así somos, tercos, siempre nadando en contra de la corriente. Y sé que no tengo derecho a reclamarte, lo sé porque tú también has estado en mi posición, también me has escuchado jurar amor por un hombre que no eres tú. Esas son las consecuencias de pertenecernos y no tenernos. Siempre compartiendo un corazón que debería ser sólo nuestro. Tú deberías ser sólo mío, y yo debería ser sólo tuya. Pero estoy consciente de que nos conocimos tarde, o tal vez ni siquiera es eso, quizás es que somos almas que no estaban destinadas a estar juntas, ni en esta vida ni en ninguna otra. Puede ser que yo no sea el amor de tu vida ni tú seas el amor de la mía, seguramente nuestras almas se pertenecen, pero no están hechas para terminar juntas. Quisiera llamarte y decirte que se acabó todo, que este intento de relación terminó y que no quiero volver a saber de ti, pero mentiría. Porque sé que para bien o para mal jamás podré dejarte. Volveremos a estar juntos, quizás para insultarnos, tal vez para hacer el amor como nos gusta y luego decirnos adiós hasta la próxima ocasión. Siempre hemos sido así, siempre hemos hecho que este desastre de amor funcione. A nuestra manera, con nuestras reglas, sin que nadie nos entienda. Porque te confieso que yo tampoco entiendo a veces, no sé cómo hemos durado tanto en este caos. Hay días que me pregunto si es la costumbre lo que aún nos une, pero luego pienso que no es fácil acostumbrarse a siempre estar mintiendo y aparentando ante el mundo, o quizás sí. Quizás tanta mentira nos hizo olvidarnos de la verdad, puede que ni nosotros mismos sepamos distinguir ya entre la realidad y la fantasía de un día compartir una misma vida. No sé qué más decirte, porque ni yo misma comprendo lo que pasa, tengo sentimientos encontrados, siento que quiero matarte, y al mismo tiempo quisiera con mis labios borrar los besos que estoy segura compartes con ella. Te amo y te odio, y nunca pensé que esos dos sentimientos pudieran cruzarse hasta que tú llegaste a mi vida. No te niego que a veces quisiera regresar en el tiempo para no haberme parado en Televisa el día que te conocí, desearía haber roto el contrato de esa novela que nos hizo encontrarnos, pero después me arrepiento de pensar así. Me has dado tanto sin proponértelo, ni siquiera las lágrimas que he derramado por tu culpa logran opacar las sonrisas que me has sacado. Eres mi amigo, mi amante, mi todo… mi nada. Soy tu compañera, tu mujer, tu mundo… y tu última opción. Somos una mentira ante el mundo, una pose falsa que nadie comprende… una realidad, obligada a ser ficción.


Victoria cerró la libreta y permitió que una lágrima bajara por su mejilla, pero sólo una, dos ya serían demasiado. Se había jurado un día que no volvería a llorar por ningún hombre, pero César era la excepción. Por él estaba permitido dejar escapar un poco de ese dolor, un dolor que ella misma se había buscado al aceptar vivir un amor imposible y tortuoso como el que tenía con él. Un amor que a veces la hacía reír hasta que le dolía la panza, y otras veces le rompía un poco el alma.


FIN.



Gracias por leer, chicas, esto fue súper cortito, no era un capítulo ni nada, más bien un pequeño desahogo porque estamos todas falta de tekila y duele un poco. Si les gustó comenten. Besos. Saludos, y hasta la próxima. ♡

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