Capítulo 11

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El estridente sonido en la puerta continuaba, alguien tocaba con empeño, la voz femenina volvió a escucharse, Cesar suspiró y miró a Victoria mientras la ayudaba a acomodarse la ropa.

—Es Jacqueline… —susurró él dándole la mano para que bajara del tocador.

—No puedes abrir Cesar. —hablaban por lo bajo.

—Esperemos a que se vaya, si no le abro talvez piense que no estoy.

Victoria respiró hondo para intentar calmar su respiración agitada, se pasó las manos por el cabello en claro gesto de ansiedad, terminó de acomodarse la ropa, se miró al espejo y se vio las mejillas encendidas. Por Dios, se habían arriesgado tanto, era una locura.

El golpeteó de la puerta cesó luego de unos segundos, Cesar se pasó las manos por la cara y resopló.

—Parece que ya se fue.

Ambos se miraron respirando de manera acelerada, pero era más a causa de los nervios que nada. La excitación que habían tenido minutos antes, desapareció como por arte de magia, les habían lanzado una cubeta de agua helada.

—No podemos arriesgarnos así Cesar. —ella se paseó por el camerino.

—Sí, tienes razón, debemos tener más cuidado.

—¿Ahora cómo le hago para salir de aquí? Nadie puede verme, se supone que cuando Jacky tocó aquí no había nadie. ¿Te imaginas si me ven salir de aquí? No por Dios…

—Tranquila mi amor, ven. —la estrechó contra su cuerpo y le besó la cabeza con ternura. —Yo saldré primero con cuidado y te avisaré cuando puedas hacerlo tú. No te preocupes.

—Ay Cesar, esto es tan complicado. Yo quiero estar contigo, pero no podemos estar haciendo estas cosas todo el tiempo en el camerino, es demasiado riesgoso.

—Yo sé, pero mira… —le tomó el rostro entre las manos para que lo mirara. —Vamos a encontrar una forma de vernos más a menudo fuera de aquí para estar juntos. Te deseo tanto mi cielo, soy incapaz de estar lejos de ti, necesito besarte, acariciarte… estar en ti. Te amo Victoria.

Ella sonrió y lo besó con lentitud en los labios, su corazón latía muy fuerte, todavía escuchar ese «te amo» le aceleraba todos los sentidos.

—Yo también te amor Cesar… mi amor.

Él experimentó lo mismo que ella al escucharla. Era maravilloso oír a la persona amada decir esas dos palabras tan pequeñas, pero tan grandes en significado.


Cesar salió del camerino luego de unos minutos, con sumo cuidado de que nadie lo viera, mucho menos Jacqueline quien debió creer que él no se encontraba allí al no abrirle. Cuando estuvo afuera le envió un mensaje a Victoria al celular para decirle que podía salir, pero en ese momento uno de los técnicos se acercó a él para comentarle algo y se distrajo alejándose del área.

Fue por eso que no vio lo que sucedió segundos después…

Victoria salió más relajada del camerino luego de recibir el mensaje de Cesar, aparentemente ya era prudente hacerlo, sin embargo, no contaba con que alguien a lo lejos la vio salir de allí. Tan solo minutos antes esa persona había tocado insistentemente la puerta y no recibió respuesta alguna. ¿Por qué nadie le había abierto si claramente el camerino no estaba vacío? ¿Y qué hacía Victoria en el camerino de Cesar?

Esas y otras preguntas se hizo Jacqueline Andere con el ceño fruncido esa tarde. Algo raro estaba sucediendo, y aunque podía llegar a imaginarse lo que era, prefirió callar y seguir observando esa situación que inevitablemente le causaba curiosidad.
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—Bueno ahora sí dejen el relajo, vamos a grabar, que ya la noche cayó y no creo que quieran salir tan tarde de aquí. —comentó Salvador cuando tuvo reunido a los actores que necesitaba para grabar la escena.

Las risas y las pláticas de los presentes cesaron y se dispusieron a tomar sus lugares para realizar la escena donde una “María” hermosamente vestida de negro llegaba a la mansión San Román acompañada de “Gerardo”, y causaba la sorpresa y el disgusto de muchos. La secuencia era compleja, e involucraba a gran parte del elenco por lo que el director pidió seriedad y concentración.

Entre cortes, risas y buen ambiente las tomas iban quedando a la perfección. Cesar no dejaba de mirar a Victoria, no podía parar de hacerlo. Se veía tan hermosa con el vestido y el peinado que traía. Aunque a decir verdad, para él Victoria siempre lucía como la mujer más bella del mundo. Mientras Cesar parecía no poder quitarle los ojos de encima, Jacqueline lo miraba a él, también a Victoria, quien de vez en cuando, aunque más disimulada lo observaba y le sonreía. Jacky fruncía el entrecejo cada tanto. ¿De verdad nadie más veía eso? No podía ser ella la única que se fijaba en lo que esos dos se traían. Talvez sí, ya que posiblemente ella era la única que estaba tan intrigada.

En medio de uno de los cortes Victoria platicaba con Marcelo Buquet, parecía animada en la conversación porque se reía bastante y no paraba de parlotear en respuesta a lo que él le decía. Cesar por su parte intentaba prestar atención a la conversación que mantenía con Mauricio Aspe y Eduardo Capetillo, pero no podía ignorar el hecho de que Victoria se veia demasiado animada con Marcelo, y aunque quiso, no pudo evitar sentir un poco de celos.


—Cesar, ¿en que planeta andas? —preguntó Eduardo al darse cuenta de que Cesar no prestaba mucha atención a la charla.

—Perdonen muchachos, ando distraído.

—Sí, distraído viendo a mi mamita María a lo lejos, tranquilo que Gerardo no te la va a bajar. —comentaba en tono de broma Mauricio refiriéndose a los personajes sin imaginarse lo que pasaba en realidad por la cabeza de Cesar.

—Uno nunca sabe hijo. —bromeó siguiéndole la corriente.

—Bueno es que María es tan bella que todos quieren con ella. —decía Eduardo.

—Ey Leonel, cuidadito… —los tres estallaban en risas.

La plática siguió por unos minutos hasta que eventualmente tuvieron que seguir grabando, Cesar miraba con cara seria a Victoria y a Marcelo, y como en la novela la escena corría mas o menos así, nadie notó los terribles celos que lo carcomían.

Luego de un rato y al terminar la secuencia, los actores se despidieron ya que la mayoría partiría a sus casas, era tarde.

Victoria se dirigió a su camerino después de buscar a Cesar con la mirada y darse cuenta que ya no estaba. ¿Por qué se había ido tan rápido? Siempre la esperaba para todo.


«¿Dónde estás? No me digas que ya te fuiste.»

Le envió ella en un mensaje de texto, al cual Cesar respondió en poco tiempo.

«No, vine a cambiarme, estoy en mi camerino, pero ya casi me voy.»

«¿Y no pensabas despedirte? ¿Te pasa algo?»

No hubo respuesta.

Victoria se quitó de la piel de María y cuando estuvo lista para irse, decidió pasar por el camerino de Cesar antes de bajar.

Tocó un par de veces hasta que él le abrió.

—Vaya, ya se fue María… —comentó Cesar al verla enfundada en unos jeans y una camisa de mangas largas perfectas para el frio que siempre tenía, su cabello suelto y medio alborotado, y por supuesto mucho menos maquillaje que su personaje. Le pareció aun así la mujer mas bella del universo.

—¿La prefieres a ella? —ingresó al camerino mirándolo de pies a cabeza. —Porque por aquí veo que también se fue Esteban y la verdad yo prefiero a Cesar, el otro es como muy serio y medio gruñón a veces.

—Yo también prefiero a Victoria.

—¿Qué te pasa Cesar? —preguntó al verlo con semblante serio, le hablaba pero su cabeza parecía estar en otra parte. —No me esperaste hace rato, no me terminaste de contestar los mensajes y ahora traes una cara. ¿Qué sucede?

—Nada Victoria, estoy normal, perdón por no contestarte, me estaba cambiando, y bueno, si no te esperé hace rato es porque te vi entretenida con otros compañeros. No quise molestarte. —su voz sonó dura. Victoria frunció el entrecejo, no entendía nada.

—No entiendo, ¿y eso que tiene que ver? Tu siempre te me acercas sin importar con quien esté.

—Pero te vi entretenida, no quise molestar, ya te lo dije… andabas risa y risa con Marcelo, no pensaba perturbarte. —el destello de celos que hubo en su tono de voz tan áspero hizo que Victoria lo comprendiera todo.

—¿Estás celoso? —una media sonrisa se formó en sus labios.

—¿Celoso yo? Para nada, tú puedes hablar con quien desees… —sonaba molesto, respiraba agitado.

—Me halagan sus celos señor Évora. —se acercaba para abrazarlo y besarlo en la barbilla.

—Le estabas coqueteando.

—Eso no es cierto, estuve platicando con todos, no solamente con él, y yo siempre me rio y hago bromas y eso no quiere decir que estoy coqueteando.

—No me gusta que te rías con otros compañeros hombres, sólo conmigo.

—Tú eres un compañero especial. —lo besaba delicadamente en la abertura de los primeros botones de su camisa. —Me encantas, me fascina estar contigo, me divierto a tu lado, y lo más importante, te amo. —se miraban profundamente a los ojos. —Bésame Cesar…

No hicieron falta muchas más palabras porque la petición de Victoria encerraba tras sí mucho más que un beso, sería el primer beso de esa noche, una que desde hacía mucho se merecían. Un tiempo a solas para amarse sin interrupciones que estaban deseando desde aquella primera noche que pasaron juntos.
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No mucho rato después entraban los dos al departamento de Cesar, ese donde habían se habían entregado por primera vez.

—¿De verdad no puedes quedarte toda la noche?

—No debería… —soltó su bolso y su teléfono cuando entró, y se acercó a él.

—Yo tampoco, pero por ti estoy dispuesto a inventar una excusa y quedarme toda la noche aquí, amándote.

—¿Qué le dirías a… tu esposa?

—No sé, no te preocupes por eso, le invento algo.

—Por Dios… —ella se alejó de Cesar y se paseó por la sala del departamento. —A veces me cuesta tanto trabajo esto, andar inventando excusas, mintiendo, fingiendo ser algo que no soy.

—Yo sé que es difícil Victoria, a mí también me cuesta trabajo, pero supongo que es cuestión de acostumbrarse.

—Ese es el problema Cesar, ¿de verdad queremos acostumbrarnos a fingir? ¿Vamos a pasar toda la vida así? —preguntó sin saber que era mucho el tiempo que pasarían de esa manera, sin imaginárselo, una vida entera talvez.

Llevar el peso de un secreto a voces en su espalda, ese sería su castigo por pecar al enamorarse de lo prohibido.

Ser eternos amantes clandestinos, esa era su maldición.


—Ya, acabo de firmar mi entrada al infierno. —comentó Victoria intentando sonar divertida, le mostraba su celular. —Mi marido cree que me quedaré con mi hermana, y mi mamá, que está cuidando a mis hijos, cree que quiero pasar una noche a solas con mi esposo, yo no le dije eso, pero claro, no podría asumir que su pecadora hija está pasando la noche con su… compañero.

—Si te hace sentir mejor… —él le mostraba su teléfono. —Mi esposa piensa que voy a quedarme con un amigo que está pasando por un mal momento, y mi hija se había quedado esperándome para platicar conmigo pero no pudo más y se acostó a dormir.

—¿Por qué estamos haciendo esto Cesar? —ella caminó de un lado a otro, sus ojos de repente se cristalizaron.

—Porque nos queremos.

—¿Y eso justifica que lastimemos a otros?

—Supongo que no… —confesó resignado.

—Esto es tan complicado Cesar… hay una parte de mí que me grita que salga corriendo a mi casa, que haga las cosas bien, que no siga mintiendo. Sin embargo, otra, me suplica que me quede contigo, que no piense ni razone, que me dedique a disfrutar cada segundo que pasamos juntos. Es como si tuviese un angelito y un diablito a cada lado peleándose por persuadirme.

—¿Y cual vas a hacerle caso? —se acercaba a ella para abrazarla y mirarla de frente, sus ojos se pusieron a platicar, permitiéndoles a ellos hacer silencio por un par de minutos.

—¿A quién le harías caso tú?

—A ambos.

—No entiendo.

—Resulta que mi angelito y mi diablito se pusieron de acuerdo. Porque tanto en el cielo como en el infierno saben que no puedo estar en mejor lugar que no sea donde estés tú.

Victoria sonrió ampliamente y entendió porqué lo amaba tanto, cada vez que Cesar abría la boca, algo lindo salía de ella. Ese hombre era perfecto, y sí, como todos los humanos tenía sus defectos, pero estos desvanecían, se volvían nada ante las mil y una virtudes que tenía.
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No supieron con exactitud como o en que momento habían llegado hasta la habitación, y a medio vestir se besaban con pasión sobre la cama.

—Cesar… aahhh… tócame. —suplicó una Victoria ya sin camisa y sin sostén, solamente con sus jeans desabotonados. Él vistiendo sólo su bóxer, le besaba el cuello y acariciaba su cintura quemándole la piel, pero Victoria deseaba más, y lo deseaba en ese momento.

Fue por eso que Cesar dejó que una de sus traviesas manos se colara dentro de su pantalón y ropa interior para acariciarla íntimamente. Le acarició los pliegues húmedos a causa de la excitación y al encontrar el botoncito sensible de toda mujer comenzó a acariciarla allí arrancándole gemidos y jadeos que dejaban ver cuanto estaba gozando.

—¿Te gusta?

—Mmmm… aja… —no podía realmente hablar, era demasiado lo que estaba disfrutando. Los grandes dedos de Cesar la torturaban de una manera exquisita, ella se arqueaba y gemía con ojos cerrados y las mejillas encendidas por el calor del momento.

Cesar sentía su propia entrepierna hinchada, se moría por estar dentro de Victoria, pero el solo verla disfrutar tanto, ver las caras de goce que hacía, era como el éxtasis para él. Que dichoso era de poder ver ese espectáculo, tan hermosa se veia con las mejillas coloradas, el cabello revuelto y arqueándose toda mientras gemía. Era una visión de Victoria deliciosa, él deseó poder ser el único que la viera de esa manera, pero al pensar que por desgracia no era él el único hombre de su vida sintió decepción, sin embargo, no dejó que ese pensamiento fugaz lo desanimara. Podría no ser el único hombre en su vida, pero de seguro era el único que la llevaba al cielo y le mostraba las estrellas. Lo sabía por la forma en que ella se retorcía y gemía, de una forma tan desinhibida que lo estaba volviendo loco.

Ella protestó después de unos minutos cuando él dejó de tocarla y retiró su mano de su feminidad.

—Sigue... —suplicó con voz entrecortada.

—Que desesperada señora Ruffo. —su boca se acercó a la de ella y la devoró en un beso ardiente, sus lenguas se mezclaron cortándoles la respiración.

—Me dejaste a mitad. —se quejó ella.

—Veremos si dices lo mismo en unos minutos. —le susurró él tan sensualmente en su oído que ella se estremeció toda. —Disfruta… —luego de darle un ultimo beso en los labios, su boca fue bajando por su cuello, le besó con devoción las clavículas y le quemó la piel donde sus hermosas pecas moraban. Victoria sentía que los labios masculinos estaban encendidos en fuego porque la quemaban en donde quiera que se posaban.

Las grandes manos de Cesar envolvieron sin dificultad los pequeños senos de ella, Victoria dejó escapar un gritito cuando sintió que la misma boca caliente que antes le besaba la piel del pecho, ahora le succionaba un pezón. Primero fue uno y después el otro, ambos pezones erguidos disfrutaron de esa boca experta que parecía querer beberse todo de ella como si de un bebé hambriento se tratara.

Victoria sentía que iba a explotar, el centro de su ser escurría toda prueba de su excitación, y cuando ella pensó que no podía sentir más placer, Cesar se incorporó para quitarle su pantalón junto a sus braguitas negras dejándola así completamente desnuda. Cuando le abrió las piernas y se situó con su cabeza muy cerca de su empapada cueva, ella se tensó al notar sus intenciones.

—Relájate amor, no pasa nada. —le besó la ingle y Victoria apretó la sabana con tan solo ese contacto. No quería imaginar lo que sentiría después, era la primera vez que Cesar la tocaría allí con su boca, ya habían estado juntos sí, pero en esta ocasión se sentía más expuesta que nunca.

Todo se le nubló a Victoria cuando la lengua húmeda y caliente de ese hombre que la volvía loca, se paseó por encima de sus pliegues, pegó un grito y se arqueó sin soltar la sabana la cual sufría los apretones que ella le hacía.

—Cesar... mmm…

—¿Quieres que siga? —una vez más su lengua traviesa se abrió paso por aquel lugar que a él le pareció exquisito.

—Sí… —las palabras dejaron de salir de la boca de ambos a partir de ahí, él se encontraba demasiado concentrado buscando llevarla al cielo, y ella simplemente gimoteaba retorciéndose y haciendo pagar a la pobre sabana por el placer que estaba sintiendo en ese momento.

Poco tiempo después Victoria estallaba en un orgasmo como pocos en su vida, posiblemente el primero de tal intensidad. El grito que ella pegó y la forma en que cerró sus piernas aprisionando entre ellas a Cesar, le dio a entender a él que ella lo había disfrutado de principio a fin.

Cesar se terminó de desnudar en una fracción de segundo y se incorporó para besarla en los labios haciéndole sentir su propio sabor. Era tan erótico aquello, que Victoria se sentía en el cielo, más atrevida que nunca. Con él ella podía comportarse de la manera que quisiera, no tenía miedo de disfrutar abiertamente ni de hacer cosas que quizá con nadie más le motivaba hacer.

Él se sorprendió cuando ella tomó la iniciativa de rodar en la cama quedando así sobre su cuerpo.

—¿No te molesta? —preguntó Victoria.

—¿Qué cosa? ¿Tener sobre mí a una hermosa y sensual mujer como tú? —un jadeó ronco se escapó de sus labios cuando ella restregó su humedad contra su erección. —Es lo más exquisito que me ha pasado.

Una mano de Victoria se dirigió hasta la enorme protuberancia que animada esperaba por ser atendida y la frotó un par de veces antes de llevarla ella misma hasta su cueva y deslizar su cuerpo sobre ésta. Cesar jadeó y la agarró por las caderas con firmeza. Victoria gimoteó al sentir como el miembro masculino la llenaba tan exquisitamente.

—Yo no suelo ser así… o bueno, quizá es que no había encontrado una persona que me motivara a hacerlo. Pero tú Cesar… tú me vuelves loca.

Comenzaron a moverse, Victoria encima de él subía y bajaba sobre su protuberancia, sintiendo como ésta la llenaba de una manera deliciosa. Cesar sacudía sus caderas y la ayuda con los movimientos, era tan maravilloso verla allí sobre su cuerpo moviéndose y gimiendo sin ningún tipo de pena.

Las pequeñas manos femeninas se encontraban posadas en el ancho pecho masculino, su cabello negro caía sobre su piel desnuda, los labios entreabiertos dejaban escapar frases inentendibles pero llenas de expresiones de gozo. Lo que sucedía allí era una mezcla de pasión, amor, sexo ardiente y lujuria. Era sencillamente fascinante la entrega de esos dos seres que tanto se amaban.

La culminación fue explosiva para los dos, ambos cuerpos se convulsionaron de manera intensa, murmuraron sus nombres antes de abrazarse agotados por el apasionado momento.

Victoria se dejó caer sobre el pecho de Cesar y se abrazó a él todavía sintiéndolo muy adentro, sus respiraciones aun no se normalizaban.

—Te amo Cesar.

Él besó su cabeza y la apretó aun más contra su cuerpo.

—Yo también te amo Victoria… eres ese destello de luz que alumbra mi vida.



>>> Rato después se encontraban en la cocina buscando que comer, se habían dado un baño juntos donde no habían podido evitar amarse una vez más bajo el agua tibia que acariciaba su piel.

Ahora ya hambrientos, y no de sus cuerpos en esta ocasión, estaban juntos preparando algo ligero para alimentarse y recuperar las energías gastadas. Victoria vestía una camisa de pijama de Cesar, y él sólo llevaba el pantalón de dormir.
...
—Se siente raro esto. —comentó ella mientras sacaba unos refrescos del refrigerador. Cesar terminaba de preparar algo para los dos, que aunque sencillo, olía delicioso. Ella había ayudado en lo más básico; ya era de saberse que la cocina y Victoria no eran precisamente amigas.

—¿Qué cosa?

—Estar aquí juntos preparando algo de comer, compartiendo y platicando como si fuésemos un…

—¿Matrimonio?

—Sí, se siente extraño, pero a la misma vez muy normal, como si toda la vida lo hubiéramos hecho.

—Eso es porque siempre hemos estado conectados. ¿No te das cuenta? Estamos destinados, somos una historia necesaria.

—¿Por qué eres tan perfecto Cesar? —preguntó ella admirándolo como si él fuese figura divina.

—Lo soy ante tus ojos sólo porque tú me ves así.

—Tienes muchas cualidades que te hacen maravilloso.

—Dígame algunas señora Ruffo, vamos levánteme el ego. —se sentaban a la mesa con unos platos y dos vasos de Coca Cola.

—Pues para empezar estás bien cuero, eres guapísimo. —se mordía los labios y lo miraba con una ceja levantada, Cesar estallaba en risas.

—Aja, ¿qué más?

—Eres un hombre inteligente, eso es una de las cosas que más me gustan de ti, de todo sabes, a todo le sacas una historia, cada vez que hablas se nota que lees, que te gusta informarte de todo un poco, eso me enamora, me hace admirarte. También eres un hombre simpático, siempre me haces reír con tu sentido del humor, eres romántico, noble, trabajador, un excelente padre y ser humano. Todas esas cualidades te hacen ser maravilloso. Eres la suma perfecta a lo que cualquier mujer podría necesitar. Tuve suerte de que te cruzaras en mi camino.

Cesar sonreía ante tal declaración, ella lo miraba totalmente enamorada, y él no podía evitar sentirse halagado con sus palabras.

—Que romántica andas hoy mujer.

—Usted saca lo más empalagoso y cursi de mí señor Évora.

—Me alegra saber que provoco ese tipo de cosas en ti, digo, algunas otras también. —le guiñaba el ojo.

—No sé de que hablas. —sonreía con las mejillas sonrosadas, claro que sabía de lo que hablaba.

—Bueno hace rato, en la cama, tú dijiste que no solías comportarte así, pero que yo te volvía loca. Y después en la ducha, bueno mejor no recordar lo que pasó en la ducha porque me voy a acelerar otra vez y no terminaremos de comer siquiera.

—Está bien, es cierto, sacas de mí muchas cosas. Pero oye teníamos que desquitarnos, hoy nos cortaron la inspiración de golpe cuando estábamos en tu camerino a punto de… bueno ya sabes.

La carcajada de Cesar inundó el lugar, Victoria lo acompañó.

—Revolcón a medias fue eso.

—Ni a medias, no pudimos hacer mucho y cuando Jacqueline tocó créeme que fue como una cubeta de agua fría que nos cayó, al menos a mí sí. Tenemos que tener más cuidado Cesar, no podemos arriesgarnos a que nos descubran.

—Ahora que tocas ese tema, el otro día Jacqueline me estuvo haciendo comentarios que me parecieron raros.

—¿Qué tipo de comentarios?

—No sé, de ti, como curioseando acerca de si tú me caías bien y me llevaba contigo, me dio la impresión de que quería ver mi reacción cuando hablara de ti.

—¿Y tú qué le dijiste?

—Nada fuera de lo común, pero siento que se me salía por lo ojos todo los sentimientos que tengo hacia ti y quizá ella se haya dado cuenta.

—¿Tú crees que sospeche algo de nosotros? —su voz sonó preocupada.

—No sé, bueno, no creo, pero tienes razón en que tenemos que tener más cuidado.

—Hoy estuvimos cerca de que nos cacharan, no podemos arriesgarnos tanto. Gracias a Dios que nadie me vio saliendo de tu camerino porque sino imagínate… —decía ajena al hecho de que Jacky sí la había visto.

Y es que en la vida no hay secreto que sea totalmente oculto. Siempre habrá un par de ojos que lo vean, y otras tantas mentes que lo sospechen.
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Ya en la cama más tarde, recostados uno frente al otro y mirándose a los ojos, platicaban de todo un poco. Eso era lo más bonito de lo que tenían, se entendían en todos los sentidos, desde haciendo el amor, hasta platicando por horas sin tocarse un pelo.

—Cesar, ¿de verdad te pusiste celoso de Marcelo?

—Pues sí, tú eres tan perfecta Victoria que sé que cualquiera podría caer en tus encantos. Mírame a mí, caí rendido desde que te conocí hace años. Desde la primera vez que esos ojitos aceituna me miraron y esa hermosa sonrisa se dirigió a mí, estoy a tus pies.

—Sé que fui tu perdición desde ese día.

—Sigues siendo mi perdición, lo serás toda la vida, y el problema es que eres un círculo vicioso del cual no quiero escapar.

—¿Y qué creíste? ¿Qué Gerardo te iba a bajar a María?

—Que no se atreva porque “Esteban” —decía haciendo comillas con sus dedos. —Le puede partir la cara.

—¿Esteban o Cesar?

—Ambos, porque María es de Esteban, y Victoria es mía.

—Tuya. —compartieron varios besitos cortos y cargados de dulzura. Se abrazaron sintiendo el calor del otro, Cesar le acariciaba el cabello y Victoria simplemente disfrutaba de su olor y de ese momento tan hermoso.

—Tengo miedo…

—¿De qué?

—De que el tiempo termine con lo nuestro. ¿Qué va a pasar cuando los meses trascurran y las grabaciones se acaben? ¿Qué sucederá con nosotros?

—Falta todavía para eso, no te mortifiques.

—Pero eventualmente va a ocurrir. ¿Podremos con la distancia? ¿Con el hecho de no vernos todos los días? ¿Cómo vamos a seguir juntos?

—Me gusta oír esto.

—¿Qué cosa? ¿Qué estoy aterrada al no saber lo que va a suceder con nosotros en un futuro?

—Que estás pensando en un futuro entre nosotros. Y lo tendremos, tú y yo tenemos una vida que vivir, así sea de la manera más imperfecta que pueda existir, somos una promesa que se tiene que cumplir.

—No sabemos lo que vaya a pasar de aquí a un tiempo.

—No, pero de algo sí estoy seguro. Estaremos juntos, de la forma que sea, pero estaremos unidos los dos… siempre.

—Ojalá la vida nos hubiera unido en el tiempo correcto.

—El tiempo correcto es mientras estemos juntos. Es ahora… será mañana y los meses, años o siglos que estén por llegar para los dos.

SECRETO A VOCESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora