Capítulo 21

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Cesar miraba fijamente la puerta por donde segundos antes había salido la mujer de su vida, esa que amaba tanto y con la que acababa de tener quizá la primera discusión fuerte de su relación. Sí, habían tenido sus diferencias como cualquier pareja, de cualquier tipo tendría, pero nunca se habían exaltado tanto los dos al punto de decir palabras hirientes hacia el otro.

Mientras pensaba en todo eso se preguntaba si debería correr detrás de ella o si era mejor dejarla ir hasta que los ánimos se calmaran un poco. Los segundos transcurrían y él se encontraba estático, realmente no lograba reaccionar porque no sabía cual decisión sería la mejor en ese momento. Finalmente, y como si de un impulso se tratase se acercó a la puerta con brusquedad y la abrió para acto seguido salir corriendo tras su amor. Rogaba alcanzarla, ya que al menos dos minutos habían transcurrido desde que la vio cruzar aquella misma puerta. Al llegar al lobby el portero le indicó que apenas segundos antes había salido y se dirigió a su camioneta con semblante serio. Decidió correr hasta el estacionamiento con la esperanza de encontrarla todavía allí y su mundo se iluminó cuando la vio ya subida a su automóvil a punto de partir. No lo pensó dos veces y emprendió la carrera hasta ella, al estar del lado del piloto intentó abrir la puerta, pero ésta tenía el seguro, tocó entonces un par de veces el vidrio pero ella no lo bajó, fugazmente lo miró y luego volteó la cabeza con expresión lánguida.

—Victoria… —golpeaba el cristal un tanto desesperado, quería que ella le abriera, pero la vio meter la llave en su lugar para encender la camioneta. —Por favor no te vayas, hablemos. —no obtuvo respuesta.

Adentro, ella sentía que la cabeza le daba mil vueltas, la discusión que recién había tenido con Cesar se les escapó de las manos, nunca se habían alterado de esa manera donde ambos terminaran atacándose con palabras y cosas que en realidad no sentían. Ellos se amaban y de eso no tenían dudas, ¿pero cómo era que las cosas habían llegado a ese punto donde lo único que hacían era discutir? ¿En qué momento dejaron de entenderse?

—Me tengo que ir Cesar. —le dijo ella cuando lo vio aferrarse casi a la puerta sin dejar de golpear el vidrio y pedirle que hablaran.

—Baja Victoria por Dios, no voy a dejarte ir. —estaba un poco alterado.

Victoria soltó un bufido y luego de un par de segundos abrió la puerta y bajó un poco molesta.

—Quiero y necesito irme… déjame por favor.

Él la miró con las manos en la cintura y resoplando furioso.

—¿Quieres salir corriendo, terminar lo nuestro? Dime, ¿de verdad eso quieres?

—No es eso, simplemente necesito pensar un poco, los dos nos alteramos mucho allá arriba, dijimos cosas que…

—Por eso mismo, tenemos que hablar sobre eso. —la interrumpía.

—Prefiero no hacerlo Cesar.

—Ves, ese es el problema, no quieres hablar, prefieres salir huyendo sin arreglar las cosas.

—¿Y para qué quieres que las arreglemos? De todos modos tú siempre vas a terminar reclamándome y reprochándome todo.

—No digas eso Victoria.

—Es la verdad… últimamente cada vez que vengo aquí terminamos discutiendo y tú como siempre me reprochas que no tengo tiempo para ti, que no te busco, que ando detrás de mi marido, y por ahí sigue la lista de reclamos…

—No lo hago para que lo sientas como reproches, sólo trato de hablar contigo, de que me entiendas y te pongas en mi lugar.

—Lo hago, tú deberías ponerte también en el mío. —resopló frustrada y se pasó las manos por la cabeza, no parecía que fueran a llegar a un acuerdo. —Me voy Cesar, no llegamos a nada, seguimos discutiendo y estamos en pleno estacionamiento, lo que menos necesitamos ahora es que un paparazzi nos vea y mañana salga la nota en alguna revista.

—Subamos entonces… —le suplicaba.

—Que no.

—Dios mío mujer… ¿por qué tienes que ser tan terca?

—¿Más reproches?

Cesar puso los ojos en blanco.

Terminó convenciéndola luego de unas cuantas negativas y subieron juntos de vuelta a su departamento. El portero, quien a esas alturas se había hecho casi cómplice de los dos, sonrió con la discreción que lo caracterizaba al verlos entrar nuevamente al lobby con expresión irritada.

Ya arriba no hablaron nada durante un par de minutos, Cesar fue a la cocina a preparar un café para ambos mientras Victoria en la barra de la misma se fumaba un cigarro. El silencio era tortuoso, no decían nada con sus bocas, pero algo dentro de ellos gritaba tan fuerte convirtiendo la atmosfera en una cargada de tensión. Él al tiempo que preparaba el café la miraba de reojo fijándose en como ella soltaba el humo de su cigarro y su pecho subía y bajaba producto del estrés de ese día. Esperó a verla un poco más tranquila y después de un buen rato cuando le entregaba una taza fue que se atrevió a hablarle.

—Dije cosas que no debí… no me gusta que discutamos así…

—Para no gustarte me peleas mucho de un tiempo para acá. —dijo calmada, él sonrió, pero esa sonrisa no subió a sus ojos.

—¿Podemos hablar sin volver a discutir? —le tomó una mano, ella no hizo por quitarla, pero tampoco lo miró.

—Estamos hablando…

—Mi amor, aunque no lo creas, odio que discutamos y que últimamente estemos tan mal, si a veces te digo ciertas cosas es porque te extraño y me frustro por no poder verte tan a menudo como antes.

—Los dos sabíamos que esto iba a pasar , que en algún momento se nos haría muy difícil seguir.

Cesar hizo una mueca y respiró hondo, el comentario de ella lo había lastimado.

—Hablas como si no te importara, como si quisieras que todo se acabara aquí y te diera igual estar junto a mí o no.

—Eso no fue lo que dije… —se ponía de pie para caminar hacia el living.

—Así sonó. —la seguía.

—Lo que quise decir fue que no debemos frustrarnos ni andar discutiendo porque no podemos vernos tanto como al principio, porque ambos sabíamos que iba a ser complicado, de hecho lo hablamos al comienzo de nuestra relación, lo hablamos cuando terminamos de grabar La Madrastra, no debería haber peleas ni reproches por eso.

—Y eso lo sé Victoria, pero entiende que te extraño mucho y que lo único que deseo es verte y poder compartir un poco más contigo sin que me pongas tantas excusas.

—Lo dices como si yo fuera la única que se negara a verte, quien te oyera pensaría que soy de lo peor y que no te quiero. Tú también pones trabas para vernos a veces, te dejas manipular por tu esposa, no quieres quedarte una noche entera aquí conmigo. No intentes echarme la culpa a mí de todo porque no la tengo Cesar.

—Está bien, tienes razón, ambos tenemos responsabilidad en las discusiones que hemos estado teniendo, pero acepta que en ocasiones muchas de tus excusas para no vernos son por culpa de tu marido.

Victoria gruñó y caminó de un lado al otro en el living sintiéndose ya cansada de tanta bronca.

—Otra vez con lo mismo de Omar, ¿qué es lo que tanto te molesta de él y de que yo lo acompañe a sus eventos? Es algo que tengo que hacer.

—Entiendo que tengas un compromiso con tu familia, con tu gente allá en Pachuca, pero me molesta verte cerca de Omar, eso es todo… no lo soporto. —se sentó en el sofá y se frotó la cara con ambas manos.

—¿Son celos? —preguntó ella en voz baja.

—¿Qué? —él había escuchado la pregunta, sólo que no encontraba como responderla.

—¿Que si son celos porque crees que me interesa como hombre y quiero arreglar las cosas con él?

—¿Quieres hacerlo?

—Claro que no, mi matrimonio con Omar hace mucho que dejó de funcionar, de hecho no sé si algún día funcionó de verdad o sólo me casé con él para aferrarme a esa estabilidad que tanto quería en la vida. Lo cual es irónico porque lo menos que tengo ahora es estabilidad… —se sentaba a su lado. —No has contestado a mi pregunta.

—Qué puedo decirte… sí, son celos en parte, es obvio que me molesta saber que estás casada, y aunque siempre haya estado consciente de eso, no deja de molestarme. Es lógico supongo, pero sabes, eso no es lo único que me frustra, también me duele no poder verte como antes, que discutamos tanto, que las cosas entre nosotros estén tan mal de un tiempo para acá... Victoria yo te amo y no quiero perderte, no quiero separarme de ti. Lo que dijiste hace rato antes de salir por esa puerta para marcharte me lastimó.

—¿Qué cosa?

—Que no servía nuestra relación.

—Yo no dije eso, lo que dije fue que una relación donde lo único que se hace es atacarse y discutir todo el tiempo no sirve, pero yo quiero que nuestra relación sirva, no quiero que discutamos ni que andemos atacándonos o reprochándonos todo el tiempo. Tú ya dijiste lo que te duele y lo que te molesta, bueno a mí me molestó que me recordaras lo mal que me trata Omar, las cosas que me dice, y si de celos hablamos, yo también me muero de celos de saberte con tu esposa, así tu matrimonio ya no funcione y no la ames, me duele que no seas completamente mío… me hace daño sentirte a medias.

El silencio se volvió a hacer presente, cada uno se puso de pie para alejarse un poco y durante varios minutos no dijeron nada. Ambos se encontraban perdidos en sus propios pensamientos, en sus propias tristezas.

—¿En qué momento dejamos de entendernos Victoria? ¿Por qué ya no logramos solucionar los problemas como antes? —cuestionó él con voz suave luego de un rato.

—No lo sé, la situación siempre ha sido la misma, desde que comenzamos lo nuestro ambos éramos casados, ambos estábamos conscientes de que sería difícil, y aun así luchábamos por estar juntos, por vernos aunque fuera complicado, pero ahora... de un tiempo para acá no logramos ponernos de acuerdo. —la voz se le cortó.

Cesar caminó hacia ella y sin poder evitarlo la abrazó, Victoria estaba a punto de romperse, lo había notado en su forma de hablar. La abrazó para reconfortarla, aunque quizá él también necesitaba de ese abrazo, pues ella no era la única que estaba por quebrarse. El dolor era compartido, los dos sentían un miedo desmesurado de perderse.

—Cesar, yo te amo… ¿lo sabes verdad? —abrazada a él.

—Lo sé, y yo también te amo. —hizo que ella levantara la cabeza y la besó con delicadeza en los labios, Victoria correspondió porque le fue inevitable, no podía sentir los labios de él sobre los suyos y no aprovecharse de eso para besarlo. No importaba que estuviesen molestos, no importaba que todo anduviera mal, un beso siempre es bien recibido, sobretodo cuando alivia el alma. Fue un beso húmedo, las lagrimas de ambos se encargaron de mojar los rostros de los dos, fue un contacto lleno de ansiedad y de nostalgia, más que de pasión. Cuando separaron sus bocas se quedaron abrazados tan solo mirándose, con sus ojos se dijeron demasiadas cosas, cosas que con palabras realmente no sabían explicar.

—Victoria yo no quiero separarme de ti.

—Yo tampoco, pero tenemos que llegar a un acuerdo, debemos intentar que la situaciones ajenas a nosotros no nos afecten tanto. Antes lo hacíamos y de alguna u otra manera lográbamos vernos y aprovechábamos esos cortos momentos para disfrutar en vez de discutir.

—Intentemos que todo siga como antes por favor.

—¿Y tu esposa? —se alejaba de él un poco.

—¿Qué pasa con ella?

—Bueno, ella se la pasa chantajeándote, en parte por eso no podemos estar tranquilos, ¿vas a permitir que las cosas sigan así?

—Trataré de ponerle un alto, no creas que a mí me gustan sus amenazas ni que intente meter a mi hija en nuestro problemas.

—Está bien…

—¿Y tú marido? Él también se ha comportado como un patán últimamente, ¿vas a seguir dejando que lo haga?

—No, a mí tampoco me gusta que me haga sentir mal con sus palabras y malos comentarios. Supongo que yo tengo la culpa porque se lo he permitido… es sólo que a veces siento que me lo merezco.

—No pienses eso.

—Es que nosotros no estamos haciendo las cosas bien Cesar y en el fondo lo sabemos, quizá es un castigo que nos vaya tan mal ahora y que discutamos tanto, no sé talvez un tipo de karma o algo…

—Tú y yo no somos un par de villanos, no nos merecemos el infierno por amarnos.

—El infierno quizá no, pero una penitencia divina talvez sí.

—No somos culpables de habernos conocido a destiempo ni de querernos como nos queremos.

—Somos infieles…

—Somos infieles porque tuvimos la mala suerte de encontrar al amor verdadero demasiado tarde y si para ser aunque sea un poco feliz hay que pecar, yo estoy dispuesto a pagar la peor de las condenas con tal de seguir a tu lado.


Victoria recibió una llamada al celular poco después de esa charla y se tuvo que marchar dejando a medias la conversación, o igual no, quizá ya todo estaba dicho… se amaban a pesar de los vientos de tormenta que azotaban a su alrededor y deseaban estar juntos pasara lo que pasara. Sin embargo, ambos sabían que las cosas no estaban del todo bien. Aun habían algunas espinitas que no les permitían estar tan en paz como antes, espinitas que estaban muy clavadas en su alma y que no saldrían de ahí tan fácilmente.


> > > >

Dos días después Victoria platicaba con Gaby, ésta podía percibir en el tono de voz de su hermana mayor que algo no andaba del todo bien.

—Entonces si los eventos del DIF van bien y el ensayo de tu obra va viento en popa, ¿por qué traes esa cara de funeral mi hermana?

Victoria suspiró y se dejó caer en el sillón mientras encendía un cigarro.

—Problemas de amor Gabriela.

—¿Andan mal las cosas con Cesar?

—Ya ni sé, recuerdas que te conté que de unas semanas para acá lo único que hacíamos era pelear… pues el otro día tuvimos una discusión muy fuerte, de hecho estuve a punto de irme y dejarlo.

—¿Querías hacer eso?

—No, no quería dejarlo, pero la pelea se nos salió de las manos y estuve a punto de hacerlo… pero bueno para no hacerte el cuento largo, logramos hablar y más o menos arreglar las cosas.

—¿Y por eso tienes esa cara? No parece que hayan arreglado.

—Es que quedamos en intentar ya no discutir tanto, pero no sé, me siento como distante de él. Ese día me llamaron en la tarde para que fuera al teatro porque el productor de la obra me necesitaba para algo y me tuve que ir dejando la plática a medias. No pudimos hablar más por ese día y ayer platicamos por teléfono, pero ninguno de los dos podía ir al departamento, así que otra vez aunque no peleamos se abrió un poco más la brecha entre nosotros. —en su voz no había vida, se escuchaba totalmente apagada.

—¿Lo extrañas?

—Extraño quienes éramos hace un tiempo, todo era tan diferente, a pesar de tener estos mismo problemas siempre intentábamos lidiar con ellos y vernos aunque fuera un rato y compartir juntos sin importar nada, pero ahora cada vez que nos vemos, tenemos una discusión.

—Bueno, en parte es normal Vicky, la carga de trabajo de cada uno, el papel que tú desempeñas ahora como primera dama… y además, Omar y Vivian, tampoco ayudan, por lo que me has contado, ellos casi siempre son el factor principal de sus problemas. 

—Pues sí, porque para bien o para mal, son nuestras parejas, mi esposo y su esposa, a quienes estamos atados.

—Así es, pero no deberían permitir que se comportaran así, o sea yo entiendo que no debe ser fácil sentirse engañado, pero ya de ahí a chantajear metiendo a sus hijos que ninguna culpa tienen, pues se me hace como mucho. Y tú me perdonas Victoria, pero Omar muchas veces se pasa de la raya, a veces cuando estamos todos juntos en alguna cena familiar o algo, hace comentarios fuera de lugar, quiere dejarte mal parada delante de todos y eso está mal porque ni mamá ni papá ni el resto de la familia sabe nada ni tienen porque saberlo.

Victoria calló un momento y bajó la mirada para esquivar la de su hermana menor.

—Papá lo sabe…

—¿Qué? —abría los ojos muy grande. —¿Tú le contaste?

—No, claro que no. No sé si sepa que se trata de Cesar, creo que se lo debe imaginar, pero la cosa es que hace bastante tiempo ya que sabe que tengo algo con alguien más, él solo se dio cuenta, hasta me aconsejó y me escuchó sin juzgarme.

—No pues, no me lo hubiera imaginado, papá es muy discreto.

—Y yo se lo agradezco mucho, me habló muy lindo aquella vez, no me juzgó, todo lo contrario, me dijo que luchara por el amor que me hacía feliz.

—Bueno, por lo menos por ese lado puedes estar tranquila, pero aun así Omar debería medir sus palabras, alguien más puede enterarse y además se me hace feo que él hable así de ti, siempre insinuando cosas con esa ironía y ese humor negro y tan agrio que tiene.

—Ya lo sé, no voy a dejar que lo haga más. Me preocupa que mi mamá se entere, o Marcela, yo no sé como ellas lo tomarían, tú has sido un amor conmigo, mi cómplice incondicional desde el día uno, pero no sé si todos entenderían tan bien como lo has hecho tú mi hermana.

Gabriela asintió en silencio al tiempo que le ofrecía una copa.

—¿Qué va a pasar entre Cesar y tú?

Victoria suspiró.

—No lo sé… no lo quiero perder Gaby, yo de verdad lo amo, sino lo amara no creo que me estuviese complicando la vida de esta manera.

—Ay mi madrastra eterna, cuanto lo siento, no me gusta verte así toda achicopalada. —se sentaba a su lado para frotarle un brazo en señal de apoyo.

Victoria agradeció el gesto de su hermana y sonrió a medias, no obstante, sus ojos no brillaron como lo hacían cuando las cosas marchaban bien con Cesar.

Ya nada parecía ser igual entre ellos y eso era algo que a ambos les dolía.
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Ese mismo día en la noche Cesar se encontraba en su casa, recién llegaba después de una jornada bastante larga. Se metió en su habitación con intenciones de darse un baño para aliviar la tensión que cargaba en sus hombros desde que había discutido con Victoria apenas dos días antes, necesitaba un poco de tranquilidad porque sentía que tanta carga de lo que sucedía, lo estaba consumiendo. Lamentablemente la paz que pretendía tener se vio arruinada cuando su esposa irrumpió en el cuarto, y como cada día, comenzó a discutirle.

—¿Estuviste con ella hoy? O no, no creo porque no pareces muy contento… ¿qué pasa Cesar, estás teniendo problemas con tu amiguita?

Él respiró hondo e intentó ignorarla mientras buscaba ropa para después de bañarse.

—¿Te quedas callado?

—Vivian hoy no…

—Hoy no… que sencillo te resulta decir eso, pero no pensabas así cada vez que te ibas con esa mujer o las noches que te quedabas quien sabe donde con ella, en esos momentos no decías “hoy no”, no decías “hoy no debo engañar a mi esposa, a mi familia”.

—Yo nunca he querido hacerles daño a ti o a Carla.

—Pero lo haces, sobretodo con nuestra niña, ella no se merece un padre como tú.

—Yo a mi hija la trato bien, no le falta nada, le doy amor, le doy atención.

—Cuando te sobra el tiempo que pasas con ella…

—Ya basta Vivian, eso no lo puedes decir, para mí mis tres hijos son lo más importante y siempre estaré al pendiente de todos y más de Carla que vive aquí conmigo, que es mi niña más pequeña, la adoro y no tienes derecho a ponerlo en duda.

—Si la amaras tanto dejarías a esa mujer, te dedicarías solo a nosotras. —levantaba la voz.

—No mezcles las cosas. —él también se alteraba.

—Las mezclo porque van de la mano.

—Por supuesto que no, el amor que tengo por Carla va muy aparte de los errores que yo pueda cometer como hombre.

—Claro y mientras dices amar a tu hija, te vives la vida detrás de una mujer que nunca va a dejar a su marido ni a su mundo perfecto de primera dama y de señora de sociedad que todos respetan. —gritaba.

—Deja de gritar por favor.

—¿Por qué, tienes miedo de que nuestra hija sepa lo que su papá hace?

En ese momento y a causa de los gritos de Vivian, Carla entró a la habitación para ver el motivo de la discusión de sus padres.

—Mami, pa, ¿por qué pelean? ¿Por qué gritan así?

—¿Por qué no le dices Cesar?

Él miró a su esposa con ganas de matarla, sus ojos estaban cargados de furia y sin siquiera haber abierto la boca le gritaba que se callara.

—Vivian será mejor que te calles.

—Papi, ¿qué es lo que me tienes que decir, por qué mami está tan enojada?

—Hija, no pasa nada, es una discusión de adultos, en la que tu madre no debería estar metiéndote. Es cosa de nosotros, quédate tranquila.

Vivian resopló y no dijo nada más, se sentó en el borde de la cama y le hizo un gesto a su hija indicándole que no pasaba nada. La joven después de permanecer en silencio algunos segundos salió porque su padre se lo pidió, pero lo hizo con el ceño fruncido en todo momento, no entendía lo que estaba pasando.

—No puedo creer que hayas hecho todo ese escandalo… —dijo una vez su niña salió. —¿Qué pretendías Vivian, decirle cosas que no debes a tu hija, hacerla sufrir?

—No intentes echarme la culpa a mí de tus errores Cesar, yo no soy quien la estoy haciendo sufrir.

—Lo harías si la metes en cosas que no tienen que ver con ella, a mí dime lo que quieras, discúteme cuanto desees, pero no inmiscuyas a nuestra hija. No vuelvas a hacer esto que hiciste hoy y tampoco me chantajees más con Carla, diciéndome que la haré sufrir y no sé qué. Si quieres que nos vivamos la vida peleando tú y yo está bien, pero a ella no la metas. —sentenció con voz dura.

—Está bien, no te diré nada más, pero tú pon de tu parte para que ella no sufra, como su padre es lo menos que puedes hacer.

—Y lo hago, paso tiempo aquí, hace poco en las vacaciones nos habíamos ido de viaje todos juntos, atiendo a mi hija, la escucho y la aconsejo en todo… ¿qué más quieres?

Vivian se puso de pie y caminó hasta él, lo miró de frente y con voz calmada soltó unas palabras que serían como una daga que se clavarían hondo en esa parte de Cesar donde vivían sus remordimientos...

—Que seas un mejor esposo, un mejor hombre… que seas el mismo Cesar con el que me casé hace años. —habiendo dicho esto salió de la habitación dejando a su esposo en un estado de culpa y desasosiego.

—No puedo ser el mismo de antes porque mis sentimientos cambiaron. —dijo en voz baja para sí mismo, ella ya había salido y obviamente no lo oyó. —¿Por qué la vida tiene que ser tan injusta? —con sus manos estrujó una camisa de pijama que sostenía. —Estoy cansado… ¿qué demonios hice en mis vidas anteriores para pagar este karma de no poder ser feliz con la mujer que amo? ¿Qué Dios mío, qué maldito castigo es éste?

Hecho una furia se metió a bañar, hubiese deseado que el agua borrara todo lo que andaba mal en su vida, que como por arte de magia las cosas se arreglaran y todo fuese una pesadilla, que a su lado durmiese Victoria y que nada les impidiera ser felices juntos, pero no, eso era imposible, ningún tipo de magia los rodeaba, vivían en la realidad y tristemente en la realidad no siempre sucede aquello que tanto se desea.


> > > >

Al día siguiente era viernes, Victoria se encontraba en el DIF, no se quejaba de lo que hacía porque a pesar de todo se sentía bien de poder ayudar a gente necesitada, lo que le molestaba eran las exigencias de Omar y todo lo que él esperaba de ella, siempre queriendo que se comportara como la esposa perfecta, que sonriera ante los comentarios estúpidos de sus amigos políticos que tan mal le caían, que intentara sugerirle como se debía vestir o comportarse en los eventos a los que iban. Claro que en el fondo él se había topado con una mujer difícil, podría exigirle algunas cosas, pero había otras en las que Victoria no iba a ceder, lo menos que quería era convertirse en una primera dama de esas estiradas, vestida con ropa exageradamente cara y vestidos ostentosos, esa no sería ella y no pretendía aparentar serlo, mucho menos por Omar.

Se encontraba en su oficina sola en ese momento, pensaba en Cesar y en como andaban las cosas entre ellos, lo extrañaba horrores, en todos los sentidos, le hacían falta sus besos, su abrazos, las largas charlas post hacer el amor, su sonrisa, su mirada, todo. Desde hacía semanas que ya no compartían de esa manera, lo único que hacían era discutir y reprocharse mutuamente. Su celular sonó sacándola de ensoñación y al ver en la pantalla que se trataba de el hombre de sus sueños, supo que lo había invocado con el pensamiento. Contestó de inmediato porque se moría por escuchar su voz que siempre era un bálsamo que la curaba de todo aun en los peores momentos.

—Hola.

—Hola Victoria, ¿cómo estás?

—Bien, estaba pensando en ti sabes…

—¿De verdad, o lo dices sólo por compromiso?

Victoria puso los ojos en blanco y sonrió, la voz de él no era de reclamo, más bien sonó divertida.

—No, lo digo porque es la verdad, te estaba pensando mucho, siempre te pienso de hecho, aunque no podamos vernos tan a menudo y aunque últimamente las cosas entre nosotros parezcan un verdadero desastre, no sabes las veces en el día que te instalas en mi cabeza y no puedo sacarte de ahí por largo rato.

—Yo también te pienso todo el tiempo Victoria… —se quedó callado unos segundos. —Me haces mucha falta, el otro día te tuviste que ir así tan de repente, ni siquiera pudimos terminar de hablar bien.

—Ya lo sé, discúlpame, tuve que hacerlo.

—Lo entiendo aunque tú lo dudes.

—No lo dudo Cesar.

—¿Qué nos pasó Victoria? Nosotros hace un tiempo lidiábamos con lo que fuera, solucionábamos todo por más complicado que llegara a ser.

—No sé, quizá nos estamos dejando llevar mucho por la carga de todo lo que sucede a nuestro alrededor, el trabajo, nuestras parejas…

—Quiero verte. —escuchó silencio al otro lado de la línea. —Te extraño, estoy pasando por un momento asfixiante en mi casa, y mi refugio siempre has sido tú, mi tranquilidad y mi dicha provienen de tu mirada y tu sonrisa… no me prives de ellas.

Victoria pensó un momento, analizó un par de cosas en su mente y con una sonrisa suspiró.

—Ahora mismo estoy en Pachuca, en el DIF, pero puedo ir a la ciudad más tarde, nos podemos encontrar el departamento si quieres.

Cesar sonrió al otro lado, era de las pocas veces en las últimas semanas que lograban ponerse de acuerdo para verse en la casa de ambos.

—Te voy a estar esperando ahí.

—De acuerdo. Cesar...

—¿Si?

—Te prometo que iré con banderita blanca, lo que menos quiero es discutir hoy.

—Yo tampoco lo deseo; prometo que no habrá reclamos ni reproches, aunque sea por un día seremos los de antes, aquel par de enamorados tercos que luchaban contra todo por estar bien.

—Ojalá que no sea sólo por un día…

—Yo también espero lo mismo.

—Nos vemos luego.

—Sí mi amor. —le dijo “mi amor” casi por instinto, porque eso era, su amor, así tuviesen mil problemas y todo pareciera desmoronarse a su alrededor, se amaban con toda su alma y eso era algo que ni la más grande de las crisis podría cambiar.

Los dos colgaron con una sonrisa en sus labios, de alguna forma sentían las energías renovadas luego de esa charla que a diferencia de las que habían tenido últimamente, fue bastante relajada y libre de peleas.

Claro que la paz le duró poco a Victoria, pues rato después a la oficina ingresó quien era en gran parte el causante de muchas de sus penurias. Cuando vio que Omar se sentaba frente a ella al otro lado del escritorio, la sonrisa que había tenido en sus labios por los pasados minutos se esfumó de golpe.

—Andas trabajando, me alegro. —comentó él en tono de broma, pero a Victoria le pareció sarcástico y no se le hizo gracioso en lo absoluto.

—¿Qué más podría estar haciendo? Yo también sé lo que es trabajar, hace rato estuve atendiendo a una madre soltera que necesitaba ayuda con su hogar y los gastos de sus niños, ya la tengo en lista de los beneficios a familias necesitadas. —no mentía, allí en el DIF se presentaban los casos más tristes.

—Bueno, me alegro que andes aquí portándote bien, de un tiempo para acá lo estás haciendo, lo debo reconocer, te comportas como una esposa y una madre deberían hacerlo siempre.

Victoria soltó una risita sardónica y negó con la cabeza.

—Y aun así tú no pierdes la oportunidad de lanzar tus comentarios venenosos y de muy mal gusto.

—La verdad es la verdad Victoria, no son comentarios venenosos como dices.

Ella rodó los ojos y resopló.

—¿Necesitas algo Omar? Porque todavía tengo cosas que hacer…

—Esta noche tengo una cena muy importante, necesito que me acompañes.

—Lo siento, pero hoy no puedo, no me lo habías dicho y ya hice planes con Gaby.

—Surgió de último momento, te necesito ahí conmigo Victoria.

—No voy a ir. —dijo en un tono de voz duro.

—¿Te niegas a acompañarme a algo importante, algo muy serio para mí?

—Pues sí Omar, no tengo ganas de ir a cenar con tus amigotes para que se pasen la noche entera hablando de política o haciendo chistes sin sentido y mirándome raro sólo porque opté por ponerme unas botas en vez de unos tacones de punta y un vestido de quien sabe cuantos pesos. Además ya te dije, tengo cosas que hacer.

—¿Y para donde demonios vas que es más importante que acompañarme a mí?

Victoria quiso gritarle que iba a ver al hombre que de verdad amaba, que esperaba poder arreglar las cosas con él esa noche, que cualquier cosa era más importante que ir a una estúpida cena llena de víboras hipócritas. Sin embargo, se tragó todo ese bocado de verdades y habló serena.

—Tengo planes con Gabriela, ya te lo dije, me voy a llevar a los niños y posiblemente me voy a quedar con ella toda la noche en el D.F.

—¿Segura que es con tu hermana que te vas a quedar? —él presentía que no, Victoria sabía que era inútil mentirle a esas, pero igual lo hacía.

—Segura… ¿con quién más podría quedarme? —la pregunta tuvo un deje de ironía el cual ella no planeó, pero salió de su boca casi automático.

Omar se puso de pie y con brusquedad empujó la silla, refunfuño algo y caminó hasta la puerta.

—Haz lo que quieras, creo que me irá mejor si no te tengo que ver la cara en toda la noche. —dijo antes de salir enfurecido de allí.

—Lo mismo digo Omar, lo mismo digo…

Ella se recargó en su asiento pensando en que como había dicho Cesar previamente, aunque fuera por ese día iban a ser los de antes. No pensaba dejar que ni Omar ni nadie les amargara esa noche que quizá podría significar una reconciliación, un alivio después de tanta guerra… la bandera de paz que tanta falta les estaba haciendo.
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Cuando la tarde caía ya Cesar se encontraba en el departamento esperando por ella. Decidió poner un poco de música para irse a la cocina a preparar algo de cenar. Dicen que las penas con pan son menos y si es con música mucho mejor. Quería que cuando Victoria llegara se respirara tranquilidad en el lugar, de verdad lo que menos quería esa noche era seguir teniendo problemas y discusiones, todo lo contrario, estaba deseando que llegara la ansiada reconciliación.

Con la voz de Luis Miguel y su melodía “Toda una vida”, comenzaba a preparar algo rico que a ambos les gustaba, estaba animado y hasta cantaba desafinadamente un poco de la canción.

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