Capítulo 47

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Victoria levantó la cabeza lentamente y miró a la mujer mayor frente a ella, pudo notar un pequeño destello de diversión en sus ojos, sin embargo, en los suyos no había más que sorpresa y una gran vergüenza. De verdad se sentía como una adolescente a la que la habían agarrado con las manos en la masa. Hubo instantes de silencio, ella se vio obligada a dejar de mirar a su mamá porque aunque la mirada de ésta no era precisamente acusadora, no dejaba de ser la de una madre que recién había revelado saber el más grande secreto de la vida de su hija.

—Mamá, ¿cómo es que…? —no terminó de formular la pregunta porque doña Lupita la acalló acariciándole la mejilla e indicándole con la mirada que no dijera nada, tal como hacía cuando era una niña.

—Las mamás tenemos un sentido que nadie más tiene hijita.

—Pero es que lo que dices no es… o sea no sé de dónde sacas eso porque yo… —ninguna oración era completada, no, no había escapatoria, su madre fue muy firme en lo que había dicho, lo sabía todo.

—No te molestes en negarlo Victoria Eugenia. —vio como su hija se ponía de pie y se alejaba un poco dándole la espalda, claramente avergonzada, podía notarlo porque ni siquiera la miraba a la cara.

—Pero mamá, yo no entiendo como es que…

—¿Sé? —su niña adulta volteaba a verla y le asentía. —Nadie me lo dijo si es lo que estás pensando, pero sí estoy segura, jamás lo mencionaría de no estarlo.

Victoria se acercó a ella y se sentó a su lado, ambos pares de ojos hicieron contacto y fue ahí que las mejillas de la pelinegra se encendieron y tomaron un tono rojizo que hizo sonreír a doña Guadalupe.

—¿Cómo lo sabes? —le preguntó admitiendo por primera vez que lo que le decía era demasiado real.

—Ya te dije que las madres tenemos un sentido diferente al de otras personas. Además hija, no es como que tú seas muy buena disimulando, te delatas solita, y yo que te conozco más que nadie en el mundo puedo verlo aún con más facilidad que los demás. La diferencia es que aunque las mamás todo lo vemos, muchas veces callamos y nos hacemos las tontas, pero te aseguro que no lo somos cariño. —le tocó de forma divertida la punta de la nariz con el dedo índice, Victoria bajó la mirada y lo pensó un poco antes de hablar.

—¿Simplemente te diste cuenta? —no pudo mirarla.

—Sí, desde hace mucho y con el tiempo lo he confirmado sola.

—¿Gaby no te… —su mamá negó con la cabeza sin dejarla siquiera terminar de formular la pregunta.

—Ella no me ha dicho nada, jamás lo haría, una vez traté de llevar la conversación por ese rumbo, ya yo sabía y sólo quería confirmar, pero de inmediato se puso nerviosa y no llegué a preguntarle nada cuando se fue y me dejó prácticamente con la palabra en la boca. Después de ahí ya no me quedaron dudas, seguí observándote, observándolo a él cuando daban alguna entrevista juntos o salía alguna nota y no fue difícil sacar conclusiones. —tomó a su hija del mentón e hizo que la mirara. —Eso sin contar que es obvio que tú no amas a Omar, y de eso sí me di cuenta hace muchos años, de hecho no sé si algún día lo amaste.

Victoria la miró y no supo qué contestar, todavía no se sentía cómoda abriéndose con su madre, sobre todo porque tenía miedo a ser juzgada por la persona más importante en su vida.

—No sé qué decirte mamá, nunca pensé que tendría que hablar contigo de esto, yo… ¿Qué pensaste cuando te enteraste? De seguro te decepcionaste verdad, ninguna madre quiere que su hija termine siendo la amante de un hombre casado, y peor aún estando casada también.

SECRETO A VOCESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora