SAV: Capítulo Único

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Victoria agarró su celular y abrió Whatsapp apenas puso un pie en San Diego. Buscó en sus chats recientes y picó en uno para abrirlo, la última conexión de la persona había sido dos hora atrás... el último mensaje fue de parte suya y era únicamente un emoji de una carita enojada. Desistió de escribirle y volvió a los chats, entonces abrió otro y escribió.

[4:38 p.m.] Victoria: No pudiste escoger otro día para irte a cantar con tu hijo y abandonarme? *emoji de cara de fastidio*

[4:43 p.m.] Maribel: Jaja qué pasó guaracandilla? Tú sabías que hoy no iba a estar en función

[4:45 p.m.] Victoria: Sí pero no me dijiste que era Laura quien vendría

[4:46 p.m.] Maribel: Flores? Ah sí, Carla comentó algo ayer

[4:48 p.m.] Victoria: Pudieron haber llamado a Cecilia mejor

[4:49 p.m.] Maribel: Por qué, no te cae bien Laura?

[4:51 p.m.] Victoria: No. Y tú sabes la razón

[4:53 p.m.] Maribel: Ay ami por favor no me digas que todavía te acuerdas de cosas que pasaron hace un siglo

[4:56 p.m.] Victoria: No fueron hace un siglo, todavía me acuerdo

[4:57 p.m.] Maribel: Pues que buena memoria tienes, pobre hombre me compadezco de él ja ja

[4:59 p.m.] Victoria: No te compadezcas, es un idiota

[5:05 p.m.] Maribel: Siguen los problemas?

[5:08 p.m.] Victoria: Ya ni sé, no nos entendemos últimamente, creo que es mejor terminar todo de una vez

[5:10 p.m.] Maribel: Llevo más de diez años escuchando eso *varios emojis de caras riéndose*

[5:11 p.m.] Victoria: Esta vez es en serio

[5:13 p.m.] Maribel: Ay ajá bandida, te creo

La plática se quedó ahí porque Victoria ya no contestó, iban todos camino al hotel donde bajarían a comer algo antes de irse al teatro a ensayar. La única que faltaba en el grupo era Laura, ella había llegado a San Diego aparte y ya los esperaba en el lugar donde se hospedarían. A Victoria le chocaba tener que verla, no la terminaba de tragar, era de esas personas que podía ver, incluso hasta hablarle si hacía falta o reír con ella de ser necesario, pero que no acababa de caerle del todo bien. Siempre había sentido celos de ella con César, no era un tema nuevo, era un asunto que venía arrastrando de años. Y no es que él le hubiese dado nunca motivos concretos para sentir esos celos, pero aun así le molestaba la amistad que siempre habían parecido tener los dos.

Al llegar al hotel, Victoria en vez de comer con sus compañeras y la gente de producción, subió directo a la habitación que ya la esperaba y se excusó diciendo que comería sola porque no se sentía muy bien. No le importó parecer descortés con todos, y menos con Laura a quien estaban esperando que bajara para darle la bienvenida al elenco.

—Ay sí, todo mundo ansioso por ver a Laura... ni que fuera la gran cosa. —se dejó caer en la cama una vez estuvo en el cuarto, tenía el celular en una mano y una bolsa de comida en la otra. —A ver si me contesta este pendejo. —marcó el número de César y mientras escuchaba los timbrazos sacó la hamburguesa que había en la bolsa y le dio un mordisco.

—Hola. —se escuchó la fuerte voz del otro lado. —¿Ya se te pasó la rabieta o vas seguir poniendo indirectas en el pájaro ese?

—Ja... pero miren al señor que odia la tecnología, no se pierde ni una sola de mis publicaciones en Twitter.

—Es que últimamente esa es la única forma que tengo para saber qué está pasando contigo y para tratar de entenderte, aunque claro, siempre acabo más confundido.

—Si quieres saber qué está pasando conmigo mejor pregúntame no...

—Sí, porque tú eres una mujer fácil que siempre habla claro y me dice lo que le pasa, nunca te enojas ni me cortas la llamada y luego no me hablas por casi una semana, jamás haces eso. —sarcástico.

—Vete al diablo. —dijo al mismo tiempo que masticaba.

—Está bien. —hizo por cortar la llamada, pero ella le pidió que no lo hiciera.

—Espera, espera, no te enojes.

—Yo no estoy enojado, la que lleva una semana o más haciendo berrinches eres tú.

—Exagerado. —bebía de una Coca Cola que acababa de abrir.

—Es la verdad, y lo peor es que no sé lo que te pasa, ya no entiendo si estás enojada conmigo, con tu marido, con tus hijos, con el trabajo o con la humanidad entera.

—No estoy enojada, César.

—¿Y por qué estás así, mi amor? —preguntó con voz suave y de forma cariñosa, Victoria sintió derretirse al otro extremo.

—Es que me choca que no nos podamos ver tanto, te extraño, me hacen falta esas noches en las que nos quedábamos en casa, hacíamos el amor y después nos poníamos a hablar hasta tarde.

—Yo también extraño eso, gordita, pero qué le vamos a hacer, tú estás de gira y yo estoy acá trabajando. Sabíamos que iba a ser así cuando empezaste esta temporada de la obra, ya lo hemos hablado.

—Pues sí, pero eso no quita que te extrañe y me muera por verte. —hizo un puchero y le dolió al tragar la comida porque se le había formado un nudo de tristeza en la garganta.

—Ya sé que no puedes vivir sin mí, seguramente en este momento te está faltando el aire. —dijo entre risas y logró contagiarla a ella, lo cual había sido su propósito, él también la extrañaba horrores, pero no quería que el tema profundizara mucho porque siempre terminaban discutiendo y sacando a flote cosas que ni al caso.

—No seas payaso, César, te extraño mucho.

—¿Y por eso los mensajes esos en el Twitter?

—No, simplemente estaba enojada contigo.

—¿Qué te hice yo en estos días si ni siquiera habíamos hablado?

—No quisiste venir a verme.

—Sabes que no puedo, Victoria.

—Tú nunca puedes. —protestó.

—No empecemos, mujer, por el amor de Dios.

—Es que no muestras interés en verme, César.

—Victoria, yo no podía simplemente subirme en un avión y dejar todo botado para ir a Estados Unidos, he estado ocupado. Además ya regresas mañana a México y vas a estar unos días no…

—Sí, pero tengo cosas que hacer en Pachuca.

—Ah, ya ves, tú también tienes tus ocupaciones, entiéndeme a mí también.

—¿O sea que no te importa que no nos veamos en estos días tampoco? —lo escuchó resoplar al otro lado.

—No eso, claro que me importa, y buscaremos un rato para vernos como sea.

—Estoy harta de tener ratos contigo, quiero una vida, deseo que un día podamos vernos sin tener que armar todo un puto plan con dos semanas de anticipación para poder coger un momento en el sofá de casa mirando el reloj para que no se nos haga tarde. Deseo que llegue el momento donde ya no tengamos que estar contando los días en los que nos vimos en un mes, y que cada una de las fechas no se convierta en un día histórico como si nos hubiéramos sacado un boleto premiado que dijera “hoy toca ver al amor de tu vida”.

—Pues yo disfruto mucho los días en los que me sale ese boleto, fíjate.

—Yo también, pero estoy cansada de jugar a la suerte en esta relación, porque no siempre toca ganar.

Se produjo un silencio pesado, ninguno de los dijo nada durante algunos minutos, pero tampoco cortaron la llamada, sólo se quedaron allí escuchando sus respiraciones.

—Siempre que me llamas por teléfono terminamos discutiendo, Victoria.

—Está bien, César, si gustas ya no te llamo más.

—Lo que quiero es que paren los reclamos.

—No siempre los hago yo, tampoco me quieras culpar de todas las discusiones que tenemos.

—No dije eso, siempre entiendes lo que te parece.

—Mira, sabes qué, mejor ahí la dejamos, porque vamos a terminar mandándonos al diablo los dos y no estoy para eso hoy.

—Si quieres llámame cuando termines la función y hablamos más tranquilos.

—¿Y estás seguro que puedes o te están monitoreando las llamadas?

—¿Tú tienes ganas de discutir hoy, verdad?

—Para nada, al contrario, estoy súper contenta porque hoy tengo hasta nueva compañera. —comentó ansiosa por sacarse la espinita que llevaba atorada adentro.

—¿Nueva compañera? ¿Quién?

—Tú amiguita Laura. —puso los ojos en blanco.

—Ay, ya sabía yo que algo traías. Me lo hubieras dicho en el momento que te contesté la llamada.

—¿Para qué, para considerar venir a ver la función de esta noche? —dijo con sarcasmo.

—Claro, si me hubieras dicho antes que mi buena amiga Laura iba a estar ahí, me habría ido corriendo a comprar un boleto de avión. —le siguió la corriente para hacerla enojar y que dejara de decir estupideces.

—Vete al carajo, César. —lo oyó reír a carcajadas en el otro lado. —No te rías. ¡Cállate!

—Si yo no te amara, mujer…

—¿Qué?

—Ya te hubiera mandado bien lejos.

—¿Y qué se supone, que te dé las gracias por soportarme?

—Exacto. —riéndose.

—Si supieras lo mal que me caes a veces.

—Tú también, pero te amo como un idiota y estoy loco por verte y hacerte gritar, pero de placer y no de coraje. Porque mira que últimamente andas bien amargadita, te urge una buena sacudida para que se te quite lo gruñona.

—Ay, por favor, ese método ya no te funciona, déjame decirte que estás perdiendo el toque y la habilidad para contentarme con orgasmos.

—¿Me estás retando? —fingía indignación.

—Aja… porque creo que ya no tienes la capacidad para quitarme los corajes cogiendo.

—En la que te has metido, mi vida, deja que te vea, que te voy a dar hasta para llevar.

Las carcajadas de Victoria hicieron eco en toda la habitación, le causó risa su comentario, pero también un calorcito se apoderó de ella y le recorrió toda la espalda causándole un ligero cosquilleo. Nada más de imaginarse las chispas que le iban a sacar a la cama la próxima vez que se vieran, ya se le había ido el malhumor. Después de todo, su cubano seguía teniendo el toque aun a la distancia. ¿Cómo no amarlo?

—Me tengo que ir, gordo, voy a darme un baño y luego al teatro.

—¿Me vas a llamar en la noche?

—Si no me llevan presa por sacarle los ojos a Laura, sí.

—Compórtate, mi amor, no hagas de las tuyas.

—Por Dios, bebé, yo soy un angelito, nunca hago travesuras.

—Sí, claro, como no. Tú parece que llevas permanentemente los cuernitos esos con fuego de la foto que me enviaste el otro día.

—¿La viste?

—Sí.

—¿Y qué crees?

—Que estás loca, porque sin importar lo molesta que estés conmigo o si tienes ganas de hablar o no, igual siempre te la pasas mandándome fotos con los filtros esos.

—Para que veas que siempre pienso en ti aunque estemos peleados. —escuchó que él carraspeaba la garganta. —O bueno, que yo esté peleada con la vida.

—No te preocupes, por la noche me recompensas con uno esos selfies que me envías a veces y que sólo yo puedo ver… ya sabes de esos donde enseñas un poquito más.

—Aja sí, ya entendí. —alguien la llamaba a la puerta. —En la noche te mando tus nudes, ya me voy. —susurró.

—Adiós, y pórtate bien, mi diablita.

—No prometo nada.
...
Al abrir la puerta se encontró con la persona que menos quería ver en ese momento. Fue tanta su impresión que tuvo que fingir rápidamente una sonrisa para que Laura no notara que por dentro el diablo se la estaba llevando.

—Laura… hola. —forzaba su boca en una curva que seguramente parecía todo menos una sonrisa de amabilidad.

—¿Cómo estás, Vicky? Tanto tiempo sin vernos. —se acercó con intenciones de darle un abrazo y a Victoria no le quedó más remedio que dárselo, mientras en su interior se decía que gracias a Dios no había tenido que verla en mucho tiempo.

—Estoy muy bien, ¿y tú? —preguntó con fingida cortesía.

—Bien, feliz de estar acá con ustedes, no puedo creer que vaya a dar función con todas esta noche.

—Yo tampoco. —dejó escapar una risita. —Quiero decir, que no sabía que venías tú hoy, pero me alegro verte. —se forzó a decir.

—Yo estoy súper contenta, tenemos que platicar más tarde, a ver si después vamos a cenar juntas, bueno todas juntas claro, y así me cuentas que es de tu vida.

—Claro que sí… —hizo una mueca que rogó que hubiese pasado desapercibida a los ojos de Laura.

—Bien, sólo venía de pasadita, voy a mi habitación a cambiarme y a recoger todo, pero te veo después en el teatro. —se despidió con otro abrazo.

—Sí, allá nos vemos. —soltó todo el aire que había estado conteniendo en sus pulmones una vez cerró la puerta. —Esta mujer es tonta o es que yo soy la mejor actriz de la historia de la actuación y merezco un Oscar, porque Dios mío, más no se puede notar mi desagrado hacia ella. —se dirigió al baño para ir quitándose la ropa y meterse a bañar, se miró al espejo cuando estuvo frente a éste. —Dame paciencia, Señor, porque hoy puedo explotar o lanzarle una copa de vino en la cara cuando me toque decirle que me gusta en la escena que se supone que hiciera con Mari… ay Maribel como te estoy odiando en este momento, ¿por qué me abandonaste?

^^ Más tarde mientras ensayaban en el teatro, todas platicaban entre que paraban las escenas y leían el libreto más que nada para que Laura agarrara la onda de la obra. Victoria estaba fastidiada, se la pasó todo el rato mandándole mensajes a César por Whatsapp diciéndole que su amiga Laurita había dicho tal cosa o había hecho la otra. Él se reía porque no le interesaba absolutamente nada de ella, pero le divertía ver lo celosa que Victoria se ponía con el solo hecho de pensar que esa mujer le importaba siquiera remotamente.

—¿Y tú no piensas soltar ese celular? Parece que lo tienes pegado a la mano. —le comentó Jacqueline con una risita.

—Estaba hablando con mi tormento.

—Ah ya, con razón, ahí sí no me meto, síguele. —ambas rieron.

—Andas tecnológica como yo, Victoria. —comentó Laura invitándose a la conversación y causando que la pelinegra resoplara fastidiada internamente —Es como un vicio que se le pega a una, digo aunque no soy muy buena para esas cosas, pero antes era peor, escribía algo donde no iba, le hablaba a la gente y después no me enteraba si me habían respondido los mensajes; era todo un lío.

Victoria no supo si el comentario venía disfrazado con segundas intenciones o solamente fue su imaginación que le hizo pensar eso, pero este era su momento para aventar una que otra diminuta piedrita.

—Sí, te entiendo, yo tampoco soy muy buena para algunas cosas de la tecnología, y antes menos lo era, por eso a veces como no le sabía mucho, sólo contestaba los mensajes importantes… o de la gente importante, los demás ni al caso.

Jacky frunció el ceño porque ella sí vio claramente las segundas, terceras y hasta cuartas intenciones de Victoria con su comentario. Quiso regañarla como si de su hija se tratase, pero se contuvo para no hacer más incómodo el momento. Por fortuna, en ese instante Laura se distrajo porque Sherlyn le habló para que mirara a la cámara de su celular y participara en el instastory que estaba haciendo.

—Contrólate, Vicky. —la haló Jacqueline para una esquina.

—¿Qué hice? —se reía como una adolescente que acaba de decirle loser en la cara a su archienemiga.

—Mira, querida, yo no sé bien qué esté pasando, pero será mejor que evites los problemas.

—Jacky, no me regañes, no hay ningún problema. —sin dejar de sonreír.

—Eres un caso serio, Victoria Eugenia, voy a tener que hablar seriamente con tu mamá un día de estos para ver si te mete en cintura. —se reía también. —Aunque si en cincuenta y tantos años no lo logró, creo que ya eres caso perdido, no hay quien te controle.

—Sí hay alguien.

—Dime quien, por favor, para ir a buscarlo.

Victoria le mostró su celular y el nombre del contacto con el que estaba chateando.

—Pero este me controla en otro sitio y de un modo muy distinto. —le guiñó un ojo divertida.

—Mejor no me cuentes dónde ni cómo, quiero poder dar la función de teatro sin ningún tipo de trauma.

Victoria se rió con fuerza y a unos pocos pies de allí, Laura se sintió incómoda porque no sabía si esa risa era por ella. ¿Acaso Vicky se estaba burlando de ella como lo había hecho segundos atrás? Sacudió la cabeza para descartar esa idea, aquello no era el colegio ni sus compañeras actrices eran unas alumnas que pudieran hacerle bullying. Y sin embargo, ¿porque se sentía intimidada por Victoria?

>>> La función de teatro fue todo un éxito, cada una de las arpías dio todo de sí misma para que la obra saliera excelente. Eran todas profesionales y lo demostraban en el escenario; fuera de él, a algunas se les olvidaba de vez en cuando el profesionalismo y la cortesía por dejarse arrastrar por celos sin fundamento.

—¿Entonces no quisiste ir a comer con tus compañeras por Laura? —le preguntaba César al teléfono ya tarde en la noche.

—Sí comí, pero me regresé rápido a mi habitación, no podía soportar a tu amiguita un segundo más.

—No puedo creer que le hayas dicho eso de los mensajes, obviamente lo debe haber entendido como que nunca le contestaste aquellos mensajes porque ella no era importante.

—Pues con esa intención lo dije. —se reía.

—Eres cruel a veces, Victoria. —la regañó.

—Ay César, ya, tampoco es para tanto, ella debe saber que yo no la tolero, ¿para qué me sigue hablando? Nadie la manda a que lo haga.

—Eres un caso, mi vida.

—Así me amas. —dijo muy segura.

—Mucho. —le dio la razón sin tener que pensarlo siquiera. —Victoria… —luego de unos segundos de silencio. —¿Es cierto eso que dijiste de que estás cansada de tener ratos conmigo?

—Me canso un poco a veces, no te lo niego, pero no es de ti, es de la situación. —suspiró. —Lo que pasa es que quisiera no sólo tener ratos contigo, sino días, meses, años, vidas enteras para estar a tu lado.

—Yo también lo quisiera, pero tú sabes que…

—No digas nada, yo lo sé. —lo interrumpió con voz suave.

—Sabes una cosa, mi amor...

—Dime.

—Antes dijiste que te molestaba que cada fecha en que nos viéramos se convirtiera en algo para la historia porque al fin nos habíamos sacado un boleto que nos permitía vernos. Pero no debería molestarte eso, al contrario, deberías atesorar cada uno de esos días como un tesoro único y preciado. Para mí cada boleto de esos que salen y que nos dan la oportunidad de compartir, son como si me hubiera sacado el premio mayor de la lotería. Yo sí amo jugar a la suerte en nuestra relación , porque aunque es verdad que no siempre se gana, tampoco se pierde, ¿y sabes por qué? Porque desde el día en que te conocí, la fortuna se puso de mí lado y ya no sé lo que es la derrota. Contigo yo no necesito buscar la suerte, porque mi suerte eres tú.

Victoria se quedó sin palabras, tan sólo sonrió y sintió como todo su cuerpo se convertía en un charco derretido de puro amor y ganas locas de estar cuerpo contra cuerpo con ese hombre.

—Te amo, César, y ya entiendo todo.

—¿Qué entiendes?

—La razón por la que sigo aquí a pesar de tantas cosas.

—¿Y cuál es?

—Que tú eres el único que sin llegar a decir a veces un te quiero, me lo demuestras de todos modos en los pequeños detalles. Me transmites tanto en las pequeñas cosas, como cuando me preguntas si estoy bien, si dormí, cuando me dices que tenga un buen día o que viste algo y te acordaste de mí, y todas esas veces que me dices cuánto te gusta estar conmigo. Eres ese amor que no hay que gritarlo a los cuatro vientos para que sea real, basta con que tú y yo lo sepamos. Tú eres mi secreto favorito, ese que no hace falta contar.

—Que cursi, gordita, me encanta cuando te pones así de cariñosa.

—Tú sacas ese lado rosa en mí. —se rió.

—Quiero sacar muchas otras cosas de ti. —su voz tan fuerte y ronca acarició los sentidos de Victoria.

—¿Cómo qué? —se mordisqueó el labio.

—Mándame las selfies de las que hablamos, los nudes como tú le llamas, y te cuento.

Una risita de Victoria dio inicio a una noche muy divertida… pues a ellos ni la distancia les impedía amarse.






Estoy de pasada por esta historia chicas. Espero que les haya gustado este pequeño capítulo único. Gracias por leer. Besitos. ♥

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