Capítulo 32

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Paralelamente en la mesa de Victoria el celular de ésta había comenzado a sonar interrumpiendo así la plática con Cesar, ambos se miraron entré sí al tiempo que ella metía la mano en su bolsa para buscar el aparato.

—¿Quién te llama? —le preguntó al verla fruncir el ceño.

—Maribel. —aun no contestaba.

—¿Guardia?

—Sí, hace un buen que no hablamos, se me hace rara su llamada.

—Bueno es una amiga que de seguro se quiere poner al día contigo, contéstale ándale, no me molesta. —le sonrió y tomó su mano libre para acariciarla con ternura.

Victoria le regaló una sonrisa y respondió su teléfono sin soltarse del agarre.

—Hola.

—Hola guaracandilla, tanto tiempo, ¿cómo estás? —desde la entrada del restaurante una sonriente Maribel miraba al par sentado en la mesa.

—Muy bien querida guaracandilla, ¿y tú? Van siglos que no hablamos. ¿Hoy te dignas a acordarte de mí? —bromeaba.

—Estaba por llamarte hace tiempo pero resulta que hoy te vi y dije, déjame saludarla.

—Me viste, ¿dónde?

Cesar la miraba con atención, y por alguna razón su mano seguía sobre la de ella.

—Te estoy viendo de hecho… —calló un momento y soltó una risita. —¿En qué andas pillina? —echó un vistazo rápido para ver si el grupo de amigos con los que venía había notado la presencia de Victoria y Cesar, pero éstos se encontraban distraídos platicando mientras esperaban por una mesa.

Victoria se había quedado pasmada de repente al escucharla, fue hasta ese momento que se dio cuenta que su mano seguía unida a la de Cesar y que estaban en un lugar público, inmediatamente la retiró y miró a todas partes, él frunció el ceño intrigado.

—¿Estás aquí?

—Sí y tú estás con Évora no… creo que tenemos mucho por hablar eh amiga. —dejó escapar un risita.

—Creo que sí. Maribel dime una cosa, ¿estás sola? —la buscaba con la mirada sin éxito.

—No, por eso te llamaba, mira no sé qué te traes pícara pero sea lo que sea tú sabes que hay gente muy chismosa que no pierde el tiempo para sacar notas sin sentido y fastidiar a quienes puedan. Yo vengo con unos amigos pero entre ellos está gente que pertenece a la prensa, ya sabes algunos amigos periodistas, está Alfredito Palacios también, y pues yo preferí avistarte porque sé bien lo malo que puede ser caer en la boca equivocada.

—Gracias Maribel, tienes razón, están los chismosos listos para hacer sus reportajes en todas partes.

—Oye pero me debes una plática pronto porque andas muy misteriosa guaracandilla y hace un siglo que no nos tomamos un café. —le decía a tono de broma, aunque claro no era difícil asumir la situación de su amiga en ese momento, sobretodo porque podía ver que el hombre frente a ella la miraba de una forma que iba más allá de la amistad.

Al otro extremo finalmente Victoria la encontraba con la vista y le hacía un gesto de saludo con la mano.

—Claro que sí Mari, cuando quieras salimos.

Mientras Victoria seguía hablando por teléfono Cesar la observaba entre encantado y curioso, verla frente a él en ese lugar abierto le brindaba una sensación de libertad exquisita, como si fuesen dueños del mundo y no existiera la necesidad de esconderse, pero al mismo tiempo la conversación que mantenía la hermosa mujer frente a él lo intrigaba.

Luego de unos segundos más de charla ella cortó la llamada, lo miró y suspiró.

—¿Qué está pasando cariño?

—Tan pronto nos traigan el postre y lo comamos nos paramos discretamente y nos vamos, quisiera hacerlo ahora pero se vería muy obvio.

—¿Por qué? No entiendo, ¿qué pasa?

—Maribel esta aquí, nos acaba de ver, pero ella no es el problema, lo que pasa es que viene con unas amistades, entre ellos periodistas, y no quiero que mañana salgan fotos de nosotros en algún programita de esos.

—Ya entiendo pero quédate tranquila, no estamos haciendo nada malo, te lo dije hace rato, somos dos amigos compartiendo una comida. —miró discretamente a su alrededor en busca de Maribel y de sus acompañantes.

—Pues sí pero los periodistas no pierden la oportunidad de sacar una nota y escribir lo que se les da la gana, prefiero evitarme escándalos, no nos conviene Cesar.

—Está bien, nos vamos dentro de poco, no te preocupes… están en una mesa más allá, no voltees. —mirando en dirección a donde se encontraba el grupo.

—Odio esto. —dijo repentinamente haciendo un mohín.

—¿Qué cosa?

—Que no podamos tener un almuerzo normal como cualquier pareja sin tener que estar mirando a todas partes para ver si alguien nos ve. —resopló.

Cesar bajó la cabeza un poco y suspiró.

—Yo también lo odio... pero sabes, da igual si nos ven ahorita, tampoco estamos haciendo nada malo, y ya comimos y lo hicimos bastante tranquilos, no podemos quejarnos.

—De todos modos me molesta sentirme atrapada aun en este lugar público, estoy segura que Maribel vio que me tenías la mano tomada y debe estar imaginándose mil cosas.

—¿Y?

—Que cada vez es más y más gente que se entera de lo nuestro.

—Para mí es un alivio, Maribel es tu amiga, estoy seguro que no irá corriendo a decirle a los medios, será otra cómplice más, además mientras mayor cantidad de gente sepa de nuestro amor mejor. Si lo sabe Dios que lo sepa el mundo, ¿no crees?

—Ojalá fuese tan fácil.

—Podría serlo Victoria.

—Me quiero ir Cesar. —se removía ansiosa en su silla. —Me siento incómoda, siento que nos miran.

—Nadie nos está mirando, ¿no piensas que es peor pararnos así tan de repente y marcharnos? Seríamos muy obvios, mejor tranquilízate y esperemos unos minutos. Mira ahí viene el camarero con los postres, ya cálmate.

Comieron de los dulces que a decir verdad les supieron un tanto amargos, al poco rato esperaban para pagar su cuenta.

Paralelamente en una mesa un poco alejada de esa esquina se veía a un grupo de amigos platicando y disfrutando de la comida. Uno de los presentes levantó su mirada y vio a unos reconocidos actores levantarse de su mesa y dirigirse a la zona de salida.

—Oigan, ¿que esos no son Victoria Ruffo y Cesar Évora? —cuestionó intrigado el joven.

Maribel contuvo el aire y asintió con una fingida sonrisa, lo menos que quería era que ese joven periodista los ubicara. El resto de los amigos asintieron luego de mirar a la salida pero no le dieron mayor importancia, a excepción de Alfredo y por supuesto el muchacho que tenía su cámara en una mochilita a su lado… siempre buscando la nota.

—¿Me disculpan un momento? —el hombre se paró sin siquiera disimular sus intenciones.

Maribel y Alfredo se miraron en silencio, para este último tampoco fue difícil que se le pasara por la cabeza lo que podría estar pasando entre Victoria y Cesar. Sí, era cierto que ambos eran amigos y habían sido compañeros de trabajo pero nunca se les veía juntos en la calle como dos amigos bien podrían estarlo, y eso era sospechoso.

Dos personas habían creado una teoría en sus cabezas acerca de ellos, tres si se contaba al periodista que para este punto ya estaba afuera siguiendo a la pareja… no en vano eran un secreto a voces, algo que muchos notan y pocos dicen.

A las afueras del lugar Victoria y Cesar llegaban al estacionamiento y se dirigían a la camioneta de él. Ella iba callada y con una mueca de disgusto en su rostro, él por su parte la miraba y aunque quería hablar no encontraba qué decir, sabía que Victoria se sentía tensa por el simple hecho de lo que vivió adentro donde la realidad había regresado a ellos de golpe recordándoles cruelmente que no eran más que un misterio.

—Mi amor, quita esa cara por favor. —le decía cuando llegaban al vehículo.

—¿Qué cara quieres que tenga Cesar?

—Una de felicidad porque pasamos un rato agradable comiendo y compartiendo juntos.

—Mientras duró.

Él le abría la puerta del copiloto.

—Exacto mientras duró fue bueno, además no pasó nada, no vamos a dejar que una tontería que ni viene al caso nos arruine el rato, a final de cuentas el resto de los acompañantes de Maribel no nos vieron, pudo haber sido peor pero no lo fue.

En ese momento y antes de que ella subiera a su asiento él le besó la frente y la abrazó por un instante… y fue precisamente en ese segundo que un lente capturó la imagen a poca distancia de allí.

Cesar cerró la puerta luego de que ella estuvo adentro y dio la vuelta para irse a su lado pero al hacerlo notó algo raro a unos pies de ahí, era alguien con una cámara en un rincón detrás de un auto… un paparazzi. Negó indignado con la cabeza y volvió a abrir la puerta de Victoria.

—Espérame un minuto aquí mi cielo.

—¿Por qué, qué pasa? —extrañada.

—Ya mismo te explico, no te bajes por favor. —cerró la puerta dejándola totalmente intrigada.

No muy lejos de allí el joven con la cámara se dio cuenta que Cesar lo había visto, quiso dar la vuelta e irse rápidamente pero cuando apenas había dado un par de pasos alguien lo agarró por el hombro.

—Caballero espere. —la voz dura de Cesar hizo que el joven temblara.

—Señor… —volteaba hacia él.

—¿Qué estabas haciendo?

—Mi trabajo señor.

—¿Tu trabajo es meterte en la vida de los demás? —decía molesto.

—Soy periodista, pertenezco a la prensa, es lo normal, todos queremos conseguir la nota.

—Claro, y la mejor forma de hacerlo es escondido detrás de los autos en un restaurante.

—Pues… ¿qué quiere que haga señor? —bajó la mirada, a decir verdad la presencia de Cesar lo intimidaba.

—Que borres las fotos que tomaste, si no lo haces porque yo te lo pido o por simple ética, hazlo por la dama al menos. —refiriéndose a Victoria quien se comía las uñas en la camioneta al no entender bien qué pasaba afuera.

—¿Por qué debería hacer eso? Yo estaría perdiendo…

Cesar resopló fastidiado.

—Mira muchacho si lo que te interesa es el dinero te daré el doble de lo que valen las fotos esas.

—No sé…

—No pierdes nada, al contrario, vas a ganar más.

El joven lo pensó unos segundos.

—Tenga, bórrelas usted mismo. —le entregaba su cámara.

Cesar vio las últimas fotos que habían sido tomadas, en éstas se podía ver como él y Victoria se abrazaban, como le besaba la frente y luego la ayudaba a subirse al coche. Si esas fotos salieran al aire serían bastante comprometedoras. Algo dentro de él le decía que dejara la bomba explotar de una vez por todas, una parte de su cabeza, esa que estaba harta de tener que estar escondiéndose, le gritaba que permitiera que esas fotografías llegaran al mundo y finalmente revelaran esa verdad que los asfixiaba gran parte del tiempo. Volteó a ver su camioneta y pensó en Victoria, ella no estaba lista para que todo explotara todavía, aunque en realidad ni él mismo sabía si lo estaba, posiblemente ninguno de los dos estaba preparado para enfrentar los efectos de semejante explosión de secretos… pero allí por un momento se permitió soñar en un mundo libre de mentiras y le gustó esa sensación de libertad que nunca tenían. Sin embargo, tenía que tomar una decisión, una determinación real y no basada en sueño o anhelos.
. . .
Minutos después se subía a su camioneta bajo la atenta mirada de Victoria.

—¿Qué está pasando Cesar?

—Tenía que resolver un asunto.

—¿Qué asunto? —cuestionó intrigada.

—No es nada Victoria.

—No, dime, te vi hablando con un muchacho, ¿quién era?

—Un reportero. —encendió el auto sin mirarla.

—¿Qué? —alarmada. —¿Nos vio, acaso tomó fotos?

—Sí nos tomó algunas fotos acá afuera cuando te abracé antes de que te subieras.

—No puede ser… de seguro mañana salimos en todos los programas de farándula, vamos a estar en boca de todos, se armará un escándalo con la prensa ¿te das cuenta de lo que esto significa? No, si yo sabía que venir aquí era mala idea, lo mejor que podemos hacer es seguir escondiéndonos como siempre. —alterada.

—¿Te puedes calmar? No pasó nada Victoria.

—Pero si me acabas de decir que… —él la interrumpía.

—Le pedí que las borrara, de hecho me dejó a mí hacerlo, ya no existen esas fotos.

—¿Estás seguro? ¿Cómo puedes saber que no se quedan en la memoria de la cámara o algo?

—No creo que le haya dado tiempo de asegurarlas mucho, recién las tomaba, además le pagué para que no comentara nada y prometió no hacerlo, me pareció sincero. Tranquilízate, la situación no pasó a mayores.

—Pero pudo haber pasado. —soltó de golpe.

—Pero no pasó Victoria, ¿por qué estás tan alterada?

—Porque me molesta que pasen estas cosas, me encabrona que no podamos tener ni una bendita comida tranquilos sin tener que estar fingiendo ser sólo amigos.

—¿Y crees que a mí no me molesta? Sabes, cuando vi las fotos tuve el enorme deseo de dejar que el muchacho las publicara y explotara la bomba de una vez por todas, quizá así ya no tendríamos que fingir.

—¿Te volviste loco o qué?

—Puede ser que haya tenido un momento de locura, pero pensé mejor las cosas, sé que tú no estás lista para dar ese paso y no podía hacerte eso.

—¿Y tú sí lo estás? —preguntó con voz seca.

—No lo sé.

—Es que me estás haciendo ver a mí como la única que no está lista para dejar de ser un secreto.

—No dije eso, no asumas cosas ni pongas palabras en mi boca que yo no he dicho, a lo que me refería es a que no podía hacer una locura como esa sin tomarte en cuenta. Y sabes, no entiendo por qué estás tan enojada, comprendo que por la situación pero parece que me estuvieras atacando como si yo tuviese la culpa de la presencia de Maribel y lo demás en el restaurante.

—Tú sugeriste venir a comer fuera sabiendo que era un riesgo muy grande. —le dijo alzando la voz.

Cesar abrió la boca indignado.

—Yo no te obligué a venir Victoria, además nos las estábamos pasando bien, y sí, al final pasó lo que pasó pero no es para tanto, creo que estás exagerando, y para colmo me echas la culpa a mí.

—Porque… porque la tienes. —dijo bajo coraje.

—Wow es increíble. —negó con la cabeza y resopló molesto. —No puedo creer que seas tan injusta.

Victoria no dijo nada, miró por la ventanilla y prefirió seguir callada durante todo el trayecto, Cesar tampoco habló anda más, ambos se encontraban perdidos en sus propios pensamientos.

No mucho rato después llegaban al departamento de los dos. Él se estacionó junto al coche de ella que había quedado allí y la vio bajar apurada.

—Victoria espera. —se bajaba tras ella.

—Me voy a mi casa Cesar.

Él suspiró frustrado y se pasó las manos por la cara.

—No entiendo por qué te comportas así, me estás echando la culpa de algo que no la tengo, al contrario hice lo que estuvo en mis manos para evitar que esas malditas fotos quedaran expuestas. Y al igual que tú me molesté por lo de ese periodista y la incomodidad que pasamos en el restaurante pero no por eso te estoy a atacando a ti. Estás actuando sin sentido, te enojas conmigo y quieres irte como si yo fuese el responsable del mal rato que vivimos.

Victoria se encontraba junto a la puerta de su auto pero no subía a éste, tenía la cabeza gacha y en silencio escuchaba a Cesar.

—No me hagas caso, estoy encabronada, no sé por qué me las desquité contigo. —admitió de repente apenada bajando un poco la guardia.

—Vamos a hablar mi vida, no te vayas. —le pidió mientras le cerraba la puerta del coche.

—No estoy de humor. —su voz sonó apagada.

—Lo sé y te entiendo pero platiquemos, no dejemos que lo que pasó nos arruine el día, estábamos tan bien mi cielo. —la tomó de la mano y la llevó con él hasta la entrada del edificio.

Subieron en silencio, cada uno ensimismado por su lado, cuando llegaron arriba Victoria se fue directo al sofá y se sentó en posición de indiecito sin decir nada.

—Victoria yo comprendo que estés alterada por lo que pasó, a mí también me amargó el rato pero no creo que esa sea razón para que nos enojemos entre nosotros. —caminaba hasta ella y se arrodillaba enfrente.

—Ya lo sé, por eso te dije que no me hicieras caso, estoy frustrada porque creí que por una vez en la vida podríamos tener una comida tranquilos sin tener que escondernos eternamente en este lugar, y lo que pasó no hizo más que recordarme que tú y yo nunca vamos a poder salir al mundo como una pareja normal porque simplemente… no somos una pareja normal.

Cesar suspiró, un nudo se formó en su garganta pero no era de llanto sino de unas palabras que hacía mucho que querían salir.

—¿Por qué no luchamos por serlo entonces? —la miró directo a los ojos. —Divorciémonos, deja a Omar, yo dejaré a Vivian y seremos libres.

Victoria abrió la boca para decir algo pero a ella el nudo de llanto sí se le había formado y éste no le permitió hablar, se puso de pie muy de golpe y le dio la espalda a él.

—No podemos hacer eso, y lo sabes. —le dijo luego de unos segundos cuando finalmente pudo hablar.

—¿Por qué no?

—Porque no es el momento.

—¿Y cuándo será el momento Victoria? —la seguía.

—No lo sé, pero tú sabes que por el puesto de Omar en Pachuca y mi posición de primera dama tengo un compromiso con la gente, no puedo divorciarme ahora, sería un escándalo muy grande.

—Sí ahorita es lo de Pachuca, y luego serán tus hijos, o la prensa, nunca va a llegar el momento.

—Ahora el injusto estás siendo tú… dime una cosa Cesar, ¿tú de verdad estás listo para dejar a Vivian, a tu hija que está en una edad difícil, estás dispuesto a enfrentarlas? ¿A empezar una nueva vida conmigo y mis tres hijos? Porque yo no vengo sola, somos un paquete.

—Sabes que ese no sería problema, yo adoro a tus hijos, así que no uses eso de excusa.

—No es una excusa, es la realidad, no sería fácil empezar de nuevo.

—Pero tampoco imposible.

—¿Entonces tú sí estás preparado para dejar a tu esposa y a Carla? Dime la verdad, y quiero que seas cien porciento honesto conmigo. ¿Lo harías en este momento, si yo te lo pidiera ahora mismo irías a hablar con tu esposa?

Él la miro en silencio y se pasó una mano por el pelo, comenzó a caminar de un lado a otro ansioso.

—No sería fácil pero… —ella lo interrumpía.

—Ves, tú mismo lo estás diciendo, lo pensaste demasiado cuando te lo pregunté porque sabes que la respuesta es no, no podrías hacerlo en este momento y yo tampoco, hay demasiadas cosas pasando en nuestras vidas como para ponernos ahorita a dar un paso tan gigantesco.

Victoria se fue a la cocina e hizo el intento de comenzar a hacer café pero no logró mucho porque Cesar la siguió y ofreció prepararlo él, ella se sentó en la barra y lo miró callada durante un rato.

—Lo que yo pienso Victoria… —le decía luego de unos minutos de silencio. —Es que nunca habrá un momento perfecto para ser libres, el momento lo tenemos que crear nosotros, debemos buscar la forma de dejar de ser un secreto y volar juntos tomados de la mano.

—Nada más quisiera yo qué eso pero soy realista y sé que por ahora esa no es una opción. Tú lo sabes Cesar, no sé por qué me exiges a mí algo que tú tampoco puedes dar.

—No te estoy exigiendo nada, yo comprendo nuestra situación. —ya sacaba el café para servirlo en dos tazas. —Sólo estoy tratando de que las cosas cambien entre nosotros, porque al igual que tú yo quiero que estemos mejor, que seamos libre para amarnos… y hasta para comer un simple almuerzo en un restaurante. —le entregó una taza y tomó de la suya.

—Eso es lo que más deseo en la vida… pero hoy no es nuestro tiempo.

La pregunta de cuándo llegaría su tiempo quedó en el aire, ambos decidieron dejar el tema por la paz o iban a terminar muy mal, y como últimamente las cosas marchaban bastante bien no querían arriesgarse a que la mala racha llegara a ellos de nuevo. Ya habría tiempo para seguir con esa plática, una que sin duda algún día tendría que llegar a su fin y una decisión definitiva tendría que ser tomada entonces.


Poco después se encontraban un poco más relajados, el ambiente se había tranquilizado bastante y charlaban en calma en el living mientras escuchaban un poco de música y se tomaban un trago.

—No sé cómo explicarle a Maribel lo que vio.

—No tienes que hacerlo.

—Nos vio tomados de la mano, por algo llamó para avisarme de la presencia de ellos allí, es obvio que sospecha acerca de lo nuestro, no es muy difícil que la gente se de cuenta.

—No sabemos disimular mucho supongo. —se reía y le hacía cosquillas en un pie, ella estaba sentada en el otro extremo del sillón con sus piernas estiradas sobre las de él.

—Pues no, ¿crees que los amigos con los que iba nos hayan visto y vayan a comentar algo?

—Sería muy chismoso eso de su parte, no lo creo.

—Esperemos que no… ¿seguro que las fotos quedaron borradas Cesar?

—Cien porciento.

Ella suspiró.

—Ya quédate tranquila amor, sabes a pesar de todo lo qué pasó a mí sí me gustó poder salir contigo a comer, me la pasé bien antes de que ellos llegaran.

—Yo también, mendigos que llegaron a arruinarnos el almuerzo.

—Bueno ya habrá más oportunidades para salir.

—¿Y arriesgarnos de nuevo?

—Yo estoy dispuesto, ¿tú no?

—Supongo que sí… debe ser el amor el que me hace cometer locuras como esas. —riendo. —Te amo, ¿te lo dije ya hoy? —se acercaba a él para sentarse en sus piernas.

—No, llevas haciendo corajes desde hace rato, echándome la culpa y queriendo irte a tu casa. —la abrazaba.

—Ay bueno, estaba haciendo berrinche, no debí desquitarme contigo, ¿me perdonas?

—Si me das un beso.

Ella sonrió y le mordisqueó el labio inferior primero, luego lo succionó y finalmente atrapó su boca en un apasionado beso. Sus lenguas se mezclaran instintivamente, danzaron un rato juntas y simularon hacer el amor durante algunos minutos hasta que tuvieron que parar porque se quedaron sin aire.

—Mañana es tu cumpleaños. —le dijo luego del beso, los dos seguían con la respiración algo acelerada y los labios rojos por la pasión del momento.

—Sí pero es martes, tú vas a estar grabando y yo tengo asuntos que resolver, si hubiese caído en día de semana podríamos haber celebrado juntos.

—¿Y por la tarde?

—Tengo la cena que te dije.

Victoria hizo un mohín.

—Sí con tu familia y amigos.

—Estás invitada si quieres… eres mi amiga también. —decía en tono de broma.

Ella le pegó en el hombro.

—Ja ja, muy chistosito. ¿Y en la noche? Es que quiero darte tu regalo y celebrar contigo como se debe. —le quitaba unos botones de la camisa.

—Dámelo hoy y celebremos hoy. —acariciándole las piernas.

—No, el regalo mañana, aunque sea en la noche.

—Está bien, podemos vernos en la noche, ¿pero y la celebración, no podemos tener un adelanto hoy? —le quitaba el broche del pantalón.

—Podríamos sí. —sintiendo como él metía su mano dentro de su pantalón y ropa interior para comenzar a acariciarla íntimamente.

Cesar le atrapó los labios en un beso al mismo tiempo que la masturbaba en el clítoris con sus dedos. Victoria comenzó a gemir e inconscientemente abrió las piernas sin dejar de corresponder a sus besos.

La ropa comenzó a estorbarles a ambos luego de unos minutos, la primera en quedar desnuda fue ella, él le quitó todo en un abrir y cerrar de ojos para saciar su deseo de tenerla a su merced.

—Eres tan perfecta. —le decía mientras le besaba un pie e iba subiendo por sus piernas. —Tu piel es tan suave y delicada, nunca podría cansarme de besarla, de morderla. —le mordió ligeramente un muslo y Victoria soltó una risita acompañada de un jadeo.

Cesar siguió su paso, le beso ambos lados de la ingle y pasó su lengua por allí sin tocarla en el centro aun, provocándola, excitándola. Dejó escapar un poco de aire de su boca y ella al sentir el soplido en sus pliegues gimió ya bastante agitada... entonces la tocó con la lengua y Victoria sintió que se encontraba en el cielo. Él la devoró cuanto quiso y como quiso hasta que notó que se tensaba e intensificó el juego tan travieso que aquel sinhueso tenía con el botoncito de placer, fue ahí que ella explotó arqueándose toda y juntando sus piernas para atraparlo a él entre ellas, nada le hubiese gustado más que se quedara allí por siempre, y a Cesar nada le incomodaba de quedarse a vivir eternamente en las puertas del paraíso.

—Deliciosa. —se incorporó y la besó haciéndole sentir su propio sabor.

—Te necesito dentro de mí ya, más que respirar. —se sentaba para arrancarle lo que le quedaba de ropa con rapidez.

Él no se quejó, de igual forma se moría por hundirse en ella y llegar hasta el fondo de su ser, lo hizo después de un par de segundos y no pudo evitar soltar un gemido ronco. Ella se arqueó y le enterró las uñas en la espalda.

—Perfecto... eso eres. —subió sus piernas para enroscarlas en sus caderas y se removió para que él entendiera que quería más, que quería sentirlo moverse en su cuerpo como nunca y como siempre.

Cesar lo hizo y juntos bailaron al ritmo de la canción a dueto de José José que sonaba en el equipo de música en ese momento.

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