El celular de Victoria seguía sonando insistentemente, a cada timbrazo la tensión en la habitación crecía, César seguía allí parado frente al armario con las manos ocupadas y el buen ánimo desapareciéndole de a poco. Él la miraba y ella estaba indecisa entre si contestar o no, fue entonces que la voz masculina la impulsó a hacerlo.
—Contéstale Victoria, probablemente quiere felicitarte, además tus hijos están con él, quizás ellos quieren hablar contigo también.
Ella pudo notar algo de pesar en la voz de él. Se sintió mal porque estaban tan bien, el día había comenzado perfecto y Omar con su presencia, aunque fuera telefónica, lo había arruinado todo.
—Estaré afuera, habla tranquila. —dicho esto salió de la habitación y se fue al living sintiéndose un poco abrumado. No pudo evitar sentirse egoísta, él había tenido toda la noche con Victoria, incluso fue el primero en felicitarla, lo menos que ella podía hacer era contestarle el celular a su marido que de seguro quería hacer lo mismo, así fuera por compromiso. Sin embargo, los celos allí estaban, no quería compartir a su mujer con nadie, cada día le costaba más hacerlo. Tener que separarse de ella para dejarla partir con otro dueño era la peor tortura que le tocaba vivir.
Paralelamente en la habitación Victoria había contestado el teléfono pensando más que nada en sus hijos, y efectivamente ellos querían felicitarla y hablar con ella para cantarle las mañanitas y decirle una cantidad de cosas lindas que la hicieron sonreír, sólo por eso no se arrepintió de haber respondido. Omar también la había felicitado, aunque su felicitación sonó más a un discurso político ensayado que a algo que sale del corazón. Había dos hombres en su vida, y solamente con uno de ellos sentía la verdadera felicidad y estaba agradecida de tenerlo, así sonara mal o injusto con su marido, no podía negar que solo le interesaban las felicitaciones de su amante.
En la cocina ya olía a café, César se puso a prepararlo mientras pensaba en todo y en nada a la vez. Las cosas habían marchado bien últimamente y en definitiva no quería que una simple llamada le arruinara el día que desde un principio se imaginó que sería perfecto. ¿De verdad iba a dejar que la presencia indirecta de Omar le dañara una de las pocas mañanas que tenía con Victoria? Se había hecho una idea tan diferente de ese momento; el llamado no era tan temprano, lo cual significaba que tenían tiempo de desayunar juntos, ella podía recibir su regalo y después tendrían una fantástica sesión de amor para que ese día fuese perfecto. No podía dejar que sus celos lo echaran a perder.
Victoria salió de la habitación envuelta en su sudadera favorita que en realidad le pertenecía a César, guiada por el aroma a café se fue hasta la cocina y lo encontró preparando no sólo eso sino también sacando los ingredientes para hacer un exquisito desayuno.
—Me gusta cuando me preparas el desayuno.
Él se sobresaltó al escucharla y sentir que lo abrazaba desde atrás.
—Es lo menos que te mereces en tu cumpleaños. —estaba un poco serio, aunque no quería estarlo, de verdad no deseaba que esa llamada le arruinara el rato pero lo que sentía dentro de él era más fuerte que sus ganas de que todo estuviera bien.
Ella pudo notar que su ánimo había cambiado y por alguna razón quiso darle explicaciones para que no se sintiera mal.
—Omar me llamó porque los niños querían felicitarme. —seguía abrazándolo por la espalda. —Él también… pero ya sabes, creo que lo ensayó.
—¿No crees que de verdad haya tenido deseos de felicitar a su esposa en su cumpleaños? —ponía un sartén en la hornilla.
—No lo sé, Omar es muy frío, nunca sé cuando siente algo y cuando no, en tantos años de matrimonio jamás he logrado diferenciar del todo lo que le sale del corazón y lo que no. —le besó la espalda. —César no te enojes.
—No estoy enojado Victoria, yo me imaginé que tus hijos querían hablar contigo y eso nunca en la vida podría molestarme.
—Eso no pero sí que haya hablado con Omar.
—Sería egoísta de mi parte si me molestara porque tengas que contestarle el teléfono a tu marido, aquí el que sobra soy yo. —no lo dijo con coraje, más bien fue decepción, pero no contra Victoria, ni siquiera contra Omar, en realidad era con la vida contra quien sentía decepción a veces por burlarse de las almas gemelas y juntarlas a destiempo.
—No digas eso por Dios… tú eres quien falta, no quien sobra. —hizo que él volteara para que la mirara. Con sus manos le acarició el rostro y se acercó para darle un suave beso en los labios. —Te amo, nunca vuelvas a decir que sobras en mi vida porque eso está tan lejos de la verdad, tú significas demasiado para mí, más que él, aunque suene mal no puedo mentir respecto a lo que siento y a quien quiero… te quiero a ti.
César le tomó ambas manos y se las llevó a los labios para besarlas con ternura.
—Perdóname, no quiero arruinarte el cumpleaños.
—No me lo arruinas y no tienes que pedirme perdón por sentirte mal, sé lo que sentiste porque yo también lo he sentido, es esa sensación de que la otra persona no te pertenece del todo y que las fechas especiales con ella no son exclusivas.
—Aún así, hoy es un día para estar contentos, no para dejar que nada nos amargue la vida. —la abrazó y le besó la cabeza. —Me voy a encargar de que pases un excelente cumpleaños de acuerdo. Puede que tú no me seas exclusiva pero tu corazón sí lo es, y con eso me basta. Te amo. —le sonrió.
—Yo más. —se prendió de su cuello.
—No, yo más. —le envolvió la cintura con sus brazos y la levantó un poco del suelo.
—Yo más y punto.
—Siempre quieres ganar.
—Siempre gano si tú estás a mi lado. —le mostro una amplia sonrisa que a César lo derritió.
—Te haría el amor ahora mismo sobre este mesón pero se me va a echar a perder el desayuno que te estoy preparando. —le acariciaba los glúteos.
—No importa, apagamos la estufa.
—Puedes esperar golosa, mejor siéntate allá y dejarme atenderte. —la separó de su cuerpo con un fugaz beso y le hizo señas de que se fuera a sentarse a la barra. —¿Café?
—Sí gordo… ¿oye y mi regalo?
César le sirvió café, se regresó para verificar algo en la estufa y luego se paró frente a ella con una sonrisa, de un rincón sacó una bolsa de regalo, la misma que había sacado más temprano del closet.
—Esto es… bueno no es el regalo en sí, es parte de él, ábrelo.
Victoria lo miró con intriga pero con una sonrisa de oreja a oreja.
—A ver. —tomó la bolsa y la abrió, lo primero que encontró fue una tarjeta doblada, la desdobló y vio que había algo escrito en la letra de César, amaba esa parte de los regalos, más que el obsequio, le encantaban sus notas. Leyó el contenido con una sonrisa y el corazón palpitándole con fuerza.
ESTÁS LEYENDO
SECRETO A VOCES
RomanceHay cosas en la vida que son obvias, que dejan de ser secretos y se convierten en algo que todos saben pero que prefieren cerrar los ojos e ignorarlo. Callar muchas veces es más fácil que aceptar la verdad. El amor de estos dos actores ha sido así...