Capítulo 49

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Se miraron aterrados, el ruido entre los matorrales se escuchaba cada vez más cerca, también las voces, los segundos corrían rápido pero para ellos parecían muy lentos, estaban en shock, sin embargo, sabían que tenían que actuar de inmediato si no querían ser descubiertos.

—¿Qué hacemos César? —preguntó ella en un susurro, temblaba, y no de pasión ni de frío, sino a causa del miedo que sentía de ser pillada en esa situación tan comprometedora.

—Tranquila… —murmuró mientras su mente trabajaba muy rápido para encontrar una solución.

—No me puedo quedar tranquila. —susurró angustiada. —Sal ya. —le pidió y él no supo si se refería al agua o a que saliese de su cuerpo donde aún permanecía enterrado.

Finalmente se despegó de ella, las risas provenientes de los arboles se acercaban, quienes fueran los que venían en camino no iban a tardar en llegar. Él nadó hasta donde estaba la ropa de los dos encima de las piedras y agarró todas las prendas.

—Ten, vístete. —le entregó su ropa.

—¿En el agua? —frunció el ceño.

—No tenemos más remedio.

Ella puso su cabeza a trabajar.

—Vete por aquel lado. —señaló unos arbustos al lado contrario de donde se escuchaban los ruidos. —Si sales y te escondes detrás de esos arboles nadie te verá.

—¿Y tú?

—Ya veré qué hago, pero prefiero que me vean a mí sola aquí a que me encuentren contigo, así que ya vete por favor.

César no quería dejarla sola y exponerla, pero tampoco tenía mucho tiempo para tratar de convencerla de que fuera con él. De hecho no tendrían oportunidad de irse los dos de ahí sin ser vistos si trataban de salir por el mismo lado, y definitivamente no les convenía que nadie los viese ahí juntos y a medio vestir. Como uno de los dos tendría que dar la cara para disimular la situación, Victoria decidió que ella lo haría esta vez. Todo lo que pasó después se dio muy rápido, César logró salir y esconderse detrás de unos arboles, allí aprovechó para vestirse, ella también salió del agua y sin importar que la ropa se le empapara se la colocó, y apenas le dio tiempo a incorporarse cuando tres de sus compañeros aparecieron y se encontraron con la particular escena. Una Victoria mojada de pies a cabeza, la ropa pegada a su cuerpo indicando que acababa de ponérsela apenas habiendo salido del agua. Con expresión de sorpresa Gaby, René y Danna la miraban y se preguntaban qué estaba haciendo ella allí.

—Vicky, ¿qué haces aquí? —preguntó Gabriela mirándola con una ceja levantada.

—Ehh, estaba… —titubeó un poco. —Vine a ver la cascada y no me pude aguantar la tentación de lanzarme al agua, pero como no traía la ropa adecuada pues ya pueden ver lo qué pasó, estoy toda empapada. —decía lo más naturalmente posible haciendo uso de sus dotes histriónicos.

—¿Y te viniste para acá sola? —cuestionó Danna.

—Sí, lo que pasa es que terminé de grabar y quise caminar un poco para apreciar esta belleza de lugar, como la mayoría seguía grabando pues me tocó venir sola. ¿Y ustedes, qué hacen por acá?

—Pues lo mismo que tú, mi querida Vicky. —dijo René. —Bueno, no sé si lo mismo verdad, pero también queríamos ver la cascada. —su voz sonaba divertida, intercambió una mirada con ella y supo de inmediato que ese cuento de que había ido sola a la cascada era una mentira. Esas eran las ventajas de conocerla de años, que a diferencia de los nuevos compañeros, él como otros sabía bien la movida de un par de locos que no sería ni la primera ni la última vez que se daban sus osadas escapadas mientras trabajaban.

—Ah qué bien. —hubo un silencio incómodo. —Bueno pues… yo ya me iba, tengo que quitarme esta ropa o si no me voy a enfermar. —logró decir luego de unos segundos.

Estaba nerviosa, no sabía si César había logrado irse o si seguía escondido, tenía miedo de que a pesar de que hicieron lo posible para que no pasara, sus compañeros aún así los hubiesen visto, además estaba segura que por lo menos René sospechaba algo. Aterrada de que le fueran a notar el nerviosismo en la pura mirada, prefirió no seguir ahí y luego de despedirse a las carreras se fue de allí con el corazón desbocado.

—Dios mío. —decía para sí misma cuando se vio alejada de aquella zona que estuvo a punto de ser la sede del escándalo si los hubieran pillado. —¡César! —de repente se alarmó, no tenía idea si había logrado volver a la hacienda o se había metido más bosque adentro.

Sacó su celular del bolsillo de su sudadera y éste estaba un poco mojado, lo que le faltaba, quedarse sin teléfono también y estando ahí en medio de la nada en un pueblito. Siguió caminando apurada, tenía que llegar a la hacienda cuanto antes, cambiarse y averiguar qué había pasado con su compañero de locuras, y eso sí, olvidarse por completo de volver a hacer otro disparate como el de hace rato. Por andar de calenturientos y jugando a los adolescentes que cogen en todas las esquinas casi los pillan y todo se viene abajo.

Y es que es muy cierto eso que dicen de que las locuras que se hacen por amor son arriesgadas y peligrosas, pero… ¿qué sería el amor sin un poco de locura?

Paralelamente César se alejaba de la cascada por otro camino que encontró que lo devolvería a la hacienda, intentó llamar a Victoria pero cuando lo hizo le mandó al buzón sin siquiera timbrar. Se había quedado viendo un poco lo que sucedía con ella y con los compañeros, se sentía mal de haberla dejado botada a su suerte cuando él como caballero debió ser quien diera la cara. Quería verla para pedirle disculpas y también para decirle que a pesar de que por poco los pillan, no se arrepentía de lo que habían hecho, pues le encantaban cada una de las aventuras que tenía con ella. Después de caminar un rato llegó a la civilización por así llamarle, había técnicos y gente de la producción de aquí para allá, pues estaba ya muy cerca del hotel hacienda. Nadie pareció fijarse en que llevaba la ropa un poco mojada y el cabello empapado de igual manera, nadie excepto su querido amigo y productor quien abrió la boca en sorpresa en cuanto se lo topó de frente.

—¿Y a ti qué te pasó? —con el ceño fruncido.

—Me mojé.

—Eso lo veo perfectamente, ¿pero por qué, de dónde vienes?

—De la cascada. —contestó restándole importancia al hecho.

—¿Estabas nadando solo en la cascada? —lo miró con suspicacia.

—Sí, con quién más. —no le mantuvo la mirada.

—Porque me imagino con quien, es que te lo pregunto.

César dejó escapar una risotada que llamó la atención de algunos que pasaban cerca de allí.

—¿Qué quieres que te diga mi amigo? La vida es una aventura. —decía con una sonrisa de oreja a oreja, y quién no después de un encuentro espectacular que terminó en un orgasmo lleno de adrenalina.

—Sobre todo la de ustedes. ¡Dios mío! —se pasó una mano por la cara, no era necesaria mucha explicación para saber lo que había sucedido, conocía bien a esos dos. —¿Y Victoria dónde está?

—No lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes? ¿Estabas con ella no?

—Sí, pero es que casi nos descubren y nos tocó separarnos, ella se quedó hablando con Gaby, Danna y René y yo agarré camino para acá, quise quedarme pero ella insistió en que prefería que la viesen allí sola a que nos descubrieran juntos.

—Creo que fue mejor así, mira César yo soy su amigo, su cómplice fiel e incondicional, pero también soy el productor de esta novela, y no quiero escándalos ni chismes o habladurías. Siempre los he apoyado, pero si van a hacer sus locuras por lo menos sean cuidadosos, así se evitan problemas ustedes y me los evitan a mí.

—Me caes mal cuando te pones en plan de jefe. —se reía.

—Ay ya, es un consejo.

—Lo sé Chava, estoy bromeando contigo, y prometo que seremos más cautelosos, no quiero meter a la novela en un escándalo, y bueno a Victoria y a mí tampoco nos conviene tener uno en este momento.

—Me alegro que lo entiendas, aunque estoy seguro que eso dices y luego terminan haciendo locuras peores. —sonrió. —¿Qué voy a hacer con ustedes César? Me van a volver loco un día con sus cosas.

—Ya deberías estar acostumbrado amigo, son muchos años aguantándonos.

—Eso sí. Bueno ve a cambiarte, yo aquí me quedo por si veo a la comadre, debe venir mojada de pies a cabeza como tú. Son unos desvergonzados lo dos. —riendo.

—No vemos luego Chava. —con una expresión de satisfacción mezclada con un poco de adrenalina que todavía le recorría el cuerpo, se despidió y subió a su habitación, afortunadamente logró hacerlo sin que nadie más lo interceptara.

Victoria por su parte había logrado subir a su cuarto sin ser vista, en cuanto entró se quitó la ropa mojada y se metió a bañar. Ya cambiada y libre de cualquier evidencia de la locura que había hecho decidió llamar a César, por suerte el celular no se le había dañado con el agua. Él contestó después del tercer o cuarto timbrazo.

—Hola gordita.

—Hola gordo, ¿dónde estás, lograste salir de allá o te perdiste entre los matorrales? —se reía.

—No, ya logré salir, de hecho estoy en la habitación, me estaba cambiando.

—Eso hice yo ahora, venía mojada de pies a cabeza, afortunadamente nadie me vio, aproveché para darme un baño y ahora me recosté un momento.

—¿Vas a dormir?

—Tengo sueño.

—Dormilona.

—Ya sabes que me encanta dormir, además no tengo que grabar más por hoy y todavía es temprano para cenar, voy a dormir un ratito antes de bajar con los demás más tarde.

—¿Puedo ir a hacerte compañía?

—Sólo si no tienes dobles intenciones.

—Yo siempre tengo dobles intenciones contigo mi amor.

Ella se reía.

—Pero yo quiero dormir y nada más, además cariño ya deberías estar saciado, ¿no fue suficiente con lo que hicimos en la cascada?

—Nunca es suficiente contigo.

—¿Alguien te vio subir a tu cuarto mojado?

—Salvador, pero bueno él nos conoce y no tuve ni que decirle nada, sabía lo que habíamos hecho. De hecho me regañó porque dice que tenemos que tener más cuidado cuando hagamos nuestras locuras.

—Pues Chava tiene razón, nos arriesgamos mucho, no podemos volver a hacer eso César, nos pueden descubrir, ya ves lo que pasó hoy. —poniéndose seria.

—Lo sé, pero a mí me encantan esas aventuras que tenemos, a tu lado nada es aburrido.

—Lo mismo digo corazón, pero por lo menos seamos más cuidadosos, tú sabes que no nos convienen los escándalos ahorita.

—Sí mi cielo, lo sé… oye quería pedirte disculpas por haberte dejado botada en la cascada, ¿qué te dijeron René, Danna y Gaby?

—Obviamente se extrañaron de que estuviese ahí, les dije que fui a ver la cascada y no me pude aguantar las ganas de nadar. Creo que Gaby y Danna se lo creyeron y no sospecharon nada, pero René ya me conoce y notó que era mentira, debió imaginarse que estaba contigo.

—Bueno, no pasa nada entonces, René sabe todo y es uno de nuestros fieles cómplices.

—Pues sí pero no sabes la vergüenza que sentí.

Él estalló en risas de un momento a otro.

—¿De qué te ríes baboso?

—Tienes que aceptar que fue divertido y a pesar de todo la pasamos bien.

Victoria abrió la boca con fingida indignación e hizo un chasquido que César percibió rápidamente al otro lado de la línea.

—¿Crees que fue divertido que hayamos tenido que salir del agua apurados casi desnudos y ponernos la ropa sin importar que ésta se mojara sólo para no ser descubiertos? Porque para mí fue todo menos divertido, casi me muero del susto, todavía tengo el corazón a millón solamente de pensar que si llegaban unos minutos antes nos hubieran cachado teniendo relaciones.

—Pues sí, fue divertido, y eso que sientes se llama adrenalina.

—Se llama pre infarto. —se reían.

—Por lo menos acepta que estuvo rico lo que hicimos, quitando lo que pasó después claro, pero sí fue rico.

—Eso sí no lo puedo negar, siempre es rico hacer el amor contigo, ya sea en la cama, en la cascada…

—Y todavía nos falta el establo y por supuesto nuestros más fieles cómplices los camerinos.

—¿Por qué somos tan locos César?

—Porque nos amamos.

—Amarnos en sí es una locura.

—¿Eso crees?

—¿Tú no?

—Un poco también… pero sabes qué pasa, que a mí me encanta estar loco y amarte como te amo.

Victoria suspiró y sintió de repente que el colchón donde estaba acostada flotaba en las nubes, era el afecto del amor lo que causaba eso.

—A mí también mi amor. —suspiró. —Te amo.

—Yo te amo más. —se quedaron callados unos segundos. —¿Quieres que colguemos para que puedas dormir un rato?

—No, quédate conmigo al teléfono o mejor ven y dormimos juntos.

—No creo que sea conveniente ahora porque es temprano y me pueden ver entrando a tu habitación.

—Sí, tienes razón… pues hablemos un poco más.

—Te vas a dormir, te conozco.

Tal como lo había predicho, Victoria se durmió poco tiempo después mientras hablaban, y como él tampoco tenía nada que hacer por esa tarde hasta la hora de la cena se terminó durmiendo también durante un par de horas con ella al teléfono. Despertaron todavía en la llamada y con la oreja caliente por tenerla tanto rato pegada al celular. Se despidieron momentáneamente mientras se alistaban para bajar, no mucho rato después se encontraban en la terraza junto con los demás.

—Buenas noches. —la saludó César como si no hubiese hablado con ella en todo el día y como si horas antes no hubiera estado junto a ella haciendo el amor a plena luz del sol en la cascada.

—Buenas noches César. —le sonrió y no pudo decirle nada más porque se vieron de repente rodeados de otros compañeros.

—¿Nos sentamos? —preguntó Chava y todos asintieron.

—Victoria, ¿no te resfriaste por la ropa mojada que llevabas temprano? —cuestionaba Jacqueline entre risas.

—¿Y tú cómo sabes eso? —frunció el ceño.

—Nos lo contó un pajarito.

Victoria miró a Gaby que estaba frente a ella.

—No fui yo. —se defendió rápidamente ella.

—Yo tampoco. —saltaba a decir Danna.

—No se preocupen, ya me imagino quien fue. —volteó a ver a René quien se reía.

—Yo sólo dije que te vimos ahí cuando fuimos de paseo.

—Chismoso. —sonriendo.

—¿Y te fuiste hasta allá sola Victoria? —la picó Jacky con una sonrisa socarrona.

—Sí, todos estaban ocupados y me toco ir solita.

—La próxima vez pídele a alguien que te acompañe Vicky, el terreno es súper peligroso y te puede salir un bicho raro, a mí casi me pica uno entre los arbustos. —decía Danna.

—¿A ti no te picó ningún bicho raro Vicky? —siguió bromeando Jacqueline y Victoria la miró con ganas de matarla, entendía perfectamente su doble sentido y aunque le parecía chistoso, tenía miedo de que alguien más lo agarrara y empezara a sospechar algo.

—No, gracias a Dios ninguno, me fue muy bien.

—Me lo imagino comadre. —soltó Salvador con una risita, y César que hasta el momento había estado hablando por su lado con Guillermo y Andrés no pudo evitar carcajearse llamando la atención de sus compañeros.

—Perdón, me acordé de algo. —se disculpó.

Victoria deseó que la tierra abriera un hueco en ese momento y se la tragase, a ese paso y con todos esas bromas doble sentido y esas risas que muchos no entendían, no iban a tardar en quedar al descubierto delante de sus nuevos compañeros.

La cena transcurrió entre más bromas y risas, la plática con todos los compañeros se extendió hasta bastante tarde. Cuando ya el reloj macaba más de las doce cada uno fue retirándose a su habitación para descansar después de un largo día. Tal como lo había hecho la noche anterior, César esperó hasta ver que todos se acostaran para escabullirse por el pasillo e irse hasta la habitación de Victoria.

—Odio a Jacky. —refunfuñó ella, ya estaban los dos metidos bajo las cobijas listos para dormir.

Él se reía.

—Siempre ha sido muy bromista y le ha gustado molestarnos con sus comentarios llenos de doble intención.

—Sí, lo sé y la adoro, pero nos va a meter en un problema.

—Nadie tiene por qué sospechar nada, sólo los que nos conocen y están enterados de lo nuestro saben lo que hay detrás de sus palabras.

—Eso espero porque si no la voy a matar, y no sólo a ella, a todos, hoy me agarraron de chiste hasta los nuevos compañeros. —se quejó.

—Eso es por tu viajecito a la cascada. —riendo.

—Sí, me imagino que partir de ahora la bromita será “primero llegó Victoria”, o algo así porque fui a ese lugar antes que los del elenco que van a grabar ahí.

César se moría de la risa.

—Lo siento mi amor.

—Te hubiera dejado a ti dar la cara y quedar como el loco que estaba solo nadando en ropa interior en la cascada.

—Pues no me hubiera importado, nunca he nadado más rico en mi vida. —levantó una ceja y se acercó a ella para olerle el cuello y empezar a besarla allí.

—¿Qué haces, gordo? Hoy no mi amor, estoy cansada. —le decía tratando de alejarlo de ella. —¿No te bastó con lo de la cascada?

—No. —comenzó a acariciar sus piernas.

—Pues a mí sí y estoy agotada.

Él insistió un poco más con besos y caricias pero ella terminó de convencerlo de que de verdad estaba cansada y quería dormir. César lo entendió y la dejó quieta, se acostaron abrazados y no mucho rato después comenzaban a dormirse, o al menos él sí. Sin embargo, ella se había quedado pensando en todo y en nada, estaba agotada pero simplemente no podía agarrar el sueño. A su mente vinieron de repente los recuerdos de lo que habían hecho temprano, y aunque no lo planeó terminó excitándose al recordar el placer y la adrenalina que sintió en aquel momento.

—César… gordo. —lo llamó un par de veces sin obtener respuesta. —¿Te dormiste?

—¿Qué? —dio un respingo, entreabrió los ojos y la miró, ella le besaba la mejilla. —Me estaba quedando dormido, me asustaste, ¿qué pasó gordita?

—No tengo sueño.

—Pero si me dijiste que estabas cansada.

—Sí pero no me puedo dormir. —le besó el pecho. —¿Tú tienes sueño?

—Pues sí, ya me estaba durmiendo.

—Hagamos algo. —le pidió incorporándose para besarlo.

—¿Algo de qué? —al principio no entendió. —Ah…. —cayendo en tiempo. —No me digas que ahora quieres, pero si hace rato me dijiste que no.

—Me dieron ganas.

Él soltó una risita.

—Ahora soy yo el cansado.

—Yo me encargo de todo. —llevó su mano hasta la entrepierna de él y lo acarició por encima de la tela de su calzoncillo.

—¿Me vas a usar para saciar tus bajos instintos de madrugada?

—Sí. —metió la mano dentro de la ropa interior y comenzó a masturbarlo. —¿Me dejas usarte verdad?

—No tengo problema en ser usado para eso, sería un tonto si no aceptara. —jadeaba.

Ella sonrió y lo besó en los labios, segundos después se incorporó y se subió sobre él. A César cualquier rastro de sueño que le quedaba en el cuerpo se le fue cuando ella se desnudó rápidamente y empezó a frotarse encima suyo con absoluta pasión y deseo.

—Me encantas César. —se restregaba contra él y lo besaba en el cuello y en el pecho.

—Soy irresistible, siempre lo he sabido. —se reía.

—Mucho. —bajó lentamente con sus besos por su abdomen provocándolo cada segundo un poco más, y cuando llegó a la parte donde el dobladillo del calzón le impedía seguir, se encargó de quitárselo para dejarlo completamente desnudo.

Minutos después Victoria tenía la boca llena y César gruñía de placer. De ahí se extendió el fuego y pasado un buen rato de incendio los dos caían acostados y exhaustos con un buen orgasmo de madrugada a cuestas.

—Gracias a Dios que no tenías ganas cuando te lo pedí primero, porque llegabas a tener y me matabas. —le decía él entre risas.

—Es que tú tienes razón, no me puedo resistir a ti. —acostada en su pecho.

—Yo sé que soy tu mayor tentación.

—Tienes el ego por las nubes pero dices la verdad. —cerró los ojos. —Mañana voy a amanecer súper cansada.

—Creo que así vamos a amanecer hasta que se acaben las grabaciones, bueno por lo menos mientras nos quedemos en este lugar.

—Ay si fuera por mí me quedaría los cuatro meses de corrido. —se apretó más a él. —No quiero que se acabe este tiempo.

—Acaba de empezar gordita.

—Pues ojalá sea eterno.

Eterno, así como el amor que ambos se tenían.

Un par de días transcurrieron entre grabaciones, ensayos y noches de pasión donde él se metía a escondidas a la habitación de ella. Estar en esa hacienda alejada de sus respectivas parejas y de la realidad de sus vidas en la ciudad estaba resultando una experiencia única para ellos, se sentían libres para hacer lo que quisieran y para amarse sin restricciones. Claro que les tocaba disimular delante de algunos de sus compañeros, pero por alguna razón sentían que nadie los juzgaba, que nadie del grupo estaba pendiente de ellos y eso sin duda los hacía experimentar una tranquilidad como pocas veces la sentían. Para ellos era un alivio jugar de vez en cuando a los esposos y pasar el día entero juntos compartiendo hasta saciarse y sintiéndose libres como aves que vuelan con el viento a su favor. Así fuese una fantasía de esas que duran un corto tiempo, lo disfrutaban y eran felices con sus pequeños momentos de libertad.

Esa noche se encontraban grabando una escena con mariachi y ambiente de fiesta, la secuencia tardó horas en ser completada y entre las muchas tomas los actores aprovechaban para también tomarse su tequilita y hacer menos pesado el trabajo. Victoria y César se la pasaron juntos todo el tiempo que pudieron, las risas por supuesto no faltaron, sobre todo en la última parte de la escena donde el personaje de él supuestamente borracho cantaba a todo pulmón junto con los mariachis una canción de dolor por el amor perdido de su morenita. Eso desató las carcajadas de más de uno y terminó de hacer de la velada no sólo una productiva de forma profesional, sino también muy divertida.

—No sabía que mi papito le entraba a la cantada tan bien. —comentaba Grettell.

—Ni tanto muchacha. —decía él.

—Eso que estaba haciendo no se llama cantar, parecían berridos de algún animal muriéndose. —se burlo Victoria soltando una carcajada.

César abrió la boca indignado.

—Nanita no le digas eso. —lo defendió Mariluz.

—Él sabe que es broma. —se prendió de su brazo. —¿Verdad don Victoriano? —le sonrió.

—Sí mi morenita.

Las jóvenes rieron sin lograr ver más allá de ese excesivo cariño que aunque parecía una pequeña actuación, no lo era.

—¿Nos pueden tomar una foto? Es que quiero compartírselas a mis twitteritas.

—Sí, claro. —Mariluz tomó el celular de Victoria para la foto. —Ya he visto que las tekilaz son locas con ustedes, ¿así se hacen llamar no?

—Sí. —posó abrazada a César para un par de fotografías que minutos después compartió en Twitter e Instagram.

Luego de un rato y mientras la plática seguía con otros compañeros que se habían unido a la misma, a Victoria le sonó el celular, se trataba de Omar que la llamaba con insistencia.

—Discúlpenme, ya vuelvo. —miró a César y antes de retirarse del área le dijo con los ojos quien le marcaba, a él no le quedó más remedio que esperarla ahí. —Hola Omar, ¿qué necesitas?

—Vaya, hace casi una semana que no sé de ti y así me contestas…

—Hemos hablado, no seas exagerado, siempre llamo para saber de los niños, deja la ironía. —irritada. —¿Pasó algo con ellos?

—No, los niños están bien.

—¿Entonces qué necesitas?

—Te estuve llamando hoy durante el día, ¿por qué no me contestabas?

—Dos razones Omar, la primera es que estoy trabajando, y la segunda es que apenas tengo señal acá. Dime lo que me tengas que decir de una vez, estoy ocupada.

—¿Por qué eres tan dura conmigo?

—No soy dura, simplemente tengo que seguir trabajando y me estás quitando tiempo.

—Está bien, no te enojes. —se quedó callado un momento. —Necesito saber si vas a estar aquí este fin de semana.

Victoria puso los ojos en blanco.

—Claro, ya decía yo que algo necesitabas. ¿Qué crees que soy Omar, tu empleada o algo así?

—No seas dramática, sólo te hice una pregunta.

—Sí pero yo sé bien lo que significa tu pregunta, me necesitas para alguna de tus ridículas cenas con tus amigos políticos que no soporto y te hace falta que yo esté ahí contigo.

—Bueno sí, pero pensé que habíamos quedado en algo y que no te molestaría si te pedía que me acompañaras.

—Mira Omar en este momento no te puedo dar una respuesta, no sé cuando vaya a volver, no depende de mí, estoy trabajando.

—Sí ya me imagino lo que cansada que estás de tanto… trabajar.

Ella resopló ya harta de la conversación.

—Hablamos en otro momento, debo regresar con mis compañeros. Adiós. —sin darle oportunidad a decir nada más cortó la llamada. Refunfuñando regresó a donde estaba antes pero sólo encontró a César, los demás se habían esparcido por la zona, en el fondo lo agradeció, pues no estaba para hablar con nadie, su humor había cambiado radicalmente.

—¿Qué pasó… era Omar verdad?

—Sí. —contestó de mala gana y se tomó un tequila de los que habían en una mesa cerca de ellos.

—¿Le pasó algo a tus hijos?

—No, ellos están bien, él me llamó para fastidiar como siempre.

—Te necesitaba para algo. —asumió. —Alguna reunión de política supongo. —hubo silencio. —No sé por qué dejas que te use de esa manera.

Ella lo miró molesta.

—Si dejara que me usara no estaría aquí, ni siquiera hubiera aceptado hacer esta novela.

—Claro que se lo permites Victoria, ¿o no lo vas a acompañar pronto en su campaña para la gobernación?

—Tengo que hacerlo.

—No, no tienes, tú podrías… —calló. —Sabes qué, yo no me voy a meter, ese no es asunto mío, siempre que trato de decirte algo salgo perdiendo.

—Sí, mejor quédate callado. —se tomó de golpe otro tequila y lo miró mal.

—Tampoco te desquites conmigo si tienes coraje con él, yo no tengo la culpa de que tengas un marido idiota que sólo sirve para amargarte la vida.

—Vete al diablo César. —agarró un tercer caballito de la mesa y caminó con intenciones de alejarse de ahí.

—¿Y yo qué te hice? —la seguía.

—Nada, pero no estás ayudando con tus comentarios.

—Es el colmo, él llama para arruinarte el momento y quitarte el buen humor y resulta que te enojas conmigo. Explícame eso, porque no lo entiendo.

—Deja de seguirme, no quiero levantar sospechas ni que la gente se ponga a hablar.

—Más van a hablar si te ven bebiendo así. —la miraba rellenar el vasito vació con el tequila que encontró en otra mesa más adelante.

—No sé por qué, todo mundo está aprovechando para beber.

—Sí, pero tú lo estás haciendo en exceso porque estás encabronada con el estúpido de tu marido.

Ella volteó a mirarlo.

—¿O no es así?

—Me quiero ir.

—¿A tu cuarto? Ya terminamos de grabar, Chava dijo que por hoy podíamos irnos a descansar, lo que pasa es que todos se quedaron echando fiesta.

—No, a la habitación no, quiero caminar un poco, respirar… —sus ojos se humedecieron. —Siento que me asfixio César.

Por un momento él no supo si ella hablaba del ambiente rodeado de gente o de la situación con su marido. De igual forma la sacó de ahí y juntos se alejaron de todo el gentío y se fueron a caminar por los alrededores de ese amplio terreno, cada uno con una botella de alcohol en mano que ella insistió que se robaran.

—¿Y cuál es el plan, intoxicarnos del alcohol y no poder levantarnos mañana? —le preguntó él cuando se sentaron en unos escalones de cemento que parecían ser los sobrantes de algunas ruinas o una construcción dejada a mitad. Todo estaba oscuro, las luces de la hacienda habían quedado bastante atrás y únicamente la enorme luna de esa noche los alumbraba.

—¿Tú crees que a mí me gusta que él me use? —le cuestionó sin contestar su pregunta anterior.

—Perdón Victoria, no debí decirlo así, yo sé que tú no eres de las mujeres que se dejan usar, es sólo que me molesté porque ese idiota siempre logra amargarte el rato, y siento que a veces te pide mucho y tú se lo permites.

—Pero no lo hago por él César, lo hago por mis niños, me siento obligada y comprometida con Omar y con sus cosas porque sé que los pollitos esperan eso de mí, que apoye a su papá en todo, y yo no quiero defraudarlos.

—Yo lo sé mi amor, si de algo no tengo dudas es de que eres una gran madre y por tus hijos harías lo que fuera, pero esa no es una excusa para que dejes que Omar te pisotee, porque aunque él no sea un hombre agresivo o no te ponga una mano encima, lo cierto es que te manipula usando tu talón de Aquiles que sabe que son tus niños.

Ella asintió en silencio.

—¿En qué momento terminé así César? —dio un sorbo del licor directamente de la botella, una lágrima se le escapó.

—¿Así como? —le secó la gota que bajaba por su mejilla.

—Atada a un hombre que ya no soporto, empezando a entrar a una vida que no es la mía con todo esto de su próxima campaña, y sintiéndome obligada con él por el simple hecho de ver bien a mis hijos. ¿Por qué la vida es tan complicada? ¿Por qué tengo que regresar a la ciudad y fingir que soy la esposa amorosa que está feliz de acompañar a su marido a todos sus eventos cuando lo único que quiero es quedarme aquí contigo? Y sí ya sé que puede sonar mal o egoísta, pero no quisiera volver, estos días acá lejos de todo han sido como un respiro a esa parte de mi vida que quisiera cambiar. —se permitió llorar un poco, él la abrazó. —Perdóname, no sé qué me pasa, estoy sensible, los tequilas se me deben haber subido a la cabeza. Lo que pasa es que Omar siempre se encarga de amargarme la vida de una u otra manera.

—Pues no le des el gusto, no te amargues por él, disfruta los días que nos queden aquí, disfruta el respiro y olvídate de todo.

—¿Menos de ti? —dijo haciendo referencia a la canción que su personaje había estado cantando con el mariachi.

—Sí, olvídate de todo, menos de mí.

Victoria sonrió y levantó la botella que tenía en la mano.

—Salud por ti y por olvidarnos de todo excepto de nosotros y de nuestro amor.

—Salud. —bebieron sin necesidad de vasitos o copas, era el brindis más informal que habían tenido hasta el momento.

Una trago los llevó a otro, y luego a otro más, y así terminaron acabándose todo lo que quedaba en las botellas, claro que Victoria bebió muchísimo más que él, tanto que al final de la noche ella no podía casi mantenerse en pie y él tuvo que ayudarla a caminar de vuelta a la hacienda. Debían llegar cuanto antes para que Victoria se acostara y nadie la viese en ese estado.

—Vamos gordita, camina. —la llevaba agarrada de la cintura.

—Deberías cargarme gordo, no puedo caminar, mis piernas están cansadas.

—Eso es porque estás borracha.

—No estoy borracha. —su voz se escuchó como la típica voz de una persona tomada.

—Nada más hay que escucharte hablar para darse cuenta de que lo estás.

—Ya no quiero caminar. —se detuvo y aunque él hizo presión para que siguiera el recorrido, ella se negó a moverse. —Cárgame.

—¿Y qué le voy a decir a los compañeros cuando me vean llegar contigo en brazos?

—Que estábamos haciendo el amor y no puedo caminar porque me dejaste agotada con tu miembro largo… muy largo. —se reía, él no pudo evitar soltar una carcajada también.

—Mejor digo la verdad, que te emborrachaste hasta más no poder y por eso ahora no puedes ni caminar, vamos muévete.

—No.

—Victoria por favor.

—Me tendrás que arrastrar porque no me pienso mover.

—Dios mío. —se vio obligado a tomarla en brazos y a llevarla cargada de vuelta a la finca.

—No me gusta tu bigote, me pica. —se lo peinó mientras seguían el camino.

—Ya te acostumbrarás.

—No, te lo voy a afeitar mientras duermas. —soltó una carcajada contagiándola a él.

—Estás loca, y borracha para colmo.

—¿Y así me amas?

—Pues sí, qué remedio me queda.

—Dame un beso. —le puso los labios para que la besara, él lo hizo y ella extendió el contacto metiendo su lengua dentro de su boca para saborearlo durante algunos segundos.

—Victoria ahora necesito que camines tú, estamos llegando a la hacienda.

—Está bien, pero me ayudas.

—Sí, mi amor. —la colocaba de pie en el piso.

—¿Puedes caminar?

—Un poco.

Él la ayudó y juntos se acercaron al patio frontal del edificio, afortunadamente dada la hora ya casi todos se habían ido a sus habitaciones a descansar. Logró llevarla hasta el pasillo sin que nadie los viera, pero por desgracia al pie de las escaleras logró divisar a un pequeño grupo que estaba echando relajo. César respiró aliviado cuando vio que se trataba de Salvador, Guillermo, René y Jacky, pero luego de unos segundos su corazón comenzó a latir con fuerza cuando a ellos se unieron Gabriela, Andrés, Mariluz y Danna.

—Victoria necesito que te comportes lo más normal posible, hay gente al final del pasillo y en cuanto te vean van a saber que estás tomada si no te paras derecha y caminas bien. —la sostenía.

—Yo estoy bien César. —pero se reía y se tambaleaba indicando que no estaba para nada bien.

—Mi cielo, mírame. —la tomó de la barbilla e hizo que lo mirara. —¿Crees que puedas caminar bien a mi lado sin hablar y sin delatarte mucho?

—Claro. —se abrazó a él.

—No creo que puedas, mira sabes qué, mejor damos toda la vuelta y vemos si podemos subir por otro lado.

—No, pero si mi habitación queda justo acá arriba. —señaló al techo.

—Sí, pero es mejor que no te vean así.

—Pero si yo estoy perfecta César. —trató de caminar pero no pudo dar más de dos pasos sin tambalearse.

—No, no lo estás. —la agarró para que no cayera.

—Puedo sola gordo, quiero subir a mi cuarto, tengo sueño, déjame ir. —logró soltarse del agarre y caminó un poco hasta salir de detrás de la columna que los había estado cubriendo todo este tiempo, y por supuesto que desde el final del pasillo lograron divisarla.

César se acercó para ayudarla a caminar, en ese momento sus compañeros fruncieron el ceño a unos cuantos pies de ahí. Jacqueline al verlos así de juntos supo que algo pasaba, ellos no solían ser tan obvios delante de todos, así que sintió que debía ir a ayudar y caminó hasta ellos para ver qué pasaba.

—¿Qué sucede César? —miró a Victoria tambalearse.

—Jacky gracias por acercarte, necesito ayuda, llévala a su habitación, yo no puedo hacerlo, sería muy sospechoso.

—¿Vicky estás bien? —se acercó a ella y sintió el olor a alcohol y al verla reír supo lo que pasaba. —¿Estás borrachita? —se reía.

—No, yo estoy bien, ya se lo dije a César un montón de veces, pero no me cree.

—Bueno pues yo tampoco, ven que te voy a llevar a tu cuarto. —intentó caminar con ella pero Victoria no se movió.

—Que me lleve César, quiero dormir con él. —le susurró, Jacqueline no pudo aguantar la risa.

—Ya lo imagino chiquita, pero ahora no puede subir contigo y tú sabes bien por qué.

Victoria echó un vistazo a los demás que los miraban a varios pies de ahí sin saber lo que estaba pasando o poder escuchar nada de lo que hablaban.

—Ah sí, shhh. —se ponía un dedo en la boca para indicar silencio. —Es un secreto que César y yo somos un poco más que amigos, shhh no se lo digas a nadie. 

—Jamás, querida. —la tomó de la mano. —Y como es un secreto por eso él no puede llevarte a tu habitación, lo haré yo y más tarde puede ir a verte.

—Está bien. —aceptó y dio dos pasos junto a Jacky.

—Quédate tranquilo César, yo la llevo.

—Gracias Jacqueline.

Las mujeres se fueron y él se quedó atrás sintiéndose un poco culpable de haberla dejado beber así y luego no poder ayudarla, lo menos que quería era exponerla a habladurías, y era precisamente lo que había hecho. ¿Lo peor? Que era esa la segunda vez que algo así pasaba esa semana, primero lo de la cascada, ahora esto. La estaba comprometiendo… y demasiado.

—¿Victoria está bien? —preguntó Andrés preocupado al verla pasar junto a Jacky.

—Sí, pero parece que bebió mucho tequila, se tomó la fiesta en serio como nos ha pasado a todos alguna vez. —se reía para restarle importancia a la situación.

—Eso es muy cierto, de hecho yo también estoy un poco mareadita y cansada. —decía Gabriela. —Creo que me voy a dormir yo igual, si quieres te ayudo a subir con ella Jacky.

—Perfecto Gaby, gracias.

—Adiós Vicky. —se despidió Mariluz y a coro los demás también, por fortuna nadie comentó, nadie hizo de la situación un gran acontecimiento como si Victoria hubiese estado haciendo una inmoralidad, esa era la suerte de tener compañeros que hasta el momento se habían portado muy buena onda.

—Ustedes son los mejores compañeros. —decía Victoria arrancando las risas de todos. —Me caen bien.

—Tu también nos caes bien. —decían los demás.

—No juzgan ni dicen nada de lo que… bueno de nada. —murmuró del brazo de Jacqueline quien miraba a Salvador que en ese instante le hacía una seña como diciéndole que la subiera al cuarto o podía terminar hablando de más.

—Vamos para que descanses Victoria.

Entre Jacky y Gaby se la terminaron llevando y luego Jacqueline a solas se encargó de acompañarla hasta el cuarto y dejarla en la cama descansando.

—¿Dónde está César? —le preguntó ya acostada.

—Se quedó abajo.

—Dile que venga por favor, dile que a pesar de mis problemas y frustraciones por muchas cosas él es lo único que siempre me hace sentir mejor.

—Dejemos que los demás se vayan a sus cuartos y así él puede subir.

—Jacky…

—¿Sí?

—¿Tú sabes que yo lo amo?

Ella sonrió.

—Sí, ¿que no te acuerdas de que soy su cómplice de años y que los conozco demasiado bien a los dos? He estado con ustedes desde que recién empezaban su relación.

—Gracias por ser tan buena con nosotros, fuiste y eres un ángel con los dos, te debemos tanto.

—Ay ya ya, ese es el alcohol hablando, no sigas o me vas a hacer llorar.

—No de verdad, no es culpa del tequila, es cierto lo que digo, nosotros no tenemos tanta libertad porque pues ya sabes como es nuestra relación, pero tú siempre nos das esa soltura y cuando estamos contigo no tenemos que fingir ser alguien que no somos, lo mismo con Salvador y los demás que ya saben. Ustedes nos dan un poquito de libertad en nuestra difícil realidad, cuando estamos con ustedes es como si no tuviéramos que vivir de sueños o fantasías, porque simplemente ustedes saben, pero no juzgan ni critican, simplemente callan y entienden que el amor a veces también viene así... prohibido, despiadado e imposible de controlar.

Jacqueline se secó una lágrima que en la esquina de su ojo amenazaba con bajar, no sabía si era producto de la borrachera o qué pero Victoria había abierto su corazón como pocas veces con ella. Le dio ternura y se acercó a darle un beso maternal en la frente a la que consideraba una gran amiga desde la primera novela que hizo con ella cuando ésta era apenas una jovencita. A César también lo apreciaba mucho y sin duda le había nacido haber sido cómplice de los dos por tanto tiempo, y seguiría siéndolo mientras pudiera.

Victoria y él tenían mucha suerte, pocas veces en la vida se tiene la dicha de encontrar amigos tan leales como ella y otros que siempre habían estado ahí para ambos. Después de quedarse dormida, su amiga y compañera la dejó sola, aunque no duró mucho así, pues ni una hora más tarde César entró a la habitación, se acostó junto a ella y la abrazó hasta quedarse profundo también.

No fue hasta el amanecer que despertaron gracias a la alarma del celular de él, ella por supuesto con un terrible dolor de cabeza.

—Calla eso por el amor de Dios. —se quejó colocándose una almohada sobre la cabeza.

—Ya. —todavía medio dormido se encargó de quitar el estridente sonido. —Me tengo que ir, ¿cómo te sientes?

—Me duele horrible la cabeza. —no abrió los ojos.

—Anoche bebiste mucho. —se paró de la cama. —Te voy a dar una pastilla para que te sientas mejor, todavía es temprano, puedes dormir un rato más si quieres.

—No me acuerdo de nada de lo que pasó anoche, ¿tú me trajiste hasta acá? Lo último que recuerdo es que estábamos sentados lejos de la hacienda platicando.

—Sí, pero luego te traje, aunque Jacky te ayudó a subir hasta acá.

Victoria rápidamente se incorporó y sintió que todo el cuarto le dio vueltas.

—¿Ella me vio borracha?

—No sólo ella, varias personas más. —le entregaba unos analgésicos.

—¿Por qué lo permitiste César?

—Traté de evitarlo Victoria, pero no pude, tú te me fuiste y te vieron… sé que no debí dejarte beber tanto, discúlpame.

—De seguro ahora voy a estar en boca de todos por tu culpa. —le dijo con voz dura.

—Mi amor, yo no quería que eso pasara, bastante mal me siento ya, no te enojes conmigo, además te aseguro que nadie te va a decir nada, todos se lo tomaron de forma muy natural, ¿a quién no se le han pasado las copas algunas vez? —se sentó a su lado, ella suspiró.

—De todos modos no me gusta dar esa imagen de mí.

—¿Me perdonas?

—No estoy enojada contigo, tú no me obligaste a beber. —se tocó la cabeza porque el agudo dolor la estaba matando. —Estoy enojada conmigo, y con el idiota de Omar que ahora recuerdo que me llamó y me amargó la noche. Discúlpame si te ataqué a ti, no tengo razón para enojarme contigo, al contrario, gracias por encargarte de que llegara viva hasta acá. —sonrió.

—Bueno, eso tendrás que agradecérselo a Jacqueline.

Victoria se dejó caer acostada sobre la almohada.

—Ay, no sé cómo le voy a dar la cara a ella y a todos hoy después del oso que me imagino que hice ayer, que vergüenza César. —lo escuchó reír. —No te rías estúpido, con lo de la cascada y ahora lo de anoche van a pensar que soy una loca alcohólica.

—Exagerada.

—Es lo que parece. —de repente su celular comenzó a sonar. —¿Quién fastidia tan temprano? —se quedó acostada.

César miró la pantalla del celular sobre la mesita de noche e hizo una mueca de disgusto.

—Es Omar.

—Dame acá el teléfono. —lo agarró cuando él se lo dio y lo apagó. —Ahora no tengo fuerzas para lidiar con él ni con ninguna de sus exigencias.

Sin embargo, tarde o temprano tendría que hacerle frente a esa otra realidad de su vida que a veces tenía el deseo de desaparecer. Ella junto a todo el equipo de la telenovela regresó a la ciudad para tener poco más de una semana de descanso antes de comenzar las grabaciones en foro. Victoria había decidido que se iría a la playa con sus hijos a unas vacaciones exprés antes de arrancar con todo, el trabajo en el canal, pero como era de esperarse antes tuvo que dar la cara con su esposo y acompañarlo a los benditos eventos que éste quería. Cualquier cosa por quitárselo de encima, se decía, así sonara un poco rudo. César por su parte también aprovechó para pasar esos días con su hija y atender gestiones pendientes.

A final de mes todo el equipo se volvió a reunir para continuar laborando, esta vez en Televisa y lejos de aquel paraíso en Puebla que tan maravillosamente los había acogido. Ese día a César le tocaba empezar de lleno con las escenas de cama que tenía que hacer con Gabriela. Victoria estaba ansiosa, sabía que se trataba de pura actuación, Gaby le caía excelentemente bien, pero aún así sentía celos de sólo imaginarlo en la cama del set besándola apasionadamente. Estaba tratando de endurecer su estomago para poder soportar eso y no explotar de envidia deseando ser ella la que tuviera ese tipo de secuencias con él.

—Sinceramente tú eres muy masoquista comadre. —le decía Chava parándose junto a ella, se encontraban ya en el set listos para comenzar una erótica escena entre Gaby y César. —Mira que querer ver todo en vivo.

—Prefiero verlo desde ahora e ir acostumbrándome.

—Tú lo que quieres es marcar territorio. —la vio reír. —Como si no te conociera, tienes al pobre hombre más vigilado y controlado que un guardia a un preso.

—Ay quien te oyera pensaría que soy una celosa posesiva.

—¿Y acaso no lo eres?

—Un poquito nada más. —miró a César que estaba a poca distancia de allí sentado en la cama mientras recibía instrucciones del director, él la vio y frunció el ceño como si le extrañara verla ahí.

Ella le hizo un gesto para explicarle que estaba ahí porque quería verlo, César negó con la cabeza, que mujer tan complicada esa, sabía que después vendrían los celos, pero allí se encontraba, dispuesta a ver la escena y a torturarse a sí misma.

La secuencia comenzó según ensayada previamente, una Gaby casi desnuda se metió con él bajo las sábanas y se subió sobre su cuerpo para besarlo y llenarlo de caricias en el torso y la espalda desnuda.

—Victoria, yo creo que lo mejor es que te vayas, te estás torturando y siento que también estás distrayendo a César porque sabe que te encuentras aquí y por eso no se concentra. —le explicó Salvador.

—Pero…

—Por favor comadre, mejor espéralo afuera.

—Está bien. —con la imagen de César comiéndose a besos a Deborah, se retiró de ahí y salió del foro ardiendo en celos. Para despejar la mente salió al corredor que quedaba afuera y se sentó en uno de los bancos al aire libre.

—Hola mamá. —la saludó José Eduardo que había ido a visitarla ese día pero se la había pasado paseando por ahí. —Pensé que seguías en foro, ¿qué te pasa? —notándola muy seria.

—Nada muñeco, estoy bien, cansada, eso es todo.

—Ruffo te conozco, ándale dime, ¿qué sucede?

—Es una tontería mi vida, estaba en el foro viendo una escena de César con Gaby y… no importa, mejor olvídalo.

—¿Y te pusiste celosa? —soltó una risita.

—Pues sí. —avergonzada.

—Pobre César, no lo dejas ni actuar.

—Ay ya niño, mejor no me digas nada.

—Celosa y regañona para colmo, lo compadezco a él la verdad.

—Hombres. —puso los ojos en blanco.

—Mujeres. —se reían.

Minutos después a la charla se unieron excompañeros de Victoria; Brandon Peniche, Alejandro Nones y Alejandro Estrada quien era actual compañero. Estuvieron platicando todos un rato y se tomaron un par de fotos, al final Estrada y Brandon se despidieron y quedaron solos José Eduardo, su mamá y Nones.

—My Queen, no sabes el gusto que me da verte otra vez, ya hacías falta acá en el canal. —le decía Alejandro.

—Sí, yo extrañaba Televisa también y a todos por acá.

—Oye deberíamos hacer Corona de Lágrimas 2.

—Otra vez Cuquita llorando ay no. —saltaba a decir José Eduardo.

—¿No te gustó Cuquita hijo?

—Era muy tierna, muy buena madre pero lloró en cada capítulo, casi inunda todo el edificio.

—Pues a mí me encantaba, yo sí la quisiera de vuelta. —dijo Nones envolviéndola en un abrazo.

Alguien salía al corredor en ese momento y su rostro se transformaba al ver a Victoria tan cerca de ese tipo que no soportaba. La persona se retiró sin ser vista y se encerró en su camerino muy molesto.

—¿Quién se cree ese tipo para estar abrazando así a mi mujer? —decía César para sí mismo mientras caminaba de un lado a otro por la estancia. Se sentó en el sofá a sus espaldas y tomó su teléfono para llamar a Victoria, quería alejarla de ese hombre cuanto antes, sin embargo, eso no fue lo primero que hizo al desbloquear su iPhone. Le dio con entrar a Instagram, aplicación que sólo había bajado para poder entrar a la cuenta de ella y ver lo que publicaba y en donde se encontraba en todo momento. Fue entonces que se llenó de rabia al ver una foto que había sido publicada por ella, no le entendía mucho a la app pero notó que la fotografía había sido compartida apenas un par de minutos atrás, en la misma se podía ver a Victoria muy sonriente abrazada por Alejandro y como pie de foto ella había puesto un corazón.

—¡Maldita sea! —lanzó el teléfono en el sillón y se puso de pie encabronado. —Ella sabe que no soporto a ese hombre y aún así ahí va a tomarse fotos con él.

El resto de la tarde lo pasó enojado y evitó ver a Victoria a toda costa, estaba furioso con ella porque sabía que su cercanía con Nones y la estúpida foto se debían a los absurdos celos que debía estar sintiendo por la escena que le tocó verlo hacer junto a Gaby. No entendía por qué Victoria siempre tenía que buscar la manera de desquitarse con él cuando tenía coraje por algo, sobre todo que comparara la realidad con una simple escena actuada, eso sí le molestaba mucho.

Cuando la noche caía ella decidió buscarlo en su camerino porque se dio cuenta que él había estado huyéndole desde hacía bastante rato ya, y no soportaba sentirse así de ignorada.

—César... —lo encontró de casualidad entrando al camerino. —Quiero hablar contigo. —lo siguió hasta adentro ya que él apenas la miró. —¿Qué te pasa gordo? Me has estado evitando toda la tarde.

—Todavía tienes el descaro de preguntar… que atrevida eres.

—No entiendo. —lo miró a la cara y supo que él estaba muy molesto.

—¿No entiendes o te haces la que no entiende nada?

—Mi amor… —él la interrumpía.

—Sólo te diré que me encantó la foto con tu amiguito. —dijo con sarcasmo. —Fue muy agradable verte abrazada a él también, y todo porque estabas celosa por una escena que hice con Gaby, que inmadura eres Victoria.

Ella bajó la mirada apenada.

—Perdóname César. —intentó acercarse para besarlo pero él volteó la cara y no la dejó.

—¿Había necesidad de que publicaras esa foto y dejaras que él te abrazara? —le cuestionó con voz dura.

—No. —aceptó avergonzada.

—Yo estaba actuando, eso no tiene por qué molestarte.

—Tú tienes razón, discúlpame bebé. —le pidió abrazándose a él.

—No es tan sencillo Victoria, no puedes pretender hacer las cosas y que al siguiente segundo yo esté como si nada contigo.

—Es verdad pero no puedes quedarte enojado conmigo por eso todo el tiempo, ya te pedí perdón, si quieres borro la foto.

—No se trata de la foto, sino de ti y de tu costumbre de hacer esta clase de niñerías. —se alejó de ella, se acercó a la puerto y la abrió. —Déjame solo un rato por favor, después hablamos.

—Pero gordo… —se guindó a su cuello.

—Victoria vete, no estoy de humor.

Haciendo caso omiso ella lo besó sin darle oportunidad de protestar, al comienzo él no correspondió, pero la lengua húmeda de ella recorriendo su boca terminó por provocarlo y de un momento a otro se vio envuelto en un fogoso y ardiente beso. Tan concentrados en la caricia estaban que ni siquiera se acordaron que la puerta había quedado entreabierta. Victoria abrió la boca aún más y le dio acceso completo a él para que se perdiera en ella, César al sentirla tan entregada bajó sus manos hasta su trasero para pegarla mucho más a su cuerpo. Y fue justo en ese instante que a alguien le tocó presenciar la escena al acercarse buscando a César y encontrar la puerta casi abierta por completo con aquel sorprendente cuadro. Las palabras de Andrés murieron a medias en su boca y quiso dar la vuelta sin ser visto, pero Victoria y César ya se habían separado al escucharlo y lo miraban asustados y sacudiéndose de los nervios.

El muchacho no sabía qué hacer, se quedó paralizado. No se podía decir que era demasiado impactante para él ver aquello, pues desde el primer día llegó a pensar que algo podía haber entre esos dos por la manera en que se miraban y se llevaban entre sí, pero de imaginarlo a verlo había una diferencia grande. No sólo estaba sorprendido de cacharlos besándose, que de por sí eso ya era bastante súbito, sino que también se sentía muy avergonzado, pues lo que había visto era algo más que un beso, era lo que se podía llamar… clasificación sólo para adultos.



Este fue corto, pero regreso pronto con otro capítulo. Gracias por leer. ♥

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