Capítulo 46

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César se había puesto de pie envuelto en la sábana, desde una esquina al costado de la cama miraba a Victoria con el ceño fruncido, todavía desconcertado por su pregunta.

—¿De dónde sacas eso Victoria? —la vio pararse tal como él había hecho antes y luego colocarse una bata para cubrir su desnudez.

—Es una pregunta sencilla César… ¿estás o no celoso por la posibilidad de que Vivian pueda tener un amante?

—Claro que no. —respondió luego de unos segundos de silencio.

—¿Estás seguro? Porque no pareces muy convencido. —se cruzó de brazos y lo observó con detenimiento. —Te ves molesto con el solo hecho de mencionarlo.

—No sé a qué viene todo esto, no se trata de estar celoso, simplemente no es algo agradable de enterarse, ¿o tú estarías contenta si ahora mismo te enteraras que Omar tiene otra mujer?

—No quieras desviar la conversación César, no estamos hablando de mí, sino de ti y de tu esposa, además ni siquiera es seguro que tenga ese supuesto amante, tú sacaste tus propias conclusiones, y ya por eso estás celoso… ¿qué va a pasar si compruebas que es cierto?

—¡Que no estoy celoso! —recogía su ropa del suelo y comenzaba a vestirse.

—¿Entonces qué te molesta de que tenga un amante?

—No son celos Victoria. —se pasaba una mano por la cara frustrado mientras terminaba de ponerse su pantalón. —Tampoco es enojo por lo que estás pensando, es… no sé, me sorprendió mucho enterarme de que existe esa posibilidad, entiéndeme, no es fácil, se trata de la madre de mi hija.

—Sí, al igual que tú siendo el padre de su hija llevas años engañándola, sería exactamente lo mismo. —veía como él se ponía la camisa y la dejaba a medio abotonar.

—¿Estás defendiéndola? —la miró con semblante serio.

—A mí no me interesa defenderla, lo que ella haga me da igual, sólo estoy diciendo una realidad, tú la has engañado durante años y me perdonas pero mucho te ha aguantado, no sería nada raro que se haya cansado de la situación y decidiera rehacer su vida también.

—Ahora resulta que te pones en su lugar…

—No es que me ponga en su lugar, sólo estoy diciendo una realidad, y no veo por qué tanto enojo de tu parte. Perdóname César pero sólo logras confirmarme lo que te estoy diciendo, sientes celos, no lo niegues. —se dejó caer enfurecida en el borde de la cama.

—Te juro que no Victoria. —fue a sentarse a su lado.

—Entonces eres un machista, eres de los que piensa que el hombre es libre de hacer su santa voluntad y la mujer no.

—Nunca he sido así. —quiso acariciarle un brazo pero ella se echó hacia el lado para que no la tocara.

—Hasta ahora.

Callaron durante algunos segundos en los cuales lo único que se escuchaba era la respiración agitada de ambos por el pequeño altercado.

—No sé qué me pasa… —confesó él sin mirarla. —Yo no siento nada romántico por Vivian, hace mucho que dejé de sentirlo, te amo a ti y de eso no tengo dudas, pero cuando me puse a pensar en la posibilidad de que hubiese otro hombre en la vida de ella sí me molestó.

—Me estás dando la razón. —tampoco lo miraba, los dos tenían la mirada perdida al fondo de la habitación.

—Pero no fue una molestia por celos o porque sintiera que nadie más puede estar con ella, más bien es coraje porque muchas veces me reclamó demasiado a mí, me criticó por engañarla, me hizo sentir como el peor de los hombres y padres... y ahora ella hace lo mismo. ¿No te parece irónico?

Victoria no le contestó y simplemente respiró hondo para terminar de calmar la agitación que minutos antes le había provocado la discusión.

—Imagina que te enteras que Omar tiene una amante, o que la ha tenido por años… —proseguía César. —Años en los que tú has venido sintiéndote culpable por engañarlo, tiempo en el que él te insultó, te tachó de lo peor, te hizo sentir como la más mala de las mujeres, y resulta que terminó haciéndote lo mismo que condenaba en ti. ¿Cómo te sentirías Victoria?

—No me sentiría bien, me molestaría también. —admitió mirándolo. —Pero la diferencia es que no creo que al final del día me pareciera tanta aberración que tuviera otra mujer, ya que yo por años he hecho lo mismo. Pretender que no lo hiciera sería un poco egoísta de mi parte, cuando yo he actuado igual o peor. En cierta forma creo que sentiría un pequeño alivio, por lo menos ya no habría tanta culpa, sin embargo, veo que no es así como tú te sientes, sino todo lo contrario, porque aunque digas y me jures que no, yo te conozco y sé que un pequeño destello de celos hay por ahí. —se ponía de pie. —Y eso me duele porque de alguna forma regreso a la posición de amante una vez más.

—No es así mi amor. —se paró para ir tras ella que caminaba de un lado a otro por el cuarto.

—Sí lo es. Saber que sientes celos por tu mujer me hace ver que en el fondo ella sigue siendo demasiado importante para ti y que una traición de su parte te dolería, y yo… yo simplemente quedo como plato de segunda mesa. —dio media vuelta y cruzó la puerta para salir de ese espacio que ya sentía que la asfixiaba.

—Mi vida, por favor ven acá. —la siguió hasta afuera. —Tú eres mi mujer, estás malinterpretando todo, no son celos lo que siento, ella no me interesa de la forma que tú crees. Por Dios Victoria escúchame.

Ella le daba la espalda, sus ojos habían comenzado a humedecerse, no supo si de tristeza o de rabia, tal vez un poco de las dos.

—César, termina de vestirte y vete de mi casa. —volteaba para mirarlo, aún estaba con la camisa a medio abotonar y se encontraba descalzo.

En ese momento él recordó que no estaban en su departamento, sino en el pent-house de ella, y claro de su marido también. Ese no era su territorio, no era su zona cómoda, sin embargo, no quería dar media vuelta e irse, no sin arreglar las cosas con ella. Ya bastantes problemas habían tenido últimamente como para empezar el año con más.

—No sin que hablemos primero y solucionemos este malentendido. —se acercó a ella.

—No es un malentendido, a mí ya me quedó muy claro lo que piensas y sientes. —lo miró a los ojos; él pudo notar que los de ella estaban cristalizados.

—Es lo que tú crees que pienso y siento, pero no es la realidad. —con una mano le acarició la mejilla tiernamente. —Mira, yo me he sentido culpable de engañarla por muchos años, y no sólo por traicionarla a ella, sino por pensar que le he estado haciendo daño a mi hija, muchas veces Vivian me hizo sentir como el peor ser humano sobre esta tierra, puso a Carla en mi contra más de una vez, me reclamó, me gritó, me odió por ser tan mal hombre… y ahora hay la posibilidad de que ella esté actuando igual que yo. Claro que me da coraje Victoria, me da rabia porque mientras se encargaba de hacerme sentir como basura y hacía que me sintiera cada día peor, ella terminó haciendo lo mismo que tanto criticó en mí.

—Ni siquiera sabes si es verdad o no que tenga a otra persona. —lo miraba fijamente. —Y ya mira como estás… imagina como te pondrás si es cierto que tiene un amante, puedo entender tu punto de que mucho te criticó a ti para luego terminar actuando igual, pero por otro lado creo que no serías quien para reclamarle que no lo hiciera, puesto que tú lo has hecho durante años y ella lo ha tenido que aguantar. —se alejó de él y fue a sentarse en uno de los sillones.

—En eso tienes razón... —se sentó cerca de ella. —¿Pero puedes entender el porqué de mi enojo?

—Si es únicamente por lo que dices, sí... sin embargo, creo que te conozco lo suficiente como para saber que aunque lo niegues mil veces, sí sientes un poco de celos, no sé si es en plan romántico porque la ames o algo así, pero quizá te dolió enterarte que sus ojos no están exclusivamente puestos en ti y que haya terminado cansándose de tu engaño y decidiera seguir su camino sin tu amor. Creo que como hombre al fin y al cabo pretendías que ella te aguantara los cuernos, pero tú no querías soportar los que te podía poner a ti. —se paró alejándose de él y yendo hasta su bolsa en busca de un cigarro.

César permaneció en silencio unos segundos viendo como ella encendía el cigarrillo y daba una calada para luego soltar una bola de humo que desapareció tan rápido como lo había hecho su esperanza de empezar el año con el pie derecho.

—Estás diciendo tonterías. —le dijo luego de un corto tiempo. —Me haces ver como si fuera un machista que quiere tener esposa y amante o algo así.

—Pues es lo que estás demostrando. Si no son celos por amor, entonces es orgullo de macho herido, no hay más…

—Sí lo hay, y estoy tratando de explicarte pero cuando dices a cerrar tu mente y a ponerte así de terca, no hay quien te haga entender nada. —poniéndose de pie.

—No tengo nada que entender. Ve a ponerte los zapatos y lárgate.

Él abrió la boca indignado.

—¿Así es como van a ser las cosas Victoria, no vamos a intentar arreglar la situación?

—No quiero hablar más por ahora, quiero estar sola, además me tengo que ir a Pachuca ya. —apagó el cigarro a mitad y caminó en dirección a la recámara, él la seguía.

—¿Por qué eres así?

—Aquí están tus zapatos. —se dobló para recogerlos y se los entregó.

—No, de verdad, ¿por qué te comportas así? ¿Por qué te enojas por todo y no me dejas explicarte nada y te cierras a lo que te digo? —se ponía los zapatos, ella lo miraba de brazos cruzados.

—Me enojo cuando tengo razón para hacerlo.

—En este momento no la tienes.

—Sí la tengo… y ya vete.

—¿Eso quieres? —se plantó frente a ella con las manos en la cintura, en una pose que a Victoria le pareció bastante masculina y sensual, de no haber estado tan tensa la situación en ese momento, era probable que le hubiera saltado encima.

—Si te lo estoy pidiendo es por algo.

—Eres insoportable a veces.

—¿Y qué haces aquí si tan insoportable te parezco? —lo retó levantando un poco la voz.

—Venía a que dejáramos atrás la tensión de las pasadas semanas y empezáramos el año bien, por eso te llamé e insistí en venir a verte, pero claramente esa fue una mala idea. —cruzaba la puerta y ella lo seguía por el pasillo.

—¿Y se supone que te dé las gracias por acordarte de mí hoy y venir a verme cuando apenas hemos hablado últimamente?

—Eso no ha sido mi culpa.

—¿Ha sido mía entonces? —ya en el living la discusión se acaloraba aún más.

—Bueno tú podías llamarme antes sabes… y no esperar a que yo lo hiciera.

—No siempre tengo que ser yo la que te llame.

—Casi nunca lo haces tú.

Ella abrió la boca sintiéndose ofendida.

—Ahora resulta… mira César no intentes atacarme ahora y cambiar la situación para hacerme quedar como la mala, cuando aquí el tema eres tú y tus ridículos celos por tu esposa. Claro por eso no tenías tiempo para buscarme a mí, estabas demasiado ocupado pendiente de ella y midiendo el tamaño de los cuernos que llevas en la cabeza.

—Deja de decir estupideces, no sé por qué siempre te tienes que enojar por todo, haces un show por cada tontería que según tú yo provoco, cuando en realidad eres tú la que se imagina las cosas. —alterado. —Siempre es lo mismo contigo, todo es un problema, por todo te enojas, por todo armas un escandalo y te pones histérica. Ya estoy harto.

A Victoria la golpeó la forma en que pronunció las últimas palabras, un nudo se le formó en la garganta pero como pudo se lo tragó.

—¿Estás harto de mí? —estaban cerca de la puerta principal, él había caminado hasta allí y ella lo había seguido.

—Sí. —contestó sin pensarlo dejado llevar por el coraje del momento, una fracción de segundo después se golpeaba internamente por haber dicho eso.

—¡Pues lárgate entonces! —le gritó mientras abría la puerta y le daba paso. —Si tan harto estás de mí no vuelvas a buscarme ni a llamarme, vete y déjame en paz. Yo no te pedí que vinieras, tú lo hiciste porque te dio la gana y ahora te estás quejando... vete ya, no quiero volver a verte.

César cruzó la puerta y agitado volvió a decir algo que no sentía…

—Yo tampoco quiero volver a verte a ti. —segundos después una puerta se le cerraba en la cara.

Victoria le colocó el seguro a la puerta y dio un puñetazo en la madera, estaba que echaba chispas. César bajó ofuscado hasta su camioneta y al subir dejó su cabeza caer sobre el volante, quería darse de golpes él mismo por lo que había pasado segundos antes.

—Soy un estúpido, maldita sea. —dio un manotazo en la puerta ya cerrada del vehículo y rápidamente se sacó el celular del bolsillo para escribir un mensaje en WhatsApp. 

[6:09 p.m.] César: Lo que dije no es cierto, perdóname
[6:09 p.m.] César: Claro que quiero volver a verte y deseo arreglar las cosas contigo, por favor hablemos
[6:10 p.m.] César: Aún no me he ido, voy a subir…

Ella estaba en línea pero no le respondía, sin embargo, después de ese último mensaje lo hizo.

[6:11 p.m.] Victoria: No subas porque no te voy a abrir, vete, yo de verdad no quiero hablar más contigo, y creo que tú tampoco. Fuiste muy claro...
[6:11 p.m.] Victoria: *emoji de carita enojada*
[6:12 p.m.] César: Fui un idiota
[6:12 p.m.] Victoria: Eso no te lo discuto, eres un idiota
[6:12 p.m.] Victoria: Adiós Cesar

Victoria se desconectó y César terminó haciendo lo mismo segundos después. Él prefirió no subir a buscarla porque sabía que ella no le iba a abrir y terminaría la cosa peor, tampoco insistió con los mensajes porque estaba seguro que con el coraje que ella debía tener en ese momento, no los iba ni a ver. Se fue a su casa sintiéndose frustrado, nada había salido como planeado, su idea era dejar atrás todas las tensiones que habían pasado en las últimas semanas desde la boda de Mauricio en diciembre y empezar el año libre de tantos dilemas, sin embargo, nada de eso sería posible, al menos no por el momento. Como si necesitaran más problemas, ahora agregaban uno más a la lista.

Ambos se quedaron toda la tarde pensando en todo lo ocurrido. César analizó lo que había dicho y como había actuado y se preguntó si había sido demasiado duro con Victoria, ella lo sacaba de sus casillas muchas veces, pero en esta ocasión tenía que darle algo de razón, él sin haberlo planeado le había mandado un mensaje erróneo. No sentía celos por el supuesto amante de Vivian, no la amaba ni tenía ningún interés más allá del hecho que era la madre de su hija, no obstante, se dio cuenta que con su actitud tan desconcertante de la tarde, era hasta lógico que Victoria hubiese creído eso. Y es que no entendía qué le pasaba exactamente… ¿por qué le molestaba tanto la posibilidad de que su esposa tuviese otro hombre si ya no le interesaba como mujer? ¿De verdad era que le daba rabia pensar todas las veces que lo criticó por engañarla para terminar luego haciendo lo mismo, o había algo de lo que Victoria le recriminó… eso de que era un machista? Él nunca fue un hombre así, no podía convertirse en eso de la noche a la mañana, total, en el fondo había una gran verdad en todo eso, su esposa tenía todo el derecho de hacer su santa voluntad, pues para bien o para mal él llevaba ya demasiados años haciéndolo.

Victoria por su parte pasó la tarde entera furiosa, la actitud de César la había hecho enojar muchísimo. Para empezar le dio a entender en todo momento que estaba celoso, así lo hubiese negado una y otra vez, luego se puso a la defensiva y terminó atacándola cuando la raíz de toda la discusión había empezado por su misteriosa postura ante la situación con Vivian. Qué descaro, se decía ella esa noche mientras acostada en su cama de Pachuca miraba al techo, se encontraba sola porque Omar aún no había llegado y lo único que podía hacer era darle vueltas en su cabeza a todo el rollo con César. Siempre había un problema, por lo menos desde un tiempo atrás se la vivían de pelea en pelea, ¿es que acaso no podían estar demasiado tiempo sin tener un pleito, no podían ser como una pareja normal? Entonces todo le hizo sentido en ese preciso momento… ellos no eran una pareja normal, y nunca lo serían. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su celular que le indicaba que le había llegado un mensaje de WhatsApp, miró la pantalla y de inmediato se dio cuenta que era de César. Luego de unos segundos de pensar si lo abría o no, decidió hacerlo y lo leyó mientras se dejaba caer acostada en la cama otra vez, vio que él seguía en línea y estaba escribiendo algo más.

[11:34 p.m.] César: Sé que debes estar molesta todavía conmigo pero quiero pedirte disculpas, acepto que mi actitud de hoy no fue la mejor, me enojé y perdí el control, por eso dije cosas que no sentía
[11:37 p.m.] César: También sé que dudas de mí porque crees que estoy celoso por lo que ya sabes pero no es así. Estuve pensando y quizá tú tienes un poco de razón y soy un machista, no sé, me sorprendió darme cuenta que la posibilidad existía, sé que está mal y que eso te hace desconfiar de mí pero no quiero que dudes del amor que te tengo, te aseguro que nada tiene que ver una cosa con la otra, yo te amo, y por ella no siento nada

Victoria terminó de leer los dos mensajes y tecleó algo.

[11:38 p.m.] Victoria: Eso no fue lo que demostraste hoy César
[11:38 p.m.] Victoria: Ah y ahora resulta que aceptas que eres un machista? Claro eso es más fácil que admitir que estás celoso
[11:40 p.m.] César: No lo estoy, perdóname si eso te di a entender con mi actitud Victoria
[11:41 p.m.] Victoria: Tengo que madrugar mañana, buenas noches César
[11:41 p.m.] César: No te vayas
[11:41 p.m.] César: Vas a seguir enojada conmigo toda la vida?
[11:42 p.m.] Victoria: No sé…
[11:42 p.m.] César: Podemos vernos mañana?
[11:42 p.m.] Victoria: No.
[11:43 p.m.] César: Y cuándo?

César no obtenía respuesta, sin embargo, veía que seguía en línea.

[11:46 p.m.] Victoria: Te llamo cuando se me pase la histeria. Buenas noches. *emoji de carita feliz*

Ella se desconectó y César supo que estaba en apuros, ya había aprendido que cuando Victoria enviaba ese “muñequito” como él le llamaba, era porque estaba siendo sarcástica, porque aunque la expresión de la carita dijera felicidad extrema, en el fondo significaba que ella estaba echando chispas. Definitivamente no entendía ni la tecnología ni a las mujeres. Aunque esa noche… esa noche no se entendía ni a sí mismo.

Dos semanas después Victoria se encontraba en casa de Gaby echando plática y ahogando las penas con su trago favorito en mano. El tema principal por supuesto era César, qué mejor plan de sábado que una buena charla de hermanas y despellejar al susodicho que no la tenía muy contenta en ese momento.

—¿Entonces siguen peleados? —le preguntaba Gabriela sentándose también con una bebida y cruzando las piernas como indiecito en el sofá, su hermana daba un sorbo a su vaso y la miraba.

—Pues no hablamos desde ese día que pasó lo que te conté.

—Ustedes son tan tercos, pelean más que un par de adolescentes.

—Él me da motivos para pelear Gaby.

—A veces tú exageras un poco también.

Victoria la miró con el ceño fruncido.

—No esta vez, tengo razones para estar enojada, el muy idiota estaba celoso por su esposa, me trató de la patada, me dijo que no quería volver a verme y ni siquiera ha intentado comunicarse conmigo desde aquel día.

—Bueno en su defensa, intentó hablarte al otro día y le escribiste que no te molestara más, tú misma me lo contaste. Tú también dijiste ese día que no querías volver a verlo, los dos se alteraron, nada de lo que dijeron lo sentían realmente.

—Odio que lo defiendas traidora. —encendía un cigarro.

—No lo defiendo... —reía. —Sólo estoy siendo objetiva.

—Sí, pues sé objetiva para entender y explicarme la razón de sus celos ridículos por la ballena esa.

Gabriela aunque quiso no pudo evitar reír por la actitud de su hermana y el comentario hacia la esposa de César.

—No seas mala Victoria. —ambas reían, pero intentaban ponerse serias.

—Ya, perdón, no quiero ser cruel. —su expresión cambiaba y daba paso a la seriedad de segundos antes. —En el fondo la envidio.

Gaby la miró extrañada.

—Ella tiene todo lo que yo quiero. —dio una calada a su cigarro y su voz se tornó nostálgica. —Una familia con César, un lugar delante de la gente... es libre de estar junto a él sin tener que esconderse y puede decir que es suyo con total confianza. —suspiró.

—Pero en el fondo no es suyo Victoria, porque él te ama a ti. Tendrá todo lo que dices pero no tiene su amor, y eso sí es triste.

—Ya ni sé, quizá sí lo tiene, ¿si no por qué él se puso tan celoso con sólo pensar en la posibilidad de que tuviera un amante?

—Es que no termino de creer que eso sea cierto, para mí no son celos lo que siente.

Victoria bufó.

—Ay Gaby, ya te conté la actitud que tomó el otro día.

—Pero él te explicó sus motivos para ponerse así.

—Yo no le creo.

—No pienso que te esté mintiendo, lo que te dice tiene lógica Victoria, es normal que le moleste el hecho de que Vivian tenga un amante, ya que por mucho tiempo lo ha hecho sentir culpable a él por engañarla, y mira ahora, ella terminó comportándose igual. 

—Si es que de verdad tiene a otro hombre…

—¿A qué te refieres?

—A que he llegado a pensar que está actuando raro delante de César sólo para ponerlo celoso y llamar su atención, y pues si es eso, lo logró.

—Mira ya sea una cosa o la otra, yo no pienso que el coraje de él se deba a celos, creo que es por lo que te explicó de que le molesta que ella haga lo mismo que un día le criticó tanto a él… y quizás hay un poco de machismo también. No digo que César sea un machista, porque no lo es, pero es hombre a fin de cuentas, y los hombres son criaturas muy extrañas, hacen cosas que saben que están mal, la riegan una y otra vez, pero cuando ven que la mujer hace lo mismo pierden la cabeza, porque en el fondo esperan más de ellas y creen que nunca les van a hacer nada ni remotamente parecido a lo que ellos hacen, así no sientan ya nada romántico por ella.

Victoria asintió en silencio y se paró a servirse otro poco de licor, lo que su hermana decía tenía algo de lógica, pero aún así no se sentía del todo tranquila. No sólo se trataba del asunto de la esposa de César, el supuesto amante o los hipotéticos celos, iba mucho más allá la tensión que había entre ellos desde hacía un tiempo atrás.

—Gabriela… —se recostó en uno de los cojines del sillón, todavía con el trago en la mano comenzó a sentir como sus ojos se humedecían. —Nos hemos pasado los últimos tiempos de pleito en pleito, si no es por celos, es porque no podemos vernos, o porque uno de los dos hizo o no hizo algo que el otro quería, siempre hay un problema por equis cosa y terminamos enojados el uno con el otro. —la voz se le cortó. —Y no me gusta que estemos así.

—No llores. —la vio secarse una lágrima que le bajaba por la mejilla, fue a sentarse cerca de ella y le quitó el vaso de las manos, parecía que el alcohol ya estaba haciendo efecto y eso a Victoria siempre la ponía algo sentimental.

—Es que podríamos solucionar esto como hemos resuelto todos los problemas anteriores, pero quién nos dice que no va a haber más.

—Todas las parejas tienen problemas Victoria.

—Sí, pero es diferente porque muchas están casadas o viven juntas y tienen una familia, y por lo mismo una razón para siempre arreglar las cosas, sin embargo, nosotros no somos una pareja de esas, somos un desastre. —se secaba varias gotas que inoportunas bajaban por su rostro. —Gaby tengo miedo de que algún día ya no nos quede ninguna razón para seguir luchando y nadando en contra de la corriente… y se acabe todo.

—Puede que no tengan demasiadas razones para seguir unidos ni un anillo en el dedo o un documento que diga que son marido y mujer, pero yo que he sido cómplice de su relación por tantos años ya, te digo que el mayor motivo que tienen los dos para seguir juntos es el amor que sienten el uno por el otro, y no existe ni existirá jamás una razón más poderosa que esa para seguir la batalla tomados de la mano.

Victoria se abrazó a Gaby, estaba melancólica por tantos problemas con su adorado tormento y definitivamente el alcohol no había ayudado para nada, sólo logró ponerle los sentimientos a flor de piel y hacer que todo lo que llevaba guardado muy adentro saliese a flote sin control.

—Lo extraño.

—Llámalo. —la animó.

—Le dije que no lo quería volver a ver, él también debe estar enojado conmigo.

—Bueno pero haz el intento, nada pierdes. —se paró y fue por el celular de Victoria que estaba sobre la mesita de la entrada. —Ten, no seas terca e intenta hablar con él, uno de los dos tiene que dar el brazo a torcer.

La pelinegra tomó el teléfono y lo pensó un momento antes de buscar un número y marcar.

—No debería ser yo la que tuviese que dar el brazo a torcer. —le decía al tiempo que presionaba el botón para llamar.

—Los dos tienen que hacerlo de vez en cuando, no pueden ser tan tercos siempre.

—Está sonando. —escuchaba los timbrazos con ansiedad, algo le decía que él no le iba a responder, y a decir verdad no lo podía culpar, pues la última vez que intentó comunicarse, ella le había dicho de muy mala gana que no la volviese a molestar jamás.

—¿Qué pasa? —le preguntó Gaby al ver su semblante serio.

—No contesta. —le dio al buzón luego de sonar un par de veces más.

—Puede que esté ocupado.

—O que no quiera hablar más conmigo. —haciendo un puchero. —No debí tratarlo tan mal… aunque él también lo hizo, se lo merecía.

—Ustedes los dos son iguales, por eso se la pasan peleando tanto, ya dejen la terquedad y el orgullo y arreglen sus problemas de una vez por todas.

—No Gabriela, si él no quiere hablar conmigo yo no le voy a rogar.

—Hace dos minutos me estabas diciendo que lo extrañabas.

—Y lo extraño, pero no voy a estar detrás de él… tal vez se tomó muy enserio lo que le pedí de que no me volviese a molestar, o quizá es que está ocupado pendiente de su esposa para que no le ponga los cuernos.

Gaby vio como su hermana echaba el teléfono a un lado y se negaba a llamar a César otra vez. No sabía cual de los dos era más terco pero por lo que Victoria le había contado de la discusión que había tenido con él un par de semanas atrás, los dos eran tal para cual.

No fue hasta en la noche que César vio la llamada perdida de Victoria, había pasado el día con su familia y no tuvo su celular encima durante horas. Pensó en llamarla, pero sinceramente no estaba seguro de querer hablar con ella, no después de lo clara que fue aquel día cuando ni siquiera le contestó el teléfono y le dijo por medio de un mensaje en letras mayúsculas que no la volviera a llamar más. Qué hacía ahora llamando se preguntaba, acaso creía que él era su juguete que iba a estar disponible para cuando ella quisiera y caprichosamente dispusiera, pues no, no iba a ser así.

—Victoria... —murmuró en voz baja. —Te extraño demasiado, pero fuiste bastante clara conmigo la otra vez, quizá sea mejor así. —se decía a sí mismo de forma apenas audible, segundos después su esposa ingresaba a la habitación y comenzaba a prepararse para dormir. No hablaron nada hasta que ella se acostó y le musitó un frío buenas noches, él le respondió con lo mismo y luego se volteó para el otro lado. Las cosas en su casa habían estado tranquilas, una que otra vez notó algunas actitudes raras en Vivian, pero a diferencia de cuando recién empezó a notar su comportamiento extraño, ya no le importaba tanto si el supuesto amante existía o no, siendo sincero le preocupaba más la mala racha que estaba teniendo con Victoria. Después de todo ella tenía razón en algo, la posibilidad de que su esposa tuviese otro hombre debía ser un alivio y no una preocupación, de esa manera ya no sentiría tanta culpa de amar a otra mujer… porque a pesar de todos los problemas que tenía con Victoria, y las altas y bajas de su relación, la seguía amando con la misma intensidad del primer día.

Entre múltiples ocupaciones de los dos y reuniones para sus proyectos próximos a empezar, llegó febrero, y todavía el distanciamiento continuaba. No habían hablado desde la fuerte discusión que habían tenido la última vez, y de eso ya iba casi un mes. El día después de los enamorados César ya no aguantaba más las ganas de llamarla, lo atormentaba el hecho de que cada año en el día del amor y la amistad se comunicaban para felicitarse y así no pudiesen verse se decían todas las palabras románticas que llevaban dentro. Sin embargo, en esta ocasión ni siquiera un mensaje había sido enviado... ¿qué les estaba pasando?

Ese día tomó su celular y mientras terminaba de decidirse a llamarla se puso a husmear en sus redes sociales, seguía teniendo acceso a su Twitter y al Instagram. Vio muchos comentarios dirigidos a ella y a Omar en la cuenta del pajarito como le llamaba, eran menciones de felicitación por tener tan bello matrimonio, y fue cuando entró a la cuenta de Instagram que entendió por qué el torbellino de mensajes para el matrimonio feliz. Una foto de unas caricaturas que parecían gatos tomados de las manos decía al pie de estos “juntos para siempre” y la misma había sido publicada con un mensaje que le hizo hervir la sangre. “Omar y Victoria”, y a su lado un corazón.

—Ya veo lo mucho que me está extrañando, y yo acá como un idiota pensando en ella, casi amarrándome las manos todos los días para no llamarla. —resopló molesto y dio un manotazo en la superficie de la barra en el living de ese departamento que tanta historia albergaba, porque sí, estaba en su casa, en la casa de ambos.

Por un momento soltó el teléfono y pensó en no llamarla, ya no tenía deseos de hablar con ella luego de lo que había visto, pero en un arranque de locura luego de beberse de golpe un vaso de whisky, agarró su celular nuevamente y marcó su número. Necesitaba explicaciones, respuestas, y una bendita plática para poder poner fin a tanta contrariedad de una buena vez.

—Te olvidaste rápido de mí por lo visto. —le reclamó él con voz dura una vez ella contestó su celular luego de varios timbrazos.

—¿César? —extrañada. —No entiendo de qué hablas.

—Sí, es Cesar, ¿o es que ya borraste hasta mi número y no te acuerdas de quien soy? —le espetó molesto. —Y hablo de que mientras yo llevo días que ni puedo concentrarme en otra cosa por estar pensando en ti, tú estás de lo más feliz disfrutando de tu matrimonio.

—Sigo sin entender a qué te refieres.

—Omar y Victoria, juntos por siempre… ¿eso no te dice nada? —le cuestionó levantado la voz.

—¿Me estás stalkeando o qué?

—¿Stal qué? —no entendía.

—Vigilando pues… deja de meterte a mis cuentas, si no tienes tiempo ni para contestarme el maldito celular, tampoco lo pierdas en andar monitoreando todo lo que hago, total yo a ti ya no te importo.

—Si no me importaras no te estaría llamando hoy, pero de nada vale que me importes si tú andas feliz con tu maridito, claro me imagino que ya te reconciliaste con él, ¿la pasaste bien anoche, celebraste en grande el día de los enamorados? —celoso.

—Ese no es problema tuyo. —le respondió con voz seca. —¿Para qué llamas César? Porque si es para pelear te aviso que no estoy interesada en eso hoy, además no quiero hablar contigo, hace un par de semanas te llamé y no fuiste quien de responderme y tampoco me devolviste la llamada, así que la que no quiere hablar ahora soy yo.

—No cuelgues. —casi que le exigió. —Yo también quise arreglar las cosas cuando recién tuvimos aquella discusión y tú me pediste de muy mala gana que no volviese a llamarte.

—Claro, y tú me tomaste la palabra.

—¿Qué más querías que hiciera?

—Mira vete al diablo César. Voy a colgar, estoy ocupada.

—No, maldita sea Victoria, ¿Por qué no se puede tener una plática normal contigo más de dos minutos sin que amenaces con irte o colgar? Empieza a comportarte como una mujer adulta, hecha y derecha y no como una adolescente caprichosa.

—¿Pretendes que me quede escuchando tus insultos?

—Mira así no se puede tener una conversación, veámonos.

—No gracias.

—Carajo Victoria, estoy tratando de hacer las cosas bien, quiero hablar contigo, que arreglemos y tú sigues de necia. Dios mío, ¿por qué eres así? —la escuchó resoplar al otro lado de la línea, hubo un pequeño silencio después de eso.

—Así soy, tú me conoces, ya deberías estar acostumbrado, y si tanto te molesta no sé qué haces llamándome.

—Te llamo porque te extraño, y mientras yo estaba acá como un estúpido casi sin poder aguantarme las ganas de hablarte, tú andas de romántica con el idiota que tienes por marido.

—Si tú andabas celoso por tu esposa, por qué yo no puedo publicarle cosas al mío.

—¿O sea que lo haces para desquitarte?

—Pues… así estamos parejos.

—¿Y desde cuándo esta relación se volvió una maldita competencia?

—¿Tenemos una relación? —con ironía.

César al otro extremo gruño molesto y dio una manotada en la barra frente a él, de inmediato se sirvió otro whisky se lo bebió de un solo sorbo.

—Sí, maldita sea, claro que tenemos una relación Victoria, y me molesta que te pongas con tus ironías y hagas ver como que no la tenemos… ¿sabes dónde estoy ahora? —ella no le contestó. —En nuestra casa, como un tonto viendo nuestras cosas, pensando en ti, bebiendo por ti, soy un pendejo en el fondo, y sí sí, sé que la regué la otra vez, que me comporté mal, que te di a entender cosas que no eran ciertas y dije que otras que no sentía, pero te amo, y al final del día lo único que quiero es estar contigo. Yo también tengo mi orgullo sabes, y hoy lo dejé porque no aguantaba más las ganas de verte, de hablarte, pero a pesar de eso tú sigues de terca y no das tu brazo a torcer ni un poquito. Ojalá pudieras dejar el orgullo un momento y venir a ponerle fin a todo este caos que se ha formado entre nosotros.

Al otro lado Victoria no decía nada, pero lo escuchaba algo apenada, todo lo que él decía era cierto, estaba dando el primer paso para solucionar las cosas y ella seguía de terca, a veces odiaba ser tan testaruda.

—Te voy a esperar aquí Victoria. —le dijo sin que ella le respondiera nada. —Si todavía te importo aunque sea un poco ven a nuestro lugar, a la casa tuya y mía, y dímelo en la cara, dime que todavía me quieres y deseas que todo entre nosotros vuelva a ser como antes. —no esperó contestación y colgó la llamada, ahora sólo quedaba esperar.

Victoria se encontraba en Pachuca al momento de la llamada, lo pensó unos instantes después de que él cortara la misma para tomar la decisión de hacer el viaje a la ciudad. Finalmente algo en su interior le gritó que no perdiera la oportunidad de arreglar las cosas con ese hombre que innegablemente amaba, y en un impulso tomó su bolsa, salió de su habitación sin importar que no estaba demasiado arreglada y luego de pedirle a Lolita que se encargara de los niños salió de su casa a toda prisa. Qué importaba llevar unos pants y sudadera y la cara completamente desmaquillada cuando de recuperar el amor se trataba. Ya era momento de salir de esa pésima racha que habían estado pasando, mucho tiempo habían perdido en una competencia donde sólo había perdedores.

El camino se le hizo más largo que de costumbre entre el trafico y su ansiedad por llegar al encuentro de lo que podría significar el fin de tantos desacuerdos. Cuando llegó ya la tarde comenzaba a hacer presencia, vio la camioneta de César en su lugar dentro del estacionamiento y sonrió, por un momento pensó que ya no lo encontraría allí, puesto que ya iban un par de horas desde que le dijo que la esperaría. Subió ansiosa en el ascensor pensando en lo qué diría, en cómo actuaría con él luego de un mes sin hablar siquiera, no era la primera vez que pasaban tiempo distanciados, de hecho ya otras veces habían pasado mucho más sin verse, pero siempre le daba la sensación de que cuando volviese a cruzárselo se iba a encontrar con un extraño. Sin embargo, todo eso se disipaba una vez lo tenía enfrente, justo como en ese momento cuando entró por la puerta de su casa y lo vio sentado a unos cuantos pies de allí con un trago en las manos. Él jamás podría ser un extraño para ella, pues sus almas eran gemelas y se conocían de muchas vidas atrás. César levantó la cabeza al escuchar el sonido de la puerta al cerrarse y de inmediato se puso de pie para ir hasta ella, fue ahí que se dio cuenta que los vasos de whisky mezclados con tequila que se había tomado en las últimas horas le habían hecho más efecto del que creía ya que se tambaleó un poco al caminar.

—¿Te estabas emborrachando sin mí? —le preguntó ella con una media sonrisa en los labios y mirándolo con diversión.

—Perdón, tomé un poco, pero no he comido y se me subió rápido. —le dijo sin dejar de mirarla, estaba a unos cuantos pasos de ella, muy pocos a decir verdad. —Estás preciosa. —se le acercó un poco más y sus respiraciones comenzaron a mezclarse.

—Los tragos ya se te subieron a la cabeza y te hacen decir cada cosa, mírame estoy vestida de sudadera, despeinada, sin una gota de maquillaje, con ojeras…

—Así es cuando te ves más hermosa, al natural, sin máscaras, sin nada que cubra tus hermosas pecas u opaque esos bellos ojos verdes que tanto amo. —estaban a pocos centímetros de rozar sus bocas, sus cuerpos estaban muy cerca y se llamaban uno al otro.

—César. —ambos pares de labios se rozaron y sus respiraciones se volvieron una sola. —Hueles a alcohol. —soltó una risita.

—Lo siento. —intentó alejarse de su boca pero ella no lo dejó y agarrándolo por las solapas de su camisa lo acercó mas a ella.

—Lo bueno es que a mí me encanta el alcohol y todo lo que implique vicio y pecado… y eso eres exactamente tú para mí, un vicio que no soy capaz de dejar a pesar de todo y el más grande de mis pecados. —se empinó un poco y se guindó de su cuello para comenzar a besarlo con pasión hambrienta sintiendo el sabor a licor en su lengua.

César le envolvió la pequeña cintura y la levantó del suelo llevándola en el aire hasta la primera superficie que encontró para sentarla, la victima fue la mesa del comedor que recibió el ligero peso de Victoria y el que César le hacía con las manos al sostenerse de allí mientras la besaba con ansiedad.

—Te he extrañado. —su boca se perdía en ese cuello que lo volvía loco. —Perdóname por no buscarte antes, por todo lo que ha pasado y por todas las cosas que dije que te aseguro no siento. —le decía al tiempo que repartía besos húmedos por la suave piel debajo de su oreja.

—No, perdóname tú a mí por no hacer el intento de arreglar las cosas antes, fui una tonta… claro que me sigues importando, claro que te quiero y deseo que volvamos a ser los de antes. —le dijo mirándolo a los ojos aprovechando que él había dejado de besarla por un microsegundo.

—Ya no importa nada, sólo eso, que me sigues queriendo como yo te quiero y tienes el deseo de arreglar nuestra situación, lo demás da igual. —ambos se sonrieron y sus bocas volvieron a unirse en un beso que era más mordiscos que nada.

Era cierto que aún tenían mucho por hablar y temas que tratar para poder decir con toda seguridad que los problemas habían quedado atrás, pero nada de eso importaba cuando se tenía tantas ganas de amar, de redescubrir sus cuerpos después de semanas sin tener el menor contacto. Ella se encontraba de piernas abiertas, él estaba parado entremedio de éstas y con sus manos le acariciaba los muslos y la parte baja de la espalda aún cubierta de tela, sus cuerpos ansiosos se rozaban a pesar de la ropa que todavía los vestía. Quién podía pensar en otra cosa cuando sólo se estaba a un par de prendas de fundirse en un único cuerpo después de tanto.

—Quiero… no, necesito estar dentro de ti. —le susurró él boca contra boca al tiempo que metía sus manos dentro de su sudadera para acariciarle la piel de la espalda.

—Yo también lo estoy ansiando. —mordisqueándole el labio inferior. —Tienes mucha ropa. —comenzó a quitarle los botones de la camisa uno a uno pero luego de los primeros tres la paciencia le duró poco y arrancó los demás, uno que otro se aflojó cuando dio el tirón.

—Ya me rompiste la camisa. —soltó una risita.

—¿Importa?

—No. —sus manos se fueron hasta el dobladillo de la parte de arriba de su vestimenta y la levantaron rápido, en un abrir y cerrar de ojos ella quedó sólo en sostén y pantalón.

Victoria no tardó en quedar desnuda de cintura para arriba, sus pechos quedaron al descubierto cuando él quitó la única prenda que le impedía apreciar sus senos y darle la atención que a gritos pedían.

—Umm —ella gimió cuando sintió la boca tibia de él succionarle un pezón.

—Extrañaba el sabor de tu piel. —lamía con devoción ambos pezones ya erguidos y deseosos de caricias, alternaba su boca entre uno y otro dándose un banquete como pocos. —Deliciosa como siempre…

—Quiero sentirte. —le dijo entre jadeos, sus manos se iban hasta el cinturón de su pantalón para desabrochárselo con la intención de quitarle por fin toda barrera que le impidiera acariciarlo como tanto ansiaba.

César le ayudó terminando de quitarse los pantalones y la ropa interior, luego la levantó un poco a ella para desvestirla por completo también, en poco tiempo estuvieron los dos completamente desnudos y rozándose piel contra piel, sin nada que les impidiese unir sus carnes y convertirse en solo ser.

—Hazlo ya. —le suplicó ella abriendo aún más las piernas para darle acceso completo a la entrada al paraíso, él le sonrió y antes de enterrarse en ella bajó su cabeza hasta allí para degustarla y terminar de prepararla para la invasión, aunque sinceramente ella no necesitaba más preparación, él se dio cuenta cuando vio la facilidad con la que su lengua se deslizó por sus pliegues mojados y notó que su piel estaba sensible ante la menor caricia.

Se incorporó rápido y la besó en la boca haciéndole sentir su propio sabor, entonces fue entrando en ella quien se removió pidiendo más, y terminó por enterrarse hasta lo más hondo de un solo empujón.

—Ay sí, que delicia. —gimió y se arqueó toda al sentirlo tan adentro de su ser. —Extrañaba sentirte así tan, tan… por Dios. —las palabras ya no le salían, él había comenzado a moverse frenéticamente dentro y fuera de ella impidiéndole siquiera coordinar lo que salía de su boca, que para este punto no eran otra cosa que jadeos y fuertes gemidos.

Él le tomó ambas piernas y se las levantó todo lo que pudo hasta casi tenerlas sobre sus hombros, Victoria quien hasta el momento había estado apoyada en sus codos se dejó caer acostada sobre la madera y simplemente se dejó hacer. Con sus manos se acariciaba los senos y no paraba de gimotear mientras las intensas embestidas de César la seguían sacudiendo y quitándole casi todo el aire que había en sus pulmones. Él le sostenía las piernas apretándole y marcándole la delicada piel, no cesaba los movimientos en ningún momento y de su boca se escapaban gruñidos roncos que indicaban cuanto estaba disfrutando de la fricción con la carne de Victoria que lo acogía tan bien y lo envolvía de forma perfecta.

Duraron algunos minutos que parecieron siglos en esa posición, hasta que César sintió que las piernas le fallaban y quiso cambiar de postura. Se comunicaron con la mirada y en pocos segundos él terminó sentado en una de las sillas que rodeaban la mesa y ella a horcadas sobre su cuerpo lo cabalgaba con ahínco.

—¡Dios! —entre gemidos que ya se habían convertido prácticamente en gritos se besaban con hambre y sed de amor.

El orgasmo estaba muy cerca, los dos podían sentir como una presión exquisita se acumulaba entre sus piernas a punto de reventar… entonces fue el fin, ella acabó primero y se retorció como una serpiente sobre él abrazándose a su cuerpo desnudo y perlado en sudor. César no tardó en acompañarla y vaciarse con intensidad dentro de ella llenándola de su liberación, una liberación que había sido ansiada por mucho tiempo y que llegó más explosiva de lo que había esperado.

—César… —intentaba calmar su respiración que estaba totalmente fuera de control. —Me moría por estar contigo así. —dejó caer su cabeza en el hombro masculino y se apretó aún más a él sintiendo los fuertes latidos de su corazón.

—Yo también mi cielo, lo estaba deseando desde hace mucho. —le besó la cabeza y la apretó con fuerza como si quisiera romperla y hacerla parte de su propio cuerpo. —¿Vamos a la cama para estar más cómodos? —le preguntó haciendo que levantara la cabeza para mirarlo.

—Sí. —sonriéndole todavía un poco agitada. —Pero cárgame porque no puedo caminar, mis piernas ya no son las de hace unos años, se cansan rápido.

Él rió contra sus labios y le dio un besito de pico, después la ayudó a incorporarse, se levantó como pudo y la tomó en brazos para caminar con ella hasta la recámara.

—Recuerda que yo bebí, no te sorprendas si nos caemos los dos. —se reían.

—Creo que si estabas un poco borracho ya se te pasó después de esto.

—Eso sí. —llegaron al cuarto y César se tambaleó un poco a unos pasos de la cama, avanzó para no caer y terminaron cayendo de todos modos los dos sobre el colchón, él encima de ella y no en una posición muy cómoda. —Perdón.

—Ay me aplastas. —ambos comenzaron a reír a carcajadas y se miraron sin poder detener la diversión, se sentía tan bien poder reírse así y estar tan relajados luego de tanto tiempo de tensión, sabían que todavía tenían una plática pendiente pero por el momento lo único importante era que estaban ahí juntos. Se acomodaron mejor sobre la cama y se metieron debajo de las cobijas, se abrazaron y luego de un par de besos y cariñitos no tardaron en dormirse. Quizá era el alcohol en el sistema de César o la satisfacción de volver a estar juntos en el pecho de ambos pero el sueño los venció y quedaron rendidos por más de dos horas.

César despertó primero y se levantó en busca de unas pastillas para el dolor de cabeza, ahora era que el efecto post alcohol le estaba pegando fuerte. Luego de encontrarlas en el botiquín del baño regresó a la cama, se las tomó y se volvió a acostar junto a Victoria que seguía dormida casi en el centro del colchón, desnuda y desparramada boca abajo por toda la cama. Sonrió al darse cuenta de lo mucho que había extrañado verla así descansar a su lado, le besó la espalda y fue bajando hasta el comienzo de sus glúteos cubiertos por una fina sábana, ella seguía profunda, así que él decidió jugar un poco para despertarla. Le quitó la cobija que la cubría y le acarició las nalgas, ella se removió un poco pero no despertó, bajó su cabeza y le hizo varios mordiscos suaves allí, Victoria empezó a despertar después de unos segundos de sentir las atrevidas caricias en su trasero.

—Me haces cosquillas. —murmuró ella sin abrir los ojos y sonriendo.

—Extrañaba tu lindo y pequeño trasero. —dándole una nalgada suave.

—Sobretodo pequeño. —se reía abriendo los ojos.

—No importa, es perfecto. —apretándole la piel con sus manos. —Anda despiértate.

Victoria volteó y se le recostó en el pecho cuando él se volvió a acostar a su lado.

—¿Hace rato que te despertaste?

—No mucho, fui por unas pastillas, me duele la cabeza.

—Nadie te mandó a beber. —lo besó.

—Ya sé, pero estaba dispuesto a emborracharme por ti, y si no venías iba a terminar cayéndome por las esquinas y quien sabe lo que me pudiera haber pasado.

—Exagerado. —riendo.

—Es la verdad, así de mal estaba por ti, por tu ausencia. —suspiró con pesar.

—Yo también estaba mal. —su semblante se trasformaba a uno más serio. —Te extrañaba mucho, pero era demasiado orgullosa como para haberte llamado. —admitió. —Aunque sí lo hice hace un par de semanas pero no me contestaste.

—No vi la llamada hasta en la noche y pensé en llamarte entonces pero debo confesar que estaba enojado contigo, yo había tratado de arreglar nuestros problemas al otro día de la discusión pero tú no pusiste de tu parte. Aún tengo el mensaje que me enviaste con letras gigantes donde me decías que ya no te molestara, y pues estaba molesto porque no se me hacía justo que me hablaras cuando a ti te diera la gana, por eso no te llamé.

—El orgullo, yo también soy muy orgullosa.

César soltó una risotada.

—Sí y definitivamente me ganas a mí.

Victoria abrió la boca fingiendo indignación.

—Eso no es cierto, tú también tienes tu orgullito por ahí.

—Sí, claro como todos pero tú me llevas la delantera por mucho, también en los celos. —le besó la frente.

—Está bien, tengo que aceptar que tienes razón, pero así me quieres o no…

—Te amo, y no te cambiaría nada.

Ella hizo una mueca y abrió la boca para replicar pero él no la dejó y le estampó un beso en los labios antes de que pronunciara palabra.

—Sí, ya sé que aquella vez dije que no te soportaba, que te ponías histérica y hacías un escándalo por todo, pero estaba molesto y fuera de mis casillas, nada de eso es cierto, bueno sí es cierto que a veces te pones media loca. —una vez más no la dejó decir nada. —Pero te amo así, todos tenemos defectos y virtudes y aunque aquel día haya dicho un montón de cosas bajo coraje, lo cierto es que no cambiaría nada de ti, te amo tal cual eres y me gusta que seas una fierecilla indomable.

Victoria sonrió y se acurrucó más entre sus brazos.

—También dijiste que no querías volver a verme.

—Bueno tú dijiste lo mismo y míranos aquí, desnudos y ya descansaditos después de un excelente reencuentro.

—Sí que fue bueno. —se mordisqueó el labio recordando la deliciosa sesión de amor y pasión de un rato atrás. —Somos un par de tercos como dice mi hermana.

—Pues mi cuñada tiene mucha razón. —se miraron directo a los ojos y hubo un pequeño silencio que se extendió por algunos segundos.

—Perdóname. —le pidió ella sin dejar de mirarlo. —Debí tratar de entenderte un poco más con todo el asunto de tu esposa, estuve pensando mucho en eso en los últimos días y puedo entender tu ponto acerca del enojo que tenías por lo de su supuesto amante. Si me puse como loca es porque en el fondo estaba celosa, y no sólo porque pensara que la amaras, sino por la atención que sentía que le estabas dedicando, soy así bien egoísta y envidiosa, no quiero que te fijes en nadie que no sea yo.

—Puedo decir que lo mismo me pasa, hoy por ejemplo reventé de celos y enojo al ver la foto que subiste dedicándosela a Omar.

—Lo hice para desquitarme un poco contigo debo confesar, me chocó que no me llamaras ayer como todos los años lo haces en el día de los enamorados.

—Estuve a punto de hacerlo pero el estúpido orgullo no me dejó.

—Ese no nos lleva a ningún lado, no aprendemos aún después de tanto tiempo. ¿Me perdonas por lo de la foto y por toda mi terquedad de estas semanas?

—Sí, ¿y tú, me perdonas por haberte dicho todo lo que te dije ese día y luego por no llamarte antes para que arregláramos?

—Sí.

—¿Me amas? —besándole la nariz.

—Te amo. ¿Tú me amas a mí?

—Te amo con todo mi corazón, a pesar de nuestras peleas, de los distanciamientos, de los malos entendidos y todo, mi corazón es tuyo, y al final del día no hay otra cosa que desee más en el mundo que estar a tu lado. —tomó posesión de sus labios y los devoró en un beso lleno de amor y la esperanza de que siempre hay una luz al final del camino, siempre, siempre, en medio de cualquier tormenta, hay un destello de claridad que termina por arreglarlo todo.

—Y sobre el asunto de tu esposa…. —él le ponía un dedo en los labios para que callara.

—Sobre eso te digo que no me interesa, ya me da igual si tiene o no un amante, me di cuenta de que tú tenías razón en pensar que debe ser un alivio en vez de una preocupación, si quiere tenerlo que lo tenga, yo he actuado peor y ella lo ha aguantado como tú misma me dijiste. Me preocupa más ahora que nosotros estemos bien, ya no quiero seguir peleando Victoria, ni que estemos tan alejados, quiero que volvamos a ser los mismos de un tiempo atrás que luchaban contra todo y todos para seguir juntos así fuese difícil. Ah y una cosa quiero que te quede clara, para mí no hay ni habrá otra mujer que no seas tú, sé que con lo de Vivian te sentiste celosa, pero yo por ella no siento nada, y sí sé que suena feo pero es la verdad, desde que tú llegaste a mi vida mis ojos no han tenido más dueña.

Victoria sonrió mostrándole todos los dientes y se incorporó para subirse sobre él y comenzar a besarlo.

—Te amo gordo, ya no importa nada de lo que haya pasado, sólo que tú y yo estemos bien, yo también quiero que volvamos a ser los de siempre, y te prometo poner de mi parte para que así sea.

—Pero lo cumples eh. —se reía.

—Es una promesa seria, así lo haré. —le mostraba su dedo meñique, aquel donde se habían colocado el anillo de boda espiritual casi tres años atrás.

César unió su dedo al de ella y prometió lo mismo para que todo mejorara entre ambos. Después de eso vinieron los besos y las caricias, rato después caían agotados sobre el colchón con un par de orgasmos encima.

Más tarde se habían mudado a la barra de la cocina para comer lo que habían encargado por teléfono, César no había tenido ganas de cocinar y si Victoria lo hubiera hecho, los dos hubiesen terminado en el hospital indigestados. Platicaban de todo mientras cenaban y recuperaban fuerzas luego pasarse lo último de la tarde y parte del comienzo de la noche metidos en la cama.

—¿Entonces empiezas novela el mes que entra? —preguntó él mientras se llevaba un bocado a la boca y la miraba.

—Sí, como a mediados o finales será. Yo creo que te había comentado hace tiempo que estaba en puerta el proyecto pero ahora sí es oficial.

—Sí, algo me habías dicho. Yo también empiezo con una novela a finales de mayo, principios de junio.

—¿Y vas a estar así con barba o afeitadito? —lo miró y sonrió. —Por cierto no te lo dije, estás muy guapo, bueno tú siempre te ves guapo.

—Yo lo sé. —reían. —Y creo que sí me van a dejar así peludito.

—Me gustas peludito o como sea… —le guiñó un ojo.

—¿Por qué siento que ya no estás hablando de la barba?

—Porque eres un mal pensado enfermo.

—Es tu culpa.

—No lo creo. —se acercó para besarlo.

—¿Te vas a quedar toda la noche conmigo?

—Ves que siempre andas pensando en perversiones.

—Nadie dijo que era para hacer perversiones, sólo para dormir abrazaditos.

—Aja…

—¿Te quedas? Di que sí.

Ella lo pensó y sonrió tentada.

—Está bien, pero sabes... yo sí quiero hacer perversiones. —levantando las cejas.

—Y luego el malo soy yo. —reía sobre sus labios cuando ella se le pegó para que la besara.

La noche prometía ser larga, era mucho el tiempo y las caricias perdidas que tenían que recuperar, ahora sí dejando atrás el caos que los rodeó durante largas semanas. Esa velada pintaba para ser el inicio de una mejor etapa para los dos, una llena de amor y libre de tanto estrés.

Algunos días transcurrieron, todo marchaba bien entre Victoria y César, muy diferente a como había estado la situación entre ellos a comienzos de año. Obviamente por las ocupaciones de cada uno no podían verse a diario pero se hablaban por teléfono aunque fuera una vez por día, definitivamente lo mejor de todo era que se sentían unidos de corazón, y es que no hay mejor sensación que esa de sentir que una persona está contigo aunque no esté físicamente. El jueves de la semana siguiente César le envió un mensaje a Victoria al WhatsApp para darle las buenas noches y hacerle una tentadora invitación que ella no iba a poder resistir.

[10:08 p.m.] César: Buenas noches mi reina, sé que hablamos hace un rato pero se me ocurrió algo y quiero saber si deseas que lo hagamos

Él esperó a ver si ella se conectaba y así lo hizo después de unos minutos.

[10:11 p.m.] Victoria: Propuestas indecentes señor Évora? *emoji de diablito*
[10:11 p.m.] César: Contigo siempre *emoji de corazón*
[10:12 p.m.] Victoria: Cuéntame…
[10:13 p.m.] César: Te invito a una cita mañana en la noche en nuestra casa ya que no hemos podido vernos en la semana porque hemos estado ocupados
[10:13 p.m.] Victoria: Qué tipo de cita?
[10:14 p.m.] César: Como la que tendrían dos novios al comienzo de su relación, recuerda que prometimos no sólo poner de nuestra parte para estar bien sino reconquistarnos también
[10: 15 p.m.] Victoria: Sí lo sé, y cuál es el plan?
[10:16 p.m.] César: Tú déjalo en mis manos gordita. Mañana como a las seis te espero
[10: 16 p.m.] Victoria: Me intrigas gordo, pero ok, allá te veo
[10:17 p.m.] Victoria: Te amo bebé *muchos emojis de corazoncitos*
[10:17 p.m.] César: Y yo a ti mi chula preciosa. Hasta mañana, que sueñes conmigo
[10:18 p.m.] Victoria: Estoy segura que así será, ya soñaba contigo desde antes de conocerte. Hasta mañana *emoji de besito*

Victoria estaba contenta y se le veía en la cara, esa noche su marido lo notó y supo que había algo diferente en ella, pues pocas veces la miraba sonreír hasta que el sueño la vencía. Desde hace días venía notando un cambio en ella, y una vocecita en la parte de atrás de su cabeza le decía la razón de esa renovada alegría en su esposa, por supuesto tenía nombre y apellido, tristemente no era el suyo.

Al día siguiente Victoria llegó a la hora pautada al departamento y al entrar percibió un olor peculiar, vio la tele y el reproductor de películas encendido y escuchó ruidos provenientes de la cocina. Dos segundos después César salía con un bol, y lo que parecía una bolsa de dulces, Victoria sonrió extrañada y se le acercó para saludarlo.

—¡Hola! ¿Qué haces?

—Ay gordita no te sentí llegar. —soltaba lo que llevaba en las manos y la envolvía en un abrazo, a modo de saludo le estampaba un beso en los labios. —Hola, ¿cómo estás? Te ves preciosa.

—Yo bien, ¿y tú qué tanto haces?

—Preparando todo para nuestra cita. —sonrió mostrándole cuanto diente tenía en la boca.

—Películas, palomitas, chocolates, vaya esto sí es una cita de novios.

—Te dije que lo sería. ¿Te gusta el plan?

—Me encanta, aunque creo que estoy muy arreglada para esto, no sabía qué tenías en mente así que dejé la flojera y me peiné y hasta me maquillé un poco.

—No importa, estás perfecta y te ves hermosísima, luego te cambias si quieres estar más cómoda… pero bueno, espera un momento aquí, ya vengo.

Victoria sonrió intrigada y esperó a que él regresara de la habitación, volvió con un ramo de rosas y una cajita roja pequeña.

—¿Y esto?

—Una cita no puede estar completa sin flores y un pequeño obsequio.

Ella tomó el ramo y se acercó a César para llenarlo de besos por toda la cara.

—Gracias amor. A ver que hay aquí… —abriendo la cajita. —Están preciosos mi vida, me encantan. —al descubrir un par de aretes plateados y pequeños muy su estilo, él la conocía bien.

—Es en parte el regalo de San Valentín que te debía.

—Yo te debo el tuyo, te prometo que te lo doy pronto.

—No te preocupes, mi regalo es que estés aquí tan hermosamente arreglada para mí.

—Te amo. —se abrazó a él y no tardaron en unir sus labios en un fogoso beso que César tuvo que detener antes de que pasara a mayores, porque si no el plan de compartir viendo películas y platicando durante la tarde y noche ahí moriría.

—Ya está todo listo y ordené pizza hace un rato así que no debe tardar en llegar.

—Mmm qué rico, me gusta esta idea de hacer un plan diferente. —sentándose en el sofá y quitándose las botas.

—Sí, yo te prometí que te iba a reconquistar y así lo haré. —se sentaba a su lado luego de acomodar todo en la mesita de centro.

—Me conquistas a diario con sólo sonreírme. Igual tú y yo nunca fuimos la típica pareja de noviecitos de manitas sudadas o tuvimos esa etapa de conquista, todo se dio tan espontaneo.

—Es cierto pero de todos modos nunca está demás no dejar perder los pequeños detalles.

—Eso son los que más enamoran. —lo miró y se sonrieron. —¿Qué película vamos a ver primero?

—Conseguí varias de todos los géneros, escoge la que quieras.

—Una de terror.

—A ti no te gustan mucho las de terror.

—No, pero la idea es estar todo el rato abrazada a ti y escondiendo mi cara en tu pecho cuando me dé miedo.

—Ah es plan con maña, ¿eres una novia atrevida entonces?

—Me gusta portarme mal, esa es la única manera de pasarla bien. —se mordió el labio tentada y le guiñó un ojo.

Rato después terminaban de comer la pizza mientras veían la película de horror con casi todas las luces apagadas, Victoria se la había pasado tapándose con el cojín y como ella misma había dicho, enterrando su cabeza en el pecho de César cada vez que en la cinta pasaba algo que la asustaba.

—No has visto nada Victoria. —él se reía. —Mira la pantalla, te estás perdiendo lo más importante.

—No gracias, no quiero recordar la cara de esa cosa fea cuando vaya a dormir. —tapándose los ojos con las manos.

—No va a salir nada ahora, puedes mirar.

Victoria confió en él y se destapó los ojos para ver el televisor, en ese momento una imagen de algo que parecía un demonio salió gritando, César gritó a su lado para asustarla y palomitas volaron por todos lados.

—¡Estúpido! No me hagas eso, me vas a matar. —lo golpeó en el hombro.

Él reía a carcajadas sin poder parar, pero cuando vio que ella de verdad estaba asustada porque respiraba agitada, se puso serio y la abrazó.

—Ya mi cielo, era una broma, si quieres quitamos la película y ponemos otra, no quiero que tengas miedo.

—No, está bien, ya no le queda tanto, y si me abrazas se me pasa el miedo, pero no me digas que no va a salir nada si sabes que sí.

—De acuerdo, ven yo te abrazo. —la envolvió en sus brazos cuando ella se recostó en su pecho y así siguieron viendo la película.

Terminaron de ver esa y pusieron otra, esta vez fue una de comedia, ahí el ambiente se relajó un poco y juntos rieron a carcajadas durante largo rato. Entre escenas se daban de comer dulces y palomitas en la boca y por supuesto los besos y las caricias sugestivas no faltaban, sobretodo por parte de ella. Ya cuando César puso la tercera película Victoria empezó a aburrirse un poco porque en esa hablaban mucho y como ella no le estaba prestando demasiada atención por estar mirándolo a él y llenándolo de besos cada tanto terminó por perder el hilo de la historia.

—¿Le falta mucho para terminarse? —le preguntó jugando con los botones de su camisa.

—Bastante, apenas lleva un rato de haber empezado. —mirando el televisor, ella le besaba la mejilla.

—Ah, ¿te molesta si voy un momento a ponerme algo más cómodo? Ya me molesta este pantalón.

—No mi amor, ve. —le besó la frente, ella estaba recostada casi encima de él y la ayudó a incorporarse para que se fuera a cambiar.

Él siguió concentrado en la película porque de verdad estaba interesante, ella le había dicho que no era necesario que la pausara porque igual no le estaba entendiendo mucho. Regresó después de unos minutos con una pijama de las que siempre dejaba en esa casa, pero ésta a diferencia de las que acostumbraba a usar era una de camisa de tirantes y pantalón cortito con florecitas que a César le encantaba que se pusiera. Cuando la vio acercarse él la miró de arriba abajo y sonrió, de repente la película había dejado de importar.

—¿Estás intentando provocarme? —le cuestionó cuando ella se sentó a su lado y subió las piernas para acomodarse dejándole ver por completo sus muslos desnudos.

—No, ¿por qué la pregunta? Sólo quiero estar más cómoda para terminar de ver la película. —decía con fingida inocencia.

—Aja… ya veo.

Ella le besó la comisura de los labios y le pidió que volviesen a concentrarse en la pantalla, sin embargo, cuando unos minutos después él volvió a meterse en la historia de la cinta, ella puso en marcha su plan de seducción. Ya se había cansado de jugar a los noviecitos de quince años. Comenzó a jugar con los botones de su camisa hasta desprender unos cuantos.

—¿Qué haces?

—Nada tú sigue mirando la película si deseas.

César trató de concentrarse en lo que veía pero cuando ella terminó de desabotonarle la camisa y regó varias caricias por su pecho, lo que estaba sucediendo en pantalla perdió relevancia. Aún así mantuvo la compostura lo más que pudo, pero Victoria estaba decidida a llamar por completo su atención a pesar de que a él le decía otra cosa, y es que no quería tener que pedírselo, sino que él solito se diera cuenta de que podía pasarla mucho mejor con ella que viendo la tele. Sus traviesas manos se fueron hasta la cremallera y el botón de su pantalón para desabrocharlos. En poco tiempo su miembro semi erecto ya por las caricias y los besos quedó libre y Victoria lo tomó en su mano y comenzó a jugar con éste hasta hacerlo endurecer por completo. Él ya no sabía ni como se llamaba la película que estaban viendo, y es que cómo iba a concentrarse en ver algo cuando ella lo masturbaba con sensual experiencia y lo llenaba de besos en el cuello, la boca y el torso desnudo.

—Al diablo con esto. —tomaba el control que estaba a su lado y apagaba la televisión, acto seguido la halaba hasta hacerla quedar sentada a horcadas sobre él.

—¿Qué pasó, no quieres terminar de ver la película? —soltó una risita.

—No puedo, algo me desconcentró. —colocando sus manos en cada nalga de ella para pegarla aún más a su cuerpo.

—¿Ah sí, y qué fue eso?

—Una atrevida novia y amante que tengo.

Victoria le sonrió y se restregó contra él sólo para darle una probadita de lo sería el resto de la noche.

Las locuras, la pasión y el amor habían regresado a la vida de ambos, y llegaron para quedarse, no había mejores ingredientes que esos para crear la felicidad en la vida de dos enamorados.

Después de ese día las cosas dieron un giro total a lo que había sido los sucesos de las primeras semanas del año, definitivamente los meses venideros pintaban para ser completamente diferentes. El tiempo fue pasando casi que en un abrir y cerrar de ojos. Tanto Victoria como César habían empezado proyectos de televisión, y aunque los foros de La Malquerida y Hasta el fin del Mundo no quedaban juntos eso no les impedía encontrarse casualmente en los pasillos o perderse con toda la intención en el camerino de alguno de los dos para amarse sin control. Gracias a que ambos estaban en el canal se habían vuelto a acercar más que nunca puesto que se podían ver casi a diario. Afortunadamente los problemas parecían haber quedado atrás, no había habido celos ni peleas o cualquier otra cosa que les quitara la paz. En la casa de ambos todo estaba tranquilo, los dos seguían jugando al matrimonio perfecto y de vez en cuando les tocaba fingir con sus parejas delante de la gente un amor que no existía. Todo el asunto del amante de Vivian había quedado en la nada, César nunca supo si de verdad lo tenía o habían sido simplemente imaginaciones suyas, pero siendo sincero ya no le importaba en lo absoluto ese tema, cuando estaba bien con Victoria todo lo demás dejaba de importarle. A ambos les pasaba igual, y no había más que mirarlos para darse cuenta que estaban felices de estar juntos, había magia entre ellos y era imposible no darse cuenta.

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Noviembre 2014

Era el cumpleaños de César ese día y en el foro de su telenovela le habían hecho una pequeña celebración con todos los compañeros. Él se lo había pasado bien, aunque la única persona con la que quería celebrar realmente, no estaba siquiera en el canal en ese momento ya que se encontraba en locación grabando algunas de las últimas escenas de su novela. Victoria y él se habían visto en la mañana, ella lo había felicitado y le había dado su regalo llenándolo de besos, lamentablemente no pudieron compartir mucho porque ella tenía que irse a trabajar, pero habían quedado en verse más tarde y celebrar en juntos esa noche si se podía u otro día si es que se les hacía demasiado tarde.

Paralelamente en locación ella trabajaba sin descanso, finalmente en la tarde tuvo un pequeño receso y aprovechó para llamar a César, él no le contestó, ella se imaginó que estaría ocupado y por eso no le podía atender. Le dejó un mensajito lleno de cariño y decidió entonces quedarse husmeando en Twitter para matar el tiempo mientras la llamaban de nuevo a grabar, y fue ahí que toda la tranquilidad que llevaba dentro se desmoronó un poco. Vio varias fotos que habían compartido algunas fans de diferentes páginas donde se le veía a César celebrando su cumpleaños en el foro de su novela, pero el problema real no era ese, sino una rubia mujer que aparecía a su lado. Marjorie. Su hija en la telenovela y compañera de trabajo, no era la primera vez que sentía celos de verlos tan cercanos, pero durante semanas venía controlando todos esos sentimientos porque quería cumplir la promesa que le había hecho a él meses atrás de no alterarse por cualquier cosa y poner de su parte para que ya no hubieran tantos problemas. Sabía que si le decía algo probablemente la guerra empezaría otra vez, pero no podía evitar que los celos la carcomieran… no estaba en ella, simplemente los sentía y ya. ¿Cómo controlar un sentimiento tan intenso como ese? Estaba necesitando un sabio consejo en ese momento, y ya sabía quien podría dárselo.

La tarde cayó y la noche se hizo presente, cuando Victoria regresó a Televisa ya César se había ido, la había llamado pero ella no pudo contestarle en ese instante y entonces le avisó por medio de mensaje que se iría pero le dijo que lo llamara tan pronto terminara de trabajar para planear si armaban algún plan o algo para esa noche. Ella lo llamó cuando ya iba en su auto de camino a su pent-house.

—¿De verdad mi amor? —le preguntaba él por enésima vez.

—Sí gordo, ya te dije que estoy bien, sólo me siento un poco cansada y si nos vemos ahora no voy a ser muy buena compañía, mejor celebramos otro día y así te atiendo bien, por lo menos nos vimos en la mañana, no podemos quejarnos.

—Es verdad, pero quería pasar la noche contigo… nada me conformo con haberte visto temprano y te veré mañana, nos desquitamos en otro momento y celebramos como Dios manda.

—Sí. —hubo un pequeño silencio.

—¿Pero segura que estás bien? Te noto un poco rara gordita, yo te conozco, estás seria y te escuchas no sé...

—Estoy bien mi amor, solamente necesito dormir un poco, ya sabes como me pongo cuando tengo sueño, hablamos mañana sí.

—Está bien, pero me envías un mensaje cuando ya estés metida en tu camita para saber que estás bien.

—Ok amor.

Pero ese mensaje nunca llegó, ella no estaba en ánimos para enviarlo y él no entendió por qué no lo recibió.

Al otro día César tenía que ir a grabar temprano pero Victoria no porque su llamado era más tarde por ser uno de los últimos, así que aprovechó para ir a visitar a su mamá, hablar con ella siempre la tranquilizaba. Los mejores consejos y las palabras más sabias siempre vienen de la mujer que nos trajo al mundo, y para Victoria no había excepción en eso. Esa mañana recostada con su cabeza en la falda de su mami tal como cuando era una niña platicaba con ella y le contaba un poco de lo estaba pasando en su vida, bueno al menos lo que podía contarle, ya que su madre no sabía el más grande de sus secretos, o por lo menos eso creía ella.

—¿Mamá te puedo hacer una pregunta? —decía Victoria luego de un corto tiempo de no comentar nada.

—Ya me la estás haciendo hija. —doña Guadalupe le acarició el cabello y sonrió.

—Bueno sí, pero otra.

—Adelante mi Vicky.

—¿Cuándo tú estabas con papá eras celosa?

Doña Lupita frunció el ceño.

—Un poco, lo normal pero nunca fui una mujer exageradamente celosa… ¿por qué la pregunta mi niña?

—Curiosidad. ¿Cómo se controlan los celos?

—Teniendo confianza en la otra persona.

—¿Y si no está en ti, si es algo que no puedes controlar y termina trayéndote problemas?

—Bueno los celos siempre tienden a traer problemas, pero lo importante es no dejar que sobrepasen el límite.

—¿Y cómo sabes cuál es el límite? —se incorporó para mirarla.

—Pues cuando ves que te traen demasiados problemas y te distancian de la persona que quieres, ahí hay que ponerle un alto, porque esa desconfianza entre una pareja no los va a llevar a ningún lado. ¿Por qué todas estas preguntas mi vida, acaso tú estás en una posición como esa donde los celos te están trayendo muchos problemas?

—Algo así. —admitió apenada. —Quiero controlarlos pero se me hace difícil.

Victoria volvió a apoyar la cabeza en las piernas de su madre y dejó escapar un suspiro, hubo silencio, y luego de unos minutos doña Guadalupe habló congelándole la sangre a su hija.

—César es un buen hombre hija, no tienes que desconfiar de él.

Victoria sintió que el corazón se le iba a la garganta, podía sentir la sangre recorrer lentamente por sus venas, el mundo se paralizó, no entendía cómo su mamá sabía, de dónde había sacado esa suposición que era tan cierta como secreta. No se atrevía a levantar la mirada para verla a los ojos, y allí mientras los segundos pasaban lentos se volvió a sentir por un momento como cuando tenía trece años y aquella mujer tan sabia la cachaba en alguna travesura.



Mil gracias por todos sus comentarios. Lamento haberlas hecho esperar tanto, trataré de publicar el otro pronto. Gracias por leer. ♥

SECRETO A VOCESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora