El día transcurría como de costumbre en el canal, con mucho trabajo y montones de escenas por grabar. Para la única que estaba resultando distinto era para Victoria por ser su cumpleaños, no había podido dar más de dos pasos en el foro o en los pasillos sin que alguien la felicitara o le entrara algún mensaje a su celular con más felicitaciones. Se sentía verdaderamente feliz, luego de que sus compañeros la recibieran con tanto amor en la mañana y el hombre de su vida le diera el mejor regalo del mundo, era como si se encontrara flotando entre las nubes a causa de tanta dicha. Ella se encontraba en su camerino en ese momento terminando de alistarse para grabar un par de escenas, cuando alguien tocó la puerta un par de veces y luego entró sin esperar a que le abrieran.
—César. —sonrió. —Me asustaste, pensé que era alguien más, ya iba a pelear con el atrevido o atrevida que entraba así sin permiso.
Él se acercó a ella y la envolvió en sus brazos.
—¿Y a mí no me vas a decir nada? —le dio un pequeño beso.
—No, tú puedes entrar sin autorización, así como te metiste un día a mi vida sin esperar ningún tipo de consentimiento y te instalaste en mi corazón para siempre. —se empinó y comenzó a besarlo pausadamente mientras sus manos se perdían en la ancha espalda y poco a poco iban bajando hasta los glúteos masculinos tan firmes y perfectos.
—¿Qué haces tocándome las nalgas, traviesa?
—Me pertenecen, puedo tocarlas cuanto quiera. —se las apretaba.
—Eso es cierto, pero tú bien sabes lo que pasa cuando comienzas a hacer ese tipo de travesuras. —bajaba sus manos para devolverle la caricia en su trasero.
—¿Y qué es lo que pasa señor Évora? —le besó el cuello.
—Me provocas, y luego me entran ganas de hacerte el amor, pero ahora no podemos. —sintiendo los labios tibios de ella en la piel debajo de su oreja.
—¿Por qué? —lo mordisqueaba por donde se le antojaba.
—Porque tenemos que estar en el foro en unos minutos, hoy hay mucho trabajo por hacer. —se dejaba morder los labios. —Además, creo que mejor nos guardamos las ganas hasta esta noche.
—¿Esta noche? —dejó lo que estaba haciendo y lo miró.
—Sí señora, ya habíamos quedado que celebraríamos tu cumpleaños solos hoy ya que ayer no pudimos dormir juntos y por lo mismo no amanecimos juntitos en tu día. Yo ya tengo todo planeado, así que no se le ocurra decirme que no señora.
—No lo haré. —lo besó. —Muero de ganas de celebrar en la cama contigo. —sonrió coqueta.
—Degenerada. —se abrazaban. —¿Y cómo te la estás pasando en tu día?
—Bien, digo hemos tenido mucho trabajo, pero estoy contenta, todos me han felicitado, he estado recibiendo mensajes y llamadas, aparte luego del recibimiento de esta mañana he tenido una sonrisa enorme que no la puedo borrar. Gracias por encargarte de todo y por el regalo tan maravilloso que me diste, amo el libro, ya estuve leyendo algunas cosas y me encantaron.
—Tú te mereces eso y más. —le besó la frente.
—Escribes muy bonito, bueno yo ya había leído algunas cosas que me mostrabas, pero siento que en ese libro, por lo menos en lo que he leído, está tú corazón.
—Pues no me considero un escritor ni nada por el estilo, pero sí te puedo decir que todo lo que escribo para ti o sobre nosotros, lo hago con el corazón. Tú me inspiras, lo has hecho siempre, eres mi musa.
—Que bonito se siente escuchar que eres la inspiración de alguien. Te amo César. —envolvió los brazos alrededor de su cuello y empezó a besarlo lentamente, como si quisiera explorar sus labios para grabar el sabor y la suavidad por siempre en su mente. Él correspondía al mismo ritmo pausado y sus manos acariciaban la pequeña cintura por encima de la ropa.
—Victoria. —dejó de besarla un momento y detuvo sus caricias. —Si seguimos así, no nos vamos a poder controlar después.
—¿De verdad tenemos que esperar hasta la noche? —sus manos volvían a bajar por el cuerpo masculino hasta llegar nuevamente al trasero. —Tengo ganas. —lo miró a los ojos y él pudo notar que los de ella estaban más oscuros que de costumbre, posiblemente a causa del deseo.
—¿Muchas? —bajó a besarle el cuello y allí hizo una pequeña succión arrancándole un gemido.
—Sí, y más si haces eso. —jadeaba.
—¿Hacer qué? —fingía no saber de qué hablaba y seguía succionando su piel.
—Lo que estás haciendo, no te hagas el tonto.
—Yo también tengo ganas. —la tomó de las caderas y la pegó a su cuerpo para que sintiera su miembro que ya comenzaba a cobrar vida.
Victoria gimió y se aferró a él.
—Entonces no sé qué esperamos para estar juntos. —llevó las manos hasta el cinturón de su pantalón y se encargó de desabrochárselo sin perder tiempo.
—Nos van a interrumpir, te digo que ya nos deben estar esperando en el foro. —seguían besándose y él sentía las caricias que ella le regalaba en su entrepierna aún con la tela de por medio.
César no había dicho bien la oración, cuando alguien tocaba la puerta interrumpiendo el momento que ya se había calentado bastante.
—Demonios. —murmuró ella contra los labios de él.
—Te lo dije. —César le mostró una sonrisa entre jadeos.
—Señora Victoria, la esperan en el foro. —decía desde afuera su asistente.
—Gracias por avisar, ya voy para allá. —le respondió sin abrir la puerta, su respiración estaba un poco acelerada.
—De acuerdo señora... ah y allí en la entrada hay algo para usted, es un regalo, no lo traje porque es bastante grande y pesado.
—No hay problema muchacha, yo voy ahora, gracias. —miró la puerta y escuchó a la mujer retirarse, luego volteó hacia César y lo vio abrocharse nuevamente el cinto de su pantalón; ni modo les habían cortado el momento erótico de golpe.
—¿Un regalo? —la observó con el ceño fruncido.
—No sé de qué se trate.
—Debe ser algo de parte de Omar. —dijo con voz seca.
—No sé, no está muy afectuoso últimamente como para andar enviándome regalos. Esta mañana ni siquiera me llamó, sólo me envió un mensaje felicitándome, bastante frio por cierto. —caminó hasta el espejo para retocarse el labial.
—Pues sí, pero a él lo que le encanta es lucirse delante de los demás. —la miró a través del reflejo y se acercó a ella para rodearla con sus brazos. —¿Te afecta que no te haya llamado en tu cumpleaños?
—No, hace mucho que dejó de afectarme lo que tenga que ver con él, con que esté bien con los niños para mí es más que suficiente. —volteó. —Además, las únicas felicitaciones que me interesan son las tuyas. —sonrió y lo besó. —Y no sólo fuiste el primero en llamarme en la mañana, sino que te has encargado de que mi día marche perfecto.
—Tú te lo mereces. —se abrazaron.
—Vamos a trabajar. —lo tomó de la mano y juntos se acercaron a la puerta. —Las ganas que traíamos van a tener que quedar aplazadas hasta la noche como dijiste.
—Te aseguro que valdrá la pena la espera. —aún no abrían la puerta.
—Como todo lo que tiene que ver contigo. —guiñándole un ojo.
Salieron del camerino después de soltarse las manos, fingiendo otra vez no amarse con todas las fuerzas de su vida. Una vez más le daban la cara al mundo aparentando amistad, cuando realmente había entre ellos un profundo y prohibido querer.
Ya frente al foro Victoria se encontró con el dichoso regalo, y efectivamente se trataba de un obsequio de parte de su marido, un enorme arreglo floral que ella ni siquiera podría cargar. El arreglo estaba precioso y cada una de las flores también, pero César tenía razón, ese regalo gritaba el interés de Omar por presumir un matrimonio amoroso que no existía; y sí, podía ser un detalle hermoso, pero era vació y frío, carecía totalmente de lo que de verdad importaba, el amor.
—Casi te manda el jardín completo. —le murmuró César con un pequeño tono irónico antes de entrar al foro. —¿Segura que no andan afectuosos? Digo, ese regalo da a entender otra cosa.
Victoria volteó al notar celos en su voz, lo miró y vio que su semblante se había vuelto uno bastante serio.
—No César, no andamos afectuosos ni nada que se le parezca, al contrario, tú tenías razón, el propósito es lucirse.
—¿Y qué dice la tarjeta? —le preguntó viendo la tarjetita que ella traía en las manos.
—Toma, léela si quieres. —se la extendió.
—No, mejor no. —no quiso tomarla.
—Voy al foro. —dio media vuelta y se dirigió a la enorme puerta detrás de ella.
—Espérame. —la siguió. —Perdóname. —susurró.
—¿Por qué, por insinuar que ando de cariñosa con mi esposo y por eso recibí un regalo tan grande?
—No quise que sonara así… me puse celoso.
—Lo sé, te conozco. —seguía caminando y él iba tras ella.
—Discúlpame sí. —le pidió cuando se detuvieron en un rincón.
—Está bien, pero deja esos celos absurdos por favor. —se le acercó disimuladamente para decirle algo. —Sabes una cosa, tú regalo me hizo mil veces más feliz, y sobre todo porque no tuviste que dármelo para lucirte, sino porque te salió del corazón.
—Eso no lo dudes nunca, todo lo que te doy es porque siento desde el fondo de mi corazón que te lo mereces. —le sonrió.
—A ustedes los estaba esperando. —Salvador se les acercaba. —Tenemos mucho por grabar.
—Ya estamos aquí Chavita.
—Bueno, pues apúrense a entrar al set, en especial tú comadre si es que quieres que te cantemos las mañanitas luego.
—Ya me cantaron en la mañana, no era necesario más. —entraban al set del supuesto despacho de la hacienda.
—No estaban todos los compañeros, además va a estar la prensa y tu hijo. No te hagas comadrita, que a ti te encanta ser el centro de atención.
—Dímelo a mí. —comentaba César. —Le fascina que la traten como reina. —la vio abrir la boca en fingida indignación.
—Perdón caballeros, pero sólo exijo que me traten de acuerdo a lo que soy, ¿o es que no soy una reina señor Évora? —levantó una ceja y le regaló un sonrisita un poco presumida.
—Lo eres mujer, tú lo sabes, no hace falta que yo te lo diga. —le devolvió el gesto con algo de galanteo.
—Bueno ya, el coqueteo me lo dejan para después. —decía Chava casi en un susurro. —Vamos a empezar de una buena vez.
Estuvieron un par de horas grabando, afuera del foro ya se encontraban algunas personas esperando la salida de Victoria para poder festejarla, incluyendo a compañeros, algunos periodistas de TVyNovelas y su hijo José Eduardo. Cuando ella por fin se desocupó, salió al encuentro de sus amigos y estos la recibieron con más felicitaciones de las que ya había recibido a lo largo del día.
—Un año más vieja mamá, ¿cómo te sientes? —la saludaba José Eduardo con un fuerte abrazo, Victoria se reía.
—Vieja está tu abuelita, yo apenas cumplí 54 añitos, soy una jovencita todavía. —se defendió.
—Sí, de espíritu. —soltó entre risas.
—Niño pero si tu madre se ve más joven que nunca. —intervenía Jacqueline acercándose a Victoria. —Felicidades querida, sabes que te adoro.
—Gracias Jacky, te quiero mucho. —se abrazaba a ella. —Yo sé que mi pollito me dice esas cosas de broma.
—Claro que sí ma, muchísimas felicidades, te amo.
Jacqueline esperó unos segundos antes de apartar a Victoria un poco del gentío para comentarle algo.
—Te dejé un regalo en tu camerino, es un detallito, no te lo traje para acá porque es un poco íntimo. —sonrió con picardía.
—Umm, ¿de qué se trata? —preguntó Victoria con curiosidad.
—Bueno, me imagino que irás a celebrar tu cumpleaños esta noche con ya sabes quien…
—Aja. —sonrió.
—Pues es un regalito para que te veas bella y dejes boquiabierto al susodicho. —le guiñó un ojo.
—Jacqueline… —se sonrojó un poco.
—Ay ya, ni me digas nada, yo sé de eso más que ustedes, conmigo no te hagas la inocente, más bien dame las gracias y disfruten.
—Gracias Jacky por ser la mejor. —se dieron un fuerte abrazo.
—Ahora sí Vicky, vente para acá que vamos a cantarte. —Mónica la llamaba para que se parara frente a la mesa ya con los pasteles.
—Ahí voy. —caminó hasta el centro donde todos la esperaban.
César se paró lo más cerca posible de ella, no quería dejarla ni un segundo, pero allí estaban ya los medios y algunos amigos que no sabían de su relación. Por lo mismo le tocaba aguantarse las ganas de tomarla entre sus brazos mientras la festejaban y al final estamparle un sonoro beso para que todos supieran la realidad de sus vidas. Deseos no le faltaban de aprovechar a los medios para decir lo feliz que se sentía de estar allí celebrándole el cumpleaños a la mujer que amaba con todas sus fuerzas.
Entre la cantada y partir el pastel pasó un buen rato, Victoria dio un par de entrevistas exprés a unos periodistas y se tomó un par de fotos sola y otras con sus compañeros. Después de que el alboroto pasara se reunió con su hijo y con César.
—¿Seguro que no querías un pedazo de pastel mi amor? —le preguntó a César sentándose a su lado y comiéndose una rebanada ella.
—No mi vida, gracias pero estoy a dieta.
—Pues sí que te hace falta. —comentaba José Eduardo riéndose.
—No es cierto, él está perfecto así. —cortaba un pedacito de la tarta y se la llevaba a la boca. —Ten, pruébalo aunque sea, no necesitas la dieta pero si no quieres comerte un pedazo, por lo menos prueba un poco.
Él abrió la boca y comió lo que Victoria le ofrecía. José Eduardo los miraba, se encontraban los tres sentados a la salida del canal, cerca del corredor al aire libre, no había nadie más cerca de ellos pero todavía gente entraba y salía, y tampoco estaban del todo solos.
—¿Ustedes no disimulan ya verdad? —preguntó con una media sonrisa.
—Perdón hijo, no quisimos incomodarte.
—No mamá, yo no lo digo por mí, no me molesta verlos cariñosos, ya estoy acostumbrado créanme, lo digo porque hay gente todavía por el área y si los ven pues…
—Sí muchacho, tú tienes razón, lo que pasa es que a veces se nos olvida lo que podemos y no podemos hacer. —explicó César.
—Me alegra eso. —dijo el joven.
—¿Ah sí? —Victoria sonrió.
—Me refiero a que a pesar de los años siguen juntos y se quieren mucho.
—Más que eso, nos amamos.
—Lo sé mamá, y me gusta verte feliz.
Victoria y César se miraron enamorados… sí, eran felices, a pesar de todo.
—Gracias por ser un apoyo incondicional para nosotros José Eduardo. —le agradeció César. —¿Qué les parece si vamos a comer tacos los tres por aquí cerca? Yo invito claro; tú me dijiste esta mañana que querías tacos mi cielo.
—Sí, qué rico, vamos. ¿Nos acompañas hijo?
—Sólo si me prometen que no tendré que ir a tocarles el violín.
—No mi muñeco.
—Está bien.
Poco después los tres se fueron a un pequeño restaurante de allí cerca a comer, estuvieron un rato platicando y riendo, pasaron un momento agradable que no hubieran querido que terminara, pero lamentablemente el deber los llamaba.
—¿Nos vamos mis amores? —preguntó Victoria ya lista para salir, César terminaba de pagar.
—Sí, ya pagué, vámonos porque Chava debe estar desesperado, dijo que no tardáramos tanto y se nos fue un buen rato entre risas y los chistes de tu hijo. Estás hecho todo un comediante flaco. —le decía a José, los tres salían del lugar.
—Lo llevo en la sangre, no sólo por mi papá, mi mamá es media payasa también. —se reían.
—Yo lo sé.
Iban muy divertidos, todo marchaba perfecto, hasta que un bendito periodista se acercó a Victoria para amargarle el rato con preguntas que ella definitivamente no quería escuchar. José Eduardo se había adelantado y César que iba detrás de ella se perdió hacia otro lado para evitar que lo fueran a interceptar a él también. De lo que menos tenía ganas era de escuchar el nombre de Omar y tener que oír a Victoria defenderlo o decir alguna mentira de las de siempre, como que ella conocía a su esposo, que tenían un buen matrimonio lleno de amor y respeto, y toda esa sarta de falsedades. Cuando llegaron al canal se tuvieron que ir los dos directo a grabar y no pudieron hablar de nada hasta después de casi dos horas cuando volvieron a tener un pequeño receso. Ella lo buscó a él en su camerino después que salió del foro y al entrar lo notó un poco raro a pesar de haberla recibido con un beso.
—¿Qué te pasa, por qué estás tan callado y pensativo? —se paró frente a él y reposó las manos en su pecho. —No me hablas prácticamente desde que salimos de comer, hasta huiste cuando viste que el periodista se me acercó, sólo te faltó correr de mi lado.
—No exageres, no quise verme metiche, las preguntas eran para ti, no para mí, por eso me alejé.
—Bueno, pero tampoco tenías que huir como lo hiciste, te viste demasiado obvio, además me dejaste ahí tirada con el periodista ese.
—¿Qué querías Victoria, que te acompañara y hablara maravillas de tu marido junto a ti? —se alejó un poco de ella. —Yo no tenía nada que hacer ahí, no es asunto mío. —serio.
—Ay, está bien, tampoco tienes que ser tan agresivo, no es mi culpa que se me acerquen a preguntarme de Omar.
—Yo lo sé, perdón es que… olvídalo, mejor cuéntame qué pasó, qué les respondiste. —se volvió a acercar y la tomó de las manos.
—No mucho, cuando me hablaron del tema yo sólo dije que no leía ni veía esas cosas y que no me interesaban, luego me preguntaron si me iba a retirar en caso de que Omar ganara la gubernatura y dije que no pensaba hacerlo.
César lo pensó un poco antes de formular su siguiente pregunta.
—Victoria… ¿tú ya habías escuchado el comentario que hizo el político ese acerca de Omar?
—Sí. —asintió lentamente.
—¿Y por qué ese hombre diría eso?
—Pues porque es el contrincante del otro partido, así juegan en ese ambiente, el detalle es hacer quedar mal al opositor.
—¿O sea que lo dijo sólo por decirlo?
—¿Por qué más lo diría? —hubo un pequeño silencio. —¿Acaso tú crees que sea cierto César? —preguntó un poco a la defensiva alejándose de él
—En ningún momento he dicho eso Victoria. —se excusó.
—No hizo falta que lo hicieras.
—Esa no fue mi intención.
—No tiene caso hablar de esto César.
—Perdóname Victoria, yo sólo quería saber cómo habías tomado el comentario, qué le habías dicho a la prensa, qué sé yo… no te preguntaba para que te enojaras.
—No es que me enoje, es que pienso que si tanto te interesaba el tema, te hubieras quedado cerca de mí hace rato y no hubieras corrido como si lleváramos tatuada en la frente la palabra “amantes”. —se alteraba.
—No fue por eso que me alejé, por Dios Victoria, no comprendo por qué te pones así.
—Mira olvidemos este tema, a mí me da igual los rollos de Omar y los líos en los que se mete por culpa de sus enemigos políticos, lo único que quisiera es que no volviesen a haber comentarios así por mis hijos, no por él, ni siquiera por mí.
—Yo te entiendo Victoria… perdóname si te pregunté algo que te molestó, y discúlpame también por haberme alejado cuando apareció el periodista, me pareció lo más sensato de hacer.
Ella asintió en silencio.
—Estoy un poco irritada, no es tu culpa, no me hagas caso.
—¿Qué te pasa? —fue a abrazarla.
—Que me encabrona que pasen estas cosas, porque este tipo de comentarios o cualquier chisme, rumor y mentira que salga al aire afecta a mis niños. A veces quisiera alejarlos de todo, encerrarlos en una burbuja y que no tuvieran que escuchar nada acerca de sus padres ni estar en el ojo público.
—Pero eso tú lo has hecho excelente mi vida, siempre contestas como toda una dama, sabes evadir bien las preguntas, lo haces en todo momento con respeto y sabiduría. Gracias a ti es que muchas veces los comentarios o chismes no prosperan, tú sabes manejar a la prensa y por eso te respetan tanto.
—Pero hay cosas que yo no puedo controlar César, y no quisiera que mis pollitos se viesen afectados de alguna forma, lo que pasó hoy es sólo el comienzo. Si Omar gana la gubernatura, este no va a ser el último chisme o rumor de algún tipo que va a surgir, vamos a vivir en boca del pueblo. Tú sabes como tratan a las familias de los políticos, siempre somos los malos delante de la gente por el simple hecho de formar parte del gobierno.
—Bueno mi cielo, esas son cosas que vas a tener que enfrentar si efectivamente Omar ganara, que ya sabemos que es lo más probable.
—No me ayudas en nada diciendo eso, me estresas más. —hizo un puchero, él le regaló una media sonrisa y la estrechó contra su cuerpo.
—No me dejaste terminar, te iba a decir que yo creo en ti gordita, yo sé que tú vas a poder manejarlo todo, eres una mujer muy sabia y sabrás tener el control de la situación, y sobre todo estoy seguro de que harás lo que sea para proteger a tus hijos del escándalo.
—Eso espero, aunque sé que no va a ser fácil.
—No, pero nada que tú no puedas manejar.
—¿Vas a seguir a mi lado si gana verdad? —lo miró a los ojos.
—¿Qué te hace pensar lo contrario?
—No sé, sólo respóndeme.
—Voy a seguir a tu lado pase lo que pase Victoria, a estas alturas no podría ser diferente, alejarme de ti, ya no es una opción.
—Gracias. —se alzó un poco para darle un pequeño beso en los labios.
—No me lo agradezcas, el favor no te lo estoy haciendo a ti, me lo estoy haciendo a mí, estar contigo es lo mejor que me puede pasar en la vida.
—Te adoro, gordo.
—Yo más. —se besaron. —Sabes tenemos una escena muy bonita que grabar dentro de un rato.
—Sí, Salvador me dijo que era mi regalo de cumpleaños, va a ser un sueño en la novela según tengo entendido, pero para nosotros será muy real.
—O sea que metieron la escena sólo porque es tu cumpleaños, vaya que te tratan como una reina.
—No merezco menos.
—Dejaste la modestia en tu casa hoy.
Ella se reía.
—Ya quiero que llegue la noche para que me sigas consintiendo… y también porque llevo conteniéndome las ganas de estar contigo desde temprano.
—Mmm yo también, eres demasiada tentación, no sé cómo he podido resistirme a ti a lo largo del día.
—Yo tampoco sé cómo he podido, pero bueno, digamos que ambos estamos creando expectativa.
—Así la noche será explosiva.
—Exacto.
La expectativa terminaron de crearla cuando grabaron la escena de cama que tenían pautada para la tarde, la misma estuvo cargada de romance y pasión, y entre los besos y las caricias, las ganas de estar juntos aumentaron. Después de eso contaban las horas para encontrarse en la noche, cuando ésta comenzaba a caer Victoria fue a despedirse de César y a acordar su encuentro más tarde ya que ella había terminado la jornada laboral antes que él.
—¿Entonces nos vemos en el departamento? —le preguntaba él.
—Sí, como yo ya terminé decidí que me voy de una vez, quiero pasar primero por el pent-house para bañarme y ponerme linda para ti y luego voy a casa y nos encontramos allá, me imagino que ya para eso tú has salido.
—Sí gordita, sólo me falta una secuencia por arreglar y me voy para el departamento, está perfecto porque así me encargo de dejar todo listo y te espero. Voy a estar ansioso esperándote, muero por estar contigo.
—Yo también. —se despidió con un beso. —Me voy ya para que me de tiempo de arreglarme.
—Sabes que estás perfecta así de todos modos.
—Ya sé, me lo has dicho muchas veces, pero hoy quiero verme mejor para terminar mi cumpleaños en grande. —abría la puerta.
—De acuerdo, nos vemos luego.
Victoria partió a su casa para arreglarse como había dicho, se duchó, se puso el conjunto de lencería que su querida y alocada amiga Jacky le había regalado y se vistió con algo bonito, de color negro por supuesto. El maquillaje sencillo y el cabello liso fueron el toque final para quedar lista. No se podía quejar, ese día había sido maravilloso a pesar de todo, el mejor cumpleaños que había tenido en mucho tiempo, y ahora sólo faltaba cerrar la noche con broche de oro junto al causante de su felicidad.
Mas tarde César ya la esperaba en la casa de ambos, estaba deseoso de verla entrar por la puerta, tenía todo listo para ella, la cena, las copas para brindar, el lugar lleno de velas y música romántica. Sólo faltaba que Victoria hiciera su entrada para que la noche fuese perfecta; así lo comprobó él cuando la vio entrar ya pasadas las diez y media.
—Hola. —lo saludó ella cerrando la puerta a sus espaldas y caminando hacia el living donde él la esperaba cerca del ventanal.
César levantó la mirada al escuchar su voz y el repiqueteo de sus botas de tacón en el piso. Con una sonrisa fue a recibirla y lo primero que hizo fue estamparle un intenso beso en los labios.
—Estás preciosa. —la alejó para mirarla completa.
—No hice nada extraordinario, sólo me vestí de negro como siempre y me peiné. —sonrió.
—Es que tú siempre te ves hermosa, pero ahora lo estás más.
—Quería que me vieras bonita.
—Siempre te veo así.
—Huele delicioso, ¿tú cocinaste?
—Hubiera querido hacerlo, pero sabía que iba a salir tarde del canal, así que ordené comida del restaurante que te encanta.
—Qué rico, amor.
—¿Nos sentamos? —le extendió la mano.
—Sí, vamos. —se la concedió y caminó junto a él hacia la mesa. —Todo está precioso. —mirando las velas y las flores a su alrededor.
—Lo mejor para ti siempre. —como todo un caballero le acomodó la silla luego de que se sentara, después se alejó un momento para ir por un nardo que tenía sobre otra mesa y se lo entregó. —Quizá no pueda igualar el enorme arreglo que te envió tu marido hoy, pero sé que son tus favoritos.
—Gracias César, prefiero un nardo dado con amor y no un arreglo completo de flores sin sentimientos. —olió la flor y sonrió. —Además como tú mismo dijiste, estos son mis favoritos, los prefiero por encima de las rosas.
—Yo lo sé. —se sentó frente a ella y sirvió champaña en las copas. —Quiero que brindemos por tu día, y porque espero seguir pasando más cumpleaños junto a ti, tanto los tuyos como los míos.
—Salud por que así sea. —chocaron sus copas.
Cenaron muy a gusto platicando de temas variados y riendo como era costumbre en ellos, al terminar se mudaron al living y por petición de él se pusieron a bailar al ritmo lento de algunos boleros. Victoria lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja, su cara era de puro amor, él la había hecho feliz durante todo el día, y eso que éste aún no terminaba, no podía pedir más en la vida teniéndolo a él.
—Gracias por tanto César. —se movían pausadamente al compás de la voz de Marco Antonio Solís.
—No quiero que me des las gracias, todo lo que hago es porque tú te mereces el mismísimo cielo.
—Quiero estar contigo. —lo besó y pegó su cuerpo más al suyo, como si eso de verdad fuera posible, ya toda distancia estaba acortada entre ellos, pero faltaba el último paso, fusionar sus cuerpos sin telas inoportunas que se metieran en el medio.
—Yo también, te deseo mucho. —la tomó por la cintura levantándola un poco del suelo.
—Vamos a la cama. —le pidió aferrada a él.
—Me encanta cuando me lo pides así sin titubear.
—No titubearía en algo así, de verdad quiero y necesito estar entre tus brazos.
Él la cargó y emprendió el camino hacia la habitación sin perder tiempo. Al entrar al cuarto ella se maravilló porque habían más velas y pétalos de flores en la cama, los cuales quedaron pillados bajo su cuerpo cuando César la depositó allí y luego subió también sobre el colchón.
—Mi idea era darte un masaje como aquel que tú me diste aquella vez... —correspondía a los besos que Victoria no paraba de darle. —Pero no sé si me alcance tiempo y paciencia para hacer eso, me estoy muriendo por estar dentro de ti. —aprovechó un momento en que dejaron de besarse y se encargó de quitarle la blusa con rapidez. Quedó maravillado cuando vio el top negro de encajes que llevaba puesto, el mismo apenas cubría su piel y se trasparentaba en los lugares indicados, sobre todo en el área de sus pezones. —Te queda perfecto eso.
Victoria gimió cuando sintió que él besaba sus pechos por encima de la fina tela que casi no tapaba nada.
—Dale las gracias a la querida tía Jacky. —jadeaba.
—Acuérdame hacerlo mañana. —aún con la tela de por medio comenzó a succionar sus pezones.
—Sí… —no pudo formular más palabras porque sentir el caliente de la boca masculina y la anticipación a lo que vendría cuando el top desaparecía, la tenía fuera de orbita.
César no tardó mucho en quitarle también el pantalón y comprobar que la parte de abajo del conjunto era igual de reveladora que la de arriba. Pasó sus dedos por su área intima y notó que la humedad de ella comenzaba a traspasar la lencería.
—Me alegra ver que me deseas tanto como yo a ti.
—Eso siempre. —gimoteó cuando lo sintió meter sus dedos por debajo de la tela.
Los besos en el cuello que él le propinaba no tardaron en bajar nuevamente hasta sus senos, pero esta vez ella prefirió quitarse el delicado sostén y permitir que las caricias fueran directas a su piel. Bastó que él metiera uno de sus pezones en su boca para que ella se deshiciera en gemidos. Esas succiones sumadas a los traviesos dedos que la exploraban con atrevimiento la estaban enloqueciendo. César no quiso perder más tiempo y terminó de desnudarla por completo y quitarse todo él también para prepararse para el ataque. Comprobó que ella ya estaba lista para recibirlo cuando dos dedos que introdujo en su cuerpo se fueron hasta el fondo sin ningún problema. El miembro de él ya estaba más que listo también para enterrarse hasta lo más profundo, así lo confirmó ella cuando bajó su mano y le regaló una que otra caricia notando lo duro que estaba. Antes de entrar en su cueva él siguió estimulándola con sus dedos, metiéndolos y sacándolos de ella con rapidez y precisión haciendo que Victoria gimiera sin control y todo su cuerpo temblara de puro gusto. Y fue cuando el orgasmo estaba cerca y todos los músculos de ella se tensaban para reventar en un clímax espectacular, que él detuvo sus caricias y la hizo cambiar de posición poniéndola de rodillas y manos en la cama.
—¿Por qué te detuviste? —preguntó agitada y en posición de perrito sobre el colchón.
—Porque si no hago esto de una vez, voy a reventar. —decía al tiempo que entraba en ella de un solo empujón.
Victoria dejó escapar un grito y estrujó las sábanas con sus manos haciendo dos puños apretados, sentirlo llegar hasta lo más hondo la hizo perder completamente la noción de todo.
—¿Me perdonas por no darte el masaje como tenía pensado? —preguntó con la respiración acelerada y comenzando a moverse dentro y fuera de ella.
—Sí… quedas más que perdonado. —le ayudaba con los movimientos, las sensaciones eran exquisitas, él la sostenía de las caderas y agitaba las propias para hacerla delirar.
Las palabras comenzaron a dejar de hacer falta, el vaivén de caderas de ambos cuerpos hablaba lo necesario, gritaba en realidad el amor y la pasión que había envueltos entre aquellas dos pieles. Eran los gemidos de los dos lo que indicaban cuanto estaban disfrutando los presentes sobre aquella cama, habían pasado el día entero esperando el momento y ahora que por fin lo estaban viviendo resultó ser mejor de lo que sus cuerpos esperaban. No sabían si eran las ganas acumuladas, la expectativa de todo un día o que la comida tenía algo de propiedades afrodisiacas, pero el placer estaba siendo cinco veces mayor que de costumbre. Cambiaron un poco la posición luego de algunos minutos, César la haló hacia él para que ella pegara su espalda a su pecho lleno de suaves vellos y corrió sus manos hacia el frente del delicado cuerpo femenino. Con una de ellas le apretaba los senos, mientras que con la otra usaba sus dedos para frotarle clítoris y triplicar las sensaciones tan deliciosas que sabía que ella estaba experimentando.
—Por Dios, César… aahhh. —su cuerpo comenzaba a tensarse nuevamente, pero esta vez parecía que nada iba a poder detener el orgasmo que se avecinaba.
Él sabía que ella estaba cerca de explotar, así que fue deteniéndose lentamente y una vez más la dejó al borde del espasmo, la idea era retrasar el momento y alargar el placer. Ella gimió frustrada cuando se dio cuenta que de nuevo quedaba tan cerca de llegar a la cima y tocar el cielo con las manos. Volvieron a cambiar de postura, César se acostó boca arriba en la cama y la dejó a ella ser quien tomara el control para esa nueva ronda de goce. Victoria se acomodó sobre él y se deslizó con soltura por la enorme protuberancia que encajaba perfecto con ella. Esta vez la que tenía el poder de decidir la velocidad, la intensidad y cada uno de los movimientos era ella, el cuerpo de él había quedado a su merced. Por eso no tardó en bajar a su boca y besarlo apasionadamente al mismo tiempo que saltaba sobre él, esos besos después bajaron a su cuello y más tarde a su pecho. Ella quería saborearlo todo, dejar sus labios marcados en su piel, morder, lamer, hacerle sentir y sentir ella misma que ellos eran uno y se pertenecerían siempre en cuerpo y alma. En esta ocasión cuando la culminación anunció su llegada, no hubo nada que la detuviera, Victoria no permitió que hubiese otra pausa, y él tampoco la deseaba. Se dejaron ir los dos en un orgasmo detonante que los hizo gritar y decir palabras de amor y de mucho deleite. Ella se dejo caer sobre su pecho cuando su cuerpo dejó de convulsionar, todavía ambos estaban agitados, sus cuerpos se encontraban perlados de sudor y sus corazones latiendo a un ritmo desesperado.
—Te amo, me moría por estar así contigo. —le decía ella descansando cómodamente sobre él. —El día se me hizo eterno esperando por este momento. —todavía con la respiración acelerada.
—A mí también, pero valió la pena tanta espera. —le besó la cabeza y la estrechó con fuerza entre sus brazos.
—Eso sí… estuviste maravilloso. —lo miró y sonrió.
—Tú también. —le devolvió la sonrisa.
—¿De verdad me ibas a dar un masaje?
—Sí, hasta compre un aceite como el que tú usaste conmigo la otra vez.
—Te lo acepto todavía eh, aunque quedé un poco agotada debo confesar.
—Debe ser la edad, hoy cumpliste 84 según mis cálculos. —soltó una risotada al ver la cara que ella puso.
—Te equivocaste por treinta años querido. —fingía indignación. —Una de esa edad no aguantaría lo que yo aguanto ni haría las cosas que hacemos, de hecho si tú tuvieras esas edad tampoco podrías.
—Fíjate no sé, yo planeo seguir teniendo sexo contigo hasta que estemos viejitos.
—Tendrás que tomarte la pastillita azul para funcionar. —se reía.
—Tú eres mi pastilla azul, mi afrodisiaco, quien me prende con una sola mirada.
—Mmm, me encanta tener ese poder sobre ti. —le besó ambos pectorales.
—Bruja.
—Eso soy.
—Me hechizaste, pero no quiero dejar de estarlo, así que no rompas el encantamiento nunca.
—Nunca jamás, hace años te hice una brujería para que estuvieras siempre enamorado de mí.
—Pues te ha funcionado muy bien, porque yo estoy perdidamente enamorado de ti y no me parece que eso vaya a cambiar algún día.
Ella le sonrió y se besaron con calma, fue un beso suave, pausado y lleno de amor. Después de eso César se incorporó y salió de la cama para buscar algo fuera del cuarto, ella quedó sola unos minutos y aprovechó para ir por su bolsa y sacar de allí el libro que él le había regalado. Se dedicó a buscar qué leer mientras César regresaba de la cocina, abrió una página al azar casi al final y leyó con el corazón desbocado.
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SECRETO A VOCES
RomansaHay cosas en la vida que son obvias, que dejan de ser secretos y se convierten en algo que todos saben pero que prefieren cerrar los ojos e ignorarlo. Callar muchas veces es más fácil que aceptar la verdad. El amor de estos dos actores ha sido así...