Capítulo Final

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“Hay cosas en la vida que no se pueden ocultar por mas que se intente… el amor es una de ellas. Sobre todo un amor profundo y desbordante, ese que sale por los poros y se nota en la mirada. Hay personas que aman con tal intensidad que no pueden esconderlo. Muchos lo verán y decidirán callar… ¿por qué? Porque simple y sencillamente a veces es mas fácil hacerse de la vista gorda, a aceptar una verdad que puede destruir muchas vidas, y romper unos cuantos corazones.”


No había dudas de que a lo largo de casi diecisiete años de numerosas aventuras, varios corazones habían sido afectados por las secuelas de un amor prohibido entre un hombre y una mujer, protagonistas de una larga historia. Demasiadas vidas habían sido impactadas por la clandestinidad de dos seres que se amaban con locura, e incluso después de tanto tiempo todavía había momentos cuando los efectos de ese amor arrasaban con todo creando infinidad de sentimientos encontrados. Prueba fehaciente de eso estaba en el encuentro de ambas mujeres, rivales de amor. Era imposible negar que el enfrentamiento resultaba muy incómodo para las dos, más que cualquier otro suceso vivido. Allí se encontraban, cara a cara, mirándose a los ojos, y no precisamente con el amor que ambas le tenían al mismo hombre, sino todo lo contrario, en sus miradas se notaba la enemistad y la antipatía que sentían la una por la otra. Una vez más demostrando que en este mundo hay muchas cosas que no pueden ser ocultas, y tanto lo es el amor, como el odio, ese que nace desde el fondo del orgullo.

La guerra de miradas llenas de rencor pronto se vio interrumpida por las distintas voces que a su alrededor comenzaron a cantar las mañanitas. Las mujeres dejaron de mirarse y de igual forma empezaron a canturriar la canción que en ese instante para ellas había dejado de tener sentido, en gran parte porque a pesar de que sus bocas cantaban, sus cerebros aún estaban tratando de procesar lo que estaban viviendo. Al otro extremo de la mesa se encontraba César, pálido y con una sonrisa fingida mientras cantaba, había sido un impacto demasiado fuerte ver a Victoria y a su esposa allí juntas. Él intentaba hacerle bromas a la cumpleañera, con el fin de que haciéndole el famoso “pastelazo” su mente se olvidara por un instante de lo que tenía enfrente, pero no, nada lograría que dejara de pensar en eso. Era una verdad demasiado grande, y la tenía justo a un par de pies de allí. Paralelamente las mujeres estaban rogando que la canción no terminara nunca, habían pasado sólo segundos que para ellas iban lentos, pero sabían que cuando ese momento pasara, el cuento sería otro. Y así fue, todos terminaron de cantar, la gente comenzó a moverse rápido para ir al encuentro de Nat y felicitarla, Victoria dio media vuelta dispuesta a alejarse de allí sin saludar a la festejada, y fue entonces cuando pasó… Entre el gentío y la efusividad de algunos por rodear la mesa, no notaron que le habían dado un pequeño empujón a la pelinegra que por desgracia de la vida terminó tropezando de frente con Vivian.

—Perdón. —le dijo Victoria casi sin voz al tropezar con ella, la otra mujer le dedicó una mirada fría y no pronunció palabra alguna.

César no había perdido de vista nada de lo que pasaba, estaba casi sudando frio al ver como habían tropezado las dos. Salvador se paró a su lado para susurrarle algo.

—Se te juntó el ganado. —negó con la cabeza mostrando una media sonrisa, el otro hombre lo miró casi atravesándolo con su verde mirada. —No te enojes, es la verdad.

Por otro lado Victoria había logrado huir de la aglomeración de personas las cuales estaban muy ajenas a lo que pasaba en ese instante por su cabeza. Se dirigía a la entrada del local cuando Nathalie se le acercó por atrás y le hizo dar un respingo por lo ofuscada que iba.

—Vicky, ¿te ibas a ir sin saludarme? —sonrió.

—Eh… no, lo que pasa es que había mucha gente allá y recibí un par de empujones, estaba esperando que se calmaran todos para ir a saludarte. —soltó una risita nerviosa. —Muchas felicidades Nat, te deseo bendiciones y cosas bonitas, te dejé tu regalo con los demás en la mesa cerca de la entrada. —le dio un abrazo.

SECRETO A VOCESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora