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— ¡Solo vete! - Sollozaste mientras lo mirabas desde el otro lado del salón. — ¡Toma todo lo que es tuyo y vete! - Objetaste, sus palabras te tenían irritada.
Su cuerpo se tensó y lo notaste, su mirada cambió y sus ojos te miraban intensamente, intentando encontrar alguna pista de que lo que habías dicho fuera una simple mentira creada por el momento.
— Bien. - Con un nudo en la boca, habló.
Sin embargo, sentiste unas manos en las tuyas mientras estas te arrastraban hacia la puerta, frunciste tu ceño ante tal acción. — ¿Que crees qué haces? - Con lágrimas en los ojos le espetaste, confundida.
— Dijiste que me llevara lo que era mío. - Su cuerpo se giró hacia tu posición y te miró a los ojos con una sonrisa apenada. — Lo siento, cariño. - Te susurró, acariciando tu mejilla lentamente.
— Eres un idiota - Frunciste el ceño ante el alivio y sonreíste lentamente. — Te amo.