— Hola –dije entrando a casa.
— ¡Hola! –saludó Amil saliendo de la habitación asustándome.
— ¡La madre que te trajo al mundo! –me puse la mano en el pecho.
— La misma que la tuya –me vaciló –. Ven, que te voy a enseñar el modelo que he elegido.
— Entre unos y otros me va a acabar dando un paro cardíaco.
Amil se paró.
— ¿Entre unos y otros? –mi cara cambió.
— Eh... sí.
— Cuéntame –me ordenó mientras me empujaba hacia la cama. Me conocía cómo si me hubiera parido.
Le conté todo lo ocurrido, desde que Saúl marcó y me guiñó el ojo, hasta que me subí al coche de Griezmann.
— ¡O sea que tenemos nueva parejita! –exclamó emocionada.
— ¡No, no y no! –bufé –. No ha sido para nada romántico. Él lo ha hecho porque ha querido, no me ha dicho si le gusto o no, y eso para mí, es jugar.
— ¿Pero a ti te gusta?
— No –me miró pícaramente –. He dicho que no.
— ¡¿Pero por qué?! Si es guapísimo, y dicen que es buena gente.
— Hay ratos que no lo soporto. Es bipolar, a veces es genial y otras veces es un pesado pervertido.
— Lo conoces de hace dos semanas, dale tiempo.
Estuvimos hablando un rato más. Luego comencé a preparar a Amil para su cita. De repente sonó mi móvil.
— Dime Noa.
— Vente a cenar esta noche a casa con algunos del equipo.
— ¿Eso es una pregunta o una afirmación?
— Es una orden –reímos –. A las nueve te quiero en casa.
— Señora, sí, señora.
— Hasta luego loca.
— Luego nos vemos.
Colgué.
Faltaban treinta minutos para las nueve, así que decidí arreglarme ya, iba un poco justa de tiempo.
Me puse uno pantalones vaqueros ajustados, un jersey negro con una camisa blanca debajo y unas botas negras.
A las menos cuarto Carrasco se pasó a por Amil.
— Pasadlo genial chicos –sonreí –. Belga, ya sabes lo que te dije.
— Sí, sí –dijo asustado.
— Adiós chicos.
Fui hacia el coche y puse rumbo a casa de los Griezmann.
Un cuarto de hora más tarde llegué.— Qué puntual señorita –dijo Noa al abrirme la puerta. Llevaba unas tijeras raras en la mano.
— ¿Se puede saber qué estás haciendo?
— Pasa, pasa.
Entramos en el salón, sólo estaban Saúl, sentado en un sofá, y Griezmann, que estaba en una silla con una toalla por encima.
— Hola chicos.
— Buenas –sonrieron.
— ¿Se puede saber por qué estás así? –señalé al francés.
— Noa me está cortando el pelo –me informó un poco atemorizado.
— ¡Ay, yo quiero! –dije acercándome a él.
— ¡No, no, no! –su cara era de horror.
Saúl se estaba partiendo el culo en el sofá.
— Que sí tonto, si yo de pequeña le hacía peinados a Amil –cogí una maquinilla para raparle la parte de atrás.
— Sí, una vez tuvo que ir durante una semana con gorro a clase en pleno verano –recordó Noa riéndose.
Saúl no podía parar de reír.
— Te va a dejar calvo –dijo éste entre risas.
— Tú di que no, en estos años he perfeccionado la técnica –dije pasándole la maquinilla –. Antoine, relájate, que si pasa algo, el pelo crece.
Su cara era un poema cada vez que decíamos algo.
Acabamos a las nueve y veinte aproximadamente.
— No ha quedado mal –dijo el francés mirándose al espejo –. Vais a tener que cortármelo más veces vosotras.
Noa y yo sonreímos orgullosas.
— ¿Y los demás? –sonó el timbre –. Qué oportunos.
— Con ellos hemos quedado a las y media, por eso no han venido antes.
Estuvimos cenando tranquilamente, en familia.
Era increíble cómo en tan poco tiempo, había cogido tanta confianza con ellos.
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Me terminaste gustando [Saúl Ñíguez]
Fanfiction"A veces tenemos que alejarnos de ciertas personas, no porque queramos, sino porque debemos." Empezada: 04/12/16. Acabada: 05/02/17.