Capítulo 25

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— ¡Noa! –exclamé sorprendida con una gran sonrisa, la cual se me borró al darme cuenta de que estaba llorando –. Noa, ¿estás bien?

Me abrazó y comenzó a sollozar.

— Ven, vamos dentro.

Se sentó en el sofá, me senté a su lado.

— Ven –la abracé de nuevo.

Se desahogó un poco, pero cuando iba a hablar fue interrumpida por Saúl, que entraba al salón.

— ¿Noa? –ella le miró –. ¿Qué ha pasado? –preguntó preocupado mientras se sentaba a su lado y la abrazaba.

— Antoine –sollozó.

— Maldito francés, parece bueno, pero las mata callando –maldije –. Cuéntame Noa, ¿qué ha pasado?

— Antoine y yo llevamos un tiempo regular, nos hemos peleado mucho en esta última semana y lo hemos ido dejando pasar, pero digamos que el vaso se ha llenado y esta noche ha rebosado –explicó entre sollozos.

Me dolía muchísimo verla así, Noa no merecía pasarlo así, ella y Griezmann eran una pareja de ejemplo.

— Noa –dijo Saúl –, si quieres que matemos al francés lo matamos, pero te vas a quedar sin el padre de tu futuro bebé –Noa rió.

— A mi hermana le encantará castrarlo –reímos –. A ver, no podéis pelearos por tonterías, cada vez que os peleéis tenéis que hablarlo y aclarar las cosas. Vais a ser padres, vuestro bebé se merece una familia unida, no peleándose cada dos por tres.

Saúl me miró y me sonrió por mi reflexión.

— Llevas razón –me apoyó Noa –. Aunque siempre me toca a mí arreglarlo, últimamente no pone de su parte.

— Ten en cuenta que lleva sin marcar tres o cuatro partidos, aunque haga más trabajo, él sólo se fija en los goles, y el no marcar le frustra.

— ¿Desde cuándo piensas tanto Ñíguez? –preguntó riendo mientras se limpiaba las lágrimas.

— Me hacéis mucho bullying –hizo un puchero.

— Que no, si yo te quiero –dijo Noa tras abrazarlo –. Chicos, si no es mucha molestia, ¿me puedo quedar a dormir esta noche?

— Esta noche y las que hagan falta, estás en tu casa –dijo Saúl para después guiñarle un ojo.

...

— Nos vamos a trabajar –avisé a Saúl mientras Noa y yo salíamos por la puerta.

— ¡Espera!

Vino hacia mí lo más rápido que pudo.

— ¿Qué...

Me interrumpió dándome un beso.

— Ya te puedes ir –sonreímos.

Le di otro y nos fuimos hacia el Cerro del Espino.

Al llegar Noa y Griezmann intercambiaron miradas. El francés tenía mala cara, se notaba que no había pegado ojo en toda la noche.

— ¿Vas a hablar con él?

— Quiero hacerlo, pero no sé si querrá.

— Sí, o sino me encargaré yo de que quiera –dije de forma maligna haciendo puños.

— Tranquila fiera –me calmó riendo mientras bajaba mis manos.

...

— ¡Chicos, estoy en casa, si estáis haciendo algo taparos! –exclamé entrando en casa.

— Estoy yo sola, tranquila –dijo Amil sonriendo –. Tengo que hablar contigo.

— Dime –me senté a su lado.

— ¡Yannick me ha pedido que me mude con él!

— ¡¿En serio?! ¡Eso es genial! –le abracé.

— Sí, pero no te quiero dejar sola... –hizo un puchero.

— No te preocupes por eso, a mí no me importa vivir sola. Me conoces y sabes que me gusta tener mi espacio.

— ¿De verdad?

— Que sí, tonta –le afirmé para después fundirnos en un cálido abrazo.

Me terminaste gustando [Saúl Ñíguez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora