Capítulo 19

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Como todos los días, me dirigía al Cerro del Espino. Al llegar, Antoine, el gracioso, me halagó.

— Menuda cara tienes Lu –me dijo riendo, lo que provocó la risa de Vrsaljko, que lo acompañaba.

No le quitaba la razón. Llevaba varias noches durmiendo muy poco, todas ellas estuve pensando en quién sería Yaiza.

— Como no te calles te voy a dejar yo a ti peor la tuya –su acompañante rió más fuerte.

— Anda, ven aquí –me abrazó el francés.

— Ya, Griezmann, sabes que no me gustan los abrazos.

— Por eso te lo doy –me sacó la lengua.

— Estás tú esta mañana muy gracioso, a saber lo que hiciste anoche con Noa...

— Pues mira, te cuento... –me pasó un brazo por encima.

— ¡No quiero saber detalles! –le interrumpí. Sime seguía riendo –. Vrsaljko, pensaba que eras mi amigo –hice un puchero.

— Yo soy tu amigo siempre –dijo abrazándome.

— Veo que vas progresando –sonreímos.

— Poco a... ¿poco?

— Poco a poco –afirmé. Asintió sonriendo.

Los jugadores se prepararon y salimos al césped. No había visto a Saúl todavía. En estos días no había hablado nada con él.

Al salir me encontré con una morena.

— Perdona ¿necesitas algo?

— Estoy viendo dónde me puedo sentar para ver el entrenamiento.

— El entrenamiento no es a puertas abiertas –le informé extrañada.

— Ya –asintió sonriendo.

— ¿Entonces? No puedes estar aquí.

— A mí me han dicho que sí, que las novias de los jugadores sí podemos verlo.

— ¿Eres la novia de alguno de estos cafres? –reímos –. Entonces sí puedes estar aquí.

— Sí, soy Yaiza, la novia de Saúl.

Mi cara cambió completamente.

— ¿Cómo? ¿Eres la novia de Saúl? –ella asintió sin entender –. ¿Desde cuándo?

Notó que mi humor había cambiado, por lo que tardó más en responder.

— Desde...

— Perdón –volví en sí –, no debo meterme donde no me llaman.

— No te preocupes –ella sonrió.

— Puedes sentarte en esa grada de allí. Puede que hayan venido más novias.

— ¿Y tú? ¿No eres la novia de alguno?

— No –contesté seca –, yo trabajo aquí. Si me disculpas, tengo cosas que hacer –puse una gran sonrisa falsa.

— Adiós, un placer haberte conocido –se despidió sonriendo.

— Igualmente –dije seria.

Fui directa a la consulta de Noa y entré sin llamar.

— Griezmann fuera, tengo que hablar con Noa. Además, ¡¿qué haces aquí compartiendo jugos gástricos?! Deberías estar entrenando.

— Vaya mañana llevas –bromeó. Le miré mal –. Eh... me voy.

Le dio un beso a Noa y se marchó.
Nada más cerrar la puerta, estallé:

— ¡Lo mato! ¡A Ñíguez lo mato!

— ¿Qué ha pasado para que estés así?

— Que tiene novia el subnormal.

— ¡¿Cómo?! –preguntó con los ojos como platos.

— Como lo oyes...

Le estuve contando todo a Noa. Luego fui a mi consulta a seguir con el trabajo y a hacer tiempo hasta que acabara el entrenamiento.

Los jugadores empezaron a pasar por el pasillo. Salí al instante.

Cuando pasó Saúl, lo cogí del brazo y lo adentré en mi consulta.

— ¿Se puede saber qué haces? –preguntó enfadado. Me giré.

— ¡¿Se puede saber qué haces tú?! –me miró sin saber –. Pues mira, te cuento, esta mañana he conocido a Yaiza, y resulta que es tu novia –dije irónicamente –, ¿suficiente? ¿O sigo?

— A ver...

— A ver ¿qué? –le interrumpí –. Eres insufrible de verdad, no sé cómo acabé cayendo en tus garras, si al principio no te soportaba –dije alzando la voz mientras paseaba por la consulta –. Me hiciste creer que eras diferente, que merecías la pena, he confiado en ti y te he contado secretos que sólo lo sabe la gente muy cercana a mí, has jugado conmigo, me has utilizado, y lo peor de todo, me has decepcionado.

Estaba llorando, genial.

Saúl me miraba con pena.

Y estaba cansada de eso, de darle pena a todo el mundo por mi situación.

— Yo... de verdad que no quería hacer todo eso –se disculpó.

— No me valen tus disculpas ahora, Saúl –dije cabizbaja –. ¿Por qué lo has hecho? –le miré –. ¿Por qué me has mentido?

Él bufó.

— ¿Me dejas que te lo cuente? –asentí –. Hace días que me empezó a escribir, hará una semana o así. Yo pasaba de ella, pero ella no se daba cuenta. Mi mente sólo estaba enfocada en ti, hasta que el otro día apareciste en la cena con Lucas, y vi cómo te miraba. Me enfadé y volví con ella.

— ¿Cómo que volviste?

— Ella es mi ex.

— Ah genial, estupendo.

— Por favor Luna, créeme.

— Sólo me has contado una parte de la historia. Te recuerdo que días antes estuviste sin hablarme.

Él suspiró.

— Tenía miedo –le miré interrogante –. Lo que estoy sintiendo por ti en tan poco tiempo no lo he sentido por nadie, y eso me asusta. No quiero que mi estado de ánimo dependa de una persona, porque tarde o temprano todo se acaba.

Asentí cerrando los ojos y dejando caer varias lágrimas.

— Por favor, no llores más –me pidió limpiándome las lágrimas.

Me alejé.

— Vete, por favor –le ordené sin mirarle.

Él respiró profundamente. Segundos después escuché cómo la puerta se cerraba.

No pasó ni un minuto cuando volvió a sonar. Sentí unos brazos rodearme.

Me terminaste gustando [Saúl Ñíguez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora